EL HIJO PRÓDIGO

Nebulosa de Carpac, año 17.550 A.C.

Los brazzky y los cártagik habían estado en guerra durante varias décadas. Nadie recordaba ya cual era la razón de aquel conflicto entre ambos pueblos pero la esperanza de paz estaba muy lejos.

 La Batalla de la Nebulosa de Carpac fue quizás una de las más sangrientas en la historia de la Guerra Cártagik-Brazzky y la negrura del cosmos fue coloreada por numerosas naves espaciales que se destruían mutuamente produciendo explosiones luminosas y atestaban el espacio sideral de escombros y vestigios de las naves despedazadas. Finalmente, la refriega se decantó a favor de los brazzky causando así que sus enemigos cártagik escaparan mediante la producción de pasadizos interdimensionales que los transportaron rápidamente hacia otro punto en la Galaxia.

 Las naves sobrevivientes brazzky ahora tenían la tarea de reclamar aquel territorio como parte de sus dominios. En el interior de la Nave Nodriza que comandaba a las demás los tripulantes comenzaron a escanear las inmediaciones.

 Los brazzky eran una especie antropoide de piel roja y orejas puntiagudas, tenían dos antenas que emergían de su cabeza justo encima de las orejas, sus ojos eran invariablemente de color verde esmeralda, su cabello era negro y muy rizado y usualmente lo usaban largo. El uniforme, muy tallado al cuerpo, era de color rojizo casi como el de la piel.

 —Capitán Na’mu —informó una joven tripulante que analizaba datos desde la consola enfrente suyo— detectamos una señal de auxilio proveniente del cuarto planeta del Sistema Carpac. La señal es cártagik, señor.

 —Puede ser una emboscada —advirtió su primer oficial.

 El capitán Na’mu, tipo fornido y curtido en batalla, pensó largo rato. En efecto podía ser una trampa pero no se sintió capaz de ignorar aquel llamado.

 —Bajaremos a investigar, seamos cuidadosos.

 Una cápsula individual descendió hasta la superficie del planeta cerca de donde se emitía la señal. Una extensa y húmeda selva se propagaba infinitamente a través del horizonte y en el cielo era visible la espléndida nebulosa que lo decoraba como un manteado nacarado.

 Entre la tundra había una nave chocada que se había enclavado en medio de la foresta. Na’mu y dos de sus hombres salieron de su transporte bien armados y preparados para cualquier sorpresa mientras uno de ellos seguía la señal con un escáner manual, hasta descubrir que provenía del interior de la derruida navezuela.

 Adentro encontraron solo escombros y destrucción, junto a dos cadáveres de cártagik.

 —¡Que feos son los cártagik! —comentó uno de los soldados.

 Los cártagik eran antropoides de piel morena y cabellos negros, sus ojos eran amarillos de pupilas felinas. Vestían uniformes grises.

 Na’mu observó los cadáveres de sus enemigos. Un hombre y una mujer. Murieron abrazándose mutuamente…

 El grito de un bebé rasgó el sepulcral silencio. Atónitos, los tres brazzky inspeccionaron hasta dar con una cuna electrónica en cuyo interior había un bebé cártagik de apenas algunos meses de nacido.

 —¡Por Samyasa! —dijo Na’mu invocando a su dios— ¡Es un bebé!

 —¿Qué hacemos con él? —se preguntó uno de sus hombres.

 —No podemos dejarlo aquí. Morirá —dijo otro.

 —Pero no tenemos como devolverlo a los cártagik. Nos disparan a la vista.

 —Entonces deberíamos llevárnoslo.

 —¿Llevarlo? ¡Estás loco! ¡Es un cártagik! Ellos son como bestias…

 Na’mu miró al bebé. Este dejó de llorar como instintivamente y le aferró el dedo con su manita.

 —No voy a dejarlo aquí —declaró.

 Y así, aquel hombretón musculoso tomó al niño en brazos y junto a sus hombres partió de aquel planeta.

***

Planea Brazzky, doce años después.

El planeta Brazzky era el tercer planeta del sistema solar que giraba en torno a la estrella Antares V, una de las más rojizas estrellas de la Constelación de Escorpio. Era un mundo mayormente de clima templado en casi todas sus áreas y que tenía muy pocas masas de tierra continental. La mayor parte de la superficie era de agua, cuya uniformidad era rota principalmente por intrincados archipiélagos. Las islas más grandes que casi formaban continentes se localizaban cerca del ecuador y, en su mayor parte, no había climas extremos. Sólo cerca de los polos había algunas islas muy frías y nevadas y unos aislados desiertos dentro de las islas ecuatoriales que, en general, eran evitados por los brazzky que siempre prefirieron el clima moderado.

