Tendencia al caos

NINA

(En la actualidad. Tres semanas más tarde)

Nina mira el techo de su nueva habitación y suspira suavemente. Llevaba numerosos minutos sospesando cual iba a ser su siguiente movimiento, si una ducha rápida y un cena ligera, o leer un poco primero y después cenar. Acababa de mudarse al piso esa misma mañana y aunque todavía no se había acostumbrado y quedaban algunas cosas por ordenar, como era obvio, estaba muy contenta con su decisión.

Su hermano Donovan y Megan necesitaban intimidad ahora mismo pues apenas acaban de empezar su relación y no mentía cuando les dijo que ella estaba entrometiéndose sin querer. Que la beta se mudara a otro sitio era lo mejor para todos, así los tortolitos podían hacer de las suyas sin preocuparse, y ella ya podía dejar de ir por la casa en modo ninja y alerta a cualquier rudito subidito de tono.

«Así ahora también poder invitar al omega cuando nosotras querer…», murmura la loba interior en un ronroneo y con demasiada ilusión y alegría.

«¿Otra vez con lo mismo…?», inquiere Nina con pesadez y en verdad dándose un poco por vencida.

Ya tan siquiera sabía las veces que los pensamientos de la loba viajaban hacia el omega sin darse cuenta en esas últimas tres semanas, no obstante, pasaba demasiado a menudo para su gusto.

«Esta mañana él verse muy guapo…», añade haciéndose la interesante y recalcando lo evidente.

«Sí, en eso tienes razón…», admite Nina sintiendo un extraño y desconocido hormigueo en el estómago.

Pero bueno, tampoco era ninguna novedad, hiciera lo que hiciera, Noah Rogers siempre lucía impecablemente arrebatador…

La beta de la manada de Montigraus cierra los ojos y suelta un profundo suspiro esta vez.

En el mismo instante en que se había permitido reconocer que en el fondo sí que estaba un poco interesada en Noah, Nina había abierto una ventana insalvable en su consciencia donde la loba ideaba todas sus fantasías sobre él con libre albedrío. Y por mucho que le doliera aceptarlo, algo había despertado en su interior esa picante noche. Su otra mitad frecuentemente se encontraba imaginando con estar entre los fuertes brazos del cada vez más y más atrayente y atractivo Noah y también con sentirle dentro de ella llenando cada rincón de su ser. El recuerdo de lo ocurrido acudía todo el tiempo a su cabeza como una vieja película. Ninguna de las dos podía olvidar el precioso pene del omega, ni tampoco su ardiente mirada, ni su atrapante calor, ni sus pecaminosos labios, y justamente por eso mismo, Nina intentaba evitarlo a toda costa. Porque le daba una vergüenza horripilante notar lo caliente y excitada que se ponía ante su presencia por culpa de la insensata loba. Hasta le entraba cierto miedo al pensar que, algún día, quizás fuera incapaz de mantenerla bajo control y que le saltara encima como una salvaje.

«Hermano decir que vernos teniendo sexo con él en el sueño», rememora la loba como justificación a sus febriles deseos y haciendo que sus pasiones se inflamen pues ya volvían a ser las nueve de la noche. La fatídica hora mágica.

«Lo hizo… pero ya lo hemos comentado, sólo fue un simple sueño», la frena Nina intentando apagar el incómodo calor de su cuerpo.

Sin duda, era toda una coincidencia que Donovan tuviera esa maldita visión el día antes de su nocturna y accidentada patrulla a Terios. Cuando al volver a casa después de estar toda la noche en compañía de su Amara, el alfa le había soltado eso, acompañado obviamente de una socarrona y chinchosa sonrisa, Nina casi se muere del susto.

«No. Ese ser un sueño premonitorio, estar segura. Aparecerse a hermano justo antes de esa noche», insiste su otra mitad volviendo a subir su instinto.

«Eso no lo sabes», refunfuña viendo que iba a perder la batalla contra la cabezota criatura.

«Saberlo. Tú estar negando la verdad otra vez», responde la loba con contundencia.

«Lo que tú digas…», se limita a contestar la beta.

No le apetecía ponerse a discutir los sueños de Don con ella otra vez.

«Abuela también decir que nosotras emparejarnos pronto», continúa la loba con su verborrea.

«Sí, eso dijo, ¿pero acaso has reclamado a alguien?», inquiere la beta con sorna.

Ese viajecito mientras devolvía a su abuela Angélica a casa también había sido un maravilloso infierno y un sinfín de calurosos sofocos por su parte. Pero la matriarca de los Santiago lo había hecho a propósito para ver si ella soltaba prenda y le daba alguna pista sobre quién podría ser aquel ser que aparecía en su sueño y que se presentaba como su Amara. Sin embargo, y para su mala suerte, Nina conocía demasiado bien todas las artimañas de su abuela y no había pronunciado ni una palabra durante su interrogatorio. Ni una sola. Lo último que quería es que la matriarca se entrometiera en su vida.

Ya tenía suficiente quebraderos de cabeza siendo la beta de la manada…

«No, todavía no reclamar a nadie», responde la loba en un sentido eco hueco.

«Pues eso», sentencia la segunda al mando.

«¿Por qué ser tan testaruda?», cuestiona su otra mitad sin darse por vencida aún. «¡Saber que tú ponerte caliente y excitada cuando verlo!», exclama.

«Sí, ¿y de quien es la culpa?», le devuelve reconociendo esa parte pero sin olvidar que su respuesta era provocada por aquella con quien compartía su existencia.

«¡Nuestra!», estalla con enfado la criatura.

«¡Oh no! ¡Es sólo tuya!», mastica Nina apretando los dientes.

«¿¡Por qué no poder acostarnos con él!?», suelta con suma frustración. «¡Yo poder olerle, él también sentir deseo!», repite la loba por enésima vez.

«¡Por qué es muy problemático! ¡Y claro que sientes su deseo, ya sabes en qué estado se encuentra!», contesta Nina viéndose obligada a soltar su mal carácter. «Además, Noah no hará nada con nadie hasta encontrar a su Amara. Conoces de sobra lo que piensa del asunto. Así que para con tú maldito encaprichamiento de una vez», estalla sin poder reprimir su descontento ante la incansable insistencia de la loba.

El asunto de ser concebido fuera de una relación de enlazamiento era una losa que al omega le pasaba mucho y se negaba en rotundo a repetir el mismo error que sus padres.

«Pero yo querer probarlo…», se lamenta la otra en un puchero de necesidad pero sabiendo que en el fondo tenía razón.

«De verdad que últimamente eres peor que Kate…», la riñe. «¿De verdad no ves que él no es para nosotras? Sólo te estás haciendo daño…», intenta convencerla Nina.

La loba se revuelve en su interior con malestar e insatisfacción.

«¿Y entonces por qué nosotras soñar cada noche que él tomarnos?», exige saber con un poco de pena.

«Creo que eso lo está provocando tú sola, querida loba», susurra la beta con suavidad. «¡Vamos! Reconoce que nuestro instinto no está en muy buena forma últimamente… buscaremos a otro que te complazca ¿de acuerdo?», inquiere para animarla.

Si era necesario salir una noche de caza para sosegar su alterado deseo, lo haría. Aunque eso se alejara mucho de su estilo.

Pero en esta ocasión, la loba interior no responde y resta en silencio. Nina suspira con cansancio, se restriega las manos por la cara y se incorpora despacio. Sabía que había herido los sentimientos de su otra mitad pero es que ya no podía permitirse gastar más energías en eso. ¿De qué servía desear algo que no podía tener?

Entonces, en ese preciso instante, su teléfono suena y ella contesta inmediatamente y como acto reflejo.

—Don… —responde Nina alegrándose sólo de ver su nombre en la pantalla.

El alfa siempre era un consuelo para ella, aunque a veces la hiciera rabiar por pura diversión.

—¿Cómo vas, hermanita? —cuestiona Donovan en su tono protector de hermano mayor.

—Bien, Megan me ha ayudado un montón —confiesa la beta con sinceridad.

La ayuda de Robin había resultado sumamente inestimable.

—Pues claro, eso es lo que hace la familia. ¿Vas a echarme mucho de menos? —pide saber tomándole el pelo.

—¡Ja! Qué más quisieras… de todas formas, voy a verte todos los días en el trabajo… —murmura ella haciendo una mueca.

—Lo sé, hablando de trabajo… mañana por la mañana tenemos una reunión —anuncia Donovan bastante serio.

—¿Así? ¿Por qué? —pregunta ella extrañada.

—Pues porque ya los hemos vuelto a localizar. Esta vez estamos seguros de que no van a escaparse, pero tenemos que actuar con rapidez… —dice su hermano sonando bastante serio.

Y es que desde el día en que el omega les comunicó que los responsables de la droga que le administraron a Megan seguían en libertad y de rositas, que les iban detrás. Sin embargo, ya iban dos veces en que se les habían escurrido de las manos y el asunto llevaba activo más de dos semanas para desesperación de los tres altos cargos.

—Entendido, nos vemos mañana a primera hora entonces —responde Nina entrando por un segundo en modo beta.

El asunto le tocaba a su hermano muy de cerca y les debían atrapar cuanto antes mejor. El dolor por el que les habían hecho pasar debía ser compensado y pagado de alguna forma y no iban a contentarse con nada más.

—De acuerdo, ¿avisas tú a Rogers? —cuestiona el alfa con cuidado.

—Claro, de inmediato… —responde Nina disimulando tan bien como puede su ligera incomodidad y finalizando así la llamada con Donovan.

