ACEPTANDO

—¿Qué? —Chiara se alejó lo suficiente, hasta que sus piernas, se toparon contra la lujosa cama y cayó sentada sobre ella.

—Por favor Chiara, te lo suplico, te daré todo lo que quieras Chiara, por favor te lo suplico, trae al mundo a mi hijo —Catalina cayó de rodillas ante ella

—Por favor Chiara, te lo suplico—Catalina insistió, tomó las manos de Chiara entre las suyas y suplicó desde el fondo de su corazón.

Chiara, no podía procesar exactamente lo que Catalina, le estaba pidiendo, pero dolía verla en el estado en el que se encontraba, le partía el corazón ver la desesperación en esos ojos verdes que parecían estar apagándose cada día más y de manera lenta y dolorosa ¿Qué debía hacer? ¿Podría negarse, podría hacerlo? Pensó en lo que Catalina había hecho por su padre y se le encogió el corazón, no sabía qué respuesta sería la correcta.

—Señora yo… no —Chiara sabía que una negativa de su parte le haría mucho más daño, Catalina no solo se enfrentaba al dilema de su edad, sino a la terrible verdad de saberse infértil.

—Por favor Chiara, no quiero morir; sin tener un hijo entre mis brazos; sin sentir el calor de un pequeño cuerpo junto a mi pecho —Chiara quería negarse, estaba agradecida por lo que había hecho por su padre; pero no estaba preparada para ser madre, tenía solo veinte años; pero Catalina tenía cincuenta y su mayor anhelo era algo que ella podía darle ¿Podría entregarle a su hijo?

—Te lo suplicó, Chiara, te daré el mundo, todo lo que me pidas, por favor —Catalina no era consciente del debate interior de Chiara; de la lucha  que la dividía entre aceptar y no aceptar. Habían tantas emociones y sentimiento en Chiara, pero sobre todo estaba el agradecimiento, su padre, estaba siendo tratado por los mejores médicos ¿Podría hacerlo por su padre y por Catalina? Podría hacerlo, ella podía hacerlo.

—Acepto, acepto —repitió sin poder creer que lo había dicho en voz alta.

Enzo apretó los puños, al escuchar a Catalina suplicar a su asistente y esa mujer no había dudado un solo instante en aceptar apenas le habían ofrecido el mundo ¿Sería esa mujer quien daría a luz a su hijo? se negaba a aceptarlo. Giró sobre sus pies, era tarde y no deseaba discutir con Catalina, dormiría en la habitación continua, luego hablaría con ella…

—Gracias Chiara, te prometo que no te alejaré de él —sonrió en medio de sus lágrimas, muy consciente de que un día se iría y su hijo necesitaría a su verdadera madre.

Chiara sonrió, el nudo en su garganta no le permitió decir una sola palabra más; mientras rogaba en su interior haber hecho la elección correcta, sin imaginar todo lo que su vida cambiaría para siempre.

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—Trata de calmarte hombre —Dante, se limitó a observar a su amigo ir y venir de un lado a otro, era domingo por la mañana ¡casi la madrugada! Pero no había podido negarse a recibirlo, Enzo, parecía haber tenido una pésima noche, tenía ojeras alrededor de sus ojos y su cabello despeinado hablaba por sí solo.

—Creí que no lo decía enserio, pero esa maldita mujer ha aceptado, sabrá Dios qué es lo que ha pedido a cambio, está abusando de la debilidad de Catalina, se aprovecha de su angustia y necesidad de un hijo, ¡no puedo tolerarlo! —gritó furioso, había dejado la mansión antes de que alguien despertara, necesitaba desahogarse, serenarse antes de hablar con Catalina o esperar a que ella viniera a él con la noticia.

—¡Cálmate Enzo! —Dante gritó en respuesta, no sabía lo que había ocurrido entre Catalina y su joven asistente, pero estaba seguro que… había una explicación coherente detrás de todo eso. Además no era un secreto el deseo de Catalina, el  que encontrará a una persona capaz de cumplir su sueño de alguna manera lo tranquilizaba, pero al parecer no era lo que Enzo pensaba.

—Seguramente es una mujer acostumbrada a eso ¿Cuántos niños habrá entregado ya? —la sola idea le enfrió la sangre, esa mujer no tenía corazón, no podía tenerlo, si aceptaba un trato como aquel.

—Habla con Catalina, quizás solo estés haciendo una tormenta en un vaso de agua por nada. 