 Quizás por su naturaleza isleña, la cultura brazzky era muy sensual y lúdica. Además, rara vez usaban ropa a menos que el ambiente obligara a ello. Por supuesto que su tecnología avanzada les permitía construir grandes ciudades, edificios cómodos y seguros con temperaturas controladas y tener todas las comodidades que la ciencia y la técnica proveían.

 En la Isla de Lasbus la costa era golpeada constantemente por las olas espumosas, una fresca brisa recorría las paradisíacas playas alumbradas por un sol rojo que nunca era demasiado ardiente. Gran cantidad de vehículos voladores atravesaban el cielo y sobrevolaban el mar o la playa y algunos extraían mariscos de las aguas. Personas desnudas de todas las edades se bañaban en el mar o caminaban tranquilamente por sus calles y costas. Era aquí, en estas tierras, donde Ta’mar fue criado como un hijo más por el capitán Na’mu, aún cuando era un cártagik como su anatomía delataba.

 En el templo más grande de Lasbus se realizaba una importante ceremonia que conmemoraba la llegada de Ta’mar a los doce años. La familia y los conocidos del muchacho se habían congregado en torno al ritual presidido por una sacerdotisa de edad madura y cuerpo voluptuoso, quien completamente desnuda como la mayoría de los feligreses realizaba invocaciones ante un sagrario. Coronando el altar se alzaba un tótem del dios brazzky Samyasa, una deidad andrógina con un enorme falo y dos grandes pechos femeninos que representaba el orden cósmico equilibrado en sus principios femenino y masculino.

 —El día de hoy nos hemos reunido para celebrar el momento más especial en la vida de nuestro hermano Ta’mar —dijo la sacerdotisa— quien ha alcanzado la edad adecuada para convertirse en un hombre y en un miembro pleno de nuestra comunidad. Colócate sobre el altar, Ta’mar para que realicemos el más sublime de los actos.

 El muchacho obedeció y se recostó desnudo sobre el altar justo con la cabeza bajo el tótem de Samyasa. Seguidamente la sacerdotisa se acostó sobre el muchacho iniciando así un coito ritual. Era la primera vez que Ta’mar sostenía relaciones sexuales, se dejó llevar por el sentimiento de placer y finalmente estalló en el correspondiente orgasmo. La sacerdotisa dijo:

 —El sexo es la vida. Origen y causa de nuestra existencia. Fuente de todo el placer y el goce en el Cosmos. Así fue creado el Universo, mediante una explosión producto del choque entre opuestos complementarios. A partir de hoy, Ta’mar, puedes convertirte en miembro íntegro de nuestra sociedad y nunca olvides que fuiste traído a este mundo a disfrutar y que tu deber de ser feliz es sólo igualado por tu deber de hacer feliz a los demás.

 Y tras terminar su discurso la sacerdotisa de quitó de encima del muchacho y sus familiares y amigos llegaron a felicitarlo.

 —¡Muy bien, hijo! ¡Excelente! —le dijo su padre adoptivo, Na’mu, abrazándolo con orgullo. A su lado también llegó su hermana adoptiva Ni’lin, una adolescente de catorce años e hija biológica de Na’mu.

 —Te felicito, hermano, lo hiciste muy bien.

 —Estamos muy orgullosos de ti —dijo una atractiva mujer llamada Dar’lin y que era lo más parecido a una madre que tenía, ya que era el alma vinculada de Na’mu y la madre de Ni’lin.

 Debido a que los brazzky no creían en la monogamia nunca se casaban, pero algunos llegaban a enamorarse y realizaban un ritual en el que reconocían a otra persona como su alma vinculada, estableciendo así una conexión espiritual con ese alguien especial. Dicha unión en ningún caso implicaba fidelidad sexual.

 —Bien hecho, Ta’mar —le dijo su tío Ku’nar, hermano de Na’mu— ¿Qué se siente dejar de ser niño y convertirte en hombre?

 —Pues… bien… creo…

 —¡Bueno, bueno! —interrumpió Na’mu hablando fuerte para que todos lo escucharan— ¿Qué estamos esperando? ¡Hay que festejar la Iniciación de mi hijo!

 Esa noche la vecindad se sumió en uno de los acostumbrados festejos brazzky que incluían suntuosas danzas, muchísimo licor, sabrosos manjares y mucho sexo. Los únicos que tenían prohibido participar de estas actividades, particularmente de las sexuales, eran aquellos que no hubieran realizado ya la Iniciación la cual, generalmente, se realizaba a los doce años.

