El cielo que una vez tuve

"Tú que decías juntos por siempre y te fuiste más allá de las estrellas".

Sintió la calidez de sus labios mientras sentia el temblor de su cuerpo, se separó del cuerpo del que estaba apresando sonrió con ternura y éxtasis al ver el miedo en sus ojos acarició su mejilla a lo que está sonrió.

— ¡Te amo Jariel! — Susurro en voz baja.

......

Abrió los ojos del golpe mientras maldecía en voz baja, de nuevo su estúpido cerebro le estaba recordando cosas innecesarias de su pasado, se enderezo de su cama para apartarse algunos mechones que caían con gracia en su cara, apago el sonido incesante de su alarma para levantarse para un nuevo día, abrió la llave de la regadera y se metió en ella para volverse uno con el agua y asi despejar un poco su mente, mordió sus labios con rabia porque aún podía sentir el toque suave de sus labios, el temblor ligero de su cuerpo que corría como corriente eléctrica que viajaba a cada parte de su cuerpo, pero lo que más lo enfureció fue aún escuchar el tono suave de su voz el cuál se sentia tan palpable aún como si está le estuviera hablando en el oído, golpeó la loza del baño para tranquilizarse y lo consiguió increíblemente y eso lo relajó un poco, tenia sentimientos compartidos en ese momento porque no sabia lo que tenia en su interior, ¿La amaba o la odiaba?, movió su cabeza y cerró la llave de la regadera lo menos que quería era dejarse llevar por esos amargos recuerdos porqué aunque le fuese difícil de aceptar el tenia que cumplir su misión y no fallaría.

Saludo con fría indiferencia a su chófer mientras este tartamudeaba algo lo que le provocó gracia, y lo entendía perfectamente si el supiera quien era probablemente el pobre hombre se infartaría, se subió a la parte de atrás de su vehículo y esperó que este condujera, al cabo de unos minutos el vehículo empezó a moverse, observó la ventana mientras se perdía entre los grandes edificios de la ciudad de Manhattan, vio en el espejo retrovisor como su chófer movía sus labios y hacia una pequeña oración que a pesar de no ser escuchada para cualquier mortal este lo habia escuchado a la perfección.

— ¡Cierra la boca Abel! — Habló con molestia, este se tensó y susurro un suave: "Lo siento".

Todo las personas guardaron silencio como si estuvieran viendo al mismísimo diablo y quizás tenían cierto, subio en el ascensor hasta llegar a su oficina donde se encerró en ella para no ver a nadie más, revisó algunos documentos cuando sintió el aleteo de unas alas, vio como una pluma negra caí con elegancia en su escritorio de roble y sonrio con arrogancia.

— Espero que por esta vez hicieras bien tu trabajo Ammon.

El pequeño esbirro se sentó en uno de los asientos mientras cambiaba su apariencia a la de un adolescente.

— ¡Eres un hipócrita!, ya tienes más del mil años y aún te gusta tomar la figura de un crío.

— ¡Ohh vamos Dantalion gran duque del infierno!, si hablamos de hipocresía tú no te quedas atrás, mira que hacer una rebelión casi te hizo costar tus alas.

Apretó sus manos mientras recordaba claramente aquel incidente, ser puro ya no ere parte de su naturaleza quería ser diferente y tener el dominio pero perdió la batalla.

— ¿Y bien la encontraste?

— Fue muy difícil encontrarla ya que no tiene la esencia angelical como cuando estaba allá, la verdad no creo que sea la misma Angelique, esa es una vil humano ahora.

Se levantó de golpe de su silla mientras se paseaba de un lado a otro.

— Ella no puede ser una humana, Raguel y Uriel siempre la han protegido. Necesito vengarme de ella o hacerle pagar todo lo que me hizo.

— ¿Pero que te hizo ella?

— ¡Me traicionó! — rugió molesto. — Ella me lanzó al abismo, ella juro amarme y me engaño, por su culpa fui una columna en el inframundo. No me importa si es una humana pero la mataré o más bien la torturare.

Este volvió a su forma de esbirro y abrió un portal, sonrió con picardía.

— Ella es huérfana y necesito un trabajo tengo un amigo que te la puede traer y después mátala si quieres. — Se encogió de hombros.

— ¡Ammon! — Hablo serio. — Tú nunca me traicionaras ¿verdad?

— Traicione a los siete guardianes ¿Por qué lo haría contigo? — Sonrió y desapareció con el viento.

Se sentó de nuevo en su silla y abrió una de los cajones de su mesa y saco una llave de esta.

— ¡Ahora quién te librará de mi!


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