LA SANGRE DE LOS ELFOS tercera parte

Tras caminar una distancia grande, Lupercus llega al territorio de los gigantes. Una gruta montañosa con forma de acantilado donde estos enormes seres se asentaron. Por entre pedregosos peñascos situados como un murallón artificial que enmarcaban una llanura de laja, observó al clan.

 Todos eran similares en aspecto a los humanos, aunque de diez metros de altura. Los hombres eran toscos, gordos, bruscos y con largas barbas y greñas. Las mujeres eran menos toscas y de cuerpos voluptuosos, pero igual de brutales. Incluso había niños de entre tres y cinco metros retozando y jugando.

 Lupercus no entendía una palabra de lo que los gigantes expresaban en su gutural lenguaje pero si comprendía sus relaciones sociales tan similares a las de los humanos. Se calentaban ante una fogata que hubiera consumido una casa humana completa y se alimentaban de unos tres mamuts que habían cazado y cocinado.

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