 Para un brazzky el disfrutar de la vida era un deber cuasi-religioso y se sumían tranquilamente en todos los excesos. Debido a que las Iniciaciones se realizaban casi siempre en la misma época del año, similares jolgorios se protagonizaban a lo largo de todo el planeta en diversas comunidades y, frecuentemente, terminaban en caóticas orgías.

 Al día siguiente todo volvía a la normalidad, por así decirlo, pues la vida diaria no distaba demasiado de aquellos agasajos. Un brazzky jamás podía estar del todo feliz si no tenía una copa de licor en su mano, el estómago lleno y una vida sexual satisfactoria, pero entre festejo y festejo se tomaban algunos descansos.

 —Estuvo buena la fiesta de anoche —decía Na’mu sentado en el sillón de su sala viendo la televisión al lado de su familia. Dar’lin estaba preparando algunos bocadillos que llevaría sobre una bandeja.

 —Hay que hacer otra —pensó Ku’nar— ¿Quién es el próximo en la lista?

 —Pues de hecho Ni’lin cumplió doce años hace tiempo ¿no es así, hija? —preguntó a la jovencita que veía televisión sobre el suelo.

 —Sí —respondió lacónicamente.

 —¿¡Que!? —reaccionó su tío— ¿Y por qué no le han hecho la Iniciación ya?

 —No sé. No ha querido —respondió Na’mu. —¿No te gustaría iniciarte, hija? Podemos buscar al sacerdote que sea de tu agrado…

 —No, no es eso. Todavía no estoy lista…

 —Pero hija —insistió Na’mu— hay muchas cosas que te estás perdiendo por no iniciarte. Principalmente el sexo.

 —No me interesa el sexo. No quiero tener sexo nunca —confesó y ante esta declaración su madre Dar’lin dejó caer la bandeja con los bocadillos.

 Toda su familia estaba anonadada, con ojos desorbitados y tragando grueso.

 —Hija —continuó Na’mu— no digas eso. Al menos no en voz alta. ¿Por qué dices que no quieres tener sexo?

 —Porque no me gusta.

 —Pero… ¿Cómo lo sabes si nunca lo has hecho?

 —No sé. Simplemente no me gusta la idea de tener sexo.

 La familia se miró los atónitos y pálidos rostros como buscando encontrar una respuesta a aquellas declaraciones blasfemas.

 —Hija —le dijo su madre arrodillándose a su lado— ¿Alguien te hizo algo cuando niña que te haya hecho sentir mal sexualmente?

 —No, madre, nadie a abusado de mí nunca, si a eso te refieres.

 —Entonces no entiendo —dijo la madre, ya enojada— ¿Qué pretendes? ¿Desperdiciar tu vida siendo célibe? ¿Deshonrar a tu familia preservando tu virginidad?

 —¡No me pueden obligar a tener sexo si no quiero! —gritó ella y salió corriendo de la sala.

 —¿Qué le pasará? —se preguntó Na’mu rascándose la cabeza desconcertado— no es normal ese comportamiento en un adolescente.

 —¡Esto es terrible! —dijo la escandalizada madre— nunca hemos tenido un —y al pronunciar la palabra lo hizo en voz baja— asexual en la familia.

 —Deben llevarla a un psicólogo para que le cure esa conducta anómala —sugirió Ku’nar— porque a los asexuales no los aceptan bien en la sociedad y va a terminar exiliada.

 —¡Muérdete la lengua! —dijo Dar’lin que aún no asimilaba el hecho. —Esto es extraño, en mi familia nunca había visto gente con sexualidad anormal…

 —En la nuestra sí —confesó Na’mu pensativo— tuvimos un tío que sólo le gustaban las personas del mismo sexo, pero con el tiempo como que se curó y empezó a tener sexo con hombres y mujeres como la gente normal. Me pregunto si estas cosas son hereditarias…

La asexualidad de Ni’lin se mantuvo como un turbio secreto dentro de la familia, pero que quizás no podría conservarse mucho tiempo ya que pronto sería notorio que su edad era muy superior a la usual para la Iniciación. De todas maneras la familia siguió con sus vidas y se prepararon para el Gran Carnaval, la más grande fiesta brazzky realizada una vez al año y que celebraba el nacimiento de Samyasa con la fiesta más grande que podía imaginarse que, en el caso de los brazzky, ya era mucho decir. Era también durante esta fiesta el único momento en que se permitía practicar relaciones incestuosas que, el resto del año, estaban estrictamente prohibidas.

