Capítulo 6

Dmitriy no es un hombre que acabo de conocer, no es cualquier hombre, no es uno de tantos, es más ni menos que mi Dmitriy. Un hombre por el que daría mi vida, por el que me iría hasta el fin del mundo si es posible, esta vez no permitiré que él se vaya de mi lado sin poder hacer nada.

—Pero…

—Pero nada —dije seriamente.

Hoy será la noche que haré lo que mi perra me ha aconsejado. Aunque ambos somos vírgenes, pero eso no significa que no sepamos cosas de la sexualidad, de la pasión y de la excitación.

—Eduard, a casa —ordena.

Mis ojos inmediatamente se penetran en el retrovisor, ya que era evidente que Mark se percatara de lo que acaba de ordenar Dmitriy. Veo el rostro de sorpresa de Mark, enarcando una ceja sin comprender lo que está pasando. Entrecierro mis pestañas más de tres veces, diciéndole que he cambiado de planes.

Ooobvio que tengo mis claves, señas y contraseña con mi Mark.

(…)

Llegando a la casa de Dmitriy, la misma casa donde él me había traído el día de mi mayor desgracia. La casa, el lugar y menos el ambiente tienen la culpa, solo es que los recuerdos me consumen.

—Larisa —grita, Mark.

Saliendo del auto me encamino con Dmitriy al jardín del edén, hay una enorme fuente en medio del pequeño jardín del edén. Me detengo al escuchar los gritos desesperados de mi Mark, me detengo y esta vez no pude ocultar la sonrisa y la gracia que provoca Mark

—Dame un momento —digo dulcemente, Dmitriy asiente y me señala a la dirección del jardín.

—Te esperaré en el kiosco del amor —antes de alejarse me da un dulce beso en la comisura de mis labios.

¿Kiosco del amor? Que lindo se escucha y más si vienen de sus labios, ¡es todo un romántico!

 —¿Dónde crees que vas? —Mark se posa delante de mí, cruza sus brazos, y en su cara puedo ver lo furiosos que esta.

—A follar —exclamé—… ¿Quieres venir?

—Eres una perra ninfómana —chilla—. No me decepciones—salta de emoción.

Ja, ja, ja… Ya decía que su seriedad era más que un fingimiento.

—Ven conmigo —lo tomo de la mano—, nos dará un tour, además tienes que relajarte y disfrutar conmigo, pero menos del cuerpo de él.

—Aaayyy… —se queja—pensé que me lo prestarías.

—Nooo… Él es mío —hablo con tono surgente.

—Eres una perra con suerte, pero no quiero hacer mal tercio —sonríe y me guiña un ojo.

—Vamos y después miramos que pasa —me abalanzo a sus brazos—, olvidemos por un momento todo lo que está más allá del trabajo y de mi maldita rutina—le susurro en el oído.

—Te amo —me da un beso en la mejilla—. Una pregunta.

—Dos si quieres.

—Le dijiste al Adonis, que soy gay —dice con expresión burlesca.

—No… ¿Por qué? —tiro una mirada preocupada.

—Porque en este momento nos está observando detenidamente —tartamudea—, con ojos de... «Te voy a matar» o «si te descuidas, te desapareceré de la faz de la tierra». No quiero morir Larisa… ¡No quiero morir!

En cámara lenta, giro un poco la cabeza como el exorcista, me quedo petrificada al ver la mirada de Dmitriy. Una mirada intensa, una mirada de fuego ardiente, una mirada fría, una mirada de «Te voy a matar» Trago grueso…

—Cálmate, Mark —hablo con serenidad.

Necesito tranquilizarlo, porque lo último que quiero en este momento es que se desmaye o que quede en shock. Además Dmitriy jamás le haría daño.

—¿Cómo quieres que me calme? —grita eufóricamente. Su carita es todo un poema, el espanto que tiene es su cara es como si lo fueran asesinar o como si tal sus minutos de vida estuvieran contados.

—Inhala… Exhala… Inhala… Exhala… —me acerco a él, con las clases que aprendí en el yoga la pienso implementar en este instante con Mark.

