El alto acantilado-Capitulo 4

En las tardes con un

extraño yo suelo hablar

en dónde vivía.

En el alto acantilado

donde viví mis traumas que

necesito superar para

sentir mis alegrías.

Recuerdo lo que contigo viví.

Ela era una recién graduada de la universidad pues terminó de estudiar su licenciatura en química de alimentos. Al fin sus frutos valieron la pena después de tanto esfuerzos, sacrificios y desvelos. En el país que estaba no era muy común que las mujeres se graduaran en el estrato social al que ella pertenecía. Una noche salió con un grupo de amigas para ir a un bar cerca del mar en Mazatlán pues su grupo organizó un viaje de graduación a ese lugar. Después de haber tomado bebidas alcohólicas que la embriagaron por completo salió a tomar aire junto al mar tanto humo en aquel lugar le hacía sentirse más peor de lo que ella se sentía. Sola por la costa con sus tacones en mano y un vestido negro arrastrado entre la arena observo de lejos a un hombre sentado en la playa. Todo apuntaba a que estos dos no se hablarían pero al vomitar por lo ebria que estaba aquel hombre volteó a verla. Este se acercó hacia ella pues fue muy ruidosa al vomitar todo el alcohol que se tomó.

—¿Te encuentras bien necesitas que te lleve a algún lugar?—preguntó aquel caballeroso hombre.

—No, no es necesario estoy bien estoy aquí en el bar con unas amigas solo tengo que regresar—contestó Ela a aquel hombre tan solidario.

Al dar aquella respuesta tan mareada esta cayó sentada sobre la arena haciendo que su peinado se deshiciera por completo.

—Por favor déjame ayudarte no podrás llegar sola al bar si quieres te llevo a casa—.

— ¡No! no insistas por favor me tengo que regresar a casa con mis amigas pues con ellas vine a mi graduación—.

—Felicidades por tu graduación entonces—.

Caminaron sobre la arena hasta aquel bar uno recargándose al otro. Llegaron por la puerta de entrada y las amigas de Ela la estaban buscando por lo cual al verla se despreocuparon de su ausencia. Una de sus amigas se acercó a aquel hombre para agradecerle el hecho de ayudar a su amiga.

—Muchas gracias por haberla traído hasta aquí estábamos preocupadas por ella pues no la encontrábamos por ningún lado—.

—¿Tú que eres de ella?—.

—Soy su mejor amiga—.

—No creo que ella haya tenido tan pésima elección al elegir amistades si se supone que tú eres su mejor amiga. ¿Por qué la dejas salir sola de un bar como este a altas horas de la noche? En verdad espero que esta tenga mejores amistades pues no creo que seas buena persona—.

La mejor amiga de Ela se quedó helada ante tal pregunta, este le hizo ver su error. Aquel hombre salió del bar para después de unos momentos perderse entre la costa del mar. Nadie supo quién fue aquel pues no parecía ser de la misma universidad tal vez era un originario de ese bello lugar. Llegaron a las cuatro treinta de la madrugada aquella noche de fiesta era la última noche que estarían en la playa así que por la mañana estaban empacando sus cosas en las maletas con terribles resacas provenientes del alcohol. Cuando terminaron de empacar toda su ropa las maletas ya estaban listas pero el autobús no llegaba por la mañana. Ela aprovechó aquella oportunidad para salir a caminar por última vez por el malecón caminando por concreto a lo lejos vio un hombre en un bote cerca de la costa. Ese hombre le parecía conocido por su apariencia tan atractiva.

No titubeo dos veces para acercarse pues tenía curiosidad de que era lo que estaba haciendo ya que físicamente era atractivo y ella también. Estando muy cerca el uno del otro Ela fue la que comenzó la conversación.

—Hola—dijo Ela un tanto nerviosa.

—Hola—contestó aquel hombre.

—¿Qué haces con este bote en esta playa?—.

—¿Por qué me preguntas acaso no puedo usar un bote aquí?—.