 —Nuevos ataques de parte de nuestros enemigos cártagik se reportan en las colonias de Sumbara y Namdhuse —informaba en el noticiario uno de los dos comentadores que usualmente reportaban ante el público. —El gobierno asegura que reforzara la presencia militar en las fronteras y emprenderá una campaña de represalia contra objetivos cártagik.

 —Este gobierno es incompetente —adujo molesto Na’mu viendo la televisión. —Desde que me retiré del ejército nadie hace bien las cosas. Me dan ganas de…

 —¿De qué, papá? —preguntó Ta’mar.

 —Pues… de ser procónsul para mostrarles como se hacen las cosas.

 —¿Y por qué no lo haces, papá? —intervino Ni’lin.

 —Mmmm… no sé… es complicado.

 —Apuesto a que podrías ganar —alentó Ta’mar— y si no, no pierdes nada.

 —Tienen razón, hijos míos. ¡Lo intentaré!

 —No tienes idea de lo que te estás metiendo —regañó Dar’lin quien en vez de ver televisión leía una revista. —Para ser procónsul deberás probar que eres el hombre más vigoroso sexualmente de todo Brazzky y eso no es fácil.

 —No hay peor lucha que la que no se hace.

 A la casa entró el tío Ku’nar.

 —¿Vieron las noticias? —preguntó.

 —¿Sobre el ataque cártagik? —dijo Na’mu.

 —¡Sí! ¡Malditos cártagik! Son como animales… —pero luego recordó inmediatamente a su sobrino adoptivo y agregó— ¡Uy, discúlpame por favor, Ta’mar! No quise ofenderte…

 Ta’mar no se había ofendido. No se consideraba cártagik.

 —Ta’mar no tiene nada de cártagik —confirmó su madre sin despegar la mirada de la revista— incluso creo que es más brazzky que muchos…

 Había dicho aquellas palabras con la clara intención de aludir a Ni’lin y esta lo sabía, así que la niña bajo la mirada como avergonzada.

 La fecha del Carnaval llegó finalmente. Habían pasado cinco años desde que la última elección de procónsules se había realizado y correspondía a hacer una nueva selección. La mujer más hermosa y el hombre más viril de todo Brazzky y sus colonias serían designados como los dos nuevos procónsules quienes tenían exactamente la misma cuota de poder político.

 Las candidatas femeninas al puesto de procónsul debían demostrar ser mujeres de gran sensualidad y los candidatos masculinos debían denotar ser sementales incansables. Naturalmente, la mejor forma de probarlo era mediante su participación en las diferentes orgías organizadas durante los Carnavales.

 Poco a poco Na’mu logró destacar y fue subiendo escalones desde el nivel vecinal, al regional, nacional y finalmente planetario. Los noticieros hicieron eco de aquel asunto.

 —La competencia por la selección del nuevo procónsul ha estado muy reñida este año pero los pretendientes al cargo han sido reducidos a dos; el actual procónsul Bu’rana que busca la reelección y el único retador que ha llegado hasta la final, el capitán Na’mu.

 —Es correcto —dijo el otro reportero— pero para probarse digno de ser procónsul no basta con penetrar personas, cuenta también la técnica, el estilo y la resistencia.

 —Según las participantes —informó el primer periodista— el capitán Na’mu tiene una excelente técnica y conoce muchas posiciones, es flexible y sabe estimular muy bien. Ha recibido buenas calificaciones.

 —Sí, pero el procónsul Bu’rana ha recibido buenos elogios por su habilidad oral y eso le gana puntos. Pronto sabremos el resultado ya que los Carnavales terminan hoy.

 —Cierto. A propósito que la actual procónsul Mura’lin logró la reelección hoy en la mañana durante la final marcando un nuevo récord en cuanto a amantes satisfechos.

 —Una cifra astronómica, por lo que veo.

 Na’mu y Bu’rana realizaron la final en un estadio complaciendo parejas frente a los espectadores y las transmisiones en vivo de la prensa. Ya estaban ambos sudorosos y con semblantes agotados, cuando finalmente Bu’rana tiró la toalla.

 —¡No puedo más! —dijo separándose de la joven con quién copulaba. —Me rindo…

 Ante esta declaración el estadio estalló en vítores y aclamaciones por parte de los partidarios de Na’mu y aplausos generalizados de todos los espectadores. Como parte del ritual se quemaron unas ofrendas frente al altar de Samyasa que produjeron un humo negro, símbolo de que el pueblo brazzky tenía nuevo procónsul.

 Dos días después se realizó la ceremonia que abría el nuevo periodo de gobierno en donde, naturalmente, ambos procónsules sostenían relaciones entre ellos en medio de una solemne ceremonia en el Palacio del Parlamento.

