CAPÍTULO 6. EN CUALQUIER FLOR

Tres días después

Liuggi se estaba vistiendo, en menos de un par de horas su mejor amigo Nickólas Sebastini contraería matrimonio con la mujer a quien amaba profundamente Sophía Madrid, ambos se habían quedado juntos la noche anterior, pues pensaban era mala suerte ver a la novia el mismo día de la boda.

—¿Cómo te preparas amigo para tu gran día?—le preguntó a Nick.

—Jamás pensé estaría nerviosa el día de mi boda, ¡Es increíble! En apenas unas horas, voy a casarme con ella. Estoy loco, mas en verdad amo a Sophía con todas mis fuerzas, energías.

—Eso me hace feliz, estoy muy alegre por ti, por haber superado todas tus inseguridades y por confiar de nuevo en Sophía —mencionó Liuggi colocando su mano en el hombro.

—Liuggi, no es inseguridad, no es fácil procesar el hecho de saber que tu mujer se ha acostado con su mejor amigo y de paso terminó yéndose a vivir con otro amante, yo tenía razones para desconfiar de ella, pero si le perdone todas sus desavenencias es porque la amo—Expresó Nick.

—Nick, ¿Cómo puedes ir al altar con tantas dudas? Si eso piensas de ella, será mejor no casarte. Sophía te ama y va a casarse contigo, pensando creíste su palabra de no estar con Roger e inocente todos tus pensamientos.

—Por Dios, ¿Cómo voy a creerle de qué no estuvo con ese tipo, cuando ella misma me lo confesó? —le dijo molesto.

—Se lo inventó porque estaba enfadada—le cuestionó.

—¿Por qué la defiendes tanto? ¿Ella te gusta, verdad? —interrogó molesto.

—Estás loco Nick, estás enfermo de los celos, no es justo, porque quieres ponernos a pagar a todos por los errores y el daño causados por otros en el pasado. Sophía es realmente una mujer hermosa, deseable, te mentiría si te dijera no es una mujer encantadora, no obstante, es tu mujer Nick y eso lo respeto, no soy Sebastián Ferrari quien te traicionó acostándose con tu exesposa, tampoco la estoy defendiendo, considero soy un hombre lógico, práctico procuro siempre en analizar los hechos, porque trato de no dejarme llevar por los impulsos.

» Si el instinto no me falla, ella es una mujer respetable, no la vayas a perder por culpa de tu desconfianza—terminó de hablar palmeando la espalda de su amigo—sabes para mí eres el hermano que siempre quise tener, hazme sentir orgulloso de ti, te quiero amigo.

Nick le respondió.

—Yo también te quiero sabelotodo—respondió y ambos se fundieron en un gran abrazo.

—Listo, ya pasó el minuto de emotividad, ahora vistámonos rápido para no llegar tarde al bodorrio.

Así los dos amigos se alistaron en treinta minutos, ambos estaban vestidos con esmoquin, Nick de blanco y Liuggi de negro, juntos salieron a la villa ubicada en Montalcino propiedad del primero, donde celebrarían la ceremonia y la fiesta.

Al llegar se dirigieron al jardín el cual estaba decorado en estilo romántico, con flores en colores cálidos y pasteles, del cual destacaban pequeñas luces, dando un toque refulgente al ambiente.

Estuvieron conversando con algunos conocidos e invitados a la fiesta, Nick lo tenía un tanto irritado, con sus bromas.

—¿Sabes Liuggi, en la mayoría de las celebraciones matrimoniales los padrinos terminan juntos?

—No Nick, no lo sé, nunca había sido padrino de uno, normalmente me hago rodear de gente muy coherente, de esos quienes le huyen a este tipo de compromisos como a la peste, hasta tú lo hacías, después de dejarte de tu exmujer, pero conociste a Sophía y volviste a caer.

» No entiendo esa estupidez de los hombres de querer compartir toda una vida con una misma rosa, cuando hay muchas flores en el jardín—le dijo sonriente—Y a todas estas, ¿Dónde está la famosa madrina?

—Wow, ya estás deseoso por ver con quien terminarás junto.

—Estás loco, no busco mujer, yo jamás me enamoraré de nadie. Estoy claro de la vida. Además volví a estar Lisbani— le dijo sorpresivamente.

—Liuggi, ¿Cuántas veces he oído esa misma afirmación? Duras con ella seis meses, terminas una semana y vuelves. ¿Acaso Lisbani va a ser la mujer quien terminará controlando al mujeriego empedernido dentro de ti? Además  lo sabes ¿Verdad? Ella va en serio contigo, ha estado enamorada de ti por años, y siempre ha querido conquistarte, te mira como si fueses el único hombre disponible en la tierra. Además, es una morena preciosa, con un cuerpo de infarto muy conveniente para perderse entre sus curvas.

—¿Y por qué carajo debes estar diciendo que Lis tiene un cuerpo de infarto Nick?—le interrogó irritado—eso no es tu problema.

—Bueno, en cambio tú si puedes decir de mi futura esposa cuan deseable es. Tienes doble rasero amigo. Además no tienes porque temer, aunque soy más apuesto que tú, solo tengo ojos para Sophí, mi futura esposa, ella es la única mujer capaz de producir un cataclismo en mi interior. Aparte de ello, no habías terminado con tú Ángel, porque quería algo serio contigo y te negaste o ya ¿Cediste?

