Capítulo 2

Su nariz se arrugó en el momento que el maquillaje fue puesto en su rostro. No quería, pero debía de mantenerse como una estatua mientras era vestido. Su delgadez era visible, casi no probaba y cuando lo hacía era a escondidas del lobo que ahora estaba concentrado en buscar la manera de que se viera como un muñeco de porcelana.

Dieciocho años, sólo tenía dieciocho años y era el objeto de un chico de diecinueve años con serios problemas en la cabeza. Medias hasta los muslos y zapatos de Merceditas fueron colocados. El mayor siguió arreglando su ropa de manera adecuada según él, hasta que al fin estuvo satisfecho.

— Ahora si — dijo, feliz — Eres arte.

El menor no respondió, ni siquiera se movió de su lugar. Fue levantando por las axilas y llevado hacia el centro de la cama, en donde estaba expuesto a cualquier cosa que el mayor quisiera hacerle.

— Cuando estaba con mi otro papá — comenzó a decir — Tenia una muñeca de porcelana — pasó sus dedos por el abdomen del menor — Pero estaba bien escondida para que no me la quitara. Porque ya me había tirado una a la b****a — metió su mano por debajo del vestido — Entonces la misma persona que me regaló la antigua muñeca me regaló la que dejé abandonada… entonces cuando te vi la primera vez supe que serias el reemplazo perfecto para mí y no dudé en eso — su mano estaba en esa parte de su cuerpo que nunca había sido tocada antes — El color de tus ojos es fascinante, tan azul… tu piel también es tan suave y ni hablar de lo hermoso que te ves vestido de esa manera — mordió su labio — Y lo mejor de todo es que eres mío.

Se colocó en medio de las piernas del menor, sin dejar de mirarlo y de pasar sus manos por la piel expuesta. Dejó un besó en el pecho del menor, y luego le dedicó una sonrisa ladina, subiendo el vestido hasta el pecho.

— No vayas a llorar, es una regla — sentencio, cuando vio las intenciones del menor en hacerlo — Detesto cuando comienzas a llorar sin mi permiso.

— ¿Qué me vas a hacer? — Puso sus manos sobre los hombros del mayor, al ver que le estaba bajando la ropa interior — ¡Suéltame!

— ¡Que hagas silencio! — Golpeó su rostro con la palma de la mano — Voy a castigarte.

— No quiero que lo hagas… eso es doloroso y… tengo miedo — sollozó — Puedo dejar que juegues conmigo todo lo que quieras, pero no me hagas esto, por favor.

— No me dejas otra opción — se alejó de él — No quise que tus padres salieran perjudicados, pero…

— Deja de meter a mis padres en todas las porquerías que siempre quieres hacerme — se bajó el vestido — Eres un enfermo que necesita ayuda con urgencia.

— La única persona que necesita ayuda eres tú — apretó los puños — Con chasquido de dedos — hizo un sonido con sus dedos — Puedo hacer que tu familia sea asesinada por mi padre, y créeme que no disfrutarás el ser prostituido o llevado a las calles por tu carita bonita.

—  Déjame en paz… te odio tanto — sus mejillas estaban húmedas — Eres un ser tan despreciable que…

La mano de Owen impactó contra su mejilla, mandándolo nuevamente a la cama. Los ojos del mayor cambiaron a tal grado, que Isaac supo que lo mataría en ese mismo instante por estar de boca suelta.

— Odio cuando dices cosas de las que después te vas a arrepentir — tomó uno de sus abrigos que estaban en la cómoda y lo rompió — No te muevas o juro que te cortaré la lengua para dársela a los perros — se acercó a él — Te mostraré que tan enfermo estoy.

— No… por favor — Owen puso una parte del abrigo en la boca del menor.

— Los muñecos no lloran — pasó su lengua por la mejilla de Isaac — Los muñecos no hablan — apretó más la tela en la boca del menor — Los muñecos no se mueven — amarró sus muecas contra el cabecero de la cama — Los muñecos no sienten dolor — mordió el antebrazo derecho — Los muñecos no pueden amar — rió, cerca de su oído — ¿Qué parte aun no entiendes, muñeco?