La guerra contra los cártagik recrudecía así que el ejército comenzó a reclutar nuevos soldados. Uno de estos voluntarios fue Ta’mar pero, por algún motivo, las oficinas de reclutamiento siempre perdían sus papeles o reprobaba las pruebas hasta que finalmente fue a hablar directamente con su padre putativo.

 Na’mu, que se sospechaba lo que sucedía, interpeló al director de las oficinas de reclutamiento.

 —Disculpe, Señor Procónsul, pero es que no podemos aceptar al muchacho. Es cártagik y no lo vamos a poner a pelear contra su propio pueblo, sería un peligro que nos traicionara…

 —Escuche —interrumpió Na’mu levantando su mano derecha y acallando a su interlocutor— Ta’mar es un cártagik en el sentido biológico únicamente, su corazón es brazzky. Confío en él ciegamente y sé que no nos traicionaría jamás. Acéptelo en el ejército, yo respondo por él.

 Y fue así como Ta’mar logró ser reclutado.

 Desde niño se había sentido brazzky y estaba completamente adaptado a la cultura que lo adoptó. No significaba esto que no lo hubieran molestado cuando niño por su aspecto físico y su origen, ni que no fuera blanco de discriminación. Por eso no se sintió extraño cuando el acoso y las burlas se suscitaron en el ejército, pero lo ignoró y logró destacarse bien en sus capacidades físicas y mentales ganándose la confianza de sus superiores y siendo ascendido al cargo de sargento.

 Las primeras escaramuzas en que participó se realizaron en la frontera de la constelación de Escorpio donde debieron defender colonias brazzky de los inminentes ataques cártagik y le correspondió comandar un escuadrón de naves cazas.

 Las ágiles y pequeñas naves unipersonales eran mortales y disparaban sus cañonazos de fotones y rayos láser con un acierto mortífero, destrozándose unos a otros en medio del negro espacio estrellado. La violencia de la destrucción terminó por atestar las inmediaciones cósmicas de escombros y vestigios de las naves destruidas que flotaban orbitalmente como un morboso recordatorio de la matanza.

 Las fuerzas cártagik derrotaron a las brazzky destruyendo la mayoría de sus naves. Aquellas sobrevivientes fueron rápidamente enganchadas y llevadas hasta la base espacial más cercana donde sus tripulantes, entre ellos Ta’mar, fueron hechos prisioneros.

 Los cártagik estaban asombrados al encontrarse con un comandante enemigo que pertenecía a su propia especie. Especularon con que había sido víctima de lavado cerebral desde niño y esto los irritó aún más. Intentaron comunicarse con él directamente pero Ta’mar no hablaba la lengua cártagik, así que tuvieron que usar un traductor electrónico.

 —¿Cómo te llamas? —le preguntó el que parecía ser el comandante cártagik.

 —Ta’mar, hijo de Na’mu —respondió orgullosamente.

 —No puede ser ese tu verdadero nombre —adujo— danos una muestra de tu ADN.

 —No.

 El comandante giró algunas órdenes a sus hombres y estos le extrajeron una muestra de sangre a la fuerza. Introdujeron la muestra en la computadora central que analizó el código genético comparándolo con las bases de datos hasta encontrar el registro pertinente.

 —Según nuestra información —le dijo el comandante leyendo una hoja de papel impresa por la computadora— tu verdadero nombre es Agarath, de la tribu Nukkar, hijo de Meruth y Yammara.

 —No. Soy Ta’mar, hijo de Na’mu.

 El comandante cártagik se rascó la frente, frustrado.

 —Sin duda que estos salvajes brazzky te han dañado mucho. Descuida, hijo, vamos a devolverte a tu mundo de origen con tu familia.

***

Planeta Cártagik, Sistema Sirius.

El sistema Sirius es un sistema triple, conformado por las estrellas Sirius A, Sirius B y Sirius C que los cártagik llaman Rakash, Yorthos y Nukameth. El planeta Cártagik gira en torno a una de estas estrellas (Nukameth) pero las otras dos están tan cerca que su cielo parece tener tres soles.

 El planeta era un horno hirviente, o eso le pareció a Ta’mar. Aquel mundo al que fue llevado era un gran desierto arenoso con algunas áridas montañas rocallosas en el horizonte y sin ninguna fuente de agua notable salvo por ríos y lagos subterráneos. La  anatomía cártagik estaba completamente adaptada a este clima inclemente; su piel era gruesa y resistente al sol, sus ojos tenían esa particular forma de la pupila oblicua para protegerse de la luz y, en la oscuridad, la pupila se expandía permitiéndoles ver bien con poca luz, nunca sudaban para ahorrar agua y requerían ingerir líquidos con menor frecuencia que otras especies.

