BAJO LAS COLINAS
BAJO LAS COLINAS
Por: Carmen
Capítulo 1: SOFIA

Rancagua, diciembre, 1975.

Primero fue el viento, más tarde el cielo y el resto de sus vecinos que tenían una postura perniciosa sobre Sofía. Algunos pensaban que la joven era tosca, que su cuerpo era grande para ser una mujer que nunca se iba a casar en su vida.

Esas fueron algunas de las palabras repulsivas que decían a su espalda. No puedo dejar de entender que todavía estas viejas locas conservaban por generaciones en sus cabezas ideas tradicionales y absurdas a una descendencia que estaba tratando de olvidar el patriarcado. Esas mismas que no querían despegarse, ya que tenían miedo a perder el pasado, memorias dejadas por sus ancestros vascos españoles. Esa misma que asechaba en la noche en cada sueño como una pesadilla.

Yo no podía entender por qué la miraban de esa forma. Ya estábamos en 1975 y, la gente todavía tenía caca en sus cabezas, creyendo en bobadas que, por una parte, algunos no se podían despegar de esas ideologías de como debe ser una mujer y un hombre. Yo pensé que tenían un cerebro pequeño por atacar a cualquiera que opinara o fuera diferente a ellos. A pesar de esa aversión en contra ella, no entendían el daño que le estaban causando.

Podría jurar que nunca Sofía tuvo un pensamiento negativo frente a ellos, por lo que yo sé no la vi apuntando con el dedo y, menos anunciando a toda voz sus propios sentimientos a los más odiosos. A pesar de los idiotas entrometidos, liantes vecinos y, otros desconocidos en la villa que suponían en sus testas lo distinta que era ella.

De hecho, Sofía era una mujer brillante. Su corazón era más grande que el resto de nosotros, comparado con algunas incrédulas del barrio que se creían las reinas. Esas que pasaban la mayor parte del tiempo en el baño pintándose las caras, para atrapar al primer hombre que se les cruzara en frente de ellas. Pero no todas eran iguales, algunas pudieron cambiar su entender, reprochando el patriarcado que estaba acechando cada momento en cada una de ellas.

Había una enorme diferencia entre Sofía y las otras jóvenes que vivían en la misma cuadra que yo. Comencé a darme cuenta a comienzos de nuestra amistad y, más aún cuando trataba de ver en su corazón quien era. Yo ya tenía un modelo, me refiero a mi madre, hermosa, justa y fuerte.

Carmen, era su nombre, una mujer del norte, muy alta e inteligente. Fue ella que inicializo las barricadas en contra el gobierno sobre las injusticias de los mineros. Fue la persona que organizo las caminatas a Santiago, para protestar por los derechos de la mujer y de sus maridos. La gente no tenía cojones en realizar eso, pero Carmen y un grupo pequeño de mujeres sí. Ahí, organizaban diferentes actividades para luchar por algo justo y, digno. Esto fue antes del golpe militar, que con el tiempo los medios y el país en general estaban muy atento a como iba a terminar todo este despelote en contra del gobierno actual.

Todavía recuerdo cuando ella se tomó la Radio Rancagua, y el siguiente discurso provoco en muchas mujeres el coraje y la movilización de más de quince mil personas en la lucha por algo justo. Sus maridos que trabajaban en las minas del diablo era su principal objetivo de sus contiendas. Donde cada día, uno tenía que orar para pedirle al Señor que trajeran a sus maridos a salvo, una vez más, una vez más. Gracias a Dios.

Las mujeres que tenían que sufrir cada día y se encomendaban a la virgen para que las ayudara. Eran las que movilizaban la nación. Las mismas que cambiaron el país con sangre. Por eso digo que, si alguien piensa que la mujer chilena es débil. Están muy equivocados.

