Nada que te importe

Capítulo 4 

Alexander entra junto con el médico, mientras que yo me  demuestro renuente, el médico pregunta qué tengo y yo solo me dispongo a callar, sé que él no tiene la culpa pero de verdad no quiero nada de Alexander ni siquiera el saludo.

Alexander se dispone hablar por mi por lo cual, él medico solo me revisa la presión, la temperatura y enseguida opta por escribir una receta.

—La señorita tiene deshidratación,  y las defensas bajas, enseguida le daré unos medicamentos y por favor debe alimentarse correctamente e hidratarse también—dice para luego ponerse de pie.

—Por favor vaya con mi Nana Carmina ella le pagara sus honorarios y también se ocupara de comprar los medicamentos—dice Alexander mientras su voz expresa molestia.

Después de oír eso, me dispongo a cerrar los ojos, por lo que enseguida el médico sale de la habitación.

Alexander se queda  dentro y después siento como me ve fijamente, siento su mirada clavada en mí, abro los ojos y lo miro frente a mí.

—De verdad pretendes que con esto te deje ir, eso no pasará te irás a menos que yo así lo decida—me dice con firmeza.

Solo lo miro fijamente mientras me aferro a las sabanas, trago saliva y solo me volteo, al parecer a Alexander no le agrado la idea de que lo ignorara, ya que él enseguida me toma del hombro y me da la vuelta.

Siento un mareo terrible por lo cual enseguida me falta el aire, me reincorporo y solo trato de ponerme de pie, abro los ojos y trato de respirar mientras toco mi pecho.

Veo Alexander quien me ve desconcertado y después solo cierro mis ojos para luego apretarlos.

—Bonita ¿Qué te pasa? —me toma del brazo.

—Nada que te importe—lo miro con coraje.

Siento que me falta más la respiración, así que solo me suelto del agarre de Alexander y me hecho aire con las manos.

Alexander me carga y me lleva por un pasillo largo, después noto aire fresco y agradable,  abro los ojos y veo que estamos afuera enseguida de eso él me sienta en una banca de madera, este lugar no lo había visto, aquí hay una piscina enorme.

Me recargo en la banca y trato de respirar, hasta conseguirlo, después de eso me recargo en el respaldo de esa banca. Alexander esta callado solo sé que él sigue ahí porque siento su fuerte presencia y su olor a perfume de marca.

De pronto escucho como Alexander llama a la señora Carmina la cual enseguida llega.

—Nana, necesito que traigas un poco de comida y un poco de agua—dice Alexander con seriedad—Llama a los de seguridad y por favor después de traer la comida  y se alimente diles que te ayuden a llevarla a dentro, tengo que salir.

Escucho como se pone de pie y esa fragancia desaparece poco a poco de mi olfato, abro los ojos y me reincorporo, y cuando lo hago los de seguridad me están cuidando mientras que  la Nana Carmina se aleja. Ella llega después de un rato con comida la cual rechazo enseguida.

—Por favor Bonita come algo—me suplica.

—El problema no es usted señora Carmina, pero no quiero comer y no me va a obligar—trato de ponerme de pie y enseguida caigo al suelo.

Uno de los de seguridad me pone de pie, me carga y me lleva hacia la habitación.

Me quedo recostada en la cama y duermo hasta que amanece. En cuanto abro mis ojos veo a  la Nana  a un lado de mí, a estas alturas ya estoy con suero en las venas, pero… ¿Cuándo paso esto que no me di cuenta? Veo el suero en mi vena y me sorprendo.

—¿Qué es esto señora Carmina? —digo desconcertada.

—Mi niño le mando a poner suero en la madrugada señorita, él dijo que si no comía por lo menos con el suero se iba mejorar y también con las medicinas—dice sonriendo vagamente.

—Con permiso, aplicare el siguiente medicamento—menciona una mujer vestida de enfermera.

—No me toque—digo a la defensiva.

