CAPITULO 4

—Anthony ven vamos tienes que desayunar —Patricia había intentado sacar al niño de la cama pero parecía misión imposible cuando se aferraba a las sabanas.

—No quiero desayunar —se metió más bajo las sabanas sin dejar que Patricia pudiera verlo

—Tony —llamó mucho más suave

—¡No me llames así! —gritó tirando las sabanas aun lado, sus ojos estaban rojos y ligeramente hinchados

—Por Dios cariño ¿Qué ha sucedido? —el niño se mordió el labio para tratar de controlar su llanto. Patricia no sabía que había ocurrido pero estaba preocupada.

—No me llames así —repitió hipando debido al llanto

—Está bien cariño no lo haré ¿Puedes decirme que sucede? —el niño asintió limpiándose las lágrimas con el dorso de su mano, mojando la manga de su pijama.

—Rene siempre me llama Tony cuando iba a dejarme con la vecina y no volvía en horas o días —Patricia trago el nudo que se había formado en su garganta

—Cariño lo siento no lo sabía —acarició su rostro con ternura

—Hoy es mi cumpleaños —dijo encogiéndose de hombros como si no tuviese importancia tal acontecimiento.

—¡Eso es maravilloso cariño! ¡Vamos a celebrarlo! —se puso de pie para tenderle su mano esperando que él extendiera la suya en respuesta.

—Nadie sabe que es mi cumpleaños, mamá siempre lo olvidaba —sonrió tratando de no maldecir a la madre del pequeño ¡Qué mujer tan insensible!

—Guardaremos el secreto iremos al parque y comeremos muchos helados ¿Te parece? —el niño pareció dudarlo un minuto

—Pero si nadie lo sabe no tendré regalos —hizo un puchero que derritió el corazón de Patricia

—Ven vamos a vestirte y bajaremos a la cocina —tenía que encontrar la manera de hablar con Antonio y organizar algo que fuera rápido. El niño no tenía amigos, no tenía madre y su padre parecía poco interesado si no se había molestado en preguntar algo tan importante al niño.

Bajaron media hora después a la cocina. Lo dejó para ir en busca de algún miembro de la casa que estuviese interesado en el niño.

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—¿Cuándo pensaban decírmelo? —Santiago dejó los cubiertos sobre la mesa

—Cariño, no te alteres el niño apareció hace dos días no sabíamos cómo decírtelo —Margarita se puso de pie para acercarse a su marido. Llevo sus manos sobre los hombros tratando de que se relajara

—Es un niño por Dios Margarita, un niño no un pedido a domicilio del cual se te olvido comentar —Santiago se puso de pie

—Papá por favor —Danilo se puso de pie para acercarse temía que fuera pasarle algo con la noticia recibida

—Estoy bien Danilo. Me molesta ser el último en enterarme de las cosas. Esta es mi casa y debo saber lo que sucede siempre —su mirada se posó en Antonio quien no había dicho una sola palabra.

—¿No tienes nada que decir? —preguntó serio

—Estoy sorprendido papá yo, yo lo siento mucho pero aun no tengo la seguridad de que el niño sea efectivamente mío. Solicitaré una prueba de ADN

—Trae al niño quiero conocerlo —le interrumpió bastaría con verlo para saber si era o no su nieto.

—Buenos día siento interrumpir necesito hablar con usted señor Rocco —Los tres hombre miraron a Patricia

—Y usted ¿Quién es? —Santiago estaba temiendo que había más de una cosa que no le estaba siendo informada

—Patricia Rojas

—La niñera —Margarita camino hacía donde ella estaba parada con mirada enojada

—Por favor retires estamos en medio de una conversación muy importante —Margarita aparto la mirada para girar sobre sus talones y volver hacia donde estaba su marido.

—Señorita Rojas ¿Podría ser tan amable de traer al niño? —preguntó al ver la manera en la que su esposa la había tratado

—El niño esta desayunando en la cocina

—Has escuchado a mi marido ¡Tráelo ahora!

—Está bien deje que termine de comer y luego puede traerlo estaré en la biblioteca — Patricia asintió

—El contrato de trabajo está muy bien detallado Patricia no la quiero en esta área de la casa si no es requerida —salió del comedor enojada. Todo era culpa de Antonio y de sus calenturas.

—Ten buen día hermano —Danilo cogió su portafolios y salió si su padre no trabajaba hoy él debía estar al frente.

—Gracias —Antonio observó a Patricia quien permanecía parada como una estatura

—¿Necesitaba algo más? —preguntó tomando un sorbo de café hoy debía asistir a su entrenamiento y estaba llegando tarde.

—Hoy es el cumpleaños de Anthony, me preguntaba si podía llevarlo a algún sitió mientras le prepara una sorpresa

—No tengo tiempo para esas cosas, tengo que asistir a mi entrenamiento y no quiero parecer cruel, pero aun no me acostumbro a la idea de tener un hijo —se puso de pie, necesitaba salir de casa.

—Podría empezar a acostumbrarse y a tratar de ser un buen padre pasando el día con el niño. No tiene a su madre ¿podría al menos intentarlo? —Antonio suspiro frustrado

—Estoy llegando tarde a mi entrenamiento Patricia

—¿Es corredor? —no se apartó del camino de su jefe

—¿Lo sabe?

—Anthony me lo dijo siendo sincera me gusta el deporte pero no me fijo tanto en los corredores es mejor disfrutar de la visión y el poder de la moto sobre la pista —eso atrajo la atención de Antonio

—¿Conoce de motos? —preguntó olvidándose de las prisas

—Lo necesario para no morir ignorante —no tenía idea alguna sobre motos pero si eso atrapaba la atención del descuidado padre podría engañarlo un poco.

—¿Conoce el Autódromo Pedro Cofiño? —Patricia asintió había escuchado de él tampoco había ido nunca a un lugar como ese.

—Después de que mi padre conozca al niño podría venir. Le dejaré instrucciones al chófer para que pueda llevarlos allí —esto era mejor que nada pensó Patricia.

—Si señor —medio sonrió cuando el salió del comedor al menos haría que Anthony pasar el día con su padre.

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—Buenos días señor Rocco —Dafne había estado esperando desesperada a su jefe desde hace media hora

—Buenos días Dafne ¿Qué ocurre? —preguntó al notar su nerviosismo era un libro abierto difícilmente podría ocultar algún secreto y adoraba eso en ella ¿Adoraba? Negó con un ligero movimiento de cabeza.

—La señorita Lucrecia llego desde hace más de media hora y se ha negado a salir de su oficina — Danilo suspiró esa mujer era una verdadera y completa molestia en su vida. ¿En qué momento se le ocurrió tener una relación con ella? No lo sabía. Lo que si sabía era lo difícil que estaba resultando quitársela de encima.

—Acompáñeme por favor —asintió y camino detrás de su jefe sin decir una sola palabra ¿Qué podría decir en todo caso? Ella solo era la secretaria, empujó los lentes sobre el puente de su nariz un mal hábito que tenía al estar nerviosa.

—¿Qué haces aquí? —dejó el portafolio sobre el escritorio

—Tenemos que hablar Danilo y a solas —miro con despreció a Dafne quien no se dio por enterada al estar mirando sus pies

—Lo que tengas que decirlo puedes hacerlo en presencia de Dafne no hay secretos entre nosotros —la mencionada levantó el rostro sin entender

—¿Perdón?

—Estás perdonada. Ahora puedes marcharte —Danilo se acercó a Dafne

—No me digas que tú y ella…—estaba sorprendida abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua

—Te lo estoy diciendo, ahórranos el mal gusto de verte por las oficinas —colocó una mano sobre lo que debía ser la cintura de la chica

—¿Señor? —Dafne susurro tan bajito. Sus mejillas se habían puesto rojas como un tomate

—Esto es inaudito no puedes hablar en serio tú y esta

—Conoces la salida Lucrecia —Danilo bajo el rostro hacia el rostro de Dafne quien solo cerró los ojos…

El sonido de la puerta al cerrarse le hizo abrir los ojos asustada ¿Qué había sido eso? ¿Se lo había imaginado? Parpadeo un par de veces para darse cuenta que Danilo estaba sentado en su silla como si nada. Estaba volviéndose loca debía ser eso. Leer tantas novelas románticas estaba haciendo que imaginara cosas.

Danilo la vio marcharse aliviado. Ni siquiera había llegado a tocar sus labios cuando algo incómodo se formó en la tela de sus pantalones ¡cielos no era un niño! Y Dafne no era la mujer más excitante del planeta pero su cuerpo reaccionaba a ella.

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—¿Sabes quién soy? —Santiago sonrió al niño bastaba una mirada para saber que su sangre corría por las venas del niño.

—No —negó mientras observaba la biblioteca había cientos de libros en el lugar

—¿Hay cuentos? —preguntó distraídamente

—Muchos cuentos, pequeño —sonrió al escuchar la noticia

—Presta atención cariño don Santiago está haciéndote preguntas —el niño asintió

—Soy el padre de Antonio. Tu abuelo —el niño abrió los ojos, conocía a Danilo, Margarita y su padre pero no sabía que tenía un abuelo ¿estaría interesado en él?

—¿Mi abuelo? —preguntó

—Sí

—¿Me quieres?

—Te he esperado por mucho tiempo pequeño —sonrió. No mentía ninguno de sus hijos se había casado y él había perdido las esperanzas de tener un nieto. Aunque la situación no fuera la idónea le alegraba saber que había un niño para continuar su apellido.

—Has escuchado pastelito —Patricia estaba segura que sus mejillas se habían puesto mucho, mucho, mucho más morenas al escuchar al niño llamarle pastelito

—¿Pastelito? —Santiago preguntó sorprendido

—¿No ves su color? Parece un chocolate. Pero prefiero el pastel —Santiago rompió el silencio con una carcajada

—Usted perdone señorita. Los niños son tan…

—Únicos, no se preocupe estoy bien con eso —sonrió sabía que Anthony no se lo decía como un insulto.

—Gracias señorita, me alegró que una persona como usted esté a cargo de este pequeño. Me temó que necesitará mucha ayuda para acostumbrarse al ambiente de esta casa —Santiago no sabía los planes que debía estar trazando Margarita en estos momentos.

—Es un gusto señor haré todo lo que este en mis manos para guiarlo correctamente, agradezco su confianza —sonrió con sinceridad era la primera vez que no la veían con desprecio todo lo contrario Santiago Rocco le estaba confiando a su nieto.

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—Para no haber practicado casi toda la semana tu condición es perfecta —Antonio estaciono su Yamaha YZF-R1 había entrenado alrededor de dos hora y la niñera brillaba por su ausencia.

—No puedes quejarte Héctor tienes al mejor corredor en tus filas —dijo muy orgulloso de sí mismo. No era ninguna mentira se había coronado campeón en las seis fechas anuales realizada en el Autódromo por tres años consecutivos.

—Sin duda pero no debes olvidarte de la disciplina tus salidas de entre semana pueden pasarte factura —Antonio se quitó casco cuando observo a Patricia camina en su dirección con el niño pegado de su mano.

—¡Guau! ¡Guau! ¿Quién es esa belleza exótica? —Héctor dijo sin poder evitarlo

—Cierra la boca o entraran moscas —Antonio no bromeaba su entrenador parecía idiota observando a Patricia.

—¡Esto es genial! —grito Anthony ajeno a lo que Patricia había causado en Héctor y ajeno a la reacción de su padre.

—¿Una vuelta? —ofreció sin poder contenerse al ver la felicidad del pequeño. Mañana iría a realizar las pruebas de ADN para tener la firme seguridad de que era su hijo ¿Qué pasaría si no lo fuese? ¿Sería capaz de echarlo también? No quiso pensar su madre sería muy capaz de hacerlo si llegará a suceder que el niño no fuese suyo.

—¡Sí! ¡Es el mejor cumpleaños de toda mi vida! —gritó mientras Patricia lo ayudaba  a subir a la motocicleta…

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