Aun recuerdo esas palabras de la mamá, publicadas en el periódico local el Rancagüino:

“No hay que salir ya en busca de la noticia relacionada con la mujer, que esta produce a diario en los más diversos planos, nos llena carillas y nos hace hasta acelerar el paso para seguirles el ritmo.” “Mujeres que despiertan al gremialismo, y se convierten en auténticas heroínas de un movimiento que tuvo en jaque a la zonal como las de El Teniente.” “Mujeres que conscientes de los derechos del ser humano dentro de una comunidad, hacen oír su voz, con decisión, con valentía, cuando estiman que estos se ven atropellados.”

Y ahí Carmen termina con la última frase declarando que “La mujer de hoy es polifacética y la noticia que protagoniza también lo es.” 15 de agosto de 1973.

Que te puedo manifestar, ella era una señora que muchos respetan y, creo que por eso la gente no decía nada enfrente de ella, en especial cuando la mamá defendía los derechos de la mujer. En este caso los de Sofía.

Esa era mi madre, así que nadie podía meterse con ella y, si eso ocurría, perdían su lugar en un rincón de su corazón.

Sofía admiraba a mi madre, en especial cuando recordaba su pasado. Fue en mi casa que teníamos esos debates sobre la mujer. Ahí hablábamos como los hombres las criticaban y observaban con diferentes ojos. Me recordaba que no estaba interesada en gastar aliento en ese tema. Aunque, en otras conversaciones contradecía lo que predicaba y, su posición sobre el otro sexo cambiaba muy rápido. Yo nunca la recrimine como pensaba. Lo que ella consideraba que estaba dentro de su derecho o de cualquier otra persona y, por eso siempre supe que era muy humana, sincera, asertiva a sus ideas que tenía a su edad. Solo a sus catorce años, podía entender el mundo como una mujer de veinte, era un año menor que yo y de seguro inmaduro.

En ningún momento la vi dimitir de la vida que llevaba, pero tampoco era fácil para ella cuando algunos la comparaban con hércules. Su contextura muscular era más grande que de los hombres a su edad. Yo creo que, esa fue la razón principal del rechazo que algunos vecinos, sus propias amigas que pretendían serlo y los hombres que en muchas de las ocasiones la miraban con otros ojos.

Esas palabras ofensivas que escuchaba de vez en cuando y, asidua a los cambios que no podía aludir, sobrellevaba su vida de forma positiva en cada momento que la discriminaban. Siempre pensé lo contrario a esa b****a, sin embargo, la otra gente que consideraban tener un derecho a criticarla actuaba en contra de ella. En realidad, con el tiempo me di cuenta de que ese tipo de fobia era natural en nuestra cultura.

«No sé si era involuntario la actitud de la gente en contra de ella, para llegar al punto de discriminarla de esa manera. Quizás esa conducta eran hábitos que habíamos adaptado con el tiempo en una sociedad recriminada por los gobiernos o pueda que sea la mezcla de la historia y las culturas que ha puesto a cada uno de nosotros a caer en la malicia, y la envidia. Por lo menos eso es lo que muchos suponen.»

«Pensándolo bien, no creo que esas sea la repuesta final, ya que todas eran inventadas por el interés a ganar algo. El hecho era claro y transparente como el agua. Teníamos temor a los cambios sociales que pone al ser humano a actuar de otra manera, donde la nación es alimentada por el patriarcalismo. Ese era el problema coyuntural en nuestras instituciones tradicionales que no respetan los derechos de igualdad entre el hombre y la mujer. Yo pienso que, al principio, no éramos nosotros los que alimentaban a una sociedad para discriminar a una persona de esa forma. Las instituciones eran los principales agentes que ayudaban a dividirnos.»

«Quizás en el futuro, algún día, esa actitud cambie.»

Cuando Sofía se quedaba en mi casa, con mi madre presente, nadie decía algo a sus espaldas. Era increíble ver como la gente se cambiaba de temple, con el único objetivo de cumplir sus propios intereses. No podían manifestarse y, la razón era simple. Mi madre trataba de ayudar a cada uno de ellos a abogar sus trabajos en la mina de Cobre. Ella siempre protegía a Sofía, creyó que no era justo como la trataban, así que tuvieron que morderse sus lenguas en frente de ella y, hacer vista gorda para que mi Carmen continuara ayudándolos.

No recuerdo con exactitud cuando comencé a darme cuenta como los vecinos guardaban esos sentimientos de desagrado en contra de Sofía. Cada vez que escuchaba a alguien hablar de ella sentía en mi piel la disconformidad y el rechazo a la discriminación. Esto me enfurecía pensarlo y contemplarlo en frente de mí. En otras ocasiones podía intuir, y solamente miraba a la gente a los ojos, a cada uno de ellos y ellas en la forma como actuaban delante de Sofía, que era suficiente prueba para entender que estaba pasando en sus cabezas.

En otras ocasiones, me tenía que cubrir los oídos, sin embargo, no era suficiente para escuchar a alguien hablar tan mal de otra persona. Recuerdo que, la señora Mercedes comentó sobre la contextura muscular de Sofía y, el siguiente coloquio se me puso la piel de gallina.

— Como te decía querida, creo que su cuerpo es muy grande. Conoces a Sandra, la joven que vive al frente de la señora Carmen. Ella no tiene la misma contextura física que Sofía y menos tus hijas. Si la comparas con las chicas de la cuadra, yo diría que es la única que conozco que tiene el cuerpo más grande que las otras. — Expresó la vieja ridícula.

En realidad, nunca había oído algo parecido y, menos sin antes pensarlo bien. Yo me enfurecí al escucharla hablar de esa forma. Tenía ganas de gritarle en esos momentos y expresarle "vieja estúpida". Quería insultarla y ponerla en su lugar, como al resto de las otras, que solo se detenían enfrente de mi casa, ahí, para hablar bobadas. En ese momento, quería interrumpir esa conversación entre esas cuatro viejas locas, que se juntaban en la esquina de mi casa antes de ir al almacén del Señor Saavedra, para abastecerse por el día. Por una parte, me pareció absurdo verlas cada mañana platicando de lo que acontecía en el barrio. Viajas copuchentas, es la palabra que muchos de los chilenos utilizamos. Por lo menos yo, que me gusta conservar esos chilenismos que reusó en dejarlos.

Aunque, era normal contemplar a la gente hablar en la calle a esa hora, para saber que ocurría en la población. En especial ahora, cuando no era seguro caminar por la noche. Uno podía observar los carros extraños a cierta hora, ya que el gobierno militar los mandaba para controlar cualquier subversión violenta que estuviera en contra del régimen de Pinochet. Si, este maldito año, casi llegamos a finales de septiembre y la situación en el país comenzaba a ponerse más dura.

Podría ser más positiva la vieja, pensé en mi cabeza en ese momento y, sin demora dejé atrás el miedo y esos sentimientos de injusticia, que comenzaron a crecer me manifesté.

Le grité a una, pero era para todas.

— Escuchen, a ustedes les hablo, porque no se mira al espejo antes de expresarse de esa forma de otra persona. Saben que decir eso no es muy bien visto en la sociedad. Con esa malicia que tienen y menos cuando Sofía no está aquí. Ella nos les hizo nada, nunca hablo de ustedes, yo no tiendo porque ustedes tienen que hablar de ella de ese modo. —Exprese sin remordimiento. No tenía planeado en retratarme sobre mis palabras. Así que permanecí ahí, esperando que alguien me contestara. Todas quedaron en silencio, como un búho y, ninguna respondió en ese momento hasta qué mi mamá salió de la casa.

—¡Éntrate! —Mi madre me escuchó como les había hablado a las viejas radículas y, de inmediato me empujo adentro de la casa. Con un tono de disculpa, miraba a cada una de ellas, para excusarse de mi actitud.