—Señorita solo le voy a poner medicina para la fiebre—dice la enfermera un poco desconcertada con mi actitud.

—¡No! —tomo la manguera del suero.

 Nana Carmina y la enfermera me ven sorprendidas, claro deben pensar que estoy loca, pero no me importa eso es mejor a seguir las estúpidas ordenes de Alexander.

—Señorita—trata de acercarse.

—¡Que no! —exclamo mientras me jalo el suero.

Al hacer eso me empieza a salir sangre por lo cual me asusto.

—¿Qué pasa? —menciona Alexander quien recién entra.

Él hace silencio y de pronto lo tengo a mi lado, presionando mi brazo.

Han pasado algunos minutos Alexander sigue presionando mi brazo, siento su mirada encima de mí, estoy segura de que él está observándome fijamente, eso lo corroboro en cuanto lo miro de reojo.

Alexander me suelta y enseguida se pone de pie.

—Ponlo de nuevo—le ordena a la enfermera.

—Si joven—enseguida toma mis manos.

—¡He dicho que no! —miro a Alexander con coraje.

—Estás terminando con mi paciencia ¡Bonita! Si no te pones ese suero te juro que le haré creer a tus abuelos que  los abandonaste por  malas personas.

No eso no, si mis abuelos piensan eso se deprimirán  y más mi abuela lucia quien está apegada a mí, es mejor que piensen que sigo de viaje.

Lo miro atemorizada.

—Está bien—extiendo mi brazo y solo dejo que me pongan nuevamente el suero.

—No te bastó con traerme hasta aquí y dejar a mi perro en el coche, ahora también quieres hacerles creer eso a mis abuelos eres un…—respiro agitada.

Alexander solo me mira con despreocupación mientras mantiene sus manos en sus bolsillos.

—Nana trae comida —sigue observándome.

La enfermera sigue poniéndome ese suero hasta que termina y en cuanto lo hace solo me sonríe vagamente y se va.

Me volteo y solo me aferro a la almohada,  escucho como entran y después salen, siento como se sientan a un lado de mí y me destapan, volteo a ver y es Alexander.

—¿Qué quieres? —sueno molesta.

—Quiero que comas —alza sus cejas mientras me ofrece una cucharada de comida.

Frunzo el ceño y dejo de verlo.

Escucho como deja caer la cuchara al plato y enseguida de eso me pone de pie y me sienta, lo veo de reojo y solo me quedo inmóvil mientras trago saliva.

Veo nuevamente la cuchara cerca de mi boca,  hago una mueca de desagrado, y ahí es donde termino con la paciencia de Alexander por lo cual él  con una de sus manos me toma de las mejillas y me voltea hacia él, lo miro desconcertada,  mientras él con su mano abre mi boca y con la otra mete la cuchara de comida.

Después cierra mi boca y no me deja moverme, sin más remedio paso la comida la cual es un caldo de pollo, delicioso lo acepto aunque mi meta es hacer huelga de hambre pero a estas alturas no sé si si eso va hacer posible. Alexander está por hacer lo mismo pero esta vez le quito su mano de mis mejillas y después el plato.

—¡Lárgate! —le digo con enojo.

—No me iré hasta que comas—dice mientras limpia sus manos con una servilleta.

De verdad que él no me dejara en paz, así que mi meta falla y como de esa comida hasta terminar ese plato. A decir verdad me cayó de maravilla ese  platillo pero claramente no se lo hare saber.

—¿Satisfecho? Ahora lárgate —digo apuntando hacia la salida.

Alexander solo frunce los labios y después sale de la habitación.

Miro que más hay en la charola y como lo demás, para ser sincera tengo mucha hambre creo que desmasiada.

Después de eso, tomo mi diario y escribo lo poco que paso el día de hoy, mis días aquí son iguales así que no hay mucho que contar.

Termino de escribir y ahora me dispongo a leer mi último libro el cual está a nada de terminarse ¡No puede ser! Me digo a mi misma con preocupación.