—No, esa no es mi intención es solo que es muy inusual que éste un bote en esta playa donde las personas vienen a nadar—.

—Soy biólogo marino señorita recién me gradué por lo cual se podría decir que estoy ejerciendo mi carrera—.

—Dime Ela ese es mi nombre. ¿Cómo te llamas tú?—.

—Mi nombre es Nicolás pero puedes decirme solo Nil—.

—Encantada—.

—No sé si recuerdes pero ayer en la noche cerca del bar que está enfrente del hotel donde te hospedas te vi ebria vomitando—.

—¿Enserio?—preguntó Ela totalmente avergonzada por lo ocurrido.

—Así es pero no tienes porque preocuparte pues no tengo problema con que las damas también salgan a divertirse—.

—¿Qué hace.......—.

—No quiero sonar grosero Ela pero tengo que irme pues no he terminado de trabajar me ha encantado hablar contigo—dijo Nil tomando su bote para adentrarse mar abierto.

—La cuestión es que estoy por regresarme a casa esta mañana de hecho el autobús ya está en el estacionamiento enfrente del hotel—.

—Vale entonces ten mi número de teléfono estaré esperando tu llamada—.

Después te obtener el número telefónico de aquel hombre este se retiró en su bote para seguir con su trabajo pues ella notó que estaba estudiando algunos peces. Regresó al hotel para tomar el camión de regreso a su hogar pero al tomarlo se veía un tanto triste parecía que no quería regresar.

Regresando a casa en un autobús no se miraba emocionada por volver a casa con sus padres ya que había algo que le impedía sentir felicidad al ver a sus padres. El autobús se detuvo en la central para que los pasajeros a bordo bajaran. Todas las amigas de Ela estaban totalmente emocionadas por llegar a sus casas y enseñar a sus padres las fotos que tomaron con la cámara polaroid de aquel viaje a la playa. Con las maletas en su mano se dirigió hacia la salida justo ahí todas sus amigas se separaron pues cada una tomó un taxi de regreso a casa. Ela caminó a su hogar por las grises calles de Zacatecas su mano derecha sujetaba su maleta pesada después de caminar por varios minutos llegó a casa. Entrando vio a su madre sentada en el sofá viendo televisión. Su padre estaba en el sofá de al lado cuando la vio parada frente a él este se puso de pie de manera abrupta para darle un beso en la mejilla después de darle un fraternal beso de bienvenida se dirigió hacia la cocina para tomar alcohol.

—¿No te da gusto verme mamá?—preguntó Ela.

—Por supuesto que si—contestó la madre sin dejar de mirar la televisión.

—Se nota tu entusiasmo por ver a tu hija de regreso después de su viaje de graduación—.

—¿Tengo que estar feliz porque mi hija es una puta?—.

—Ya vas a comenzar mamá a sobajarme ya no me denigres de esa manera—.

—En vez de andar de viaje como puta deberías de conseguirte un marido para que tengas a alguien que te controle porque mi niña eres una completa puta—.

—Que estúpida eres mamá hablas mucho para ser una anciana decrepita—gritó Ela fuertemente.

Ela recibió una bofetada en su rostro.

—Hija de perra no vuelvas a llamar a la que te dio la vida de esa manera que no se te olvide que yo te di la vida—dijo la mamá de Ela furiosa.

—¿Por qué esperas que yo te trate con respeto si tú a mí me tratas como b****a?—.

—Te mereces ser tratada de esa manera deberías de parecerte más a tu hermana ella es una buena esposa, obediente y servicial—.

— ¡Vete a la m****a mamá! —gritó Ela dándole la espalda a su madre para subir arriba a su habitación.

Su madre iba tras de ella con la intención de lastimarla físicamente pero ella fue más rápida entrando a su habitación. Sentada en una esquina de su cuarto con el llanto frotando su alma no dejaba de escuchar insultos que la destruían al otro lado de la puerta.

