La otra llamada

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Javier

Las primeras notas de Don Geovanni, a cena teco, m’invitasi, suena por todo el teatro y debo admitir que mi fascinación va más allá de las palabras. Una de las cosas que amo de este trabajo es que puedo escuchar mis obras favoritas una y otra vez en diferentes artistas y así comparar cuál es versión favorita, pero para ser honesto, escuchar esta, la ópera que más me gusta en todo el mundo, en el Palacio de Garnier en París es una maravilla.

Atento admiro el increíble escenario, la orquesta debajo de ella tocando forte y a los cantantes deshacerse de pasión en el escenario, hacen que la piel se me erice y las lágrimas quieran salir de inmediato, no hay emoción más grande que escuchar una ópera tan bien hecha.

Las últimas notas terminan, y el público estalla en aplausos después de tal presentación, aún puedo sentir las vibraciones del la voz del bajo en mi cuerpo cuando distingo que mi móvil está vibrando en la bolsa de mi pantalón, lo saco de inmediato y veo que dice “Padre” y lo ignoro, pero segundos después vuelve a sonar y sonrío, al parecer alguien está emocionado por la plática de la mañana.

Con mucho cuidado y a la vez vergüenza, pido permiso para pasar entre la gente que sigue admirando lo que sigue de la ópera mientras mi móvil vibra como loco.

«Voy, voy» pienso mientras lo tomo con fuerza y hago un gran esfuerzo para salir de ahí. Tan sólo lo logro, abro las puertas para salir de ahí y camino hacia el recibidor que en este momento se encuentra completamente solo.

El móvil vuelve a vibrar y “Padre” aparece en mi pantalla ―Papá, aún no le compro el anillo a Vera, busqué pero…

―¿Javier? ― Se escucha la voz de mi hermana completamente quebrada.

―Sí, ¿qué pasa? ― Pregunto en tono preocupado.

Mi hermana Alondra se queda en completo silencio y sin más comienza a llorar, alertando todos mis sentidos.

―Papá…― pronuncia y de pronto cierro los ojos porque tengo la impresión de que viene lo peor ― murió hace media hora.

―¡¿Qué?! ― Pregunto en voz alta ― pero como… si yo.

―Le dio un infarto masivo mientras subía las escaleras de la casa, tratamos de reanimarlo mientras venía la ambulancia pero no hubo nada que se pudiera hacer…

―No, no puede ser… eso es imposible, yo hablé con él horas atrás, él tenía planes…― intento hablar pero mi voz se quiebra al igual que la de mi hermana y mi cuerpo se dobla por completo haciendo que caiga sobre mis rodillas sobre el hermoso suelo del recinto.

―No lo puedo creer.― Sigo diciendo porque en realidad no sé cómo reaccionar.

―Mamá está como loca, Javier, no deja de llorar en medio de la sala y tengo que ir a la morgue para hacer todos los arreglos ¿Crees que puedas venir? ― Me pregunta.

―Claro, salgo de inmediato para allá.― Contesto sin más.

―¿Javier? ― Me pregunta.

―Dime.

―También dejó un testamento, así que creo que deberás considerar pasar un tiempo acá.

―Yo arreglo todo, sólo…― entonces me pongo de pie y me limpio las lágrimas― salgo en el primero vuelo a España y de ahí a San Vicente.

―Vale, te quiero.

―Te quiero.― Respondo de vuelta y cuando ella corta la llamada siento como todo mi cuerpo flaquea. Vuelvo a ver mi móvil sólo para percatarme que mi hermana me llamo 10 veces de su móvil y Vera otras diez.

Así que mientras salgo del Palacio de Garnier, marco su número para que dos tonos después ella me conteste.

―Javier.

―Lo sé, me acabo de enterar...¿crees que puedas? ― Le pregunto.

―Ya estoy pasando mis citas para otros días, cuando llegues tendré tu maleta lista.― Habla tranquila pero puedo notar que ha estado llorando.

―Gracias Vera.― Murmuro.

―No tienes nada porqué agradecer, yo quería a tu padre mucho y comprendo lo que estás pasando. Ahora, regresa a Madrid, cuando estés acá hablamos más ¿si?

Asiento con la cabeza aunque sé que ella no me está viendo ― Te amo Vera Moretti.― Le recito como siempre lo hago.