Sabía que si respondía a eso recibiría más golpes de los que podía contar. Respiró hondo, cerrando los ojos en el momento que su ropa interior ya no estuvo en su cuerpo.

Había escuchado muchas veces sobre el sexo entre dos híbridos y entre los esclavos que estaban en la casa de igual manera. La primera vez para algunos no fue para nada bonita, mientras que para otros fue de la manera soñada. En la escuela los amigos de Owen hablaban sobre el sexo como si fuera algo del clima, y es que los chicos de diecinueve años tenían una mente muy retorcida como para que un chico de dieciocho años supiera al menos de lo que ellos hablaban.

—En verdad eres tan hermoso — estaba realmente fascinado con lo que estaba viendo — Recuerda lo que hablamos y las reglas. Esto es un juego nuevo. Después me agradecerás el que te deje escuchar.

Como si eso fuera posible. Pensó, sin abrir los ojos para ver lo que estaba ocurriendo.

Pensó que le quitaría los zapatos de Merceditas, pero los dejó al igual que las medias y le vestido. De seguro que para esas alturas ya estaba el maquillaje corrido por todo su rostro, pero parecía ser en lo único que no pensaba el lobo que estaba sobre su cuerpo pasando sus manos como si no hubiese otra cosa mejor que hacerle.

Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos, la humillación que estaba sintiendo era demasiada para poder hacerlo.

Sus piernas fueron levantadas y abiertas a un punto que creyó que no resistiría el dolor, pero eran sostenidas por los fuertes brazos de Owen para que no bajaran o se movieran de su sitio.

Owen, se pasó la lengua por los labios con gusto y satisfecho por lo que estaba por ocurrir. Según él, se había pulido bastante sobre el tema de tener sexo, había visto videos, había practicado con sus maestras en la escuela y ahora iba a poner en práctica lo que había descubierto con esa personita que siempre había sido su favorita desde que llegó a su casa hace años.

— No abras los ojos y no te muevas a menos que te diga lo contrario — el menor asintió, sin pensarlo dos veces — Tus piernas no las muevas de donde las pondré, porque no queremos que te las rompa — negó, con la cabeza — Bien, esto será mejor de lo que alguna vez pensé.

La vista desde ahí era lo mejor que haya visto antes. Buscó la entrada del chico y sin algún líquido que ayudase en la lubricación, entró tres dedos, sonriendo de lado cuando el menor ni siquiera hizo algún sonido de molestia.

Estaba aprendiendo a las malas lo que era estar con alguien que no sabía diferenciar lo bueno y lo malo de las personas a su alrededor. Consecuencias de siempre haber sido un chico que se la pasaba encerrado en una habitación con juguetes que no tenían otra cosa más que ser reemplazados por otros.

Con su mano libre, tomó en pequeño miembro del chico masturbándolo mientras lo penetraba con sus dedos, pero el chico no parecía del todo contento porque estaba conteniéndose para no ponerse a llorar en ese instante.

Se apiadó del chico, colocando sus piernas sobre sus hombros y luego fue hacia sus labios, dejando su entrada y su miembro libre.

Tocó los labios del menor, sin saber si podía contenerse a probarlos de una buena vez, pero estaba seguro de que, si no lo hacía en el momento, alguien más lo haría y no podía darse el lujo de poder soportar. Quitó la tela de su boca, haciéndola a un lado para tener más acceso y lo besó o mejor dicho pegó sus labios a los de éste, después de unos segundos sin moverse, lo hizo.

Se alejó lo suficiente para bajar su pantalón y luego volvió a su posición inicial.

Mordió el labio inferior del menor, para que abriera la boca y entrar su lengua. Puso en práctica todo lo que había aprendido y sin más, dirigió su miembro a la entrada del chico de apenas dieciocho años… quien se quejó por la presión de su entrada.

Eso enfureció a Owen de tal manera, que mordió su labio con fuerza y entrando de manera brusca en su cuerpo para que no intentara volver hacerlo.