Las horas pasan y el suero está por terminarse así que lo único que hago es mirar esa botella.

—Bonita mira lo que traje—dice la señora Carmina quien entra con un control en las manos.

Ah claro debe ser de esa televisión colgada en la pared, por un momento pensé que ni servía.

—Toma así puedes entrar a ver películas y videos—me da el control.

—Gracias señora Carmina—le sonrío.

Después de eso ni siquiera prendo la televisión solo me quedo dormida por horas hasta que despierto nuevamente.

Miro a mis alrededores y el suero ha desaparecido de mi brazo, vaya ya era hora, de inmediato me levanto al baño y después regreso.

Miro a la cama y no está mi diario ni mi libro ¿Dónde rayos están? Digo mientras busco en todos los lados posibles ya cansada de buscarlo me siento sobre la cama mientras respiro agitada debido a lo cansada que me encuentro.

Me levanto y camino hacia la ventana tengo que pensar donde más puedo buscar, ese diario no puede caer en manos de Alexander, recién acabo de escribir cosas sobre él, tantas cosas tales como lo que sentí cuando me beso esa noche sé que en estos momentos lo odio pero debo aceptar que no puedo olvidar lo que sentí alguna vez por él.

Aunque eso no puede volver a suceder, sería imposible  y menos sabiendo cuanto lo odio.

Miro a las estrellas y recuerdo a mis abuelos, pensar que algún día volveré a verlos me mantiene con fe.

****Una semana después***

Hoy se cumple otra semana más aquí, pero la diferencia es que Alexander no me ha molestado, así que eso es bueno, él al parecer anda en sus negocios y todas las mañanas sale  hacia su empresa la cual la señora Carmina me dijo que se dedicaba a negocios internacionales, por lo cual de pronto él debe viajar así que hace una semana a él le toco salir del país.

Veo la puerta abierta de la recamara abierta quiero salir per no sé si esos guaruras me dejen hacerlo.

Doy unos pasos hacia la puerta y me asomo, en cuanto hago eso los guaruras con cara de amargados me miran por lo cual yo solo les sonrío.

—¿Será que puedo salir? Estoy aburrida—dejo de sonreír para luego fruncir el ceño.

Los guaruras solo me ven con la misma seriedad, así que solo frunzo los labios y solo me dispongo a darme la vuelta.

—Claro que puedes salir Bonita siempre y cuando no trates de escapar, por si quieres escapar hay sensores por cualquier salida de la hacienda así que no trates de escapar, te dejaré ir sin guardaespaldas solo porque no está Alexander pero me debes prometer que no le dirás que te deje salir sin guardaespaldas.

—Te lo prometo—sonrío.

—Vamos, te llevaré a un lugar—me toma del brazo y me saca de la hacienda.

Caminamos por el jardín trasero y salimos de él, al fondo se ve como hay una pequeña cabaña, la señora Carmina saca unas llaves y abre esa cabaña.

—Vamos entra—dice dándome el paso.

Entro y veo muchos libros, por donde quiera hay estantes de  libros y en medio hay un sofá cómodo y grande.

En el rincón hay un pequeño bar de café esto es hermoso.

—Señora ¿Qué es esto? ¿De quién es? —pregunto entusiasmada.

—Esto es de Alexander, aquí viene cuando está deprimido

Un lugar tan hermoso de ese tipo, vaya eso sí que es sorprendente.

Sigo viendo ese lugar hasta que tomo un libro y me siento en el sofá.

—Señora Carmina le prometo que no le diré a Alexander que  me dejo salir ni que entre a este lugar—digo mientras abro ese libro.

—Bueno para ser sincera, él dejo que salieras siempre y cuando sea con guardaespaldas y sobre este lugar si mejor no le digas.

Le sonrío mientras le niego con la cabeza, soy tan feliz por estar aquí que ni siquiera me importaría ver la cara de Alexander en estos momentos.

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