―Te amo, todo estará bien… ahora regrese a mí.

Corto la llamada y mientras espero a que el chofer se acerque en la camioneta para llevarme de regreso al hotel no puedo dejar de pensar en la última conversación que tuve con mi padre. Estaba bien, yo lo escuché bien, feliz ¿cómo es que ahora está muerto? ¿Cómo es que ya no volveré a verlo? ¿ a enseñarle el anillo de Vera? No debí perder tiempo con Bea, debía haber amado a Vera primero para que él pudiese estar en mi boda.

Las lágrimas caen sobre mis mejillas y de pronto en mi cabeza suena el hermoso *Adagio de Albinoi* ese que me cala hasta los huesos y que siempre relaciono con la perdida de alguien. Escucho los violines, los cellos, los bajos y el fagot tan claramente que siento que en realidad los estoy escuchando en este momento. En eso me viene a la mente el sueño, ese que tuve repetidas veces durante el viaje, el que no me dejó dormir, el que hizo que estuviera ausente… ¿esto era? ¡Esto era lo que me quería decir! ¡Por qué no lo supe antes para prevenirlo!

―¿Señor Montenegro? ― Habla el chofer mientras me ve por el retrovisor―hemos llegado.

―Te pido que me esperes, bajaré en unos minutos.― Le pido y sin que él se baje para abrirme la puerta lo hago yo.

¿Cómo es que empecé mi día pensando en pedirle matrimonio a Vera y terminó con mi padre muerto? Creo que es una respuesta que nunca sabré.

****

San Vicente, Santander España.

Sé que tal vez me convenía más viajar de Paris a Santander, pero estaba decidido a que Vera estuviese conmigo en todo momento, por lo que mi vuelo fue a Madrid y juntos nos fuimos a San Vicente.

La última vez que estuvimos aquí, fue para festejar las navidades y el año nuevo con ambas familias juntas en una misma casa, comprobando así que vera era la chica que todos esperaban para mí.

Ahora, ambas familias nos encontramos de nuevo, pero en un velatorio con el cuerpo de mi padre encerrado en un ataúd y con mi madre llorando a mares mientras mi hermana la consuela. Yo aún estoy en *shock* después de haber recibido la noticia y de venir a reconocer el cuerpo en la morgue, preparar el velorio y sobre todo de encargarme que todo estuviese bien. Para mi tranquilidad, la empresa de mi padre se encargó de avisar a todos los que le conocían, y ahora el lugar está tan lleno de flores que optaron por sacarlas al recibidor para que la gente se pudiese mover a gusto. No sé si mi padre pueda ver esto, toda la gente que está aquí recordando situaciones que ya había escuchado y otras tantas que no tenía ni idea. Yo, del brazo de Vera, veo su fotografía en medio de los únicos ramos que pudimos poner al lado del ataúd.

―¿Amor? ― Escucho la voz de ella en un tono bajito ―¿Necesitas algo? ¿Agua? ¿Quieres comer? ― Me pregunta.

Niego con la cabeza ―no tengo hambre, gracias.

―Debes comer algo amor, no haz comido bocado desde Paris, y todavía faltan muchas horas para que cremene a tu papá, debes tener fuerza.

―No Vera, en verdad amor, gracias.― Respondo con voz tierna y le doy un beso sobre la frente.

Vera se queda en silencio, deja de insistir, y simplemente acaricia mi mano mientras ve la foto sonriente de mi padre.

―Yo también hablé con él.― Confiesa.

―¿Qué?

―Tu padre murió a las 9:00 pm, yo hablé con él a las 7:00 pm, cuando salí del consultorio, me dio las gracias por las pastas y me dijo que estaba feliz porque tú y yo estábamos juntos. Me dijo que ojalá fuera la mujer que pasara todas tus estaciones contigo.

Cuando Vera dice esa frase me hace sonreír, ella no lo sabe pero mi padre le estaba dando pistas de lo que hablábamos del matrimonio.

―Esa es una frase muy linda.― Me limito a responder, porque en realidad no tengo muchas ganas de dar muchos discursos.

―Luego me agradeció por las pastas, me dijo que eran las mejores que había comido y que hoy por la noche cenaría otra― agrega y las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas― al menos quiero pensar que lo hice feliz así.

―Lo hiciste feliz de muchas formas― le consuelo y le doy un beso sobre la frente.

Ambos nos quedamos en silencio mientras nuevas personas entran al lugar y me saludan con un ademán con la cabeza. La sala se hace cada vez más pequeña, el calor más intenso y sin que yo pueda evitarlo siento que ahogo. Empiezo a sudar tanto que me urge quitarme la corbata y desabrocharme la camisa. Mi corazón comienza a latir tan rápido que siento que yo me moriré de un infarto también en este preciso instante. Aprieto la mano de Vera y ella voltea a verme de inmediato.

―¿Amor?― me dice bajito mientras se pasa en frente de mí y pone sus manos sobre mis mejillas.

―Vera, me voy a morir, no me quiero morir.―Murmuro.

―Amor, respira.

―No puedo…

Vera me toma de la mano y ambos salimos hacia el recibidor donde el viento me pega de inmediato refrescándome un poco. Mientras camino hacia una de las tantas bancas que hay ahí me deshago un poco la corbata y me abro la camisa.

―No puedo respirar.― Hablo.

Vera se pone frente a mí y me ve a los ojos ― estás teniendo un ataque de pánico, y se siente horrible.

―Me aprieta el pecho, mi brazo.

―Ya no lo puedes controlar, ya está en tu cuerpo y te hace sentir que vas a morir, pero en verdad no es así, simplemente son todas tus emociones intensificándose dentro de tu cuerpo, quieren salir pero no pueden, debes dejarlas salir.

―No Vera, llévame al hospital, me voy a morir.― Insisto.

―Javier, mírame a los ojos, te lo pido―mi mirada se cruza con la de ella mientras siento que mi corazón late tan rápido que no lo puedo controlar― dime lo primero que pasa por tu mente ― me pide con firmeza.

―Me voy a morir… ― Contesto.

―¿Qué más? ― Insiste.

―No me quiero morir, quiero pasar mis otoños contigo.

―¿Qué más?

―¡No sé que más! ― Grito desesperado mientras la presión en mi pecho es cada vez mayor― ¡no sé que quieres que te diga! ¡Me siento mal, ese sueño, ese sueño me decía que iba a perder a mi padre y yo no pude hacer nada para hacerlo! ― exclamo finalmente y sin que pueda evitarlo me suelto a llorar como niño pequeño.

Vera me toma entre sus brazos y ahora me siento terrible de que le grité, pero a ella parece no importarle porque me abraza fuerte mientras me consuela.

―¡Lo siento! Lo siento!

―No pasa nada… debes comenzar a sentirte mejor ― me dice tierna― dime más.

―Pude haberle dicho eso en la llamada Vera, pude haberle prevenido de que eso iba a pasar pero no lo hice… no lo hice… y ahora él ya no está ― recito entre lágrimas.

Hundo mi rostro sobre el cuello de Vera que se ha rendido con el peso de mi cuerpo y ambos estamos sentados sobre el suelo. Ella me acomoda y parezco bebé llorando desesperado mientras me mantiene cerca de su pecho y acaricia mi cabello.

Siento como el ataque de ansiedad va disminuyendo poco a poco, y como todos los síntomas van despareciendo, mientras ella simplemente me tiene entre los brazos.

―Todo pasa, nada permanece, todo pasa, nada permanece― repite constantemente como si fuera una frase para darme consuelo.

―Todo pasa, todo pasa― repito al igual que ella y Vera me da un beso sobre la cabeza.

―Es un momento terrible mi amor, pero para la muerte no hay hora ni lugar, ni nadie que pueda prevenirla, llega y se va acompañada siempre… no importa cuántos sueños pudiste haber tenido o si le previniste a tiempo… no se hubiera podido hacer nada… simplemente, ahora debes aprender a…

―¿Adaptarme y continuar? ― Le interrumpo.

Ella sonríe levemente mientras me ve a los ojos ― A aceptar y continuar… no queda otra más que continuar…

―¿Continuarás conmigo? ― Pregunto sin razón.

Vera sonríe y asienta con la cabeza ― a ti y a mí nos faltan muchos otoños juntos… Tal como tu padre lo deseaba.― Concluye y de nuevo, sin poder evitarlo, me suelto a llorar entre sus brazos.

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