3. La otra

La intensa luz a través de las cortinas anunciaba que había amanecido. Nicolás abrió los ojos y se levantó de la cama después de estirarse. Abrió las cortinas y salió al balcón, hacía un precioso día y el patio se veía aún más hermoso durante el día desde allí arriba. Hoy volvería a ver a su hermano. Regresó a la habitación a ver qué hora era. Daban las siete y media, se preguntó si Sídney se estaría preparando, salió al pasillo a llamar a su puerta y hacerla despertar por si no lo estaba.

Regresó a su habitación y me metió en la ducha. Se arregló y se peinó. Por primera vez le animaba hacer lo que hacía. 

Salió a la cocina, abrió el frigorífico y definitivamente estaba lleno. Preparó leche y cereales para él y colocó panes y embutidos en la mesa para Sídney. Ella apareció ya arreglada.

—Buenos días. —saludó ella mientras se sentaba a la mesa.

—Muy buenos días.

Desayunaron juntos como de costumbre, pero esta vez un poco más animados que antes y no era solo por el agradable lugar donde se encontraban sino porque las cosas empezaban a cambiar a bien.

Se abrió la puerta y apareció Olivia.

—¡Buenos días! — saludó desde el salón, los vio y se acercó a ellos. —no sé si en vuestra universidad erais puntuales o no, pero supongo que recordaréis que Daniel es puntual así que debemos llegar antes que él si es posible. — cogió una manzana del plato y la mordió. — Hola —Nico. — le sonrió, él la miró confuso. Era muy difícil de seguir el ritmo.

—Está bien. —Sídney se puso de pie. —vayámonos.

Pusieron la mesa en orden y salieron juntos de la casa para subirse al auto de Olivia. Condujo durante un buen rato hasta que al fin estaba estacionando, podían ver la universidad, era enorme y había mucha gente caminando de un lado para otro con sus mochilas.

—¿Estáis listos?

—Por su puesto. —contestó Nicolás mientras abría la puerta del auto y se bajaba de éste.

—¿Y tú estás bien? — preguntó Olivia a su amiga que se había quedado quieta mirando al frente, ésta reaccionó.

—Claro, vamos.

Caminaron los tres juntos hasta la puerta que daba a la sala donde le tocaba las clases a Daniel. Nicolás se detuvo y las dos se volvieron a verlo confusas.

—Me quedaré aquí. —dijo.

—¿Por qué? —preguntó Sídney.

—¿El entrará por aquí no?

—Ah, sí —contestó Olivia.

—Pues por eso me quedo aquí, quiero verlo cuando lo haga.

Las dos lo miraron sorprendidas, pero le entendieron. Lo dejaron allí a la puerta y entraron en la sala. Se sentaron en los bancos de arriba.

Nicolás se apoyó contra la pared mientras los estudiantes terminaban de entrar en la sala, algunos de ellos mirándole raro. Cuando todos hubieron terminado de entrar, miró la hora ¿por qué hasta ahora no había llegado Daniel?

Cuando levantó la mirada se quedó totalmente paralizado, Daniel estaba viniendo hacia su dirección, ¡era él! parecía increíble, pero no podía desconocer a su hermano ni en un millón de años. Se estaba acercando y lo único que le podía pasar es que se le nublara la vista mientras por su rostro aparecía una sonrisa, no estaba soñando, después de vivir casi un infierno estaba teniendo la oportunidad de volver a ver a su hermano. Cuando él estuvo cerca no pudo evitar pronunciar aquello que llevaba meses sin poder decir.

—Bro…—susurró.

Daniel en cambio lo pasó de lado, pero después se detuvo, Nicolás se giró a verlo por si este daba la vuelta, lo reconocía y se abrazaban, pero no sucedía. Daniel después continuó su viaje y entró en la sala mientras a Nicolás se le destrozaba el corazón y no podía evitar que se le derramaran lágrimas de tristeza. Salió de allí y regresó al coche.

Daniel entró en la sala distraído, estaba pensando en el chico que había dejado en la puerta, creía que tal vez lo conocía, quizás, pero parecía que no o aquel chico le habría hablado. Había muchas cosas que no recordaba de sí mismo.

Colocó su maletín en su sitio y se dispuso a impartir sus clases, al menos con eso se sentía identificado desde que perdió la memoria.

Estaba impartiendo sus clases cuando de pronto su mirada viajó hacía un lugar en concreto. En una de las gradas había una joven de pelo negro, le llamaba mucho la atención y no entendía por qué. Se había detenido a verla, parecía distraída sacando algo del bolso de su compañera. No entendía qué le estaba pasando, parecía todo un deja vú, como si le hubiera sucedido aquello antes. Su compañera lo pilló observándolas y la codeó, ella alzó la mirada y lo vio. Era tan hermosa. Espera, por qué estaba pensando en eso, estaba comprometido y se iba a casar. Pero aquella chica parecía triste al verlo. ¿Qué le estaba pasando? Primero era el chico de la puerta, ¿ahora su alumna? Hablando de alumna, no recordaba haberla visto antes. Demasiados pensamientos. Llevó la mano a la cara y cerró los ojos. Decidió continuar con sus clases. 

Se habían acabado las clases, Sídney no podía creerse que no se acordara de ella ni de todo por lo que habían pasado, se secó las lágrimas y se levantó del asiento, no iba a permitir que él se fuera sin saber quién era ella. Si tenía que ponerse frente a él para recordárselo lo haría.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Olivia preocupada y decidió seguirla.

Sídney salió al patio en busca de su amor, no estaba dispuesta a volver a perderlo, lo buscó con la mirada, pero no lo encontraba. Olivia lo acompañó al aparcamiento por si allí lo encontraban.

Llegaron y pudieron divisarlo, sonrió, no iba a volver a perder al amor de su vida. estaban cerca cuando de pronto apareció una mujer rubia y elegante sonriéndole y de pronto lo estaba besando. Olivia abrió los ojos de sorpresa mientras a Sídney se le cortaba la respiración y se le partía el alma en mil pedazos. Daniel estaba besando a otra mujer que no era ella, ¿cómo podía ser eso? Al otro lado del estacionamiento estaba Nicolás que desafortunadamente también estaba presenciando aquello.

Daniel ayudó a la chica esa que no paraba de sonreír a subirse al auto, él igualmente se subió al asiento del conductor y desaparecieron del estacionamiento.

Lo habían encontrado, pero resultaba ser una persona distinta a la que conocían, ¿a qué estaba jugando el destino? No tenía suficiente corazón para soportar todo aquello, era demasiado para ella ¿qué podían hacer si no sabían a qué se estaban enfrentando?

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