CAPÍTULO 1. EL PRINCIPIO  

El día amaneció soleado en Montalcino, una pequeña ciudad situada en lo alto de una colina de Val D̕ Orcia, construida en las ruinas de una iglesia, de origen etrusco y romano, con una belleza asombrosa. Allí aledaño a ese extraordinario paisaje, entre los valles de Ombrone y Asso, Liuggi Lombardi tenía su hermosa villa, la cual imponente destacaba en el lugar, cercana a la de su amigo Nickólas Sebastini.

Salió de su paraíso privado, tomó el carro y partió con prisa, debía estar con urgencia en la ciudad de Florencia, lo separaban ciento catorce kilómetros para llegar allí, debía resolver un asunto relacionado con un cliente,  a quien se le instaló en la sede de una de sus empresas, uno de los sistemas ofrecidos por su compañía de seguridad y el cual había arrojado una falla con graves consecuencias.

En un principio, creyó que la falla se debía a un manejo inapropiado en los dispositivos del sistema seguridad, aunque ahora no estaba muy seguro, porque luego de una investigación determinaron el robo de una gran cantidad de productos e insumos, ocasionado grandes pérdidas económicas para la empresa, sin embargo, horas antes le había llegado una información bastante interesante, la cual pensaba leer en cuanto tuviera oportunidad.

El cliente estaba bastante molesto, por lo cual debía reunirse para buscar una solución, de lo decidido proceder si era necesario él mismo a realizar una nueva instalación, aunque su gente instaló doble mecanismo, no podía explicar la falla. Le resultaba realmente curioso, durante los catorce años, trabajando en el área de la seguridad y defensa, era la primera vez, cuando le sucedía algo así, por ello le costaba hallar las razones causantes de esas circunstancias.

La empresa Lombardi Security Solution, era reconocida por su prestigio, seriedad y efectividad, era famosa no solo en Italia, sino también en los demás países de Europa, inclusive había trabajado para algunas empresas Norteamericanas, de hecho el cliente con quien iba camino a reunirse tenía más de cinco años realizando contrataciones con él, nunca hubo ninguna novedad, mas ahora lo sucedido le complicaba todo, y justo en el momento cuando tenía compromisos familiares, si porque Nickólas Sebastini, no era un amigo sino un hermano.

Nick y él, se habían conocido cuando tenían dieciocho años, desde ese momento se hicieron inseparables, hasta hacía un par de meses cuando habían tenido una discrepancia, su amigo se había enamorado de una chica española Sophía Madrid, pero por celos, pensaba él mal infundados, había iniciado toda una campaña de venganza en contra de ella y la familia, cuando lo había intentado convencer para hacerlo desistir, se había molestado,  terminó echándolo a otra sucursal de la empresa; si porque a pesar de ser el dueño de su propia compañía, por amistad con Nick había aceptado trabajar directamente en su equipo de seguridad, sin embargo, esa actitud  tan injusta le molestó mucho, a tal extremo que renunció a continuar trabajando con él.

Esa había sido la primera discusión entre ellos, se habían enfadado mucho, duraron un tiempo sin hablarse hasta hacía un mes cuando decidió reconciliarse con él y por casualidad fue el mismo día cuando su amigo realizó el compromiso con Sophía; Nick era un poco quisquilloso y un tanto impulsivo pese a todo ello, al final terminaba escuchándolo, sonrió al recordarlo, mientras concentraba sus pensamientos en el problema de la empresa, era necesario solucionar ese mismo día la desavenencia con el cliente, porque  tenía compromisos con Nick, en tres días se casaba y a él le correspondía ser el flamante padrino.

Recorría el camino deprisa, no obstante, se percató del error reflejado en el tablero de la camioneta, una de las luces se había encendido, terminó aparcándose a la orilla de la calzada, buscó en la guantera el manual del coche para revisar, y poder verificar a cuál mecanismo correspondía, porque por lo demás el auto parecía perfecto.

Salió con el manual en la mano, cuando estaba a un lado revisándolo, de espaldas al vehículo, escuchó un golpe como un ruido seco, al girarse, un Jeep se había llevado el retrovisor de la camioneta, parándose un poco más adelante. Caminó al otro auto con el ceño fruncido. Mientras acortaba la distancia, descendió una chica echando chispa del enojo, le brincó encima con los puños levantados, gritando barbaridades, parecía una desquiciada, le pareció tan cómico su aspecto y toda la situación, no pudo evitar sonreírse.

Terminó riéndose a carcajadas, al darse cuenta de la burla, la mujer enfureció más, tirándosele encima con una fuerza descomunal, haciéndolo trastabillar y perder el equilibrio por la sorpresa del ataque, cayó en la grava y ella encima de él, quien se puso a horcajadas mientras seguía insultándolo y golpeándolo.

—¡Maldito estúpido! No solo dejas tu auto mal estacionado en plena vía, también te atreves a burlarte de mí, ¿Qué te has creído? ¡¿Te crees el dueño del mundo o eres un imbécil?! —exclamaba la mujer fuera de sí.

Él la tomó de los brazos con cada una de sus manos para evitar continuara agrediéndolo, porque ella seguía encima de él, moviéndose como una posesa golpeándolo, entretanto su cuerpo decidió estar en su contra, sintió un cosquilleo en el interior, y el amiguito brincón  de inoportuno decidió levantarse, ¡Por Dios!, solo eso le faltaba la loca seguía con esos movimientos frenéticos y gritando, sin parar, aunque trataba de inmovilizarla con sus brazos, no se detenía, la veía gesticulando sin entenderla.

Liuggi solo se fijaba en sus labios llenos, eran invitadores, los ojos eran de un extraño color, no eran del todo verdes, porque tenía pequeñas motitas amarillas en su iris, rodeadas de chispas marrón,  después de allí, eran verdes, tenía cejas perfiladas, pestañas no tan largas, pero igual tenía ojos impresionantes, una nariz mediana un poco torcida, sin embargo, armonizaba perfectamente con el rostro ovalado, los hermosos cabellos rubios le caían sobre los hombros, como rayos de sol.

Él también estaba loco, porque estaba excitado y para controlar la situación no tuvo una mejor idea, sino la de halarla hacía sí, le sostuvo ambas manos con una de las de él, se inclinó un poco hacia adelante y con la otra mano la tomó por detrás de la cabeza obligándola a bajarla y sin más la besó.

Sus labios le parecieron unos de los más provocativos que había besado en la vida, sabían a cerezas dulces, ella de la sorpresa abrió la boca y el aprovechó esa ocasión para introducir la lengua dentro de su cavidad bucal y comenzó a devorar sus labios sin pensar en nada más, sino en esas deliciosas sensaciones las cuales lo pusieron a mil.

“El más difícil no es el primer beso sino el último.” Paul Géraldy.

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