—Ustedes saben cómo son los jóvenes de hoy, —dijo ella al grupo, cuando yo estaba detrás de la ventana de al frente de mi casa mirándolas. Ahí, puse mis manos al aire manifestando mi enojo, pero un poco exagerado a las palabras que habían expresado sobre Sofía. Mi madre miró hacia atrás y, trato de darme una señal con su mano para que acabara de mover mis brazos como un maniático.

— Usted debería de controlar a su hijo, —declaró Mercedes cuando trataba de volver a la conversación. Sin juzgar a nadie, a pesar de lo indiferente que eran, mi madre entró a la casa tratando de esquivar cualquier enfrentamiento. En realidad, no había razón de seguir hablando. Ella siempre pensó que era gastar saliva y aliento.

Carmen, no era una mujer mala, le tenían respeto por sus conexiones con algunos altos jefes militares, que la usaban para mantener la paz en el gremio de la mina El Teniente. Ella siempre estaba conectada con el centro de madres, el sindicato, algunos políticos que ayudo en la década de los sesenta y, por supuesto locutora en la Radio Rancagua donde hizo su aparición para proteger los derechos de la mujer. Si ella hubiera querido hacer ruido por todo lo que estaba pasando en esos momentos, mi madre no estaría viva y, menos otras familias que pudo salvar.

Siempre su espíritu estaba más conectado con la gente del barrio donde podía ayudar cuando alguien lo necesitaba. Era astuta e inteligente, pero en muchas de las ocasiones el CNI la interrogaba, para saber si era una más del montón. De esa resistencia, que estaba en contra del régimen de Pinochet. Yo entendía a mi madre, otras personas no. Su posición no era nada de fácil, ya que por una parte se encontraba en el camino de perderlo todo, hasta su vida.

No obstante, el resto, que pensaba que Carmen era una traidora. Ellos tenían una perspectiva mínima de lo que estaba ocurriendo en su vida. Mis vecinos, las madres que fueron a pedirle ayuda, esas mismas que la criticaban de vez en cuando para mantener el equilibro entre lo que estaba pasando en la actualidad y lo que Carmen podía hacer para salvar a muchas familias.

No fue fácil llevar en sus hombros todo ese peso, ya que por un lado auxiliaba a cualquiera que lo necesitaba y, por el otro la deshonoraban por tener esas conexiones dudosas con los militares. No había cómo resolver ese dilema, similar a la metáfora de ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? Por eso, nunca dijo nada y, trato en lo posible de no agrandar más esa perspectiva que tenían sobre ella. De esa forma, todo se mantenía en un statu quo, donde nadie podía reclamar nada.

Cuando mi madre entro a la casa, pude darme cuenta lo equivocado que estaba sobre Mercedes, pero no quería admitirlo, era un testarudo, cosa que era parte de esa herencia que mis abuelos vascos me dejaron. Tuve que tomar un descanso para apagar esa calentura en mi cabeza. Cuando estaba tratando de entender el comentario de mercedes y minutos más tarde pude escucharla, desde mi venta una vez más como hablaba de ella. Por su puesto fue diferente y no quería retractarme sobre lo que dijo temprano.

—Las piernas de Sofía son iguales a los de un atleta profesional y, para que decir sus brazos muy bien tonificados. No puedo negar que hay mucho potencial en ella.  — Manifestó Mercedes en frente del resto de sus amigas. Yo creo que estaba tratando de darles otra opinión más positiva, para que entendieran que cada cuerpo y cada alma era diferente y no similar a lo que veíamos en la televisión o en las revistas de belleza.

—Puedes que tengas razón, pero no es un atleta, es una mujer en desventaja en nuestra sociedad. — Expresó Adriana, una de sus amigas que estaba con los brazos cruzando, como esperando a que nadie le manifestase lo contrario. Era una mujer muy tradicional, creció en la iglesia católica, que era muy común identificarse en nuestra sociedad. Por supuesto las influencia religiones españolas fueran la herencia de nuestras raíces.

—Pero, se ajustan muy bien con sus hombros y su largo pelo claro castaño. ¿Te parece?  — Volvió a hablar Mercedes, tratando de ser un poco más abierta que las otras.

—Es muy posible que las imágenes de Sofía no sean iguales a las fotografías que vi en esas revistas de la Mujer. —Volvió a hablar Adriana, que tenía una perspectiva diferente e insistía que no era normal.

—Tienes toda la razón. Yo no he observado a una mujer como Sofía en ninguna parte. —Expresó Jésica, la otra amiga de Mercedes, donde ella imitaba a Adriana en todo lo que decía. Nunca le vi dar una opinión, ya que siempre repetía lo que Adriana expresaba.

Minutos más tarde, las tres se desplazaron a la casa de ella para seguir conversando del mismo asunto y, quizás de los hombres. En especial de sus maridos, hasta se olvidaron de ir al almacén. Creo que mi intromisión y la de mi mamá fueron una distracción. Por lo menos, eso es lo que yo pensé. Esperando a que hablen más de esa discriminación que a veces no es muy bien admirable.

Yo no podría haber descrito a Sofía mejor que Mercedes, por lo menos en esos momentos cuando sentí vergüenza por lo que le había manifestado antes. Al parecer Mercedes era la única del grupo que observo a Sofía con otros ojos, no como las otras viejas locas que solo les interesaba hablar mal de otra persona.

«Yo sé que, estuve equivocado al principio cuando pensé que ella era otro diablo más entre las otras envidiosas. Pero no es mi culpa, a veces no puede contralar mis emociones cuando veo la injusticia está presente. ¿Acaso todos tenemos el mismo principio?»

No puedo negar que el cuerpo de Sofía me atraía. No puedo negar, soy joven, a mis años todas las cosas cambian, es nuevo, es como una electricidad. Que quizás no es lo mismo en otras personas adultas. Tengo esos sentimientos que son difíciles de entender a mi edad. Pueden aparecen un día y desaparecer al otro, en realidad es una serie de emociones que están muy cerca de tu corazón. Para otros, que estoy seguro no comienzan desde ahí. Si no más bien, lo ven como una entretención, placer, algo que termina en desagrado y, sin ninguna finalidad.

A veces son difíciles de controlar o entender que está pasando en tu cabeza y, tu cuerpo que no son desagradables. ¡Creo que es natural sentirse de esa forma! En ocasiones me besaba, si, Sofía, pero lo hacía por felicidad y, siempre aclaraba que era otra forma de expresar su amista conmigo. Que, en realidad, para mí era confuso como me veía y, más difícil cuando algunos sentimientos comenzaban a crecer cada vez que se expresaba de esa forma. La primera vez que paso, yo estaba extrañado, pero ella me había aclarado que eran sentimientos diferentes a otros que tenía por otras personas. En realidad, esas palabras me confundieron mucho más y, por eso dejé de pensar en todo.

Éramos los mejores amigos, podría decirse que éramos el uno para el otro.

Volviendo a lo que las amigas de Mercedes manifestaron, todavía no puedo sacarme de la cabeza todo ese odio que tenían en contra Sofía.

Por un lado, Jésica, la otra amiga de Mercedes, una flaca alta, la escuché en ocasiones hablar sobre su vida personal. Ella apostó como las mujeres deberían de controlar al hombre. Muy tradicional y, creo que por eso tenía una opinión diferente sobre Sofía. No había día que no la veía hablar con alguien en la calle, pero la última vez, cuando la vi con Mercedes, rebalso el baso de agua. No sentía ningún odio en contra de ella, no obstante, su actitud negativa a Sofía me afecto un poco esa mañana. Traté de entender por qué era de esa forma y, me di cuenta cuando hablaba de sus cuatro hijas. Casi similar a lo que había escuchado de otras mujeres que tenían una perspectiva diferente sobre la mujer. Al parecer sus hijas nunca serán como Sofía, cosas que la ponía alegre, ya que eso es lo que ella quería.

