Capítulo 2

Su destino estaba escrito, ni hubo nada que pudiera hacer. Nadie iba a querer a una omega discapacitada como ella en el mundo de los alfas de alto rango.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas sin poder evitarlo. Había oído en los pasillos cuando se paraba en la puerta que Tommy siempre terminaba matando a las omegas que no lo satisfacía sexualmente o sino las mandaba hacia otros países para prostituirlas en los barrios bajos del mundo.

— No llores, Rachel — besó su mejilla, con cariño —. No pienses en eso, por favor. Verás que nadie te pondrá una mano encima. Quizás encontrarás a alguien que te quiera para toda la vida…

— No me pidas eso, no puedo creer en los príncipes azules de los cuentos que me dices todas las noches.

— Sino crees en los príncipes azules, entonces cree en los príncipes de negros — bromeó, para quitar la tensión que se había formado en el lugar.

— Eres buena en esto — escuchó pasos del otro lado de la puerta y en ese instante se dio cuenta de que ya era hora de que su destino estuviera escrito —. Creo que ya es hora, Val.

— Sí, ¿Estás lista? — se levantó de la cama, mirando la caja que había olvidado.

— Sí, no puedo detener el tiempo — también se levantó —, ¿Te dieron la ropa que usaremos esta noche?

— Aquí la tengo. Aunque, tengo que decirte que es muy provocativa — abrió la caja —, ¿Te ayudo en algo?

— Sólo ayúdame a ponérmela y nada más, por favor.

Ella afirmó en voz baja, quitándose la ropa pieza por pieza al igual que Rachel. Ambas tenían confianza. Además, Rachel era discapacitada en la vista como para estar viendo a mujeres desnudándose frente a sus ojos cada vez que podía.

Un ligero rubor cubrió sus mejillas cuando Valeria le indicó que debía subir los pies uno a uno para ponerle las pantis las cuales eran rosadas, luego la ayudó a colocarse el brassier. Después, siguió con las medias y por último el maquillaje ligero en sus ojos. Le puso un poco de delineador y algo de brillo, nada exagerado porque según ella, Rachel no necesitaba de muchas cosas para verse hermosa ante todos. También, sin olvidar la pequeña y peluda peculiaridad de Rachel que estaba bien escondida en la ropa interior.

Sintió como ella aseguraba los lazos sueltos en las medias y hacia un diseño para que se vieran presentables. Al menos le habían dado lencería nueva para esa noche. Una vez lista se sentó en la cama a esperar que ella terminara de arreglarse con ropa totalmente diferente.

La puerta fue tocada con fuerza y ambas saltaron del susto. Valeria rápidamente tomó las batas que le habían sido entregadas y le colocó una a Rachel. Se abrió con brusquedad y un corpulento hombre se hizo presente.

— Ya es hora, ustedes dos son las únicas que se han tardado más en arreglarse y Tommy está realmente enojado — bramó.

— Lo siento, James — se disculpó —. Ya vamos a salir, solo estábamos arreglando algunas cosas y nada más.

— Eso espero, ahora salgan.

Valeria tomó el brazo de Rachel para salir de allí y también para alejarse del hombre que las estaba devorando con la mirada desde que entró.

Rachel estaba fuertemente agarrada de ella para no caerse o tropezar con cualquier cosa que hubiese enfrente de ellas. Su cuerpo completo se tensó cuando a lo lejos percibió el olor de los alfas y de sobre todo los alfas de alto rango como eran los leones. Estaba jodida, si esos alfas ponían sus ojos en ella.

Los leones estaban en la punta más alta del estatus social a la hora de tener dinero a montones.

Fue colocada detrás de Valeria por precaución de ella para que nadie la viera.

— Sé que este no es el mejor cumpleaños de todos — sintió como algo frío y simbólico era colocado en su cuello —. Este collar simboliza nuestra amistad. Tiene dos colores, uno de ellos es azul como el color de tus ojos, el de Carla y el mío, y el otro es marrón por mi único ojo marrón.

— Gracias. Eres una de las pocas personas que han hecho algo por mí en la vida. Espero que nos volvamos a encontrar alguna vez — pequeños dedos se posaron en sus mejillas quitando las gotas que habían comenzado a caer de sus ojos.

— No llores, Rachel. Vas a arruinar el maquillaje — le reprochó.

