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Luego de haber estado en observación un par de horas más, me dieron el alta. Me habían colocado suero, por lo tanto ya estaba hidratada. Y me habían dado un antiemético, para no volver a vomitar. 

Una oficial se acercó de mala gana a la habitación, para buscarme y llevarme nuevamente a mi celda. 

Aquí estamos, una vez más. Pensé, cuando crucé la reja. 

La mujer se giró para irse, pero antes, le pregunté:

-Señora ¿Qué hora es?- 

Molesta, miró su reloj. 

-Las dos de la madrugada, niña- 

Y volteandose, sin siquiera esperar mi agradecimiento, se marchó.

Definitivamente, aquí no había ni una sola persona amable. 

Me acosté en la cama, aunque no tenía sueño por todo lo que ya había dormido en el hospital. 

Cerré mis ojos y la imagen del policía vino a mi mente. 

¿Por qué demonios estaba pensando en él?

Era un idiota, un soberbio, un... 

Joder, tenía esa mirada que calaba hondo hasta mis huesos. De sólo pensarlo, mi corazón se aceleraba. 

Pero tenía que dejar de pensar en él, por distintas razones. 

Por un lado, era un oficial y yo una criminal. En realidad era inocente, pero frente a sus ojos no.  Estar juntos jamás sería una opción, estaba "prohibido". 

Por otro lado, era evidente que un hombre como él, no se fijaría en una muchacha como yo. 

No sabía con exactitud cuántos años tenía, pero estaba segura que más de veintiocho. 

Él tenía mucha seguridad y disciplina. Probablemente venía de una gran familia.

Yo, sólo era la pobre niña que no tenía futuro, y bailaba en un bar de mala muerte.

Qué diablos. No me importaba. Dejaría de pensar en él. 

Iba a lograr todo lo que me había propuesto, todo lo que le había prometido a mi madre.

Y ya, no lo vería nunca más. No dejaría que su mirada volviera a juzgarme, jamás. 

🟣🟣🟣🟣🟣

Aún me costaba creerlo. Hacía ya tres días que estaba aquí. 

Conforme el tiempo pasaba, mi desesperación aumentaba. Nadie me decía nada sobre mi causa, todos los agentes me ignoraban.

La comida era espantosa, y muy escasa. El baño siempre estaba ocupado y sucio. Las mujeres eran hostiles y no podían hablar con Cindy.

En conclusión, no aguanta más éste sitio. ¿Qué pasaría si me condenaban a diez años? 

Me sentía vacía y sin saber qué hacer. 

Estaba sentada en el suelo, apoyando mi cabeza y espalda contra la fría pared. En éstos días, había descubierto que el piso era más cómodo que la cama. 

Estaba tapada con una frazada, pero aún así, tenía frío. Las noches eran los momentos más difíciles, sobre todo por la soledad.

Sonreí pensando en mi mamá, cuando ella me arropaba antes de dormir. Cómo extrañaba esos momentos, que nunca volverían...

De pronto, un ruido me sacó de mis pensamientos. Un guardia abrió mi celda y se acercó a mí.

-Vamos. Quizá hoy es tu día de suerte- dijo con tono burlón. 

Fruncí el ceño y apreté mi mandíbula. Me daba miedo lo desconocido, lo que podía sucederme. Pero también me hacía sentir impotente cómo me trataban. Tenía un torbellino de emociones dentro de mi pecho, queriendo salir a flote. 

Me puse de pie y lo seguí por los largos pasillos grises, iluminados por una débil luz. 

Finalmente, llegamos a una sala donde nunca había estado. Al entrar, me encontré con el policía que conocía. Si, el poli guapo.

Hacía muchos días que no lo veía, desde que había estado internada. 

Y joder, ¿Podía ser que estuviera más lindo? No. Seguro era parte de la locura que había desarrollado por el encierro.  

A su lado, había otro oficial más. Estaban sentados, observándome con frialdad. Frente a ellos, había una mesa y una silla, donde me senté temblando por el frío. 

-¿Tienes frío?-  preguntó el que conocía. Me sorprendió su pregunta, ya que no esperaba que lo notara, y aún menos, que le importara. 

Asentí. La manta la había dejado en la celda y sólo llevaba la estúpida ropa de prisión.

No, no era la típica naranja de las películas. Era gris, holgada y olía bastante mal. Pero como la tela era fina, no servía de mucho en estos días fríos.

– Tráigale un café, por favor- se dirigió al guardia que me había traído. 

Por mi parte, no entendía nada de lo que sucedía. ¿Por qué de pronto era tan atento? ¿Qué hacía yo aquí, frente a estos hombres?

-Bien. -volvió a hablar -Señorita Johnson, como sabrá, soy el oficial a cargo de su caso... Junto con el Comisario, estuvimos evaluando su situación. Tuvimos en cuenta su declaración, hablamos con otros miembros del club y leímos sus antecedentes. -

Okey. Todo eso podía ser bueno o malo. Intenté averiguarlo observando su rostro, pero este era impenetrable como de costumbre. Ni siquiera podía identificar alguna emoción. 

Supuse que su profesión lo hacía ser así, frío e indiferente. 

-Y finalmente- continuó -Tomamos una decisión respecto a su detención-

Apreté mi mandíbula y esperé ansiosa su respuesta. 

Dios mío, necesitaba una buena noticia. 

Pero su mirada era tan dura que mi corazón se agitó desesperado. 

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