 La vestimenta cártagik era siempre la misma; largos hábitos de colores pardos con capuchas que les cubrían la cabeza casi siempre. Sus casas eran talladas directamente en la piedra y aunque la tecnología les daba todas las comodidades necesarias, seguían apegándose a la arquitectura cavernosa tradicional. Para los grandes templos, palacios y edificios públicos preferían la construcción de enormes pirámides.

 —Cada cártagik pertenece a una tribu —le explicaba el comandante de la nave mientras lo llevaba camino a reencontrarse con sus familiares. —Y todas las tribus son lideradas por un prior que es líder político y religioso a la vez. Los priores tribales eligen a los obispos que gobiernan sobre extensas regiones geográficas y el Cónclave de Obispos a su vez, elige a Su Santidad el Patriarca quien es el máximo líder político y espiritual del pueblo cártagik. El Patriarca es el representante de los dioses.

 —¿Dioses?

 —Correcto. Los cártagik tenemos muchos dioses.

 —Sólo hay un dios y es Samyasa.

 Las palabras de Ta’mar parecieron enervar al comandante, pero este se recompuso.

 —Disculparemos tus blasfemias por algún tiempo porque fuiste maleducado por los bárbaros brazzky, pero deberás saber que en Cártagik la herejía se castiga con la muerte.

 —En Brazzky cada quien puede decir y hacer lo que quiera, e interpretar la religión a su manera…

 —Sí, lo sabemos. Por algo son unos brutos salvajes.

 La tribu Nukkar se había congregado para darle la bienvenida a su hijo perdido. El líder de la misma, el prior Igurith, era el hermano del padre fallecido de Ta’mar.

 —Bienvenido seas, querido sobrino —dijo ofreciéndole los brazos para abrazarlo— los dioses nos bendicen con tu anhelado regreso.

 El anciano lo abrazó, pero Ta’mar fue incapaz de corresponder adecuadamente el gesto.

 —Salvaremos tu alma —le dijo— y te enseñaremos las buenas costumbres que han regido a tu nación por generaciones.

 La vida de Ta’mar en Cártagik fue un infierno. Encontraba el clima como asfixiante aún cuando su organismo estaba adaptado a él. Extrañaba los refrescantes océanos que ahora eran reemplazados por el agreste desierto. No lograba aprender bien la lengua. Le obligaron a estudiar y aprenderse de memoria el Código de Hammur que contenía cientos de leyes interminables y aburridas, las cuales normaban hasta los aspectos más elementales de la vida diaria. La sociedad cártagik era autoritaria, patriarcal, rígida y, sobre todo, represiva.

 —¡Necesito tener sexo! —le dijo a su tío Igurith interrumpiéndole sus oraciones mientras se encontraba arrodillado en una capilla ante el altar de los dioses. —¡No puedo más!

 El anciano estuvo a punto de infartarse por las palabras vulgares de su sobrino. Se levantó pacientemente y lo encaró.

 —Cuida tu lengua, muchacho, estás en la casa de los dioses…

 —Quiero tener sexo con alguien… —insistió.

 —Mira, muchacho, si quieres… sumirte en la carnalidad… deberás casarte con una mujer.

 —¿Qué significa casarse?

 El anciano miró hacia el cielo como si pidiera consejo a los dioses.

 —Casarse es cuando una pareja se une en sagrado matrimonio y se jura lealtad eterna.

 —No quiero hacer eso. Simplemente me gustaría poder tener sexo con algún hombre o mujer.

 El anciano casi se desmaya. Tuvo que sostenerse del borde del altar para no desplomarse en el suelo.

 —¡Por los dioses! ¡Calla! Lo que dices es fornicación y está estrictamente prohibido. Cualquier relación fuera del matrimonio es ilegal. Y si es entre… entre dos hombres —dijo tragando saliva como si la mención de tal acto le causara un sabor amargo— es aún más prohibida. Cualquiera de las dos acciones se castiga con la muerte.

 —Con razón. Sólo el temor a la muerte puede hacer que la gente cumpla estas reglas tan estúpidas…

 —¿Has llamado al Código de Hammur como estúpido?

 —¡Sí! ¡Odio todas esas leyes tontas y represivas! ¡Escupo sobre el maldito Código de Hammur!

 —¡Esto es intolerable! —dijo indignado el anciano y fue a llamar a dos guardias que aferraron a Ta’mar, lo desnudaron y le propinaron cien latigazos con una afilada varilla de madera que le dejó terriblemente marcada la piel de la espalda.

