La Casona

Cuando era un niño, mis padres y yo nos mudamos a la vieja casona que solía pertenecer a mi abuela, y que fue heredada por mi padre tras la muerte de ésta.

 El enorme caserón databa de principios de siglo. Aunque con algunas reparaciones, modificaciones y accesos nuevos agregados a lo largo de las décadas. Era de un estilo clásico, de dos pisos, con altos techos y paredes de madera carcomida y muy vieja, como la mayor parte de sus pisos, salvo una sección adoquinada en adobe en la cocina. Bastos pasillos se extendían siniestramente, franqueados por puertas misteriosas, cual sendero macabro. Con el paso de los años la casa se había convertido en un espantoso vergel de locura arquitectónica. Una pesadilla de ángulos y percepciones geométricas imposibles. Sobre las asediadas tablas corroídas por las inclemencias de los insectos y los elementos, se dibujaban monstruosas figuras;

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