— Eso es lo de menos ahora…

— Valeria — la voz de la única persona que más odiaba en la vida se hizo presente en ese pasillo. Su destino había llegado —. Ya tienes dueño, fuiste la adquisición esta noche. Tu nuevo dueño te espera… y para que te hagas una idea de lo que te depara el futuro, es un león.

Apretó los dientes mirando hacia el techo para que las lágrimas no salieran de sus ojos como tenía planeado hacer desde hace rato.

— Te amo, Rachel. Pase lo que pase siempre serás mi mejor amiga y esta cadena lo prueba — su voz sonaba estrangulada por las lágrimas que no había podido contener.

Rachel no tuvo tiempo de decir nada a Valeria porque había sido llevada con brusquedad hacia su nuevo dueño de ahora en adelante. Se sostuvo de la pared y casi vomita cuando el olor asqueroso de Tommy se posó a su lado con uno de sus velludos brazos sobre sus hombros.

— Sería una lástima que alguien que no sea yo te usara. Eres tan hermosa y sobre todo, tan caliente con lenceria que me dan ganas de follarte contra esta pared y quitarte hasta la última esencia de tu cuerpo. Aunque, esta noche puede que se haga realidad ese sueño caliente que tengo contigo — dijo, en voz baja, en el oído de Rachel.

Rachel se removió incómoda en su lugar hasta que pudo salir del agarre de ese hombre.

— No me toque, señor — intentó que su voz sonara firme.

— Eso está por verse — saboreó su nombre.

Estaba sola, sin nadie con quien hablar, ninguna de las que quedaban eran sus amigas o conocidas. Sus plegarias fueron escuchadas por el diablo, porque en ese momento fue tomada del brazo y arrastrada a través de las personas. Ahora sí que estaba jodida.

— Es tu día de suerte, zorrita — la voz de James se hizo eco a través de sus tímpanos —. Te compró un alfa muy importante en estos negocios, aunque dudo que dures mucho con él, porque es un león de gran prestigio.

Rachel tembló y sin contenerse, comenzó a llorar. Sintió que iba a morir sin conocer a su príncipe de cuento de hadas. El aire chocó contra su rostro desde que salieron del lugar. Y sus rodillas sufrieron las consecuencias cuando fue lanzada hacia el pavimento con fuerza. Un jadeo salió de sus labios mezclados con los sollozos que hacía temblar su cuerpo a cada segundo.

El sonido de varios pasos firmes y de un golpe que resonó por todo el lugar se hizo presente, el lastimero gemido de dolor que soltó el corpulento hombre detrás de ella la puso en alerta. Se encogió en sí misma tratando de pasar desapercibida entre los fuertes hombres que la rodearon.

Un fuerte tirón de su cabello la hizo hincarse sosteniéndose de las piernas que la tenían sujeta del cabello. El fuerte olor a león dominante y feroz fue suficiente para saber que estaba rodeado de tres alfas de alto rango y estatus social.

— ¿Estás seguro de que quieres estar con esta omega? — preguntó uno de los hombres, el que estaba detrás de él.

— Así es. Su olor es el de una zorra, todos sabemos que muy pocas personas pueden darse el lujo de estar con alguien como ella — respondió —. Además, necesito tener con que divertirme.

La respiración de Rachel se volvió errática y sobre todo su cuerpo completo se volvió frío por las palabras que había dicho ese hombre. Su tono de voz al igual que su olor solo significaba una cosa y era peligro inminente. La mano sobre su cabeza apretó con más fuerza su cabello, haciéndola levantarse del piso, sin dejar de agarrarse de la otra persona. En el momento en que el agarre se hizo más suave su mirada cayó hacia abajo en forma de reverencia.

— Pero tienes que mirarla, es una omega con una dificultad que después te pasará factura — dijo, la otra persona a su lado, con desagrado.

— Eso es lo de menos ahora, lo único que me interesa es que me divertiré mucho con ella — pasó varias veces sus dedos por el pelo castaño de la omega, antes de tomar su brazo —. Nos vemos mañana para navidad.

No escuchó respuestas de las demás personas por lo que supuso que se habían ido. Fue tirada del brazo hacia el frente con uno de los brazos de la persona que la habían comprado. El camino hacia su nuevo hogar no dejó de ser una tortura, no porque le habían ordenado que se sentara en el piso, sino porque no sabía lo que le prepararía el futuro.

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