Capítulo 5

(...)

—Jefe está lista la vuelta, los padres de la chiquilla ya están en Italia, el señor Dominik nos ayudó en todo y él se encargará de que no toquen a esa familia.

—Perfecto Juan, así me gusta que me den buenos resultados, y ellos no se opusieron.

—Al principio sí, pero les dije que su yerno y su hija le regalaron un viaje, y que les regaló una casa para que ellos se quedarán a vivir allá y del trabajo les dije que no se preocupara que hasta trabajo tenía allá, entonces con la carta y con lo que les dije se fueron contentos y muy convencido —de todo lo que me dice Juan me he quedo convencido que en este mundo hay personas demasiadas ingenuas.

—Que personas tan ingenuas y se parecen totalmente a Samantha, como pueden confiar en alguien desconocido.

—Pero la única viva es la hija menor jefe —niega entre risas.

—Tienes razón Juan, esa niña es una mosquita muerta.

—Perdón por lo que le voy a preguntar, pero para qué quiere que ella siga aquí.

—Buena pregunta Juan, yo quiero que ella haga una misión importante y es la única que la puede hacer, después que termine el operativo la dejaré en libertad.

—Y de que es la misión jefe —sus preguntas son insistentes, pero como no quiero que se me arruine el plan no estoy dispuesto a decirle.

—Ya lo sabrás muy pronto por el momento me conviene que todo esté en secreto y veré cuándo será el momento de actuar.

—Como usted ordene —asiente—, ah, antes de retirarme le tengo una información que darle.

—Dime de qué se trata la información.

—Nuestros hombres me dieron una información extra del adicto.

—Y qué tan importante es para que lo estés pensando mucho y no vas al grano directamente —suelto un golpe sobre el escritorio.

—La hermana de la chiquilla tenía amoríos con el adicto, eso quiere decir que las dos hermanas estaban con el mismo hombre, pero el detalle está en que la chiquilla no sabe nada que la hermana le estaba comiendo el mandado y quedó embarazada.

Oh, eso no me lo esperaba… 

—Ja, ja, ja, así que la muy perra de su hermana se pasó de lista, y todavía la muy pendeja quedó embarazada de un maldito adicto, ya ves Juan cómo está el mundo y mujeres como esas para que querer más —me paso la mano por mi cabello—, pobre Samantha, cuando se entere de lo que su propia sangre le hizo, lo más seguro que esa chica se muera, si no se murió por el adicto que la vendió ahora sí morirá por lo que su hermana le ha estado haciendo y lo peor que quedó embarazada.

—La chica parece que no rompe ningún plato, pero en realidad quebró toda la vajilla completa.

—Pobre Samantha si no es una cosa, es otra —no sé por qué tengo pesar por esa chica, a veces siento que su dolor es igual que el mío.

Tengo que adelantar mis planes para que Dylan no sospeche de lo que haré, Samantha entra en mi plan, ella se encargará de ganarse la confianza de Liz y así poder despistar todo y así poder raptarla y después me uniré a la organización de Dominik para enfrentar la guerra que se avecina, luego me encargaré de mis sobrinos y buscaré la manera de que ellos estén con su madre.

No sabes Dylan lo que te espera, te ganaste un gran enemigo, sé que jamás me debo fijar en la mujer de mi ex amigo, sí porque ahora es mi ex amigo, pero en el corazón no se manda y él se enamoró sin pedir permiso y yo hubiese tenido una oportunidad con Liz si no hubiese llegado Dylan para cuando Liz iba a tener a los bebés.

—Buenas, don señor, aquí les traigo algo de comer —estaba tan distraído que no me di cuenta de que Samantha entró al despacho con una charola llena de comida, Juan sale en dirección a Samantha para ayudarle con la charola de comida.

—Gracias, Samantha y no te hubieses molestado en venir aquí —penetró mi mirada en la de ella, pero lo extraño es que ella se pone nerviosa, hasta las manos le tiemblan.

—Tranquila Samantha no tienes por qué ponerte nerviosa, ya te dijimos que aquí nadie te hará daño y para la próxima manda a uno de mis hombres para que entreguen la comida.

—Gracias, señor, pero usted ha hecho mucho por mí y esto sería lo menos que puedo hacer —baja la mirada.

—No seas terca y ya te dije que tú ya tienes un trabajo y qué para mientras solo ayudes a la señora Fátima —alzo la voz y ella se asusta.

—Entendido señor y con su permiso yo me retiro —asiente.

—Espere Samantha, antes que se retire quiero decirle algo sumamente importante para usted.

Es ahora o nunca.

—Dígame señor, qué es lo que pasa, no me diga que le pasó algo a mi familia —abre sus ojos.

Ojalá fuera eso Samantha.

