Capítulo 6

Noah no dijo nada más, tampoco me siguió o me impidió salir. Me subí a mi auto y lo puse en marcha enseguida para ir al taller. No quedaba lejos de casa, a menos de tres kilómetros, y justo en la zona más comercial de la ciudad. En menos de diez minutos, estacionaba mi auto en mi puesto habitual en el taller, al lado del viejo Jeep de Manuel –uno de los mecánicos, quien se encargaba de todo si yo no podía llegar–. Como era mi costumbre, alcé la mirada hacia las letras Taller Gunnar´s pintadas en amarillo pollito –que colgaban desde lo alto del techo triangular del viejo almacén que papá transformó en un taller, treinta años atrás– y sonreí. Mi padre amaba esas letras, verlas lo trasladaba al pasado, al día que inauguró el taller junto a mi madre. Ella fue su pilar, su motivación, la voz que decía a diario

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