Su marido trabajaba más de diez horas en la mina el Teniente, para sostener a todos. No puedo negar que era una familia grande, comparado con la mía que era solo yo. El tiempo que le quedaba trataba de descansar y por eso no había un modelo de hombre claro en su casa. Directo se iba a su recámara, después que Jésica le sirviera su cena. Ver a sus hijas en la cama era lo único que podía hacer.

Eso me hizo entender una cosa sobre ella y, Carlos su marido que tenía un deber grande en conservar su trabajo no tenía mucha responsabilidad en como sus hijas crecían. A posteriori de todo, era una familia numerosa. En ocasiones mi madre me contaba lo nervioso que era el señor Carlos, se asustaba de todo, en especial por la situación que estábamos pasando en el país. De vez en cuando hablaban y, expresaba su generosidad por la ayuda, pero también se sentía intranquilo por la situación social que podría afectar su trabajo. En realidad, si no fuera por ella, no sé que hubiera pasado con ellos.

Jésica era muy devota a su familia, cosa que la admiraba por eso. Con tal solo conocer a sus hijas pude enterarme de que su madre le gustaba cocinar y preparas a las chicas para ir al colegio. Siempre mantenía a su familia junta a pesar de las tribulaciones que vivían en la casa o afuera. Como todas las familias de la Villa. La unidad era su fuerte, cosa que la madre de Jésica paso esa tradición en su propia familia antes que falleciera. Yo la admiraba por eso, pero uno no podía discutirle o convencerla como debería de ser una mujer en ese tiempo, ya que todavía conserva esa tradición arcaica en su cabeza. En realidad, no podía decir mucho. Además, quien me iba a escuchar, tenía quince años.

Jésica no era la única que de vez en cuando me enfrentaba para defender a Sofía. Había otros, boludos, sin sentimientos, que se creían invisibles delante de ella. Como me reía en frente de esos jóvenes que trataban de sacar el pecho con la intención de marcar la cancha, para aclarar que los hombres son más fuertes que las mujeres.

Pensaban que estaban perdiendo su role masculino, algo intimo, que los ponía mucho más abajo que los de una mujer. Por lo menos eso es lo que ellos opinaban, cuando la miraban con otros ojos. Sin duda, los intimidaba saber que la realidad era otra, ya que ella era más fuerte que cualquiera de ellos juntos. Yo me incluía en ese grupo, pero tenía la película clara, yo reconocía que era más vigorosa que mi. Nunca lo negué, en realidad estaba feliz por eso, no solo porque ella me podía defender de otros más fuertes que yo, sino porque éramos inseparables.

A pesar de que Mercedes tenía algo de razón, todavía batallaban en aceptar como era Sofía y, sin pelo en la boca añadían que no era similar a cualquier figura de mujer chilena, que uno veía en las revistas de moda tradicional o en las series de televisión extranjera. Si, lo voy a repetir una vez más, sin embargo, no puedo dejar de pensar de lo mismo. De la misma forma, su personalidad no era de esta tierra y, su actuar con otros tampoco. De una cosa estoy seguro, siempre era moderada delante de todos y, algunas veces se manifestaba sin velo. Quería que la conocieran por dentro y, darles a entender que ella era normal. Que su cuerpo no debería de estar en medio de una discusión para juzgarla y, menos conocerla.

Muy dentro de sí misma, en el peor de los tiempos, solo quería buscar en otras personas el cariño que no recibía en su casa, pero en mi casa todos la amábamos, en especial yo. Yo no sabía que estaba enamorado de ella o la admiraba, eran dos sentimientos muy fuetes que tenía. Era difícil saber, complicado y, en realidad no quise tomarle mucha importancia, ya que podía disfrutarla. Eso era mucho más importante, ya que estaba con ella.