—¡A la puta b****a tú inhala y exhala! —abro mis ojos de golpe, jamás había visto así a Mark.

—Espérame aquí —hablo seriamente. Doy media vuelta y me encamino en dirección de Dmitriy, avanzó a pasos firmes sin voltear a ver atrás.

—Noo… no, no —corre hacia mí, toma mi mano e impide mi andar—. Tranquila nena, no me dejes solo alrededor de todos estos lobos.

Sin decirle ni una sola palabra lo jalo de la camisa, la sangre me empezó a subir y me lo arrastró como muñeca de trapo. Le demostraré que Dmitriy es una persona de buen corazón, estoy segura de que la paranoia de Mark lo está segando su cordura por completo.

—Dmitriy… —subo los tres escalones y me adentro al kiosco del jardín del edén.

—No, Larisa —Mark susurra cerca de mi oído—, lo mejor es que olvidemos todo—dice con nerviosismo.

—¿Pasa algo? —pregunta seriamente.

Dmitriy se reincorpora, ya que estaba con la mirada perdida, y recostado en el barandal.

—Amor, quiero que conozcas a la persona que ha dado todo por mí —relajo las fracciones de mi cara—. Es mi amigo del alma, y te pido que no lo mates.

—¿Qué no lo mate? —frunce el ceño. Se cruza de brazos y camina a paso lento hacia mí.

—Es que…

—No es nada —Mark me calla, tapándome la boca—, no vas a creer que a Larisa se le ha dado por ser comediante—esboza una sonrisa nerviosa.

—Larisa, podemos hablar un momento a solas —gruñe.

¡Oh por Dios!, Dmitriy está furioso. ¡No puede ser! Mi Mark tenía un poco de razón.

—Mark —hablé entre la mano de Mark.

Con temblorina en las manos Mark me suelta, pero no se quiere mover de su lugar, ya que el nerviosismo impide que sus pies avancen, pobre mi Mark, parece una gelatina abatida.

—Te esperaré en el jardín —susurra.

La mirada de Dmitriy lo intimido, y eso no me gusta para nada porque Mark es mi amigo y no me gusta que lo trate así. Veo como la silueta de mi Mark se aleja.

—¿Por qué lo tratas así? —lo enfrentó—, te acabo de decir que es mi amigo.

—Y desde cuando los amigos se abrazan y se toquetean — habla con tono enfadado.

¿Toquetean?

—Haré como si no dijiste nada, pero antes quiero que te disculpes con mi amigo —me cruzo de brazos, imitando su acción.

—Yooo… —brama. Lleva su mano al pecho, como si el ofendido fuera él.

—Sí —chillé.

—Está bien —baja la voz—, prometo no intimidarlo, y prometo portarme bien.

Que raro ese cambio radical, ahora es el Dmitriy amoroso y tierno que conozco.

—No me digas que estabas celoso —me burlo—, es increíble que un hombre me cele con una persona que le gusta lo de su mismo sexo.

—¿Su mismo sexo? —arruga su cara, luego abre los ojos de golpe.

Me suelto a reír, sin controlar el tono de mis gritos de perra loca, es inevitable gozar del mal ajeno. Es que me cuesta mucho procesar lo que mi Dmitriy acaba de pensar e imaginar e insinuar.

—Pensaste que Mark era tu entrador —caigo tumbada en el piso de cerámica, envolviendo mi panza.

Quiero agarrar fuerzas, pero es inevitable, siento que el aire se va, dejando a una Larisa, con un ataque de risa.

—No te burles de mí —dice entre risa.

No te rías, aaayyy… Me duele mi panza.

—Nena, no te exhibas —me levanta Mark, me sopla en mi sien y luego me arrulla en sus brazos.

—Gracias, mi perra —inmediatamente llevó ambas manos a mi boca, ¡por Dios! Ahora Dmitriy pensará que soy una perra embrujada, loca y aparte vulgar. Aunque lo de vulgar lo soy aunque no lo ponga en práctica todo lo que digo.

—Ssshhh… Me matarán por tu culpa —grita con terror en su voz.

—Aquí nadie te matará —dice en tono suave—, y discúlpame por lo que acaba de pasar hace un rato, no fue mi intención hacerte sentir incómodo y menos que me tengas miedo.

Aaahhh… Ese es mi Dmitriy, el hombre que conquisto mi corazón.

—Gracias, señor —Mark exhala, y toda esa sonrisa de terror y preocupación se ha esfumado.

—Dmitriy… Me puedes llamar Dmitriy —Dmitriy extiende su mano—, desde hoy puedo ser tu amigo.

¡Que lindo! Mi Mark debe estar gritando por dentro, ahora no solo tiene a su perra amiga, ya que tendrá dos perros amigos.

—Muchísimas gracias —exclama con devoción, y recibe con mucha emoción la mano de Dmitriy—. Que lindo jardín.

—¿Quieren comer o tomar algo?

—No… Cenamos en la agencia —como toda una metida me meto en la conversación de los dos nuevos amigos.

—Es mentira, Larisa no come —cuestiona—, y eso es un pleito diario y cada segundo, minuto y hora, y si no estoy encima de su alimentación, nadie lo está ni lo estará.

¡Eres una perra metiche y traicionera! Mis mejillas se empiezan a tornar rojas, no puedo con esta vergüenza, quisiera salir corriendo, pero antes tendría que descuartizar a la perra de Mark… ¡Me las pagarás!

—Entonces no se diga más —dice con emoción—... ¡A comer se ha dicho!

—Hoy te mato —murmuró cerca del oído de Mark.

—Dmitriy… ¿Puedo adelantarme? —pregunta.

—Si… ¡Eduard!

En un santiamén Eduard hace acto de presencia, él es más ni menos que el hombre que me brindó la habitación. Dmitriy le dice que acompañe a Mark a la casa, que lo lleve directamente al comedor, y que se adelante a pedir la cena.

—Disfruta y aprovecha, mmm… —Mark me susurra al oído, y cuando pensaba responderle sale corriendo.

—Quiero que me disculpes por hacer sentir mal a tu amigo —Dmitriy se acerca tomando de mis manos.

Mmm… Siento como el viento golpea mis mejillas y lentamente mi cabello se mueve onduladamente. Cierro mis ojos y me dejo llevar por la tranquilidad del ambiente. Sin duda alguna, Dmitriy y yo tenemos una gran conexión.

—Disculpado porque sé que tuviste celos de mi amigo —entrecierro mis ojos penetrando la mirada en él.

—Es miedo Larisa, tú sabes lo desconfiado que soy, no malinterpretes mis palabras, lo que quiero decir es que de ti no desconfiaría jamás, a los que no confió es de los perros que te desean y te desnudan con solo la mirada.

—No tienes por qué tener miedo, ya que el único que muestra e impone el miedo eres tú —suelto mis manos de las de él para abrazarlo.

Quiero sentir su calor; quiero aferrarme a él, quiero sentirme protegida, quiero estar junto a él y jamás en mi vida separarme de su lado.

—Gracias por no temerme y por estar a mi lado —se aleja de mis brazos, y lleva ambas manos a mis mejillas y sin tapujos une sus labios con los míos.

—Dmitriy —siseo entre labios.

—Quiero entregarme a ti —bajo la mirada sonrojada—. Quiero ser tuya, y no estoy dispuesta a seguir esperándote.

Dmitriy.

No quiero fosarla a nada y menos a que haga algo en el cual no se sienta preparada, puedo ser un hombre sin escrúpulos o mejor dicho sin sentimientos en lo que se refiera a las demás personas, pero no es lo mismo cuando hablo, pienso y actuó con Larisa Bogdánov.

Cuando estoy con ella soy otra persona, me desenvuelvo sin planear o actuar en mi forma de ser, nada es forzado y menos hay segundas intenciones. Ella saca en mí un hombre con sentimientos, a un hombre débil ante la hermosura de una sola mujer. Larisa no es solo una simple o sencilla mujer. Larisa es y será la única mujer que pone y pondrá mi mundo de cabeza. 

De ella puedo ver la esencia pura, esa esencia que calma tu alma, esa esencia que transforma una tormenta a una calma completa.

Ahora más que nunca tengo que estar junto a mi lucero porque tengo que decirle lo que su padre le ha ocultado desde que nació y más si se trata de nuestra separación. No hay duda que ella se sentirá desbastada por todo lo que le diré. No es que sea la manzana de la discordia, pero creo que ella merece saber la verdad.

Lo bueno de todo esto es que mi padre esta al tanto de cada paso que doy y daré. Él siempre a querido a mi lucero como su nuera o como la hija que jamás pudo tener. ¿Cómo reacciono mi padre al enterarse lo que hizo su propio consejero? Mmm… está el doble de furioso que yo, hasta el nivel de matarlo frente a mí. Pero le dije que me lo dejara a mí y que lo más recomendable es que busque a otro consejero de confianza.

***

Hace media hora entre beso y beso ambos decidimos entrar a mi habitación, sin que nadie nos siguiera y sin que el amigo pegajoso estuviera cerca de mi Larisa. No me cae mal el amigo y más si sé que es del otro lado de la tortilla. Ahora más que nada le confiaré a ese amiguito que cuide de mi lucero, que espante a todos esos zopilotes que andan detrás de ella.

Por un momento le digo a Larisa que me espere unos segundos, ella asiente un poco dudosa mientras yo salgo corriendo de la habitación. Saliendo del pasillo de las habitaciones me encuentro uno de mis hombres y le ordeno que por nada del mundo deje entrar a alguien en esta zona mientras yo no lo diga. Doy media vuelta y corro hacia la habitación. Es increíble como Larisa me tiene comiendo de su mano.

Entrando a la habitación veo a mi Larisa que está titiritando y bailando una canción mientras se quita la ropa. Me pierdo al ver completamente desnuda y semejante escultura de mujer, ver ese cuerpo perfecto me enloquece completamente.

Con una mirada ardiente directa a ese cuerpo bien hecho me encamino hacia ella, pero antes de pasar al paso siguiente cierro la puerta. Larisa se sorprende a mi acercamiento que instintivamente se cubre sus senos y la parte intima. 

Le susurro cerca de su oído que confíe en mí y que si tiene alguna duda o si no se siente preparada que me lo diga para que me detenga. Sutilmente paso el dedo con suavidad por encima de la piel y del pezón. Ella deja de respirar al notar el pezón erguido y duro cuando la toco.

Larisa separa los labios en un gemido silencioso, y poco a poco se le transforma una mirada intensa e incitante. Mi polla responde ante su deseo.

—No te imaginas las ganas que tengo mi amor, pero siempre y cuando tú estés lista —susurro.

La sonrisa tímida y un asentimiento basta para animarme. Me inclino hacia delante, aprieto mis labios contra los suyos.

—Dmitriy —jadea.

—Eres preciosa.

Sin apartar sus ojos de los míos, levanta la mano vacilante y recorre con el dedo la línea de mi barbilla acariciándomela. Atreves de la abertura de su boca, veo como se pasa la lengua por los dientes superiores.

—Mmm… —la voz retumba en la garganta.

—¿Te gusta? ¿O quieres que me detenga? —musito.

Ella sacude la cabeza. Para luego darme un beso en la comisura de mis labios. Sin despegarnos la guio cerca de la cama. Quiero que ella sienta que su primera vez sea única.

Le cojo la cara y la empujo hasta quedar ambos tumbados en la cama, besándola a la vez. Mis labios en los suyos, mi lengua en la suya, y ella tan ávida como siempre. Recorro su cuerpo hacia abajo con la mano, por encima del pecho, la cintura y la cadera, y luego le rodeo la nalga y aprieto. Sigo con los labios, haciendo los honores a ambos pechos por turno hasta que la siento retorcerse.

Me levanto, remuevo su cuerpo hasta que ella queda con su culo frente a mí, le aparto el pelo de la espalda hacia un lado. Tiene una espalda preciosa, y el culo aún más. Deslizo la mano por la curva de la columna hasta las nalgas, disfrutando de la suave de su piel. Me inclino sobre ella.

Le susurro al oído, y le obsequio uno que otro beso suave en el cuello y el hombro mientras con la mano sigo descendiendo y me introduzco entre sus nalgas.

Ella remueve el culo cuando mis manos se deslizan entre sus piernas y empiezo a trazar círculo alrededor del clítoris con los dedos. Tiene la cabeza apoyada en la cama, con la mejilla contra las sabanas. Luego de deleitarme de la suavidad de su piel nuevamente muevo su cuerpo hasta que ella queda completamente recostada boca arriba de modo que puedo observarla con facilidad. Larisa tiene los ojos cerrados y la boca abierta para tomar aire y absorber el placer que le provoco.

Deslizo el dedo pulgar en su interior. Suelta un gemido placentero. Está húmeda y caliente; una maravilla. Empuja el culo contra mi mano, y yo empiezo a darle vuelta al pulgar en su clítoris. Ahoga un grito, y eso es una señal para mi pene, que esta a punto de estallar. Mantengo el ritmo. Vuelta y vueltas. Ella se aferra con más fuerza a las sabanas y aprieta los ojos mientras gime. Está cerca. Muy cerca. Y entonces retiro el dedo y alcanzo un condón que está en unos de los cajones de la mesa de noche.

—No… yo planifico —susurra.

Mmm… no comprendo.

—Pero… —me detengo.

—Mi ginecóloga me lo receto por cambios hormonales.

Tengo que dejar de hacer preguntas estúpidas y mejor a lo que nuestros cuerpos desean. Me desabrocho el botón de mi pantalón y bajo desesperadamente la bragueta y en un par de segundos lo dejo caer. Mi pene queda expuesto ante la mirada asombrada de mi Lucero. Me despojo de mi camisa y sin ninguna vergüenza dejo que mi Lucero vea todos los tatuajes que adornan mi cuerpo.

La tomo de la cintura alzándola sobre mi regazo de forma que queda sentada a horcajadas sobre mí, de cara a cara. Mi polla encuentra en la línea que se separa sus nalgas.

Ella penetra su mirada con la ceja enarcada en un gesto alarmado.

La levanto y la coloco con cuidado en mi erección. Ella grita al sentir como mi grosor va rompiendo su himen. Me detengo al percatarme que su cuerpo se tensa, escuchando un gemido de dolor. Me asusta ver su cara de dolor y a la vez de temor. No quiero seguir si ella no quiere, no quiero lastimarla. 

—No pares por favor —suplica.

Lentamente entro hasta el fondo con el temor de lastimarla. Ella me clava las uñas en los muslos y echa hacia atrás la cabeza para luego inclinarse hacia delante y la recuesta en mi hombro mientras yo le aprisionó en lóbulo de la oreja con los dientes. Está jadeando, pero tensa las piernas y vuelve a subir a bajar con movimientos intermitentes.

—Te amo —siseo.

Llevo las manos hasta sus pechos para rodearlos y pellizcarle los pezones con los dedos índice y pulgares.

—¡Ah! —grita, y el sonido es salvaje y sexy.

Poco a poco, la levanto y le doy la vuelta, y ella coloca las manos en la cama. Me echo hacia atrás y luego hacia delante, penetrándola. Ella grita y dobla la espalda apoyar la cabeza y los hombros en el colchón.

Se la ve impresionante, con el pelo extendido sobre las sabanas, los ojos cerrados con fuerza, la boca abierta y el culo levantado. La simple visión de verla me lleva casi a correrme.

La agarro las caderas y vuelvo a entrar y Salir. Gime. Empiezo a moverme con más dureza. Me muevo de verdad. Con más dureza aun.

Eso me desata. La tomo, una y otra vez, con el sudor pelándome la frente y resbalándome por el cuerpo, mientras retraso el momento de liberarme hasta que, por fin, ella grita y alcanza el clímax a mi alrededor una vez, y otra. Doy un último empujón y me sumo a su momento; la amo, la lleno, y me dejo caer sobre su cuerpo al mismo tiempo que grito su nombre.

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