—Cállate ya mamá y lárgate por favor sigue viendo la televisión—.

Al paso de unas cuantas horas cuando la noche llegó, salió de casa para dirigirse a una cabina telefónica para hacer una llamada. Apretando tecla a tecla después de marcar el sonido de aquella voz le tranquilizo.

—Hola—.

—Hola soy......—.

—¿Ela?—.

—Si soy yo ¿Cómo supiste quién era?—.

—Eres a la única que le he dado mi número de ahí en más nadie me llama—.

—Entonces es bueno o malo el hecho de que tengas un motivo para usar tu teléfono—.

—Por supuesto que es bueno pero. ¿Qué tienes? Te escucho un tanto triste ¿Estas bien?—.

—Estoy bien—contestó Ela limpiando sus lágrimas.

Aquella noche Ela pasó un largo tiempo muy agradable platicando por teléfono pero tendría que regresar a casa así que tuvo que colgar sin antes despedirse.

—Entonces es así. ¿Cómo tus padres se conocieron Alex?—preguntó Dagur.

—Desde luego al paso de un año de hablar por teléfono mi madre se mudó a Mazatlán con mi padre pues él vivía solo en una casa que rentaba en sus tiempos de juventud. Vivieron dos años en Mazatlán y para cuando cumplieron 3 años se vinieron a Islandia—.

—¿Tu madre huyó de casa por tu abuela?—.

—No lo sé realmente ella nunca me lo dijo a pesar de que ella y yo éramos muy unidos—.

—¿Tú piensas que si lo hizo o solamente amaba a tu padre lo que la hizo viajar por amor?—.

—Realmente mis papás se amaban pues solían demostrarse su afecto mutuamente en momentos difíciles pero todo con el tiempo se desgasta. Papá convenció a mamá de venirse a vivir para acá pues un amigo de mi padre le platicó de este lugar para vivir. Él no lo pensó mucho por lo cual inicio sus trámites junto a mi madre, al cambiarse de hogar mamá nunca le dijo a mi abuela Antonia pues realmente mi madre se alejó de ella por la vida tan complicada que tenía a su lado—.

—¿Tu abuela era cristiana?—.

—No, mi abuela era católica conservadora como la mayoría de los mexicanos—.

—¿Entonces por qué tu madre es cristiana?—.

—Mi padres se dejaron influenciar por la religión en un momento muy inestable de su matrimonio después de dos años que vivieron juntos se casaron. Mi madre me platicaba que ella no creía durar más de cuatro años con mi padre pero un familiar de mi madre los convenció que ser cristianos les ayudaría a crecer espiritualmente. En ese entonces todavía no nacíamos nosotros pero la muerte de mi hermano y la enfermedad de mi hermana la hicieron cansarse debilitando el pensamiento de que ella sola podría salir a flote entonces Dios se convirtió en su barco—.

—¿Tus padres cómo encontraron aquella casa en la que se instalaron al llegar a Islandia?—preguntó Dagur curioso.

—Esa casa donde los dos formaron su familia la construyeron ambos pues ninguna casa de los pueblos cercanos les pareció buen lugar para nosotros—.

—¿Cómo murieron tus hermanos?—.

—Cuando tenía doce años de edad mientras jugábamos en la costa cerca de nuestra casa mi hermano se separó de nosotros mientras jugábamos futbol. Tal parece que intentó subir por una colina muy estrecha que parecía ser un pequeño acantilado resbaló y se golpeó la cabeza con una piedra lo que provocó que se desangrara. Después de varios días de buscarlo lo encontraron atorado entre unas rocas el agua fría hizo que su cuerpo no se pudriera—.

—¿Y tú hermana cómo murió?—.

—Mi hermana no murió estoy seguro, ella está en el mar navegando en un velero blanco—.

—De acuerdo puedes seguirme platicando—.