—¡Por nada! No te atrevas a decirlo de esa manera, sabes perfectamente lo que pienso al respecto, no sabemos cuáles son sus verdaderas intenciones al aceptar llevar a niño en su vientre —Enzo estaba lejos de calmarse

—¿Estás seguro que era de eso de lo que hablaban? —Dante le sirvió un vaso de agua, alejó la idea de darle un vaso de licor, Enzo, parecía estar bebiendo más de la cuenta, desde que todo esto inicio.

—No, en realidad no —Enzo respondió de un largo silencio, pero podía deducirlo era en lo único que Catalina pensaba.

—Habla con Catalina, Enzo, no dejes que tu matrimonio se desmorone, son quince años, no puedes tirarlos por la borda, no seas insensible y si esa chica realmente ha aceptado llevar al niño, acéptalo, sé feliz y haz feliz a Catalina —Dante, no podía darle otro consejo más que este. Si por él fuera, haría todo lo necesario para ver feliz a Catalina, pero Enzo era otra cosa y lamentablemente para Catalina era el hombre que ella amaba.

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—Señora —el mayordomo parecía sorprendido de verla bajar con una sonrisa radiante en sus labios.

—Tommaso buenos días ¿has visto a mi esposo? —estaba deseando poder darle la noticia, quería incluso que llegara el día de mañana y poder ir a la clínica para iniciar la preparación de Chiara; pero debía aprender a ser paciente, aún no hablaba con Enzo y por alguna razón sabía que sería la parte más difícil de todo el proceso, pero estaba decidida, tenía la felicidad completa al alcance de las manos y no iba a renunciar a ella, nunca había pedido o exigido nada de su marido, pero esta vez incluso estaba dispuesta a todo.

—Me temo que el señor Enzo, está fuera de casa, su auto no está en el garaje —Catalina asintió, podía esperar unas horas más antes de hablar con él.

—Tomaremos el desayuno en el jardín, Tommaso por favor hazte cargo de eso —el mayordomo asintió sin preguntar a quién se refería con “tomaremos” ya que Chiara no se le desprendía ni un solo minuto del día.

—Como ordené la señora —Tommaso camino hacia la cocina, encontrando a Chiara en ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con enfado al ver a Chiara preparando pan

—Déjala tranquila Tommaso —Agripina dijo con una clara advertencia en su voz.

—No te metas Agripina —dijo en respuesta molestó por la intervención.

—No puedes cambiar lo que hay Tommaso, si no puedes aceptarlo podrías pensar en marcharte de esta casa —Agripina siendo la empleada más antigua de la casa,  tenía el poder para despedir a quien consideraba un problema.

—Iré al jardín Agripina —Chiara salió de la cocina con un plato de frutas, Catalina le había mencionado que se le antojaban antes del desayuno.

—No tienes por qué tratarla de esa manera Tommaso, Catalina no te lo agradecerá —Agripina camino a paso lento hasta donde el mayordomo preparaba café, el favorito de Catalina.

—Solo espera y verás Agripina, esa mujer no puede ser tan buena como finge ser —dejo a la mujer mayor y salió para servirle el desayuno a su jefa.

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Enzo, estaciono su auto un hermoso Ferrari, frente a la casa, su mente estaba menos nublada, debía admitir que hablar con Dante, siempre le ayudaba a aclarar su mente y quería hablar con Catalina. Camino en busca de su esposa, desvió de su camino apenas escucho su voz provenir del jardín junto a otra voz, bastante dulce al punto de ser empalagosa ¿era así? O solo era la molestia que sentía por la presencia de Chiara en su casa.

—Cariño —Catalina levantó la mirada para ver a su marido se le cortó la respiración al ver su rostro, y darse cuenta que no era la única que ha estado sufriendo, eran un matrimonio, habían sido desde un principio un equipo y desde hace varias semanas cada quien trataba de conducir en diferentes direcciones abriendo una brecha entre ellos.

—Enzo, amor —Catalina se puso de pie, para besar los labios de su marido, le dolió el corazón de verlo.

—Necesitamos hablar —Enzo se fijó en el brillo renovado de sus ojos. Dante tenía razón ¿Qué tan malo podía ser aceptar tener un hijo? “lo malo no será el niño, si no la madre” apartó los pensamientos, tenía que ser frió y práctico, su hijo podría nacer de una arribista; pero sería amado por Catalina y por él.