 —Hemos sido condescendientes esta vez —le anunció Igurith al muchacho que lo miraba con rostro sudoroso y compungido de dolor. —La segunda vez que cometas sacrilegio te cortaremos la cabeza. ¿Has comprendido?

 Ta’mar asintió.

 —Será mejor que te adaptes a nuestra sociedad, Agarath. El ejército ha querido interrogarte para extraerte la información vital que puedas tener de los brazzky. Hasta ahora mi posición me ha permitido protegerte pero, si dejo de hacerlo te llevarán y te torturarán hasta que les digas todo. ¿Has comprendido?

 Ta’mar asintió de nuevo. 

***

Los violentos enfrentamientos entre brazzky y cártagik prosiguieron. Na’mu había dado por muerto a su hijo putativo lo cual enlutó sus días como los del resto de su familia. Para adicionar más problemas a su vida, la asexualidad de su hija se hizo pública y esto provocó un grave escándalo político y sus críticos abogaron porque fuera destituido. Aún así, Na’mu logró reelegirse en el cargo de procónsul gracias a sus destrezas sexuales y lideró a su pueblo una vez más.

 —La guerra contra los cártagik no puede continuar —le dijo a su compañera procónsul. La guapa mujer había sido reelegida por tercera vez gracias a sus atributos físicos y su aguda inteligencia.

 —¿Qué sugieres?

 —Ya es hora de que negociemos la paz.

 —¿Paz con esos monstruos?

 —Sí. ¿Qué otra opción tenemos? Nuestros recursos y tecnologías son equivalentes. Esta conflagración se ha extendido por muchas décadas ya. Tiene que terminar alguna vez ¿no?

 —Sí, supongo que sí.

 Así, los brazzky enviaron comunicados oficiales pidiendo reunirse con los gobernantes cártagik en territorio neutral y negociar la paz. Los cártagik, aunque reacios al principio, accedieron y se encontraron en el Planeta Kapax, ubicado en una estrella justo en medio de las constelaciones de Escorpio y de Canis Mayor.

 A la cumbre asistió el Patriarca de los cártagik acompañado de los prelados de confianza que representaban la jerarquía religiosa cártagik. Del lado brazzky acudieron los dos procónsules.

 —Con todo respeto, Señor Procónsul —le dijo el Patriarca—la política es un asunto de hombres. ¿No le parece que la señorita sale sobrando?

 Al escuchar esto la procónsul Mura’lin casi se pone verde de la ira, pero Na’mu intentó calmarla con algunos golpecitos de su mano en la rodilla.

 —Verá, Su Santidad, entre los brazzky las mujeres y los hombres somos iguales —explicó Na’mu— y el procónsul masculino tiene exactamente el mismo poder que la procónsul femenina. Además, ambos estamos regulados por un Parlamento con igual número de hombres que de mujeres.

 El Patriarca mostró una mueca de desprecio ante la descripción del sistema gubernamental brazzky pero prosiguió.

 —Muy bien. Es hora de negociar un tratado de paz entre nuestros pueblos que delimite, de una vez por todas, el territorio de cada especie.

 —Sólo por curiosidad —dijo Na’mu— ¿alguien sabe porque inició la guerra?

 —Necesitábamos protegernos —dijo el Patriarca— porque escuchamos rumores de que los brazzky gustaban de invadir planetas y luego violaban a mujeres y… a hombres —dijo tragando saliva como incómodo.

 Na’mu y Mura’lin se volvieron a ver recíprocamente y luego se carcajearon.

 —¡Eso es ridículo! —dijo Na’mu. —Los brazzky nunca forzamos a nadie a hacer nada que no quiera. Eso está absolutamente prohibido en nuestra cultura. Existen individuos perturbados que cometen crímenes, pero son procesados por la ley como cualquier criminal y nuestros índices de delitos sexuales son bajísimos.

 —Yo escuché —intervino Mura’lin— que la guerra había iniciado porque ustedes los cártagik nos iban a invadir para convertirnos a su religión a la fuerza y transformar a las mujeres en esclavas.

 El Patriarca sonrió.

 —Somos muy religiosos, pero nunca hemos tenido interés en convertir a los no cártagik a nuestra religión. No nos interesa que otras especies la practiquen.

 Por unos momentos cártagik y brazzky se escrutaron mutuamente. Talvez todo había sido un malentendido.

 Las negociaciones fluyeron más cordialmente. La Galaxia era muy grande como para pelear por territorio y lograron delinear bien sus fronteras. Tras una semana de diplomacia comenzaron a simpatizarse y hasta establecieron un artículo en el tratado de paz que incluía la cooperación militar en caso de que fueran atacados por un tercero.