— Esto es lo que te ganas por querer hacerte el listo conmigo — estaba seguro de que lo mataría, ese erra su fin — Estoy tratando de ser bueno contigo, que sea algo que te sientas bien, y lo único que haces es desobedecerme — puso sus manos en el cuello del chico, y lo apretó — Quise ser bueno contigo… en verdad que quise hacerlo, pero no me dejas otra opción más que hacerlo a mi manera.

El labio del chico que estaba sangrando mucho. La sangre bajaba por su cuello y sin duda su entrada debía de estar a punto de ponerse roja porque el mayor ni siquiera esperó a que se acostumbrara para comenzar a moverse.

—  Owen — su padre Jean tocó la puerta — ¿Has visto a Isaac?

— No te atrevas a hablar, muñeco — puso su mano sobre los labios de éste — No, papá, ¿Por qué me preguntas sobre él?

— Te estoy preguntando sobre él porque ustedes dos son inseparables y porque no ha bajado a la cocina desde que subió a traerte la comida — Owen arrugó la nariz — ¿Por qué diablos tienes la jodida puerta con seguro?

— No sé en donde está — pasó saliva, mirando a la persona que estaba debajo de él — ¿Lo buscaste en el jardín? De seguro debe de estar jugando con esas flores o que se yo.

— Está bien — escuchó un suspiro — Si lo ves, por favor dile que los planes de salir se cancelan hasta nuevo aviso.

— Bien, estaré haciendo tareas y tal vez duerma un rato — informó, mintiendo.

Jean no le respondió, simplemente se marchó lentamente.

— ¿Hacia dónde ibas con mi padre? — el menor no le respondió, ni siquiera parecía estar escuchando — Cierto, los muñecos no pueden hablar.

El chico ni siquiera podía moverse desde que Owen se enterró sin reparo alguno. Sus muñecas comenzaron a llenarse de sangre por lo apretadas que estaban. Su rostro se sentía pesado, al igual que sus parpados.

Las embestidas eran tan fuertes que el líquido que comenzó a salir de su cuerpo no era precisamente el semen por el acto, sino porque no había sido preparado como se debía. Sus piernas se sentían entumecidas, y por qué intentaba concentrarse en buscar el placer, no podía… Owen lo estaba matando lentamente y sin consideración.

Owen llevó sus dedos a la entrada del chico y luego llevó esos mismos dedos a la boca del chico para que probara su propia sangre. Éste se negó a sentir ese sabor en su boca, pero lo único que recibió fue otro golpe con el puño en su rostro.

— Duele mucho, por favor… — sus ojos se abrieron a más no poder cuando su cola fue sujetada — No…

— Sí — la estiró tanto que incluso sintió como la separaba de su lugar — ¿Vas a seguir? — El chico negó, con la cabeza — Buen chico, eres un excelente muñeco y por esa razón te daré un premio.

Embestida tras otra, fue lo que recibió durante largos minutos en los cuales quiso desaparecer de la faz de la tierra.

Cada vez que tenía oportunidad de respirar, Owen se encargaba de que su rostro se llenara de la misma sangre que salía de su entrada. Los minutos parecían hacerse horas, mientras era usado, hasta que Owen se corrió dentro de su cuerpo y un enrome nudo terminó por romper lo poco que tenía en su interior.

Sus piernas fueron dejadas en la cama, una vez que el nudo ya no estaba. Su vestido fue alejado de su cuerpo al igual que los zapatos y las medias, todo dejado junto a la cama. Owen se quitó la polera antes de tomarlo en brazos con delicadeza y llevarlo a la bañera.

Se tuvo que aferrar a esta cuando el dolor y la sangre que salía de su entrada no le permitieron sentarse de manera correcta.

— Siéntate — el menor obedeció, a penas — Buen chico.

El agua golpeó su cuerpo en cuanto las llaves fueron abiertas al mismo tiempo. No lo pensó dos veces y de esa misma agua tomó para quitarse la sangre de su rostro y el estúpido maquillaje que parecía ser aprueba de agua porque le era difícil de quitar.

— Deja de hacer eso — golpeó sus manos con fuerza — Dañaras tu hermoso rostro, muñeco.