Su hermano mayor ya le preguntó en su momento si tenía alguna problema en ir con Noah a investigar y ella dijo que no con mucha seguridad. Pero lo que no sabía el alfa era que en realidad la beta y el omega habían ido por caminos separados a recopilar información, pero bueno… tampoco hacía falta que se enterara… y quizás el motivo por el cual esos bribones seguían libres, era justamente por su falta de trabajo en equipo y eso la hacía sentir sumamente culpable.

Así pues, cumpliendo órdenes, Nina toma su teléfono y sin pensar demasiado y obviando el repentino nerviosismo que le entra de repente, busca el nombre del omega de Montigraus en su agenda y procede a hablar con él.

—Dime, Nina —responde la agradable voz de Noah casi de inmediato y con el ruido del horno de fondo.

Al oír su voz, un ligero escalofrío le recorre la espalda y siente sus mejillas ponerse coloradas sin ningún motivo aparente.

«¡Maldita sea!», se queja por dentro.

Era incapaz de controlarse últimamente…

—Perdona —carraspea la beta con disimulo y concentrándose en lo importante—. Sé que estás ocupado pero Donovan nos ha convocado mañana para una reunión —explica al lobo y yendo directa al grano.

—Entendido, ¿a primera hora? —pide saber Noah poniéndose también en modo omega.

—Así es… —confirma Nina—. Emm… ¿Noah…? —inquiere de repente.

Ahora que pensaba en ello, todavía no le había agradecido su tímido y considerado gesto de disculpa con el pastelito pero la beta lo aceptaba encantada.

Se lo había comido como merienda y estaba delicioso, como siempre.

—¿Sí? —contesta él un poco en alerta.

—Gracias por el detalle del pastelito… —comenta con rapidez—. Megan me lo ha entregado de tu parte… estaba muy bueno… —añade sonando amigable.

Desde el momento en que había visto el pastelito que la beta había decidido hacer las paces con él. Permanecer así era absurdo para dos lobos adultos como ellos. Así también, y con un poco de suerte, la loba se daba cuenta de que nada había cambiado entre ellos y al fin abandonaba la estúpida y delirante idea de tenerle como amante.

—Megan… sí claro… no hay de qué… —murmura a trompicones y en un tono extraño—. ¿Y… ha funcionado? ¿Estoy perdonado? —pide saber sonando esperanzador.

Aún sin verle, Nina sabía que ahora mismo estaba sonriendo en una de esas preciosas sonrisas suyas, esa misma que hacía que unos graciosos hoyuelos aparecieran en sus mejillas. Y eso que los últimos días sólo recibía apagadas miradas por su parte.

—Sí… te perdono tu insolencia… —responde Nina sonando todo lo neutra que sabe.

—Gracias, beta Santiago —agradece el omega—. Ya creía que no ibas a hablarme nunca más… —confiesa ahora mucho más relajado.

—Sí bueno, te pasaste un tanto de la raya… —le recuerda ella por si acaso.

—Lo sé, lo siento… —se disculpa de nuevo sonando bastante sincero esta vez.

—En fin, sólo quería decirte esto. Nos vemos mañana en la reunión —le suelta a modo de despedida y no queriendo alargar su conversación con él pues ya sentía su cuerpo sucumbiendo al febril y cruel deseo en el cual caía presa cada noche.

Lo cierto es que su masculina voz de terciopelo no le ayudaba mucho a permanecer serena.

—Sí, hasta mañana, buenas noches… —se despide—. ¡Ah! Y felicidades por tu mudanza —añade en último momento con un divertido tono de fondo que no consigue entender.

—Gracias… que tengas buenas noches… —le desea la segunda al mando.

—Adiós, Nina… —dice al fin como si estuviera alargando su nombre en sus labios.

La beta cuelga y una pequeña sonrisa de satisfacción aparece en su rostro. Con lo fácil que había sido aclarar las cosas y lo mucho que le había costado, pero no podía evitarlo, la tozudez la llevaba en la sangre, igual que su abuela o Donovan. Algo malo tenían que tener los Santiago… ¿no?

Al fin, decide que es mejor darse una buena ducha para bajar la tensión que ahora sentía su cuerpo y después cenar.

La beta entra en el baño, se desnuda con rapidez y justo cuando el agua caliente toca su piel, sus deseos parecen aplacarse. Pero por si acaso, Nina se masturba con suaves caricias a su hinchado centro hasta que el orgasmo la recorre otorgando cierta paz a su físico y su consciencia.

Eso iba a durarle hasta que se pusiera a dormir y cerrara los ojos. Pues ese era el instante en el cual iba a encontrarse con Rogers en sus sueños provocando que la más absoluta decadencia la dominara y que cayera en el profundo abismo de la locura sin poder remediarlo.

Así de vivido e intenso era su sueño… no era de extrañar que la loba se encontrara tan confundida. La oscura y sensual criatura en la que se transformaba el Noah de sus sueños haría perder el oremus a cualquiera. Estaba más que convencida de eso. Nadie era capaz de rechazar a un ser como ese. Absolutamente nadie.

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