CAPITULO 7

—No creo que Antonio aprecie mucho tu interés por casarlo Margarita —Mariana dejó su taza sobre el escritorio con gracia y elegancia. Justo la clase de mujer que Margarita buscaba para su hijo.

—Eres hermosa, inteligente

—Asquerosamente rica —Mariana termino la frase con una media sonrisa

—Querida por favor, el dinero es lo de menos. Mi hijo necesita una mujer que pueda comprenderlo 

—¿Tolerar también su libertina vida? —Margarita sonrió con nerviosismo. Habría jurado que Mariana tenía un interés sentimental por su hijo ¿se había equivocado?

—Querida por favor, me haces quedar mal —bebió un sobro de su té para evitar decir algo que fuera rebatido por la mujer frente a ella.

—Perdóname Margarita quizá estoy siendo demasiado directa. Pero nunca he notado interés alguno por parte de Antonio en mí. Como comprenderás me es difícil creer tus palabras —había estado interesada en Antonio Rocco en su juventud a sus treinta años había dejado de pensar en el como un príncipe azul. Sus aventuras no era  un secreto para ninguno en la sociedad.

—¿Podrías al menos intentarlo? Te lo pido en nombre de nuestra amistad querida por favor —Mariana sonrió levemente

—Lamento no poder ayudarte en esto Margarita. Estoy comprometida con un hombre fascinante, seguro de lo que quiere.

—Por Dios Mariana ese hombre podría ser tu padre mi hijo es…

—Joven e inmaduro y créeme que es lo que no necesito en mi vida. Si aceptas un consejo de amiga. Déjalo vivir su vida y que escoja su propio camino. Eres su madre pero no puedes pretender que viva a tu manera — se supo de pie con esa gracia de mujer segura

—Discúlpame, Ricardo espera por mí —se despidió con un beso y salió en busca de su prometido. Ricardo Rodríguez era un hombre casi de cincuenta años y si bien tenía la edad para ser su padre no lo era. Además de garantizarse seguridad económica su madurez era algo que le atraía irremediablemente. Lo conoció justo después de pasar una noche con Antonio y darse cuenta que por mucho que lo amará, él nunca iba dejar su forma de vida y ella no deseaba vivir de aquella manera. Llevaba tres años con Ricardo y finalmente se habían comprometido hace una semana y su matrimonio era el acontecimiento más esperado por la sociedad no iba arriesgarlo todo por un hombre como Antonio Rocco.

—Mariana —la joven rubia se detuvo abruptamente antes de chocar con el hombre

—Antonio —sonrió pero su mirada se posó sobre Patricia y el pequeño que iba tomado de su mano

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó consciente de lo que había ocurrido entre ellos en el pasado y el intento de ambos de mantenerse como amigos. Mariana solía acompañarlo en sus carraras en su juventud hasta la noche que habían pasado juntos.

—Tu madre y sus planes —sonrió nerviosamente sin apartar la mirada de Patricia

—Perdona. Ella es Patricia y este pequeño es Anthony mi hijo —ella enarco una ceja

—¿Tu hijo? —estaba enamorada de su prometido pero saber que Antonio tenía un hijo le había dolido un poco ¿Decepcionada? No, quizá era más simple que eso.

—No sabía que tenías un hijo —observo al niño tenía un parecido muy notorio con su padre ¿Sería esa belleza afro, la madre?

—Bueno yo tampoco lo sabía, hasta hace unos días —sonrió sin aclarar quién era Patricia.

—Tengo que irme, Ricardo espera por mí —se despidió con un movimiento de mano

—Ve con cuidado —Antonio, se giró sobre sus pies. Su madre parecía no cansarse nunca.

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—¿Para mí? —Dafne parpadeó al fijar su vista en la caja que fue depositada sobre su escritorio

—Tu vestido para el fin de semana —Danilo, esperaba no haberse equivocado con la talla, era un poco difícil adivinar las medidas de su secretaria con toda la ropa que solía traer encima.

