CAPÍTULO 5. AUTOENGAÑO  

Él la observó por un momento, la vio mirando por la ventanilla del auto, no le gustó verla triste, le tomó la mano besándosela y expresó:

—Ya no quiero verte triste, ni tampoco enojada. Tengo hambre, esta mañana salí deprisa sin desayunar, ¿Podemos ir a almorzar? —preguntó Liuggi.

—¿Es una invitación Lombardi? —preguntó suspicaz.

—Es una sugerencia, porque ando en tu carro y eres quien manda—dijo en tono neutro.

—Ojalá me dijeras eso siempre. Almorcemos en mi departamento, yo invito —propuso la chica de mejor humor.

—¿No será meterme en la cueva del lobo?—interrogó arqueando las cejas.

—Le vas a tener miedo a una lobita como yo—pronunció coqueta—además, lo tengo claro, jamás te enamorarás de mí, sin embargo, nada nos impide seguir practicando una sesión de sexo sin compromiso —expresó mientras se subía a horcajadas sobre él, obligándolo a aparcar a un lado.

—¡¿Sabes estás loca?! Pudimos haber chocado—le dijo serio.

—¿No te gusto? ¿Tampoco las cosas que te hago? —inquirió meciéndose encima de él y tocándolo, mientras lo besaba apasionadamente —. Te deseo por favor, no me rechaces —mencionó la chica junto a su boca—, te necesito, no ha habido nadie más.

Liuggi no podía rechazarla, porque le encantaba estar con ella, además Lisbani era demasiado provocativa, aparte no quería ofenderla, la chica tenía la capacidad de provocarlo y tocarlo en el punto exacto donde sus deseos se aceleraban, era como un vicio, no podía renunciar a ella por muchos intentos hechos por hacerlo, entonces si no tenía ningún impedimento, porque negarse a esos momentos de placer y sin pensarlo más respondió a sus besos, cuando sintió su descontrol, la apartó a un lado.

—Vamos a tu apartamento—le dijo con voz ronca.

Siguió conduciendo demasiado ansioso por llegar a su destino, al entrar no mediaron las palabras, sino que la tomó por detrás y la atrajo hacia sí, inclinó la cabeza hacía ella y empezó a besarle el cuello con pasión. El cuerpo de Liuggi se pegó al suyo y un leve corrientazo le recorrió el cuerpo, la volteó y se fueron despojando de la ropa con frenesí, la cual caía desordenada en el piso mientras caminaban abrazados hacia la habitación.

                                                

Se arrojaron en la cama y siguieron besándose con ímpetu, dieron rienda a la pasión, le arrancó la ropa interior con violencia, al terminar de desnudarla la colocó de espaldas, acariciando su columna, la inclinó en la cama, mientras la tomaba por las caderas, situándose detrás de ella, se introdujo de una sola estocada, con movimientos duros y fuertes la fue penetrando, mientras sentían oleadas de calor recorrer sus cuerpos.

La apretó con fuerza, entraba y salía de ella con estocadas frenéticas, arrancándole fuertes gemidos a Lisbani, ella siempre tenía esa capacidad de nublarle los sentidos, le encantaba tocarla, estar dentro de ella, lo hacía sentir fuera de sí, siempre sus encuentros eran gloriosos, con Lis, estaba siempre al borde del precipicio, perdió el control, la tomó sin misericordia, con un poco de violencia y sin poder esperar más se vació dentro de ella, mientras olas de placer los recorrían.

Al terminar se acostó con ella, tratando de controlar la respiración, sin querer salir de su interior, la movió quedándose en la misma posición acostados, permaneciendo dentro, no pudo evitar acariciarle los senos, los masajeaba, logrando que Lis le sacudiera el trasero en el pene, eso lo puso a mil, la giró y comenzó a besar, mordisquear y chupar deliciosamente sus senos, disfrutaba de ellos como si fuesen el manjar más exquisito probado.

Ella era como una droga para él, se sintió de nuevo muy erecto y sin pérdida de tiempo, la volvió a penetrar, esta vez fue más fuerte sin ceremonia, entraba y salía con ímpetu de su interior, haciéndole estremecer todo su cuerpo, alcanzando ambos de manera simultánea la cúspide del placer, cayendo uno en brazos del otro completamente extasiados y satisfechos.

Con Lisbani siempre era así, todo pasión, sexo duro, sin ternura, ni delicadeza, sin palabras dulces, ni promesas de amor, por mucha satisfacción que le producía estar con ella, y el delicioso placer sexual experimentado, no la amaba, la quería, pero como una amiga, sin embargo, a pesar de tener otras mujeres siempre volvía a ella, no aguantaba estar mucho tiempo lejos.

De repente se sorprendió y salió de ella asustado, se le olvidó usar protección, enseguida le dijo.

—Lisbani ¿Estás tomando la píldora? No he usado protección.

—Tranquilo Liuggi, yo me encargo, no tienes porque temer—pronunció Lisbani, mientras su conciencia le cuestionaba, por sus intenciones, sentía no tenía otra opción, le pidió perdón mentalmente por eso, aunque había pensado y planificado todo durante muchos días, desde el momento de enterarse… estaba quizás comportando de forma egoísta… no obstante, de inmediato interrumpió sus pensamientos diciéndose interiormente “no mires atrás Angélica, si lo haces puedes arrepentirte y ya no hay vuelta atrás”.

—Me parece bien. No quiero sorpresas Lis habló con seriedad—. Espero no confundas lo sucedido. Esto entre nosotros es solo y puramente sexo, sin compromiso. No quiero te hagas ilusiones, recuerda soy demasiado egoísta para amar a nadie —dijo sin dejar de mirarla. Sintió algo conmoverlo en su interior, cuando vio como un indicio de tristeza cruzarle el rostro, mas ella lo disimuló rápido, por eso le preguntó—¿Está Claro Lisbani?

Ella sintió su corazón partirse como si fuera galleta, quiso entristecerse, mas de inmediato logró retomar el control, no valía la pena, ella sabía a qué atenerse con Liuggi, jamás la amaría y no podía olvidarse de eso. Liuggi interrumpió sus pensamientos interrogándola nuevamente mientras fruncía el entrecejo.

—¿Me has escuchado Lisbani Angélica?

—No necesitas decir mi nombre completo, como si fueras mi padre y yo una niña desobediente, te entendí perfectamente y claro. Solo te sirvo en la cama, para follar y más nada —. Se levantó caminó al baño para limpiarse, pero de inmediato regresó diciéndole —, si quieres llévate mi auto, ve a comer a un restaurante, retiro la invitación de hacerte la comida. Ya no me provoca cocinar.

—Estás haciendo esto ¿Por qué estás enojada, por lo que te dije? —preguntó preocupado, no le gustaba cuando ella exhibía ese carácter de mujer indomable, porque generalmente con él siempre era agradable.

—No Liuggi, estoy muy encantada —le dijo con sorna

.

—¿Cómo irás al trabajo si me llevo tu vehículo? —preguntó preocupado.

—Voy en la motocicleta—respondió ella desafiante.

—No me gusta te movilices en motocicleta, si no estoy yo manejándola—le dijo con énfasis—además tú corres mucho, me atemorizo de solo pensar puedas tener algún accidente.

Ella se quedó mirándolo incrédula y molesta.

—Pues a mí sí, me gusta conducirla, adoro la velocidad. Además no es asunto tuyo donde y la manera de como me desplazo, no eres nada mío, sino el tipo con quien de vez en cuando follo —refutó mientras entraba nuevamente al baño.

—Cuando te pones con esa actitud no te reconozco Lis, eres una grosera, deberías lavarte la boca con jabón —Le dijo a través de la puerta cerrada.

Mientras sonreía, su chica era así cuando se enojaba. Y luego pensó “¿Tu chica Liuggi? Estás delirando, ella no es tu chica, no sé qué te pasa últimamente con esa morenaza, se está colando en tu mente a cada rato”, se dijo.

Debes buscar a alguien para dejar claro, Lisbani no es nada especial para ti. ¡Por Dios! No podía imaginarse toda la vida con una misma mujer, eso lo asustaba. Debía buscar otra fémina y con urgencia. Pensó mientras salía del apartamento de Lisbani.

“No hay nada más fácil que el autoengaño. Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree“. Demóstenes.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo