CAPÍTULO 3

                                          *  *  *  3. SOLO UNA LEYENDA  *  *  *

La tarde había caído y Hazel y yo volvíamos a los dormitorios con apenas unos pocos rayos de sol iluminando el cielo.

Suspiré exhausta mientras le veía subir sobre una hilera de ladrillos que componían el lateral de una larga matera.

— Hoy alguien intentó asesinarme— solté, provocando que uno de sus pies por poco resbalara, pero lograra mantener su equilibrio mientras volteaba para observarme. 

— ¿Asesinarte?— asentí— ¿Cómo?

— Intentaron ahogarme a la salida de la primera clase. Me estaban esperando con una bolsa y una dosis de fuerza bruta. Lo más curioso es que lo hicieron en un punto que no se encuentra dentro de mi ruta habitual y aun no logró descifrar cómo predijeron mi aparición en ese momento. 

Frunció el ceño, viéndome seguir de largo y bajando en un apuro para detenerme por los hombros.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

— Porque hubieses ideado un impulsivo plan que nos hubiese puesto a perseguir una sombra por el resto del día y, sobre todo, nos hubiese hecho faltar a clases innecesariamente.

— Jenn, si hubieses muerto habrías faltado a clases de cualquier manera.

— Pero no morí— repliqué de inmediato, deshaciendo su agarre y continuando con mi camino para restarle importancia al asunto — fue un plan estúpido, quien sea que lo haya intentado se apresuró a actuar y solo provocó que fallara. Aun así, logré golpearlo en el rostro, debe tener un feo hematoma para este momento.

—Entonces dime algo — continuó ella una vez igualó mi marcha — Si su plan fue tan fallido ¿por qué logró escapar?

Apreté mis labios, recordando el sonido tras de mí que me distrajo lo suficiente como para que me atacara con el polvo de tiza.

— Una estupidez que ni siquiera consideraría una táctica, supongo que salí demasiado distraída de donde el suplente como para estar en todos mis cavales—me excusé, recordando su presencia en la puerta tan pronto como todo terminó— ¿Sabes? Creo que sospecha algo, aunque no estoy segura. Unos minutos después apareció hablándome como si nada hubiese ocurrido.

— ¿Estaba en el lugar?

—Apareció en el lugar— corregí tan pronto como llegamos al edificio de los dormitorios y nos adentramos en el oscuro pasillo— primero, fingió no conocerme ni recordar nada de lo que había ocurrido y, luego, sencillamente apareció con un coqueteo barato preguntando si había hecho una rabieta en su nombre.

Hazel ahogó una risa al tiempo en que sacó la copia de las llaves de mi habitación, jugando un poco con ellas mientras me miraba reprochándome.

— Así que has vuelto a equivocarte por culpa del chico de los ojos cobalto— se burló mientras intentaba abrir— quizá incluso todo fue un invento de tu mente afectada por el rechaz-

— Espera— le interrumpí— tomando su mano antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura mientras observaba algunos rasguños en la hendidura.

Entrecerré los ojos cautelosa, haciéndole una seña que captó inmediatamente mientras llevaba las manos bajo su falda y sacaba un par de navajas, dándome una. 

— Te dije que era útil llevar armas a clases— susurró, ganándose una expresión de pocos amigos de mi parte que provocó que se callara. 

Le indiqué con un ademán que esperara y, segura de que la puerta se encontraría sin seguro, abrí con rapidez encontrándome inmediatamente con dos sombras justo frente a mi. Una en el suelo, sentada, y la otra acuclillada, apenas a unos metros. 

El segundo sujeto notó mi presencia de inmediato,  sacando un arma y disparando sin una sola duda hacia el foco, evitando que prendiera la luz. 

Aventé mi navaja en su dirección, recibiendo una sorprendente maniobra evasiva que provocó que esta solo rosara parte de su brazo y se incrustara en la pared. Hazel corrió a mi lado, dándome su otra navaja mientras se abría paso hacia el segundo hombre, deslizándose bajo el primero que no demoró en avanzar hacia mi. 

En ese momento, noté que su rostro estaba oculto bajo la capucha de su chaqueta y llevaba una bufanda que cubría hasta lo que debería ser la altura de sus ojos. Se detuvo por un par de segundos, probablemente mirándome y, enseguida, me mostró su arma, dejándola a un lado con un ademán autosuficiente.

— Si eso quieres— gruñí, al tiempo en que aventé una patada en su dirección, seguida por un par de puños que logró esquivar. 

Su contraataque fue preciso, pero igual de ineficiente. Un par de golpes después había recopilado la información necesaria como para saber que prefería atacar por la izquierda y que sus movimientos diestros eran precedidos por un pequeño y casi imperceptible traspié. 