— Te odio — dijo, por lo bajo, para que no lo escuchara — Me has quitado lo único bueno que tenía.

— Tomé lo que era mío — se encogió de hombros —No le veo nada de malo a eso — puso sus manos en sus caderas, dándole una estupenda vista a Isaac de su cuerpo — Deja de ser tan llorón si no quieres que te castigue.

Isaac no le respondió, se quedó en silencio buscando la manera de salir de esa situación, pero todos los escenarios parecían estar ocupados por las barbaridades de Owen hacia su persona. Dejó que el mayor lo bañara como quiera, incluso que entrara nuevamente que entrara sus dedos en esa parte que no podía ser tocada por nadie.

Cuando pensó que al fin se iría a su habitación, éste lo retuvo en su cama, no sin antes quitar las sabanas sucias de sangre. Era de noche y de seguro sus padres debían de estar preocupados por él por no haberlo visto desde el mediodía.

Owen salió de la habitación la bandeja de comida, indicándole que no podía salir de ahí y que si lo hacía estaría en serios problemas por desobedecerlo. Abrazó sus piernas lo mejor que pudo y se hizo un ovillo en la cama, sin tener fuerza alguna para poder moverse de su lugar.

Diez minutos más, le mayor entró con comida y algunas cosas que por su olor supo que eran pastilla o algún medicamento para el dolor.

Fue al armario y dejó la ropa sucia en algún sitio de éste y luego volvió con una camisa, pero sin la ropa interior.

— Siéntate — el menor lo hizo, quejándose — Bébete esto — le pasó una pastilla y un vaso con agua — Es para evitar una desgracia en nuestras vidas — el chico lo miró confundido — Los hijos son un estorbo para los padres, eso es algo que debes de grabártelo siempre, ¿Quedó claro?

— Sí — no lo pensó dos veces y se la bebió — ¿Algo más?

— Colócate la camisa — se la pasó — Luego come algo que me baño.

Probó todo lo que estaba en la bandeja antes de que cambiara de opinión, si éste le daba la oportunidad de comer, no lo pensaría dos veces. Porque no sabría cuando le daría alimento si seguía pensando que estaba gordo para su gusto.

La vendeja la puso en la cómoda y se acostó, abrazando una de las tantas almohadas del mayor cerrando los ojos para quedarse a dormir a menos que este le dijera lo contrario.

No pasó mucho tiempo para cuando Owen entró a la habitación nuevamente, el olor a limpio llegó de inmediato, dándole la sensación de que se acostaría a su lado. Los brazos de éste lo rodearon, y no tuvo la fuerza necesaria para separarlo de su cuerpo más que para sentirse desprotegido.

— Éste ha sido el mejor regalo de cumpleaños de todos — besó su cuello — Estuviste estupendo y eso fue la mejor parte de todas.

— No quiero hablar sobre eso, por favor — pidió — Cuando amanezca me iré lejos de aquí.

— Como si eso fuera posible — rió — Sólo debes de pensar un poco en tus padres, ¿Qué pasaría si ellos fueran acusados de robo o de fueran asesinados?

— No sería capaz de matar a mis padres o de acusarlos de algún crimen…

— Sólo debes de pisar un pie fuera de esta casa y todo será peor para ti, eso te lo aseguro — apagó la luz.

Isaac no pudo conciliar el sueño por más que quiso. La respiración del mayor en su cabello le indicó que éste ya estaba durmiendo, pero que no podría escapar por como sostenía su cuerpo con sus brazos.

Apenas tenía dieciocho años, dieciocho años de los cuales nunca creyó que pasaría tanta precariedad al ser hijo de dos humanos marginados.

Cuando sus padres le dijeron que debía de ser el esclavo personal de Owen no se lo encontró para nada malo, era un niño de cinco años cuando ingresó a esa casa con ellos y apenas podía cambiar por sí mismo a esa edad debido a que estaba en un laboratorio siendo experimento de algunos híbridos y humanos hasta que fue rescatado y llevado a un lugar seguro.

Pero Owen no parecía ser un chico normal y él no iba a investigar lo que pasaba por la mente de éste cada vez que le hacía vestirse de esa manera.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo