Capítulo Dos: Los Hamilton

2

LOS HAMILTON

Salgo del camerino para ir arriba.

Subo las escaleras tratando de estar segura de mi misma, no puedo permitirme sentirme intimidada por estar a solas con un hombre en vez de estar acompañada por las otras chicas. Abro y cierro las manos con cada escalón, es algo que he adoptado desde niña, cuando estoy nerviosa para tranquilizarme es lo que hago. Al llegar a la puerta número tres, me ajusto mi conjunto y me adentro respirando profundamente.

La oscuridad combinada con unas luces de neón del cuarto es lo primero que me atrapa. Enseguida sentí el calor azotándome el rostro, ese tipo de calor que te hacen dar ganas de desnudarte de una vez por todas, y ese era el arma que usaba Ricky para nosotras, poner la calefacción a una temperatura alta. Dice que es mejor cuando nuestra piel brilla un poco por el sudor, es lo que hace que los clientes paguen todavía más, y por más extraño que suene, tenía toda la razón.

Cerré la puerta detrás de mí.

Entonces lo vi.

Él estaba sentado en uno de los sofás negros con una copa de vino en su mano izquierda, bebió un trago pero con la mirada clavada en la alfombra Nórdica Piel Pelo Largo Escandinava, tenía los primeros botones de su camiseta blanca desabrochados, no pude distinguir sus rasgos faciales con claridad sin embargo juraría que no tendría más de unos veintiocho años quizás, las luces neón lo iluminaban por completo del torso a los pies, que ahora me doy cuenta se encuentra descalzo.

¿Quién será?

—¿Vas a quedarte ahí de pie como estúpida o vas a hacer tu trabajo? —su voz grave y profunda me enojo.

¿Quién demonios se cree para insultarme?

Las ganas de devolverle el insulto mil veces peor no me faltaban, pero me debía controlar y no olvidar donde estaba.

Trague saliva y me acerque.

—¡Ten! —me tira un fajo de billetes de cien dólares que cae al suelo, lo levanto como un cachorro abandonado que le han tirado un trozo de pan. No me iba a poner a contar cuanto había, pero por lo que puedo ojear hay dos mil completo—. Ahora deja de perder el tiempo, y comienza a bailarme.

Todo sería mucho más fácil si él simplemente no hablara.

La música sonando de fondo me daba paso a empezar el baile.

Cierro mis ojos al ponerme delante de él para darle el baile que espera. Por encima de la música oigo como gruñe, ¿estaba enfadado y se la estaba tomando con la primera persona que se le cruzo y para la mala suerte soy yo?

Lo ignore.

Sensualmente comencé a llevar mis manos a mis pechos, esto lograba una mayor propina, y a pesar de que ya me ha pagado, no estaría de más que tal vez me diera algo extra.

Recuerdo en como Carly me había aconsejado que tenía que jugar con mi cuerpo divirtiéndome conmigo misma la primera vez que puse un pie en este lugar era mucho mejor según sus propias palabras.

—No eres para nada lo que esperaba —frunzo el ceño al oírlo.

Estoy fracasando y esto podía llegar a los oídos de Ricky.

Me estaba asustando.

Bien, debía llegar al nivel dos antes de tiempo.

Inicio con quitarme la parte de arriba del conjunto de mucama sexi, pero para mi gran y confusa sorpresa, la voz del extraño desconocido hizo que no continuara.

—¿Qué haces? —Usa un tono frío—. No te estoy pidiendo que te desnudes, ¿para qué? ¿Para follar? Si quisiera eso, buscaría a una prostituta, y una fogosa, no como tú.

No me puedo creer lo que estoy escuchando.

Es un hijo de puta.

Bien, si no quiere que me desnude, mucho mejor para mí, no me sentiría tan sucia de estar casi sin nada delante de él. Sin embargo me siento furiosa por cómo me trata, como si fuera un trapo de piso, y si, así soy cuando estoy sola, pero eso no le da a él el derecho de recordármelo.