Rechacé sus siguientes ataques, esperando por la pequeña advertencia de sus pies y tan pronto como la vi, avancé por el centro, llevando mi navaja directo a su abdomen y recibiendo sus manos en rechazo. Sus palmas atraparon la cuchilla mientras me empeñaba en ejercer la mayor fuerza que podía. 

La punta atravesó unos milímetros de la carne, provocando que se quejara por lo bajo y de un solo impulso, reafirmara su agarre, rechazando mi fuerza y lanzándome contra la puerta. 

Se apresuró a tomar su arma, apuntando inmediatamente hacia Hazel y provocando que mi cuerpo se moviera instintivamente, aventándome en su dirección y provocando que cayéramos rodando bajo el escritorio mientras la bala se incrustó junto al sujeto en el suelo.

— Mierda— gruñí al verle saltar por la ventana, poniéndome en pie inmediatamente y corriendo hacia ella. 

Aterrizó en el primer piso con agilidad, apoyando su salto en la cornisa del segundo y culminando con un giro que le permitió continuar corriendo hacia una zona poco iluminada que no demoró en perderlo del radar. 

Apreté mis puños tratando de contenerme y volviendo inmediatamente a Hazel, quien se recuperaba del golpe que accidentalmente le había proporcionado y volvía sobre el sujeto del suelo que comenzaba a murmurar cosas. 

—¿Estas bien?— solté algo agitada, recibiendo un par de asentimientos de su parte al tiempo en que sacaba su celular y encendía la linterna.

— ¿Alcanzaste a ver su rostro?— cuestionó al dirigir la luz hacia el chico que parecía estar recuperando la conciencia.

— No, pero tiene una herida en el abdomen y otra en el brazo—Chisté con algo de rabia, estrellando mi mano contra el marco de la ventana que ni siquiera sabía como había resultado abierta— No sé cómo rayos es que se me han escapado dos idiotas en el mismo día.

—Te estaban esperando, no es tu culpa— replicó ella, analizando el rostro del sujeto que definitivamente habíamos visto un par de veces en el campus — por otro lado, si sirve de algo, creo que solo uno de ellos se escapó.

— ¿A qué te refieres?— indagué de inmediato, limpiando un poco de sudor con el dorso de mi mano mientras me agachaba a su lado.

El sujeto en cuestión tenía múltiples heridas en su rostro y un disparo en el abdomen, pero sobre todo ello, resaltaba un hematoma en su pómulo izquierdo de algunas horas de evolución.

— Así que este fue el bastardo que me atacó esta mañana— gruñí por lo alto, evaluando con desdén la manera en que sus manos habían sido atadas a la pata de la cama — ¿Tu compañero te ha traicionado, pequeña rata?— indagué tan pronto como su mirada se posó en la mía.

Hazel sacó una de sus armas, quitando el seguro y posicionándola bajo el mentón del chico.

— ¿Quién te envió?— cuestionó la morena con un tono serio y amenazante, recibiendo una arrogante sonrisa de su parte que le hizo saber que no diría nada.

Ese solo gesto generó un gruñido que precedió el momento en que ella desvió su mirada a su celular y deslizó un par de veces hasta encontrar lo que buscaba. Giró la pantalla, exhibiendo un carnet electrónico que determinaba su rango como agente nivel cinco de la agencia. 

— Estás en la obligación de responder a un agente de nivel superior— exclamó ella, provocando que este soltara una carcajada repleta de saliva y sangre.

— Olvídalo, perra— bramó, logrando que ella aventara un nuevo puño a su rostro y su cuerpo rebotara contra la cama. Se incorporó débilmente, mirándola con odio— Ley 1901, la conozco, pero no puedes hacer nada contra un agente nivel seis.

Apreté mis labios observándolo. Quien sea que había salido de la habitación, le había dado una golpiza y lo había amarrado a la cama dejándolo a nuestra merced.

Pero, por qué.

— Ya que sabes tan bien el manual—comenté, llevando su atención hacia mi — sabes que la ley 5221 prohíbe atacar a un agente activo, mucho menos intentar asesinarlo— levanté una de mis cejas con una sonrisa repleta de ironía— eso quiere decir que, o eres un idiota que no teme por su muerte al romper una de las reglas, o esto es una excepción.

El rostro de Hazel se distorsionó por un momento mientras me miraba con incredulidad.

— ¿Crees que...?

— Así es, creo que este idiota está llevando a cabo una misión ahora mismo— sentencié, bajando mi mano hasta la herida de su abdomen e introduciendo mi pulgar con la presión necesaria para que se quejara de inmediato — pero dejemos que él nos lo diga.

