Parte 2.

—Hola, vecina. —me saluda un joven que nunca había visto; entra a mi departamento como si nada. 

No esperó a que le respondiera el saludo ni mucho menos que dijera si podía entrar o no.

—Hola, disculpa, ¿Quién eres? ¿Porqué entraste así como si nada a mí departamento? —le respondí al joven, un tanto nerviosa y molesta.

—Disculpa que haya entrado de esa forma; pero yo suelo ir a donde los vecinos y dejarles esto. —me dijo el joven y me entregó una pequeña cajita con unos chocolates.

—No te hubieses molestado. Yo no suelo recibir nada a nadie. —le dije y le devolví la cajita.

—Acéptalo por esta vez, y te prometo no darte nada más. —respondió el chico. 

 —Esta bien, ahora vete. —le respondí y en cuanto se lo dije, desvió la mirada y luego se fue. 

Estuve nerviosa durante todo el rato que ese chico estuvo en mi departamento. Era un hecho que él había notado eso, ya que mi voz lo decía todo. 

Había olvidado incluso, preguntarle su nombres y el joven tampoco recordó decirlo. 

Luego de eso me fui a dormir. Estaba muy cansada; sólo quería descansar. Algo que era un poco difícil porque mis vecinos estaban haciendo mucho ruido afuera. 

—A ver, dime tú, ¿que significa esto?, ¿Qué hace esta mujer en tu departamento? 

—Carolina, por favor. Ya habíamos hablado de esto. 

—Mira, Elías. ¿Tú acaso crees que soy tonta? Yo sé que esta es tu amante y no una prima tuya. 

—Yo jamás te engañaría con nadie Carolina, ¡yo te amo!

—No te creo nada, Elías. Me iré del departamento. Ya mismo sacaré todas mis pertenencias. 

Los vecinos hablaban mucho y no me dejaban dormir. No entendía lo que pasaba, así que abrí la puerta, miré al frente, y vi a dos personas discutiendo. Además de ellos, también estaban otros vecinos mirando la discusión. 

—Mira, todo el mundo ya se dio cuenta de lo que está pasando por tu culpa. —dijo el hombre. 

—"Mi culpa". Más bien quisiste decir, por tu culpa. ¡Te odio!. —respondió la mujer. 

—Por Dios, ¿Qué sucede aquí? —preguntó don Manuel, quien era el dueño del edificio y alquilaba los departamentos. 

—Esa mujer y ese hombre están discutiendo asuntos personales; pero hacen un alboroto y no dejan dormir a nadie. —refirió uno de los vecinos. 

—Por favor, si no se callan, los saco del departamento. —le advirtió don Manuel a la pareja que estaba con el pleito. 

—No se preocupe, yo mañana mismo me largo de aquí. —le respondió el hombre a él señor Manuel. 

—Y yo también me iré. —dijo la mujer que estaba con él y entraron a su departamento. 

—El señor Miguel y su prácticamente ex esposa Raquel, siempre han tenido problemas; pero el de ahora es el peor problema que han tenido. —comentó una joven al resto de los vecinos. 

—Bueno, en eso tienes razón. Todos hemos aguantado muchos de sus problemas, sólo que no habían llegado al punto de discutir afuera del departamento; donde todos podíamos visualizar más lo ocurrido. —dijo una señora. 

—Cómo ustedes saben, yo hace quince días llegué a vivir a uno de estos departamentos, y sólo he visto esta y otra discusión que tuvieron antes. —intervino un señor. 

Luego de aquel incómodo inconveniente, todos volvieron a sus departamentos a descansar. Me costó mucho dormir, tanto que no me di cuenta cuando me quedé dormida. Ya para el día siguiente me esperaba muchas sorpresas. 

—No puede ser, ya son las 8:30 a. m. —dije levantándome rápidamente de la cama.

Tenia mucho por hacer. Mis dibujos no se terminarían solos, así que rápidamente me preparé para desayunar, luego limpié un poco el departamento para después por último, ponerme hacer los dibujos que faltaban. Yo estaba segura de que a mis clientes les iban a gustar los dibujos que realizaría para ellos. De eso no había ninguna duda. 

Después de tres horas haciendo dibujos, por fin logré hacer varios de los muchos encargos que tenía que realizar. Decidí entonces enviar los encargos realizados a sus dueños, para después tomar un merecido descanso. 

Me preparé una comida muy saludable que incluía ensalada y algunas verduras que generalmente no engordan. Y para beber me hice un delicioso jugo de naranja. Luego prendí la televisión a un volumen medio para sentarme y comer relajadamente mientras veía la televisión. Una serie llamada: Una Vida Llena de Secretos, había empezado. Me pareció muy buena así que me quedé viendo la serie. Luego de un rato terminé de comer; pero a un seguía mirando la televisión, hasta que escuché un ruido afuera y me acerqué a ver que sucedía. No me imaginaba que todo ese ruido era porque un nuevo chico se mudaría en uno de los departamentos que sobraban. 

—Bienvenido, joven. —escuché que dijeron—.

Era obvio que estaban dándole la bienvenida al muchacho que acababa de llegar. Yo decidí no salir de mi departamento y seguir mirando el televisor; pero nuevamente soy interrumpida, sólo que esta vez, es porque alguien toca la puerta y al dirigirme hacia ella, notó una carta debajo de la puerta. Me parecía extraño que alguien dejara una carta de esa forma, ya que nunca antes me había pasado. Lo único que hice fue de inmediato abrir la carta para ver que decía, y ver quien me la había escrito...

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