—¿Mi vestido? —ella creyó, que todo lo había imaginado desde la mañana que habían hablado, no había vuelvo a la oficina y por un momento. Negó con un movimiento de cabeza nada disimulado

—¿Te has arrepentido? —era válido si se negaba. En todo caso había sido el quien había hecho insinuaciones frente a Lucrecia sin tener en cuenta la opinión de Dafne.

—No, de ninguna manera señor —Danilo sonrió, al ver las mejillas sonrojadas de su secretaría ¿Qué es lo que pasaba por su mente para sonrojarse de aquella manera? Quería saber.

—¿Podría tallarlo? —ella levanto el rostro

—¿Qué? —cielos Danilo estaba tentando a apartar el cabello de su rostro y…

—Quiero saber si te talla bien, no tenemos mucho tiempo para devolverlo —ella aprecio comprender. Se levantó de su silla, tomo la caja y salió directo a los servicios

—¡Espera! —ella se detuvo confundida

—Ve la oficina —Dafne se sonrojo violentamente. Regañándose mentalmente era una mujer de treinta ¿porque tenía que sonrojarse como una quinceañera?

—¿Su oficina? —preguntó. Danilo podía llegar a creer que la torpeza no era su único defecto

—Quiero ver cómo te queda —dijo, su voz sonó ronca—. Quiero decir que necesito saber y ver cómo te queda para poder pedir una talla adecuado —¿era idiota? ¿Qué es lo que estaba haciendo?

—Si señor —Dafne desfilo con la caja hacia la oficina de Danilo, y Danilo siguió sus pasos.

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—Esto feliz, mi chocolatina —Patricia sonrió al escuchar al niño

—¿Cuéntame porque? —tenía una idea muy clara pero quería que el niño se comunicará de manera mucho más segura y fluida

—Papá paso el día conmigo, me llevará a las carreras el fin de semana ¿no es genial? Antes vivía encerrado en casa de la vecina o en cada de mi madre —su globo de felicidad parecía desinflarse

—¿La echas de menos? —preguntó, mientras ponía champoo sobre los cabellos rubios del niño

—Es mi mamá —dijo ante de quedarse callado.

—¿Sabes que estoy para escucharte cariño? —sintió una opresión en su pecho. Ella había sido despreciada por su color y por gente particular. Pero jamás pro su familia. Crecí rodeada de amor, sus padres y su abuela llenaron de color su niñez. No podía imaginar lo que era para Anthony sentirse abandonado. Quería llorar en su nombre.

—Si pudiera elegir, me habría gustado que fueras mi mamá —dijo con lágrimas en los ojos.

Patricia no pudo contener sus lágrimas, el nudo en su garganta amenazaba con asfixiarla era un niño.

—Nada me gustaría más. No soy tu madre y no puedo reemplazarla pero te prometo que nunca voy a dejarte cariño —No sabía cómo iba hacer para cumplir con su promesa Margarita Rocco parecía cada vez más molesta con su presencia en la casa. Si se enteraba que iban el fin de semana a Autódromo seguramente estaría despedida.

—¿Es una promesa? —el niño parecía un poco mejor ahora.

—Es una promesa cariño —sonrió, termino de lavar el cabello para sacarlo de la tina. Habían estado mucho tiempo y el agua amenazaba ya con enfriarse.

—Eres muy dulce Paty —sonrió con toda la inocencia del mundo. Patricia deseo que no perdiera esa inocencia y su calidad humana.

—Vamos a cambiarte —salieron de la ducha para estrenar las pijamas que le habían comprando aquella tarde como regalo de cumpleaños.

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Dafne, se sentía expuesta, el vestido era hermoso pero se sentía desnuda ¿Era la sensación del vestido abrazando su cuerpo como un guante hecho a medida?

—Dafne, llevas medía hora metida en el baño necesito saber si el vestido te ha quedado bien —Danilo se había desecho de su saco, corbata. Ya no eran horas de trabajo la oficina estaba desierta y el desesperado debido a que su secretaria se negaba a salir del baño ¿Amanecería ahí de pie por culpa?