— No planeo abrir la boca con novatas como ustedes— gruñó, provocando que el ego herido de Hazel golpeara sobre mi muñeca, repercutiendo en mi pulgar y  haciéndolo encogerse de dolor.

Suspiré con algo de resignación, haciendo un gesto a mi amiga para que nos dejara solos por un par de segundos. Sonrió satisfecha, consciente de que esa petición auguraba una muerte inminente y finalmente se hizo a un lado. 

— Aseguraré el perímetro, quizá hasta pueda encontrar una nueva bombilla— afirmó, poniéndose en pie y dejando la linterna de su celular en dirección a nosotros antes de salir por la puerta.

Volví sobre el chico con una sonrisa ladeada, conforme mi mano libre buscaba mi celular y deslizaba a través de los documentos. Lo giré, posicionándolo frente a sí con autosuficiencia.

— Imposible— musitó, intercalando la mirada entre el Carnet y yo— es-es imposible, solo he escuchado de dos personas con ese rango, pero son una leyenda... además,  según la descripción que me dieron, apenas llevas dos años en la agencia y- y

— ¿Terminaste de balbucear?— cuestioné con un tono despectivo mientras dejaba mi celular sobre el escritorio y enseguida volvía a mi posición inicial— ahora que estás frente a la leyenda, que tal si abres tu inútil boca para algo productivo y me dices quién te mandó.

— Yo- yo no lo sé— se excusó de inmediato, el miedo se había posicionado en su rostro, impregnando su expresión— conoces la metodología, nunca sabemos para quienes trabajamos, solo lo hacemos. Mira, yo- yo no sabía que eras tu, si no no hubiese... es decir— tragó en seco, soltando un gemido de dolor al sentir mi mano hacer más presión, cubriéndose de su sangre— yo solo quiero acabar con esto, si no te asesino en tres horas, ellos me asesinarán a mi. 

— ¿Ya usaste tus excepciones?— cuestioné, a lo que asintió repetidas veces mientras las lágrimas comenzaban a bajar por su rostro— dime algo más, el otro sujeto que estaba contigo...

— No lo conozco— escupió de inmediato— el hombre entró un par de minutos después y sencillamente se enfrentó a mi. No lo sé, tal vez sea otro agente en búsqueda de su recompensa.  Solo sé que estaba loco y no dudó en golpearme y atarme a esta maldita cama para dejarme a la muerte.

— ¿Él fue quien desactivó la bomba?— cuestioné, provocando que abriera los ojos en sorpresa y una pequeña risa se escapara de mis labios— ¿Qué?¿Creíste que no lo notaría? Conozco cada centímetro de mi habitación como para saber cuando alguien ha movido algo ¿Ves aquella pequeña y brillante escama que descansa junto al baño?— indagué, provocando que mirara temeroso— bueno, solo cae al suelo cuando la puerta ha sido abierta. Ahora, hay algunas quemaduras y cortes en tus manos típicos de una bomba casera, además de que olvidaste deshacerte de los cables restantes al armar los módulos y ahora sobresalen en tu bolsillo. 

— ¿Pero que m****a?— farfulló con una carcajada que rozaba la locura— Ahora entiendo por qué eres una leyenda.

Me puse en pie, sacudiendo la sangre de mi mano y observando el desastre que había resultado a nuestro alrededor mientras le daba un par de negaciones

Relamí los labios repleta de ironía, tomando el arma que Hazel había dejado tras su partida y buscando en el cajón de mi mesa de noche uno de mis silenciadores. 

— Te  equivocas— musité, apuntando a su cabeza— pero te enseñaré la verdadera razón si así lo deseas— sentencié justo al tiempo en que la bala atravesó su cráneo, salpicando algo de sangre en mi dirección. 

Le miré con algo de despreocupación, escuchando la respiración agitada de Hazel en la puerta mientras sujetaba una nueva bombilla. 

—Casi me pierdo el espectáculo— comentó con gracia, esquivando el cuerpo y avanzando hasta su celular. No obstante, se detuvo de repente, provocando que la mirara extrañada — ¿Qué se supone que...?— su voz se perdió al tiempo en que tomó mi celular entre sus manos, haciéndome caer en cuenta de que había olvidado esconder su contenido — ¿Cómo es que?— se detuvo de nuevo, exponiendo la pantalla en mi dirección y dejando que el brillante once que marcaba el nivel ocupara toda mi visión— Gennevive... ¿Cuántas personas has asesinado para esto? 

Sonreí levemente, encogiéndome de hombros con un falso arrepentimiento. 

— No lo sé— mentí, alargando mi mano y tomando el aparato para encarar nuevamente al sujeto— las suficientes para que ahora, todos quieran asesinarme.

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