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William Robinson cumplió su palabra. Es decir, no es que no lo hiciera usualmente… bueno, en realidad sí, ese idiota era un niño grande.

Pero lo hizo. Lo primero que hizo al terminar el día, fue dejar a Valerie. Fuimos juntos, en realidad. Will llamó a Valerie a un lado alejado del comedor, a la hora de la cena. Por indicación suya los seguí y me agazapé en un rincón en el que ninguno de los dos podía verme. Yo le había dicho a Will que eso no era necesario, pero él había insistido en que yo tenía que verlo.

—¿Qué pasa, Willy? —sonreía Valerie—. ¿Para qué me has traído aquí?

Acto seguido se acercó a Will y deslizó coquetamente sus manos por las fornidas costillas del rubio, pero él las apartó con delicadeza y cortesía.

Sinceramente lo que pasara con el

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