 Finalmente, el Patriarca de Cártagik y los Procónsules de Brazzky firmaron el Tratado de Kapax poniéndole término a la larga enemistad.

 —¿Sabe? —le dijo el Patriarca a Na’mu— debí suponer que ustedes los brazzky no eran tan malos después de todo. Hace algunos años llegó a mi despacho un informe sobre un muchacho cártagik que fue rescatado de los brazzky y que había sido criado desde niño por ustedes. Parecía estar sano físicamente y hablaba con mucho cariño de sus padres adoptivos.

 El corazón de Na’mu saltó. ¡Sólo podía ser Ta’mar!

 Aprovechando las nuevas relaciones diplomáticas Na’mu partió de inmediato a Cártagik acompañado de su alma vinculada Dar’lin y su hija Ni’lin, aunque sólo pudieron salir de la nave de noche o de lo contrario el clima candente les hubiera causado daño físico. Llegaron hasta el territorio de la tribu Nukkar donde se alzaba una vieja casa de piedra.

 Sentado en una mecedora en la terraza de la casa estaba Ta’mar, aunque ya no tenía el mismo espíritu vivaz y jovial de antes. Éste le había sido arrebatado, quebrado, a punta de dolor y regaño. Había aprendido a contener sus deseos, reprimir sus ansias y se había resignado a una magra existencia sin placeres ni goces. Se había casado con una mujer sumisa y sin aspiraciones mayores a ser esposa y madre, y había aprendido a vivir sin fiesta, licor o pasión.

 —¿Ta’mar? —le preguntó Na’mu notando la muerta mirada en sus ojos. El muchacho no había escuchado ese nombre en mucho tiempo. Cuando alzó la vista y observó a su amada familia brazzky pensó que estaba soñando. Contemplando algún espejismo cruel y burlista. —Ta’mar, somos nosotros —insistió Na’mu.

 La vida regresó brevemente al rostro del joven y la esperanza iluminó sus ojos por primera vez en largos y amargos años. Ta’mar saltó de un golpe y abrazó a Na’mu, para luego imitar el gesto con su madre y hermana.

 —¡Gracias a Samyasa que vinieron por mí! —dijo Ta’mar— ¡Por favor llévenme de vuelta a Brazzky!

 El gesto de Na’mu se ensombreció.

 —No podemos —dijo— eres un ciudadano cártagik y llevarte pondría en riesgo nuestro tratado de paz…

 Ta’mar se sintió devastado. Estaba condenado a vivir en aquel infierno por siempre…

 —Un momento —intervino Ni’lin— hay una solución.

 —¿Cuál? —preguntó extrañado Na’mu.

 —¡Se nota que no has estudiado a fondo la cultura cártagik, papá! Entre los cártagik existe la costumbre de intercambio entre tribus para cimentar la paz. Una tribu entrega a una mujer a la otra tribu y viceversa para cerrar el pacto.

 —¿Cómo sabes todo eso?

 —He investigado la historia y sociedad cártagik. Esa costumbre está contenida en el Código de Hammur que es su libro más sagrado. El gobierno entenderá si toman a Ta’mar y lo intercambian.

 —¿Intercambiarlo? ¿Por quien?

 —¡Por mí! —reveló ella.

 Na’mu y Dar’lin se vieron las caras intentando encontrarle sentido a aquello.

 —¿Qué estás diciendo, Ni’lin? —preguntó Dar’lin.

 —Miren… yo no soy feliz en Brazzky. Odio el sexo y las fiestas. Me encanta la cultura cártagik y su sistema de vida. Seré muy feliz aquí. Ellos tienen mujeres que se enclaustran en monasterios y pasan toda su vida en celibato dedicadas a orar. ¡Y eso suena como el paraíso para mí! Déjenme quedarme y al mismo tiempo podrán llevarse a Ta’mar que será más feliz en Brazzky.

 Resultaba lógico todo aquello. Ta’mar se despidió de la esposa cártagik a la que nunca amó y con quien, afortunadamente, nunca tuvo hijos y le dejó todas sus propiedades en el planeta para que no padeciera necesidades. Ni’lin también se despidió de sus familiares y cuando estos partieron en su nave le explicó la situación al prior Igurith quien coincidió en que aquella había sido la mejor opción, y procedió a ayudar a Ni’lin a inscribirse en un convento.

 —En cuanto lleguemos a Brazzky —le decía Na’mu a Ta’mar mientras piloteaba camino a su planeta— organizaremos una buena fiesta-orgía para celebrar tu regreso.

 —¡Hogar, dulce hogar! —suspiró Ta’mar sonriente. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo