Se llama Stonw.

Iris está a nada de pegar la frente contra el pupitre. El chico de enfrente voltea a vernos cuando le quito la botella y ella le suelta un eructo.

—¿Qué te metiste esta vez? —le susurro.

—Un poquito de setas mágicas. —reprimo las ganas de martillear repetidas veces su cara con el piso porque aparte de estar borracha también drogada.

—Se nota porque estas bien volada.

Ruego porque no vomite. Son las diez de la mañana y ya tiene el cerebro fundido, intento espabilarla mientras yo lucho por no caer sobre mi escritorio; los parpados me pesan y no logro entender las palabras del profesor. Todo este sueño, este cansancio, tiene nombre y apellido. Estuve hasta muy tarde en la habitación de Julieth y Fabricio para que nada les pasara.

La amenaza de Cirus rondaba una y otra vez en mi cabeza, me entró una especie de paranoia asfixiante que ni Jirafa—el gato de la casa—podía defenderlos a arañazos de la víbora de Stonw. Ni siquiera podía contarle a nadie de mi familia que lo había enfrentado, mucho menos que los había sentenciado, me tacharían de loca por habérseme ocurrido tal estupidez.

Decidí estudiar psicología por mis hermanas, de tantos traumas alguien tiene que intentar ayudarnos. Por culpa de Cirus mi hermana no puede estar ni en espacios pequeños ni más de 3 horas en una habitación porque se desconecta de la realidad, Juji necesitara terapia psicológica más delante de todo lo que vivirá con la segunda generación de diablillos, de mi ni se diga, ahora resulta. —según el profesor—que me enfrento a un cuadro severo de ansiedad, paranoia y desconfianza extrema con todo lo que se relacione con Cirus.

—¡MIERDA! —exclamó el chico de enfrente al cual le cayó el vómito de Iris encima.

Apreté el culo para llevarla a la enfermería de la universidad con el justificativo que había comido jamón caducado. Por lo menos tuve la suerte de no toparme con el chico perturbado, sin embargo, cuando llegué a casa fue inevitable no mirarnos, la diversión en sus ojos era irritable.

Respire hondo para sacarme ese color azulado de la mente. Jamás pensé odiar un color tanto como lo hago ahora.

—¡QUE CARAJOS! —doy un salto en la cama.

Tina había entrado a la habitación y ni se molestó en avisar. Entró como perro por su casa, como los padres de Timmy Turner solo que sin romper la puerta. Cerró las cortinas y se asomó por una pequeña abertura.

—Tenemos vecino nuevo. —me chismea como las viejas de la esquina, provocando así que saliera a relucir la inoportuna curiosidad Ruíz.

—A ver ¿Quién es?

—No lo sé, pero está en la casa de Cirus.

¿Cirus?

Fue entonces cuando un miedo irracional invadió todas las células de mi cuerpo dejándome petrificada, sintiendo cada latido de mi alma amenazar con sacarme el corazón del pecho.

« ¡No, no, no! No puede ser, este vecindario no resistiría otro Stonw. »

El camión de mudando se acaba de estacionar y un chico rubio se bajó de una camioneta blanca que al cabo de unos segundos se va dejando en suspenso al conductor y responsable de traer una nueva desgracia a la calle 32.

De un jalón corrí las cortinas. Necesitaba estar segura de lo que veía.

El chico se había puesto de cuclillas para llamar a un perro, era callejero y casi podría verle las costillas al pobre. El perro, un poco desconfiado y asustado, con la cabeza gacha y el rabo entre las patas, se acercó a él.

Me sorprendí al ver la expresión en su rostro, era como la de un niño, un niño inocente que nunca antes había estado con un animal.

« Pero que pronto viviría con uno. »

— ¡Mira! —exprese sin aún creer en la pureza de la sonrisa de aquel chico.

¿Se le permitía a un Stonw ser tan normal, tan tierno y tan angelical? Porque eso es lo que era aquel chico, un completo ángel a la vista

— ¿Cuántos años tendrá? —inquiere con interés Tina igual de asombrada.

—Parece menor que nosotras. Como cinco o cuatro años menor—una idea se me pasa por la mente—. No te lo iras a tirar, ¿o sí?

Ella me golpea el brazo y puedo apostar lo que sea que en ese momento el corazón se nos detuvo a ambas cuando escuchamos una risa chispeante, volteamos a la ventana viendo que el perro se le había abalanzado encima para lamerle la cara.

Ambas nos miramos con un confuso sonrojo. Inmediatamente tome mi teléfono y lo guarde en mi bolsillo trasero.

— ¡Noo, no, no, no, no! —me detiene del brazo.

Y si no fuera porque acabábamos de almorzar y la muy delicada se echó 3 platos de pasta, la estuviera arrastrando en mi intento de descubrimiento.

—¡No te atrevas a ir! —me ordena con severidad pero al mismo tiempo temor.

— ¿Por qué no? Se ve agradable.

—A simple vista Cirus igual.

Bajo la cabeza.

—Tienes razón—admití. Tina soltó un suspiro aliviada.

En cuanto aflojó su agarre de mi brazo una sonrisa relajada se implantó en sus rechonchos cachetitos y fue entonces cuando le di un empujón hacia la cama y salí corriendo.

— ¡NADIA!

¿Era malo hacer la comparación con Indiana Jones cuando estoy siendo perseguida por mi hermana escalera abajo? Me hacía mala hermana pero no mala persona, eso no precisamente me llevaría al infierno

Cada escalón que pisaba era una chispa de curiosidad por ese chico. ¿Qué le diré cuando lo vea? Y cómo se lo diré es lo más importante. «Un acento o palabra mal usada ofendería una nación entera» eso decía el abuelo.

¡Ya me vi! Ya me vi llegar hacia él con el cabello volando en el aire, una música sensual y triunfadora acompañando mi poderoso caminar, posiblemente sintiendo una falsa seguridad mientras le digo:

« Hola, soy tu nueva vecina y quiero asegurarme que no seas un enfermo mental como el chico que vive aquí. ¿Me dejas ver tu expediente médico y hacerte un exorcismo por si las dudas? »

Y luego de eso sonreiría como en un comercial de Colgate.

De seguro meteré la pata de forma magistral. Como todo una Ruíz.

Tina se detiene en el tercer escalón cuando toco la perilla, los nervios me hicieron dudar un momento. Busqué un poco de consuelo y valentía en su mirada para abrir la puerta pero lo único que obtuve fue miedo y una peligrosa posibilidad.

— ¿Y si es igual a él? —inquiere con cierto recelo en su tono.

—Habrá que averiguarlo.

Entonces, abrí la puerta con una determinación inexplicable que superaba las consecuencias de lo que iba a desencadenar.

Y quiero dejar en acta que hoy: 16 de febrero exactamente a las 17: no-se-que p.m. hablaría con el misterioso chico que viviría con Cirus Stonw.

Salgo, capto su atención y en cuanto voy a cruzar la calle pierdo el conocimiento.

La cabeza me palpita horrible. Un fuerte dolor va en aumento a medida que abro mis ojos y lo veo, no pierdo ni un mini segundo en detallar cada minúsculo rasgo en él.

Su cabello es más castaño que rubio, descubro el brillante color de sus ojos marrones claros, ámbar, miel, no sabría decidir por el incandescente sol y el dolor de cabeza que me atormenta como un demonio.

Sus cejas son rectas y pobladas, labios finos y rosáceos, perfectos para disparar una sonrisa en vez de esa mueca de preocupación que trae; su nariz es recta y pequeña, con pecas que pasan desapercibidas. Sin ninguna imperfección ni punto negro, su rostro es totalmente puro.

« Lo sabía, este chico es un ángel. »

—¿Estas bien?

Por primera vez escucho su voz, es tan suave, no tan grave pero si lo suficientemente varonil como para grabarse en mi mente. Comparada con la imponente y ronca voz de Cirus, esta era más relajante.

—Me…me duele—logro articular, llevándome una mano a la cabeza.

Me apoyo en el pavimento para sentarme pero cuando lo hago al instante siento un martillazo en la parte trasera de la nuca, como si mi cerebro hubiese vuelto al lugar que le corresponde.

Siento unos brazos rodearme, sujetándome para que no caiga hacia atrás ya que fuerzas no tengo. Él me acomoda en su pecho y aparta unos mechones de mi rostro.

—No me sorprende, te caíste fuerte.

—¿Cómo? —pregunto, incorporándome un poco sin su ayuda; no quería apartarme pero lo tuve que hacer.

La situación seguía siendo la misma, éramos desconocidos y él posiblemente un Stonw más peligro que Cirus; aunque por ahora no se vea así. Vaya, como quiero que realmente no sea así.

Él parece reprimir una sonrisa.

—Pisaste la popo del perro.

—¡Y LO TENGO TODO EN VIDEO! —Escuche la voz de Cirus muerto de risa con su teléfono en mano—. ¡Te… te creíste que estabas en una pasarela! Y de repente. —miro como junta sus manos golpeándolas con fuerza—. ¡PAFF! ¡Sobre la mierda de Firulais!

Le costaba hablar por la falta de aire. Yo solo quería que la tierra se abriera y me tragara completita para nunca escupirme.

—¡Cirus cállate! —le reprende el chico, haciendo que su voz sonara potente.

Parpadee perpleja.

« ¿Me defendió? ¿Me defendió de Cirus? » Sería el primero y único que le levanta la voz.

Sin darme cuenta me había ayudado a levantarme y ahora mis brazos se encuentran enrollados en su cuello, puedo oler hasta su perfume y el singular aroma de su shampoo, y ambos me encantan.

—¡No te hagas que bien que te reíste también, primito!

Primito.

Es su primo.

Son familia.

« ¡Es un maldito Stonw! » pues patitas pa’ que la quiero. Di un paso y si no me fui de bruces con el piso fue porque el primito me agarró a tiempo.

—¿Quieres una pastilla, o hielo…? —la piel se me eriza cuando siento su mano cubrir la parte ancha de mi cabeza y la acaricia con suavidad.

El chico es demasiado gentil para ser un enfermo mental.

Oigo una arcada fingida; no me tomé la molestia ni siquiera en voltear a verlo. Sentí la presencia de Cirus desaparecer luego de que entrara a la casa dejándome a solas con su primo.

—No, ya… ya estoy bien. —le sonrió avergonzada y él a cambio estira sus labios mostrándome una sonrisa más tranquila.

Se aclara la garganta y, a pesar de que me lo esperaba, me impresiona cuando dice:

—Me llamo Ender, Ender Stonw.

« ¿Por qué tenías que ser un Stonw? »

—Nadia Ruíz. —sonrío apretando los labios, reprimiendo las ganas de gritar, maldecir y volver a salir corriendo.

—Seremos vecinos entonces.

—Sí.

Luego de eso, silencio.

¿Ahora qué?

Él mira con disimulo a su alrededor, incomodo sin saber cómo pedírmelo. No soy estúpida, quiere seguir desempacando y yo aquí haciéndolo perder el tiempo.

Soy metiche, lo sé. Pero me voy con la satisfacción de saber que no es como Cirus, es mejor que él en muchos sentidos, incluso es más lindo y normal. Lo malo es que es menor.

Me despido de él, doy media vuelta para irme a casa y contarle todo a mi hermana, si es que no lo vio desde la ventana que es lo más seguro. Sin embargo, él me detiene. Siento su mano rodear mi muñeca, agarrándola con poca fuerza.

—Nadie. —dice con cierta emoción—. Así te llamaba Cirus, ya te recordé.

No podía estar más confundida que ahora. ¿Cirus hablaba de mí? Seguro contándole sus hazañas de cómo me hizo llorar o me sacó sangre en una que otra ocasión. Viniendo de él nada es bueno.

—Será un placer volverte a ver—suelta mi muñeca y la siento arder. Él está mirando directamente mis ojos, haciendo que un escalofrío familiar recorra mi espalda.

Cada dos pasos que daba hacia mi casa miraba para atrás buscando respuestas. Salí con la intención de buscar respuestas pero termine con más dudas.

Antes de entrar, veo como Cirus lo ayuda a meter las últimas cajas y cierran la puerta, no sin antes lanzarme una mirada que me revuelve el estómago.

« Él habló de mí. »

Seguía sin creérmelo, tampoco dejaba de hacerme preguntas generándome más incertidumbre.

—¿Y? ¿Qué tal? ¿Cómo es? ¿Te amenazó? ¿Qué te dijo cuándo te caíste? —me bombardeó Tina apenas entré.

—Se llama Ender, es su primo, es agradable y muy lindo. Y en comparación a Cirus él no se burló de mí, tampoco es un cínico retorcido mental.

—Por ahora—señala.

—Si, por ahora—le doy por su lado—. Pero, algo me dejó confundida.

—¿Qué cosa? —pregunta entusiasmada, pero sé que es por el pavor que le tiene al apellido Stonw.

—Cirus ha hablado de mí.

Su expresión se contrajo al igual que la mía la primera vez que lo escuche.

¿Qué cosas habrá dicho de mí?

17 de febrero. 00:58 a.m.

Otra vez me había despertado por el particular ruido de la moto de Cirus; en medio de la oscuridad, con solo dos finas líneas de luz filtrándose por la ventana, abro los ojos.

Supongo que ya dieron la una.

Y por si no fuese suficiente vivir al frente de él, mi ventana daba justo a la calle haciéndome una de las primeras espectadoras de las cosas que pasaban en Sweet Gram, pero sobretodo en su casa.

Lo vi crecer, convertirse en la bestia que es ahora, meter mujeres a su casa y escaparse por las noches. Pero sin duda lo más perturbador fue aquella vez que Cirus llegó a las tres de la mañana maldiciendo y rompiendo las cercas de la Sra. Parkings. —su vecina de al lado—, creo que estaba borracho porque no encuentro explicación alguna hasta el día de hoy.

Lo más espeluznante fue cuando gritó mi nombre y miró directamente a mi ventana, como sabiendo que lo estaba observando. Al día siguiente fingió como que nunca pasó y yo dejé de darle importancia.

Me levanto con pereza de la cama despertando a Jirafa a mis pies, ella no tarda en estirarse y maullar hasta que la tomo en brazos. Acaricio su cabeza mientras echo a un lado la cortina.

En su jardín, Cirus está con una chaqueta gruesa y negra, logro ver el pelaje de peluche en la capucha, la piel blanca de sus rodillas me indica que usa jeans rotos. Era un atuendo algo diferente a las camisetas con cuello en V y sudaderas que suele usar a esta hora.

« Va elegante el señorito. »

Desde hace tres años deje de preguntarme a donde iba. Antes hubiese sido más fácil seguirlo ya que no tenía su moto, pero ahora es más laborioso investigarlo.

Observo como toma su casco azul y se lo pone.

Bajo a Jirafa decidida a cerrar las cortinas, ignorarlo y seguir durmiendo. Hasta que algo llama mi atención. De la casa de Estefan Stonw sale una segunda persona, con sudadera blanca, jeans y botas militares negras. Viste completamente distinto a la camisa abotonada de esta tarde.

Sostiene en sus manos un casco negro que reconozco enseguida, el casco extra Cirus que casi nunca utiliza y que muy pocos han tenido la dicha de usar. Ender se lo pone y se monta en la motocicleta con mucha de prisa. Eso despierta lo que más adelante posiblemente me traiga problemas.

« ¿A dónde irán? » Me visto lo más rápido que puedo y me dispongo a descubrirlo por mí misma.

Mala decisión.

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