No dejaba de preguntarme cuanto me falta para acabar. Siento como si hubiera pasado horas ya. Y hasta que alguien no venga a buscarme, no voy a poder salir.

De repente un celular comienza a sonar, no era el mío, lo había dejado en el camerino junto a mis cosas. Ese pertenecía al desconocido quien al mirar la pantalla, esta ilumino su rostro como una linterna, pude notar que llevaba una barba de hace unos días, su cabello castaño claro a dorado estaba desordenado, al notar que lo estaba mirando, levanto los ojos hacia mi dirección, azules, ojos azules.

No dijo nada y respondió.

Era atractivo. No iba a negarlo. Pero su pésima actitud lo eclipsa todo.

—Evan Hamilton —pronunció para la persona del otro lado de la línea.

Y mi corazón se detuvo.

¡No, no, no!

¡No podía ser cierto!

Ese nombre y ese apellido me llevaron de vuelta a ese día.

A esa noche.

Necesitaba salir de ese cuarto porque de lo contrario iba a vomitar. Mi estómago se revolvió a tal punto que me urgía ir al baño de inmediato y salir de aqui. No interesa en este instante las consecuencias que me traería después abandonar a un cliente a mitad del baile, ese era el menor de mis problemas.

Salí corriendo del cuarto, las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas como la lluvia, me cubrí la boca para ahogar mis sollozos, no podía dejar que nadie me viera así.

Llegue al baño y me encerré colocando el cerrojo.

Me deje caer contra la puerta hasta tocar el frío suelo. Respire hondo, calmando la ansiedad de mi estomago por escuchar ese nombre en especifico.

Hundo mi rostro entre mis rodillas quebrándome en pedazos. Odiaba hacer esto, odiaba recordar, odiaba soñarlo, odiaba revivir. Cada vez que me voy a dormir e intento no pensar en nada, lo logro hasta que concilio el sueño para sumergirme en la pesadilla del cual siempre me despierto con gotas de sudor corriendo por mi frente. Entonces se me es imposible volver a dormir.

Me digo a mi misma que ese nombre lo tiene cualquiera, que hay miles y miles de personas que llevan el mismo nombre en esta ciudad, pero algo me dice que no es casualidad, no puede serlo.

Conocía a Los Hamilton, aunque solamente sus nombres. Con la excepción de la cabeza mayor, Nicholas Hamilton, él es del único a quien yo conozco su rostro, cada rasgo. Él fue el responsable de quitarme todo lo que un día tenia, de arrebatarle la vida a mi padre sin piedad alguna, mandando a sus matones a hacer el trabajo sucio para evitar él mancharse las manos, pero de todos modos ya las tenía manchada al igual que su conciencia, si es que tenía conciencia.

—¿Nina estas ahí dentro? —Carly golpea la puerta tres veces seguidas, hace una pausa y lo vuelve a repetir—. ¿Nina? Nina, si estás ahí necesito que me respondas, ¿estás bien? Ricky está furioso contigo.

No quería salir del baño como tampoco quería responder, pero no hacía falta, ella ya sabía que me estaba encerrando.

—Nina, ¿Qué sucedió? ¿Ese hombre se pasó de mano contigo? ¿Quieres que hable con Ricky para que lo eche?

Levanto la cabeza de mis rodillas.

¿Seguía aquí?

¿Debo hacer algo?

No hice nada la última vez que pude y mi padre término con un balazo en la sien.

Si debo actuar.

Es necesario que sepa si Evan Hamilton es el hijo de Nicholas Hamilton, sé que su hijo así se llama, y si estoy en lo correcto y él es uno de sus tres hijos, tengo una deuda que cumplir. Una que le prometí a mi padre en su funeral. Una que jamás pensé que iba a llevar a cabo.

Acabar con la riqueza de los Hamilton.

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