—Por supuesto cariño, Chiara —Chiara no necesito más, estaba deseando huir de la presencia de Enzo, no entendía la razón, pero no deseaba estar en su presencia, había algo en él, que le hacía temblar, como una hoja cuando era soplada por el viento. Camión tan rápido como pudo sin ser evidente que estaba huyendo.

—Dime cariño —Catalina sonrió, mientras las manos de su marido se aferraban a las suyas.

—¿Hay algo que tú quieras decirme? —Enzo, prefería que fuera ella quien le dijera lo que ya sabía.

—Chiara, ella… será la madre de nuestro hijo, aceptó ser el vientre en alquiler, que necesitamos —Enzo cerró los ojos ¿debía fingir estar feliz? ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debía actuar?

—¿Lo hará? —preguntó Enzo, tratando de ocultar su molestia ¿Cuánto había suplicado Catalina? ¿Cuánto había pedido Chiara a cambio?

—Sí cariño, estoy tan feliz y quiero que lo estés conmigo. Lamento profundamente estas semanas que hemos pasado, no ha sido mi intención, pero creí que no… —Enzo la interrumpió, mientras dejaba un beso en el dorso de las manos de  su esposa.

—Si eres feliz, lo seré contigo amor. Haremos todo lo que se tenga que hacer, solo debes prometerme algo a cambio —Catalina espero por las palabras de su marido, el rostro de Enzo le causaba cierto temor.

—¿Qué? —preguntó ante el largo silencio, sus miradas se trabaron, su corazón latía fuerte dentro de su pecho con alegría y temor al mismo tiempo.

—Si no funciona la primera vez, promete que no insistirás más en el tema…

—Pero…

—Promete que no insistirás y que seremos feliz, como hasta ahora, es mi única condición, si aceptar iniciaremos mañana mismo, iremos a la clínica y empezaremos con el procedimiento —Enzo, no soportaría una larga espera, si daba el paso quería hacer ya sin oportunidad de arrepentimientos.

—Te lo prometo, si no funciona esta vez, me olvidaré de todo y continuaremos nuestra vida juntos, solos tu y yo —sonrió en el fondo de su corazón algo le decía que bastaría una sola vez y que dentro de unos meses Chiara, la convertiría en madre.

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Chiara llamó a la clínica para saber de su padre, el tratamiento estaba dando resultados. La enfermera había asegurado que la próxima semana podría visitarlo, y eso de alguna manera tranquilizaba su corazón, sobre la decisión que había tomado, sería su hijo a quien entregaría, su hijo por su padre. Parecía increíble si lo veía de esa manera pero cierto. Estaba profundamente agradecida y tenía la seguridad que su hijo sería amado.

—¿Usted es? —Chiara se giró tan rápido que no midió la distancia y chocó contra el cuerpo macizo de un hombre al que no conocía, no personalmente pero había escuchado su voz a través del teléfono.

—Chiara Ferrer, asistente de la señora Lombardi —Chiara sonrió con nerviosismo ya había gente a la que su presencia incomodaba en la mansión, esperaba que ese hombre no fuera uno más de ellos.

—Encantado señorita Ferrer, Dante Russo, abogado y amigo de la familia Lombardi —Dante extendió la mano para saludar a la chica que parecía sorprendida ¿le temía? Esperaba que no…

—Encantada señor Russo —Chiara, tembló visiblemente, estaba demasiado tensa por su la decisión tomada ¿Podía arrepentirse? No, no podía, la felicidad de Catalina Lombardi dependía de ella, la salud de su padre, dependía de Catalina…

—Dante —Catalina camino hacia su amigo, Tommaso le había informado de su llegada, se había sorprendido que no viniera a ella directamente, pero entendía ahora el motivo. Había conocido a Chiara.

—Querida ¿todo bien? —Dante preguntó, bajo la atenta mirada de Enzo, quien parecía querer asesinarlo con la mirada.

—De maravilla Dante, soy la mujer más feliz del mundo gracias a Enzo y ahora a Chiara —Chiara  no puedo evitar sonrojarse.

—Me alegra saber eso —Dante camino hasta ellos, no sin antes despedirse de la chica.

—Ve a descansar Chiara, mañana iniciaremos con todo el procedimiento —Chiara asintió, tembló violentamente pero nadie pareció darse cuenta.

—Mañana —musito llevándose una mano a su vientre “vació por el momento” pensó.

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