Prólogo

—Aquí es donde vive el ladroncillo de Fabián —dice una señora de unos 50 años, muy bien vestida y peinada. Luce fina y estirada.

—¿Ustedes quienes son? —preguntaba los señores de la humilde casa que acaba de ser invadida por la señora y dos policías. 

La señora mira el lugar con asco, no disimula su cara de disgusto y se acerca más a los señores y le hace seña a uno de los policías quien carraspea y empieza hablar. 

—Buscamos a Fabian, le ha robado a la señora aquí presente un bolso de medio millón de dólares  con algunas cosas dentro —dice el policía con un papel en mano.

—¿Qué? mi hermano no pudo hacer hecho eso, debe hacer una confusión —dice Marcell saliendo de la cocina mientras sacude sus manos sucias de harina.

–Se ha equivocado señora —dice la madre de Fabián horrorizada. 

—¡Oh! —la señora levanta la mano y de un bolso saca si celular —Aquí tengo el video. Me gusta hablar con pruebas —dice reproducción un video de la cámara de seguridad de la parte delantera de la mansión de la señora.

Claramente se ve la señora bajar de un ciche y Fabián detenerse cerca en una moto y arrancarle le bolso a la señora.

Los padres de Fabian  se liran entre sí. Marcelle frota sus sienes con los ojos llorosos. La madre de Marcelle se soemta algo agitada y empieza a derramar sus lágrimas con las manos en el pecho. 

Marcelle se acerca a ella y la abraza. Sabe  que su enfermedad va de mal en peor y recibir noticias de ese tipo, empeora aún más la situación.

—Papá,  quédate con mamá,  hablaré con la señora y la ayudaré a recuperar el bolso —dice Marcelle haciendo un gesto con la cabeza para que la señora la siga.

Salen y Marcelle cierra la puerta de la entrada, detrás de ellos.

Se detienen en el pequeño jardín, la señora mira el entorno y se cruza de brazos dirigiendo su vista a la chica que tiene al frente. Sonríe con malicia y se acerca más a Marcelle.

—Aunque recupere el bolso tu asqueroso hermano irá a prisión —dice acercándose más a la chica —Robo es robo, querida.

—Sé que robar está mal señora pero... dele una oportunidad, no se por qué hizo eso, jamás se ha metido en problemas de ese tipo —dice apenada.

La señora ríe a carcajada sin remordimiento alguno.

—Las segundas oportunidades no existen, querida —dice la señora.

—Si se dan, si —hace una pausa y suspira —Dígame que puedo hacer para que no lo mande a prisión.

—Bueno —dice la señora mirándola de pies a cabeza —No te ves nada mal  podrías ayudarme en algo —dice tocándole la punta de la nariz. 

—¿En qué necesita ni ayuda? pregunta nerviosa y rogándole a Dios que no sea en prostituirse o servir de mula para transportar drogas.

—Vas a enamorar a mi hijo, tienes un plazo de 3 meses —hace una pausa —Tres meses para enamorarlo —añade.

—¿Qué, Está mal? —dice Marcelle algo alterada.

—Mal estará tu madre cuando vea a su hijo en prisión...


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