—Cuando falleció mi hermano después de algunos meses mis padres se separaron pues la muerte de mi hermano les afecto demasiado ya no lograron superar esas aguas tan turbulentas que tenían por matrimonio. Mamá se hizo fiel cristiana en esos meses de duelo, al divorciarse los dos se fueron de casa ella fue la primera en irse con mi hermano pequeño ya que ella piensa que soy mala influencia para el por ser ateo. Por otro lado mi hermana se quedó conmigo pues mamá se mudó a la ciudad y mi hermana la odiaba por completo. Papá al paso de unas semanas también se fue trató de convencernos para irnos con él pero definitivamente no aceptamos ya que la ciudad nos aturde—.

—Después de irse de casa mi hermana y yo vivimos solos cuatro años en aquella callada choza pero un año antes de que mi hermana se fuera habíamos prometido viajar a Akureyri para ver las auroras boreales en el mes de septiembre. En ese entonces tenía 18 años cuando ella enfermo, ella dejó de ir a la escuela y yo también dejé de ir pues realmente no me apetecía ir a la universidad yo me quedaba en casa para cuidar de ella—.

—¿Tus padres sabían de la enfermedad de tu hermana?—.

—Supongo que si, pues cuando éramos niños jugando en el muelle que está destruido ahí solíamos preguntarnos ¿por qué no salía a jugar con nosotros? Supongo que mis padres me dejaron a cargo de ella porque no superarían verla partir como me tocó verla a mí en aquella mañana tan tormentosa—.

—Pero si tenía tratamiento tú hermana ¿Por qué su estado de salud fue decayendo?—.

—Su enfermedad era degenerativa y comenzó a ser bastante agresiva justamente el día en que nos íbamos a ir a aquel pueblo para ver las auroras boreales. Cuando éramos niños mis padres nos llevaban muy seguido a pueblos así para verlas, nos hospedábamos en cabañas muy lindas que el día de hoy las veo tan lejanas—.

—¿Qué edad tiene tu hermana?—.

—Catorce años de edad tengo que ir por ella para celebrar su cumpleaños—.

—Estoy seguro de que podrás encontrarla pero tienes que buscarla en las mejores condicione—.

—Muchas gracias nada más que salga de aquí y me encuentre con una buena salud mental saldré a mar abierto para buscar a mi hermana, para buscar la respuesta del por qué me abandono en mi soledad de mierda—.

Era tarde en el hospital mientras Alex estaba por darse de alta después de padecer una enfermedad respiratoria. Dagur estaba en la habitación donde estaba él para recoger todas sus pertenencias pues estaban a punto de salir de aquel hospital. Al terminar todos los trámites que se tenían que hacer los dos se quedarían juntos pues no era una opción que se regresara solo a aquella casa donde no había nadie que lo esperara. Pasó una semana de estar internado en un hospital recibiendo medicación por parte de los enfermeros y platicando con el hombre que le salvó la vida, mejoró para bien pues sabría que su mejor opción era salir en vez de descender. Cuando los dos estaban a punto de irse ya estando en la camioneta Alex tomó la mano de Dagur para darle un beso que reflejaba toda la gratitud que este le tenía.

—Te debo mucho por todo lo que has hecho por mí has sido más que un ángel—.

—Te ayudo porque quiero—dijo Dagur tomando su mano de igual manera, besándola con tanta dedicación que ese beso irradiaba calor.

—Me podrías llevar a mi casa por favor—dijo Alex sonriendo con una sonrisa que desde que lo conoció Dagur nunca había visto en su rostro, una sonrisa de felicidad.

—Tienes que quedarte conmigo el tiempo que sea necesario para que te cures—.

— ¡¿Qué?! —preguntó Alex un tanto sorprendido por lo dicho.

—No puedes estar solo en aquella casa porque vas a decaer ese avance que llevas se ira al carajo si regresas a aquel lugar—.

Dos meses, hospedado en una cómoda cabaña de antaño le sirvieron para tener citas constantes de psiquiatras que le ayudarían con sus duelos personales que no le dejaban llevar una vida feliz

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