—¡Dafne date prisa mujer tengo hambre! —se olvidó por un momento de la relación jefe y empleada.

Dafne tenía vergüenza de salir, pero también tenía hambre y entre morir de vergüenza o de hambre pues…

Danilo casi se ahogó con su propia saliva, cuando Dafne salió del baño, sus rostro rojo como un tomate, su  mirada clavada en el piso y su cuerpo ¡Oh cielos! Era exquisita, el vestido le sentaba de maravilla. Un incómodo bulto se formó en los pantalones de Danilo haciéndole sentir un pervertido. ¡Era Dafne! Y ese era el punto era Dafne la mujer que secretamente deseaba para él con todo y su torpeza que adoraba.

Carraspeó para quitarse los pensamientos de su cabeza. Ella posiblemente no estaría interesada en un hombre mayor que ella. ¿Tendría novio? Maldijo bajito no era su maldito problema. Aun así quería saber.

 —Te queda perfecto —forzó su voz para que sonara casi desinteresado. Estaba fallando quería acercarse y acariciar cada curva bien formada que el vestido dejaba a su vista. Era todo eso lo que escondía ¿Por qué?

—Me siento casi desnuda —los colores se intensificaron al darse cuenta de que había manifestado sus pensamientos en voz alta

—No, no. Te ves perfecta —Dafne levantó la mirada, parpadeo ante las palabras de Danilo. Su mente quería recordarle que sólo estaba haciéndole un favor y que nada de esto era real. Pero se vio de repente siendo la amante del jefe o que mejor la esposa de Danilo Rocco. Un sueño y nada más que eso.

—Demasiado ajustado —dijo bajito

—Talla perfecta —sonrió cuando el estómago de Dafne gruño

—Lo siento —se disculpó con vergüenza

—Ve a cambiarte, iremos a cenar —la boca de Dafne se abrió y cerró ¿Cenar? ¿Ella y él?

—Date prisa o te cenaré —dijo lo ultimó tan bajo que Dafne no llego a escuchar.

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—Te marchas —Antonio salía de la cocina con su típico jugo de manzana, Patricia bajaba las escaleras.

—Sí, es tarde. Anthony se ha dormido, me asegure de que merendara algo antes de dormirse, pero estaba cansado y muy feliz —sonrió sin darse cuenta. Antonio sintió de nuevo ese vacío en su interior ¿Qué tenía Patricia que le hacía sentir de aquella manera? No era su tipo de mujer y no era por el color de su piel. Patricia era ¿Cómo decirlo? Miel, dulzura, todo en ella parecía ser tan bueno para ser real.

—Gracias —No sabía que otra cosa podía decir

—Hasta mañana señor Rocco

—Antonio

—¿Perdón? —Patricia no había comprendido

—Llámame Antonio, el único señor Rocco aquí es mi padre —sonrió como un tonto sin querer estaba utilizando esa sonrisa que seducía a sus victimas

—Trataré. Buena noche —Antonio no podía creer que esa mujer pasar de él olímpicamente cualquier otra mujer estaría encantada de ser seducida pero ¿Quería seducirla? Negó bebiendo un poco de jugo para aclarar su mente. No había salido toda la semana. Era eso seguramente la falta de actividad sexual estaba nublando su mente.

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Patricia se abrazó a sí misma. No era de piedra y Antonio Rocco era demasiado hermoso para ser cierto, pero también demasiado peligroso.

Su corazón había saltado dentro de su pecho cuando él había sonreído. No era tonta el hombre no era de los que se comprometían en una relación y tampoco es estaba interesada en tener una relación con su jefe. Era la niñera del niño y nada más. Antonio Rocco era un playboy acostumbrado a conquistar y ella no era su tipo de mujer. Por lo que cualquier acercamiento podía ser interpretado como mera curiosidad.

Tenía veintitrés años y no estaba interesada en perder su corazón por una sonrisa sexy y torcida. Mucho menos su virginidad por una noche de sexo simplemente…

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