2. A por ti

Estaban en el avión sentados en sus respectivos, Sídney se había quedado dormida apoyada en el hombro de Nicolás. Nicolás en cambio no podía descansar, su cabeza no paraba de dar vueltas, habían pasado meses intentando saber qué había sido de su hermano y ahora de repente lo habían localizado, era profesor en otra ciudad y no se había puesto en contacto con ellos, se derramó una lágrima por su mejilla, la secó con su mano e intentó ser fuerte. Era su hermano y lo conocía, debía haber pasado algo realmente grave para que él no los haya hablado durante todo este tiempo dejándolos preocupados y desamparados. Miró a Sídney que estaba apoyada contra su hombro, algo muy importante como para hacer aquello. Era Daniel y sabía que ni en mil años habría podido hacer aquello, tenía que haber algo más. Intentó convencerse durante toda la trayectoria de que había algo más, de que su hermano no sería capaz, porque en la foto no se veía atrapado ni torturado, ninguna lesión. Estaba bien, o al menos eso parecía en la foto.

—Hola, ¿quieren tomar algo? —Nicolás alzó la vista para ver a la azafata que traía el carrito con refrescos y algo de picar.

—Estamos bien, gracias. —procuró sonreír.

—¿Necesita una almohadilla para su novia? —Nicolás la miró confuso y ella le señaló a Sídney.

—Oh no, ella no…—miró a Sídney que seguía apoyada contra su hombro, ¿por qué se molestaba en dar explicaciones a una desconocida? Se volvió a ella. —no es necesario, gracias.

Le sonrió con amabilidad y se alejó a atender a otros. Nicolás cogió una revista para distraerse mientras duraba el viaje, pasaba páginas y páginas y no se concentraba. Al final se quedó igualmente dormido, era lo mejor que podía hacer.

Nicolás se despertó cuando estaban comunicando que el avión estaba por aterrizar, miró por la ventanilla y había anochecido. Observó a Sídney que seguía dormida y la despertó con delicadeza. Ella se removió contra su hombro hasta que al fin abrió los ojos.

—¿Qué pasa? —preguntó con su voz soñolienta.

—Que hemos llegado.

Ella se incorporó y recordó que estaban en un avión. Miró por la ventanilla y empezaban a verse las luces de la ciudad.

Minutos después el avión estaba pisando tierra firme y otros minutos más tarde podían bajarse. Se quitaron los cinturones de seguridad y se levantaron de sus asientos avanzando hacia la salida.

Una vez fuera sintieron el frio de la nueva ciudad a la que acababan de llegar. Entraron en el aeropuerto y esperaron por su equipaje.

—¿Estás segura de que tu amiga vendrá? —preguntó Nicolás a Sídney.

—Eso espero, me dijo que vendría a recogernos.

Apareció su equipaje y lo recogieron. Se acercaron a la salida y mientras Sídney se disponía a llamar a Olivia ella apareció ante ellos. Corrió a su encuentro y la abrazó.

—Bienvenidos. —dijo mientras la abrazaba. —te echaba mucho de menos, me tenías muy preocupada. —se separó para verla mejor. —¡Dios, estás más delgada! 

—Gracias por venir a recogernos. —fue lo único que le dijo.

—Por ti haría cualquier cosa y lo sabes. Además, es culpa mía que estéis aquí. —miró a Nicolás. —Lo siento, hola. —le tendió la mano.

—Hola Olivia.

—Bien, ¿qué os parece si nos sentamos en la cafetería aquí cerca? Vuestro viaje ha sido muy largo y supongo que tendréis hambre. —Nicolás miró a Sídney, Olivia tenía razón.

—Creo que es una buena idea.

—Estupendo.

Guardaron el equipaje en el maletero del coche que traía Olivia y después ésta tomó del brazo de su amiga y caminaron hacia la cafetería que hasta entonces seguía abierta. Entraron y tomaron asiendo, Nicolás se sentaba frente a ellas. Pidieron unos granizados y algo para comer. Comieron en silencio.

—¿Qué tal el vuelo? —Olivia quiso romper dicho silencio.

—Bien. —contestó Nicolás prestándola más atención. —¿por qué mejor no nos hablas más sobre tu nuevo profesor que curiosamente se parece a mi hermano?

Ahora Sídney se puso más cómoda y atenta, se quedaron atentos a escuchar a Olivia que antes de hablar suspiró.

—Está bien. Sabes perfectamente que no te habría hecho llegar hasta aquí si no estuviera segura.

—Lo sé, pero necesitamos saber más. Dijiste que pasaba algo, pero no nos explicaste qué era. En la foto está claro que es Daniel y de eso estamos seguros.

—Después de sus clases me acerqué a él para…hablarle.

—¿Y? —preguntó impaciente Nicolás.

—No me reconoció. — los dos la miraron interrogantes. —O sea, no sabía quién era, era como si nunca me había visto en su vida.

—¿Qué quieres decir con eso? 

—Fui al despacho de la directora a preguntarle por el nuevo profesor. Su nombre es Daniel…Daniel Anderson.

—¿Cómo? —preguntó Nicolás incrédulo. Se rio irónicamente mientras apoyaba su espalda contra la silla y se limpiaba las manos con la servilleta.

—¿Sabéis qué significa eso?

Que solo es un hombre que “casualmente” se parece a mi hermano y tiene su nombre, aunque no su apellido.

—¿O? —insistió Olivia, pero Nicolás no quería pensar en la otra posibilidad.

—O que no sabe quién es. — habló Sídney que tenía la mirada perdida, pero cristalizada. Silencio. Nadie dijo nada durante un tiempo.