Estoy seguro de que siempre prescindió desde muy pequeña lo diferente que era, ya que estaba perpetua a la recriminación de todos, cosa que con el tiempo se pudo acostumbrar a vivir con eso.

Esas palabras negativas que la gente murmuraba a sus espaldas, un día tomo la decisión en no inmutarse más y dejo que los dragones siguieran escupiendo fuego en contra de ella. Pese a que, estaban presentes en su cabeza volando cada momento cuando alguien le recordaba lo burda que era.

«Si, a ti te hablo, a ti, que estas en el otro lado de este libro. Estoy seguro de que conociste a una persona similar a Sofía, o tuviste o tienes una amiga. Te hablo a ti, que comenzó a leer esta novela. La razón de esta interrupción es para contarte, que de vez en cuando me gustaría hablarte sobre mí. Podrás tener la oportunidad de conocerme más. La pregunta es por qué me atreví a contar la historia de Sofía, ahora. No tengas miedo en continuar leyendo. Sin duda es un compromiso grande en saber quien es ella y, cómo la llevo a llegar a donde esta, para convertirse en lo que es. Sus más oscuros y brillantes momentos y, también los míos que me gustaría que siguieras leyendo, que no es similar a cualquier otra historia. Contarte todos esos momentos que viví junto a ella, cada segundo que pasamos por esos lugares de Rancagua, que todavía están en mi cabeza.»

Como te decía, sin duda, ella era más fuerte que sus hermanas; delgadas y delicadas que no podían hacer las mismas cosas que Sofía. Le gustaba el deporte y jugar con los hombres que en ese tiempo era mal visto por la sociedad. A pesar de las dificultades que tuvo en adaptarse, al final nunca tomó en serio los insultos que escuchaba de las otras personas, que tenían tiempo para criticar, pero no resolver los problemas de la sociedad. A eso yo lo llamo, perdida de tiempo.

Siempre protegía sus principios y, si alguien estaba en problemas ella defendía al más desvalido. Tenía una gran compasión en la gente, humildad y, por sobre todo respecto cuando se refería a otros. Nunca se doblegó en cambiar su vestimenta, jugar con los hombres o incluso amar a alguien que la entendiera. Por eso, solo a los agitadores los mandaba a la cresta. Hacia vista gorda a todo ese veneno que la gente escupía desde sus bocas en su cara, pero nada la pudo quebrar. No a ella, siempre la vi fuerte, se notaba en su rostro y, con el tiempo aprendió que el odio de esa gente no la iban a destruir. Tenía entendido que su futuro no se trazaba por la opinión de ninguno de ellos, que solamente querían transmitir esa fobia en contra de ella. Por eso, no se preocupó en ningún minuto en saber las razones que los condujo a decir todas esas tonterías absurdas, crueles y sin sentimientos que tuvieron una razón coherente, que solo el diablo las indujo y, hizo gastar tiempo y energía al aire puro del día.

Quizás fue un temor que la gente tenía a algo diferente, que no estaba trazado en las tradiciones de una sociedad patriarcal, animadas por generaciones, que tratan de implantar sus ideas arcaicas. El credo era una actividad grande en nuestra vida, la religión, la virgen, los fantasmas, las brujas, los brujos, cualquier tradición que ayude a influenciar una sociedad eran parte de nuestra cultura. Era cómico ver como algunos se ponían al frente de Dios, para castigar a cualquiera que no estuviera en acuerdo con ellos. Tratando de intimidarlos, que una entidad más poderosa que ellos iba a castigarlos. ¿Cómo podían pensar de esa forma? No había derecho, sino mentiras, ganas de aumentar ese odio, sin razón alguna, con solo de obtener la razón para ganar. Pero no todas las religiones eran o actuaban de esa manera. Había otras, que hasta el día hoy todavía no se dan cuenta de esa revelación progresiva.

Me acuerdo de todo lo hermoso y bello, y siempre, siempre vuelvo a ti.

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