—No voy en serio, no he cedido. Solo me acuesto con Lisbani porque es placentero tener sexo con ella, además siento mucha satisfacción al follármela. Y sí, habíamos estado un mes sin tener relaciones, pero hace unos días volví a tener con ella la mejor cogida de mi vida —declaró sonriendo satisfecho—. Aunque solo es una relación sin ningún compromiso, por eso no tengo límites para mirar las diversas flores en este jardín, si me gusta alguna Lisbani está clara,  sabe la verdad, solamente me soy fiel a mí y si se me presenta una oportunidad con otra mujer no voy a desperdiciar mi tiempo y no dudaré en acostarme con ella.

—¿Cuándo te volviste tan cínico?—le interrogó Nick.

—¿Cínico? Jamás. Soy práctico. He visto mucha gente sufriendo en nombre del amor. Mi mamá, mis primos, tu papá, algunos de mis conocidos, hasta tú mismo, dices amar a Sophía y viven discutiendo, no compañero me miro en esos espejos y no me gusta el reflejo.

—Bueno, si es así, nada te impide termines enrollándote con la dama de honor como dicta la costumbre —indicó con una sonrisa—. Aunque Mariana no creo sea de tu agrado, tiene la lengua demasiado afilada y a decir verdad no me gustaría tuvieras una relación seria con ella, pues hay algo de ella poco convincente.

—Es bueno saber cuan en alta estima tienes a tu madrina de boda—dijo con  una sonrisa.

Nick miró su reloj Rolex y expresó.

—Mejor ni hablemos de ella. Ha llegado la hora de casarme.

—Suerte, amigo, deseo seas muy feliz—le dijo Liuggi abrazándolo.

Su amigo Nick se ubicó, abrió la marcha nupcial acompañado de una de sus tías, una hermana de su padre, porque con la madre nunca tuvo una buena relación con él a no ser pedirle dinero. Mariam era una completa arpía, no había nada en ella como persona para rescatar.

Se paró en el arco que fungía como altar a esperar a la novia, mientras Liuggi esperaba a la madrina, a quien aún no tenía el gusto de conocer, de repente se le acerca otra tía de Nick diciéndole.

—Allí viene la madrina acompañando a la novia, debes entrar junto con ella primero.

Liuggi giró y casi se cae para atrás, al darse cuenta de quién era la madrina, una mujer a la cual había conocido, era nada más y nada menos que la loca del volante, jamás pensó en encontrársela allí; ella se quedó observándolo con una mirada fulminante, mientras él pensaba el descaro de  esa mujer, aunque si quería guerra la tendría, por eso la imitó, se quedó mirándola con la misma intensidad por ella utilizada y así emprendieron entre ellos una pequeña lucha de miradas, sin decirse nada.

Hasta escuchar  las palabras de la tía de Nick, una señora delgada con semblante muy dulce, quien se animó a presentarlos.

—Chicos, ¿No se conocen? Pues los presentaré, Liuggi ella es…

La chica la interrumpió diciendo con enfado.

—No es necesario, señora Paula, ya he tenido la desdicha de conocer a este individuo.

La señora se confundió un poco, sin embargo, no dijo nada porque fue necesario brindarle atención a las damas de honor, quienes en ese momento debían continuar la marcha por el pasillo.

—Pues, lo mismo digo, porque no ha sido deleite alguno conocerte a ti, ¿Marianita?—preguntó con un brillo en los ojos—¿Es así como te llaman?

—No, no es Marianita es Mariana, claro me imagino lo dices porque tú eres Liuggito—dijo con una sonrisa pícara.

—No loca del volante, no es Liuggito es Liuggi, como te darás cuenta los diminutivos no van conmigo, soy un hombre de grandes proporciones.

—Claro me imagino, cuando las cosas son comunes y de poca calidad se consigue en abundancia o como dices en grandes proporciones—expresó con petulancia.

—Si es cierto, imagino habla la voz de la experiencia, te ves bastante común frente a tus amigas, ellas tan delicadas y tú tan ordinaria—. Por Dios, pensó ¿Por qué se comportaba así con ella? ¿Qué le estaba pasando? Nunca trataba mal a una dama, aunque era precisamente porque la loca del volante lo exasperaba.

—¡Eres un imbécil!, ordinaria tu madre—expresó enfurecida.

Fueron interrumpidos por la señora Paula.

—Chicos ya es su turno, deben recorrer juntos el pasillo, ya pasaron las damas de honor, les toca a ustedes los padrinos.

Liuggi con una sonrisa de burla la tomó del brazo, cuando lo hizo ella sintió un corrientazo recorrer su cuerpo y asustada se soltó con violencia, él enfadado le dijo:

—Te aseguro a mí también me incomoda tocarte a ti.

—A mí más querido, me resulta realmente desagradable, sobre todo porque eres un pervertido.

La señora Paula les reprendió.

—¿Qué les pasa? ¿Por qué ese comportamiento? Están en la boda de sus amigos, los protagonistas deben ser ellos, no vayan a crear conflictos por favor.

De seguida se tomaron del brazo y juntos caminaron por el pasillo, se ubicaron a un lado, mientras esperaban entraran todos los integrantes de la marcha, cerrado por una hermosa novia sonriente, quién caminaba poco a poco en brazos de su padre hasta llegar donde la estaba esperando el ansioso novio y dónde una vez pronunciados los votos sellaron su amor.

Entretanto Mariana miraba a Liuggi con intensidad, le había gustado demasiado, no pudo evitar sentirse excitada hacia su contacto, sin embargo, tampoco podía controlar esa especie de pasión y rabia que experimentaba junto a él, eso no lo había experimentado con ningún hombre solo con él y con otro hombre, quien a partir de ahora parecía prohibido.

A un alma se le mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una catedral por la altura de sus torres. Gustave Flaubert.

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