—No puede ser. —dijo Nicolás.

—Y cómo explicas que no se pusiera en contacto con nosotros. Sé que es él, lleva la misma cicatriz de cuando…cuando tuvimos el accidente. —Nicolás la miró, sabía que tenía razón, pero no quería creerse que todo esto estaba pasando. Su hermano era la mejor persona del mundo, ¿por qué tenía que pasarle eso? 

—¿Quién le hizo eso y por qué? —se le quebró la voz.

—La verdad no tiene ningún sentido. —continuó Olivia. —si quisieran hacerle daño lo habrían hecho, pero en cambio sigue impartiendo clases y se le ve bien.

—Le han apartado de nosotros. — le recordó Sídney. — y nos han hecho daño a nosotros.

—Y a él —continuó Nicolás — porque él no eligió eso.

—Tenéis razón, por eso se me ha ocurrido una idea. — la escucharon atentos. —mañana tengo una clase con él, venid conmigo y dejad que os vea. Quizás se acuerde de vosotros.

—¿Y si no lo hace? —preguntó Sídney poniéndose en lo peor.

—Supongo que no os rendiréis ¿verdad? Porque tendremos que pensar en algo y haremos lo que sea para recuperarlo y yo os ayudaré.

—Tienes razón, es mi hermano y no pienso irme de esta ciudad sin él.

—Entonces salgamos de aquí. —se puso de pie y la miraron. —venga, os he conseguido un lugar donde quedar mientras estéis aquí.

—¿Así? Porque puedo pagar por uno. —dijo Nicolás.

—¿En vez de tenerlo gratis?

—Venga Nico no insistas, ella acabará ganando, al menos eso lo tenéis en común. —Sídney se puso de pie.

Nicolás las siguió y después de que pagaran la cuenta salieron del local y se subieron al auto.

Olivia condujo hasta que llegaron hasta un chalet cercado. La atravesaron y entraron, ella aparcó junto a la puerta y se bajaron del coche. Todo estaba iluminado y desde fuera se podía ver el salón a través del cristal y justo allí en frente había una piscina.

—Es…hermoso. —confesó Sídney. A Nicolás también le pareció interesante.

—Escogí precisamente esta casa para que Nicolás no le pusiera pegas e insistiera en alquilarse un loft. — sonrió Olivia satisfecha de haberlos sorprendido.

—¿Cómo lo has hecho? – preguntó Sídney.

—Espero que sepas que no te dejaré pagar esto sola. – le dijo Nicolás.

—Aquí nadie pagará nada. Es una de las casas que vende mi madre, le dije que lo necesitaba por un tiempo y me lo dejó.

—¿Así sin más? – interrogó Nicolás. – Mi padre me mataría a preguntas.

—Tengo mis propios métodos con mis padres. ¿Por qué no entramos de una vez y os lo enseño todo? 

Sacó las llaves y abrió la casa. El salón era muy espacioso con una cocina americana elegante.

—Pedí que llenaran la nevera antes de que llegarais, así que tendréis lo necesario por ahora y lo demás…

—Nos encargaremos nosotros – le cortó Nicolás. – estás haciendo demasiado por nosotros, podemos encargarnos de lo demás.

—De acuerdo. No soy agente inmobiliario, pero soy capaz de decir que la casa tiene dos dormitorios, escogeréis cada uno la que quiera. – miró la hora. – se hace muy tarde, descansad que mañana vendré a recogeros. – abrazó a Sídney. – cuídate.

—Muchas gracias por todo.

—No tienes por qué. – se separó de ella. – descansa. Te quiero.

—Y yo a ti. – le dedicó una sonrisa.

—Adiós Nicolás.

—Adiós y no sé cómo agradecerte por todo.

—No te preocupes, algún día si todo sale bien, te pasaré la factura. – él la miró confuso y ella sonrió. – buenas noches a los dos.

La acompañaron hasta el auto hasta que desapareció de sus vistas.

—¿Sabes a qué se refería con eso último que dijo? – quiso saber Nicolás.

—Espera a ver y pronto lo sabrás. Creo que le gustas. – entraron de nuevo en la casa.

—¿Cómo?

—Con lo que te ha dicho te está diciendo que no hará nada al respecto todavía. ¿Elegimos ya los dormitorios o no te importa cuál elija? 

—Ah, escoge la que quieras, me quedaré con la que no elijas.

—Bien.

Cogió su bolsa y buscó un cuarto, escogió el primero que veo. Lo abrió y prendió la luz, era enorme con una cama para dos en medio y un vestidor. Tenía baño propio y unas suaves cortinas de daban a un balcón, todo era hermoso. Suspiró, no tenía que acostumbrarse, solo estaría allí por unas semanas, después de que recuperaran a Daniel. Miró los anillos que ahora iban colgados en su colgante. Ojalá los reconociera y toda esta pesadilla acabara de una vez. Quería que volviera con ellos. Se sentó sobre la cama. Y sacó de su bolsa la foto de ellos dos el día de su boda. Se secó una lágrima que se asomaba. Al menos lo habían encontrado, solo tenían que recuperarlo. Se echó sobre la cama con la foto todavía entre sus manos.

Llamaron a la puerta y apareció Nicolás.

—Escogiste esta.

—Sí. – le sonrió.

—Buenas noches y hasta mañana.

—Buenas noches Nico.

Nicolás cerró de nuevo la habitación y se fue a su cuarto. Él era su luz a través del túnel, lo único bueno en medio de todo lo que estaba pasando.

Cerró los ojos y en poco tiempo se había quedado dormida.

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