—No, es algo que a ti no te gustará —rompo el contacto visual que tenía con Juan para verle a ella.

—Dígame, soy toda oídos.

—Me informaron que mientras tú estabas con el adicto —aclaro mi garganta—, él estaba con otra, en resumen él estaba con dos mujeres al mismo tiempo—suelto de golpe.

Espero su reacción, al principio le pareció gracia, pero luego la expresión de su rostro cambió y su rostro se transformó en una cara está pálida.

—Es una broma verdad señor tatuado —todavía me dice señor tatuado y eso que le dije mi nombre.

—No es una broma y ya sabes cómo me llamo —recalco.

—Disculpe Rafael, es que la noticia no me cayó bien —su voz se quiebra.

—Vez que no se te olvido mi nombre y eso no es tan mala noticia —intento de que la noticia no le afecte tanto, pero es obvio que le está afectando hasta el culo.

—¿Cree que hay otra noticia que no supere está? —sus labios se crisparon.

—Sé fuerte Samantha y es mejor que lo sepas hoy que mañana porque los mismos será para ti —trato de ser sincero—, y es que la otra mujer que tenía Fabián es tu tal hermanita, sí, eso no es todo y es que ella se encuentra embarazada de tu difunto esposo —terminando la última palabra veo como se desploma en el suelo.

Me levanto de golpe al verla como esta tirada, ¡se ha desmayado! Le digo a Juan que no la levante y que mejor busque a la señora Fátima y también que abra paso al camino porque la llevaré a la habitación.

La cargo en mis brazos, ¿qué es lo que le hizo daño?

—Señor, ¿qué le sucedió a la joven? —mientras salgo del despacho me encuentro con la señora Fátima.

Le ordeno que debe buscar el botiquín de primeros auxilios y también llamar al médico de nuestra confianza. La señora asiente y sale corriendo mientras yo sigo cargando a la chica que se ha desmayado.

—Jefe, puede dejarla en la cama —en la entrada de la puerta me estaba esperando Juan—. Jefe, quiere mi opinión, está bien se lo diré, pienso que ella se debe estar deseando su muerte y luchando entre matar a su hermana o matarse ella misma porque para querer matar al adicto no se va a poder porque él ya está muerto.

—Cállate Juan, no veo necesidad que ella se muera por una b****a que no vale la pena —siseo entre dientes, dejo a Samantha sobre la cama.

Le doy una última mirada a la chica para luego decidir salir de la habitación y dejarla en manos de la señora Fátima. Le digo a Juan que me siga porque quiero darle un par de órdenes, pero no quiero hablar aquí porque nos pueden escuchar, es mejor hablarlo en el despacho.

Juan sigue mis pasos y mientras avanzamos le voy diciendo que se encargue de la salud de esa joven porque ella vale oro en este momento y todo por el plan que estoy organizando.

—Rafael —me detengo en seco al escuchar esa voz celestial

—Liz —siseo.

Me doy media vuelta y veo a esos ojos que me cautivaron desde el primer día en el que la conocí. Parpadeo un par de veces por si esto es una maldita ilusión, siento que he quedado en shock, mi corazón late a mil por hora. Ella sigue siendo la misma Liz, con esa belleza que brilla y deslumbra a cualquiera que la ve.

—Hola, Rafael, espero que estés bien —esboza una sonrisa y yo me derrito, sigo embobado y no lo puedo creer.

—Siempre que te vea a ti yo estaré más que bien.

—Y no te alegra verme —extiende ambos brazos.

—Puedo saber qué haces aquí, tú sabes que el nivel del negocio está más que bien —intento ser indiferente con ella porque ese el plan que he decidido llevar, quiero acercarme a ella con buenas intenciones y no que piense que quiero matar a su marido.

—Señor, la joven no despierta y nada que el médico aparece —ah, la señora Fátima me saca de mi nube celestial en la que me encontraba.

—Oh, puedo ayudar—da un paso adelante y yo uno atrás—, no me temas, solo quiero ayudar.

¡Temerle! Jamás le podría temer, lo que no quiero es correr y abalanzarme sobre esos labios que me están tentando.

—Bueno estamos esperando al doctor para que la vea, lo que pasa es que ella acaba de recibir una noticia fuerte y luego se puso en este estado.

—Yo soy médico Rafael, si me permites la puedo atender y ver cómo está.

Hasta a mí me puedes atender mi primor.

—Sí, no hay ningún problema.

Le señalo el camino, pero a la vez me arrepiento porque la verdad quiero seguirla como un perro faldero. Todos nos dirigimos hacia la habitación donde está Samantha, y de los cuatro nadie dice ni una sola palabra.

Es obvio que se nota mi nerviosismo y emoción que tengo al tenerla cerca.

—Quiero que salgan todos y me esperan fuera de la habitación, no te preocupes Rafael, tu novia estará bien —pero qué estás diciendo Liz, ¡Samantha no es mi novia!

—Rafael, podemos hablar en un lugar privado —me quedo estático al escuchar la voz imponente de Dylan.

¡Ella no ha venido sola!

—Dylan acompáñame al despacho —recupero mi cordura y enfrento a mi contrincante, a la persona que morirá y yo me quedaré con su mujer.

Le hago seña al negro de que esté tranquilo, salgo de la habitación para dirigirme al despacho. ¿Qué es lo que tiene que decir?

—Oye, que guapa es tu novia y porque lo tenías bien guardadito —dice tras de mis pasos.

—¿Qué m****a haces aquí Dylan?, tantos años sin darme la cara; tantos años en esconder a Liz de mí, tantos años que ni siquiera permites ver a mis sobrinos, te recuerdo que dejaste el negocio a cargo mío y si ya estás de regreso no hay problema para mí —explote todo lo que tenía reservado, me acercó a enfrentarlo y estoy a centímetro de él.

—Si me conoces para qué preguntas, vine aquí para decirte que no te tengo miedo y que en tu cara te diré que Liz es mía y siempre será mía, no juegues conmigo Rafael sí dos veces te perdone la vida no creo que exista una tercera vez —me amenaza.

—Y, a ti quién te dijo que yo te tengo miedo, quien te dijo que yo no haré lo que quiera.

—Entonces guerra tendrás y no sé por qué sigues con esa obsesión con mi mujer, si no lo notaste ella no siente ningún amor hacia ti, ella se entrega todos los días a mí y tú seguirás teniendo fantasías con mi mujer, pero el único que realiza todas esas fantasías soy yo — no me aguante y me fui de golpes con Dylan, no me importa morir aquí, pero si muero moriré por algo que valió la pena.

Liz.

Pobre jovencita su estado sí que es crítico, gracias a Dios que llegue a tiempo. La reanime y le di unos calmantes, esperó que se sienta mejor y será bueno investigar qué es lo que pasó realmente para que ella se pusiera en este estado.

Me siento contenta que Rafael ya está sentando cabeza y se olvidó de todo lo que sentía por mí, tantos años de no ver a Rafael que hoy que lo vi me sorprendí porque él sigue siendo el mismo de antes.

El mismo Rafa.

—¿Señora cómo sigue la joven Samantha? —entra una señora.

—Así que así se llama Samantha, qué bonito nombre tiene la novia de Rafael y creo que la joven ya se sentirá mejor —me levanto de la silla—, ella está pasando por mucho estrés y eso le produjo el estado de shock.

—Perdón, señora, pero la joven Samantha no es novia del patrón.

¿Qué? Cómo es posible, Dylan, me la vas a pagar, me trajiste aquí con engaños y es para lastimar más a Rafael.

—Entiendo y no tiene nada que perdonar, yo estaré aquí hasta que la joven despierte.

—Gracias, señora no sabe el alivio que siento, la joven Samantha es una buena persona.

—Necesito pedirle un gran favor, necesito que se quede con ella por un momento, mientras yo iré a buscar a mi esposo. 

—Sí, señora, aquí me quedaré —la señora asiente, le doy una última mirada a la chica para luego salir e irme a encontrar con Dylan.

Espero que esos dos no se estén matando porque si es así el que tendrá problemas es Dylan porque él es el que vino a incomodar la paz del pobre Rafael.

—Dylan... Rafael... Dejen de pelear por favor, escúchenme dejen de pelear —corro hacia ellos, al ver que se están agarrando a golpes por el pasillo.

Lo que me falta, yo no estoy y ellos como animales se ponen a pelear. Ambos hacen caso omiso a mis  gritos, y eso me pone furiosa. De pronto veo a un hombre acercarse y lo primero que le digo es que me ayude a separarlos.

El hombre asiente y se abalanza hacia ellos, toma de la cintura a Rafael y yo me voy por mi esposo.

—¿Liz qué haces aquí? —dicen en unísono.

—Son un par de animales, no puedo creer que sean los mismos niños e inmaduros —grito—, estoy decepcionada de ustedes, tú Rafael deberías de preocuparte por la joven que tienes a cargo mientras yo tengo muchas que hablar con mi esposo, ya que me ha traído aquí sin razón y menos motivos, una cosa es visitarte, pero lo que mis ojos ven es que ambos aún se odian y eso no me agrada.

—¿Le pasó algo a Samantha? —pregunta preocupado—, Liz perdón, pero Dylan empezó todo y hay muchas cosas que él te oculta.

¿De qué estará hablando Rafael?

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