Capítulo 1

Shalley Brown  

El día había empezado con un color gris en sus nubes, daba a entender que no pasaría mucho tiempo para que las pequeñas gotas empezaran a mojar todo a su paso.

Mi madre entró a la habitación y yo rápidamente cerré los ojos, no quería ir al colegio y menos con un día tan apagado como el de hoy, sus manos cálidas y reconfortantes empezaron a mover mi hombro tratando de despertarme, sabía que su paciencia se estaba agotando, pero quería ganar tiempo para que no me obligará a ir.

Escuché sus pasos alejarse de mi cama y sonreí victoriosa, probablemente se había cansado de tratar de despertarme y se había rendido, seguí con mi exquisito sueño dándome a la idea de que no iría a estudiar, pero cuando más relajada estaba, un balde de agua fría se balanceo sobre mi cabeza haciendo que me levantara de inmediato mientras tosía exageradamente, otra vez me la había hecho ¿Cómo es que aún no me acostumbro? Mi madre siempre consigue todo a las buenas o a las malas.

—¿Por qué eres así mamá? — pregunté mientras secaba mi rostro con una toalla que ella misma me había traído — un día de estos me dará hipotermia.

—No seas exagerada Shalley — dijo como si no tuviera importancia —, mejor vete a bañar y te espero abajo para desayunar.

—No quiero ir a estudiar — susurré volviéndome a acostar en la cama mojada.

—No está en discusión jovencita — regañó con suavidad — ¿O acaso quieres más agua?

—¡Ya desperté, ya desperté! Tranquila mamá — me levanté rápidamente de la cama y me adentré en el baño.

Podía sentir la sonrisa malvada de mi madre, nuevamente se había salido con la suya, ella era la razón de mis alegrías, mi padre se había ido cuando yo apenas era una chiquilla escuálida sin recuerdos aparentes, así que mi madre se había convertido en mi todo y yo para ella era la princesa de su corazón. Tenía 17 años y faltaba poco para que cumpliera mi mayoría de edad, pero a mi mamá la necesitaría siempre.

Decidí dejar mi corazón cursi a un lado y empezar a organizarme; tomé el cepillo y empecé a cepillar mis dientes, seguido a eso desenredé mi cabello y quité las prendas de mi cuerpo, el agua tibia lograba una relajación en mi cuerpo casi instantánea, quisiera quedarme allí y olvidar el día lluvioso que estaba haciendo afuera, pero el grito desesperado de mi madre obligó a mí cuerpo a salir de su pequeño paraíso y empezar con un nuevo lunes.

Salí del baño y una vez que mi cuerpo estaba seco comencé a poner mi uniforme: una falda color rojiza cuadriculada un poco más arriba de las rodillas, una camisa blanca con corbata adornada con un saco color negro claro para evitar un resfriado, medias hasta las rodillas y zapatillas brillantes era lo que conformaban mi atuendo estudiantil. Una vez lista bajé al primer piso para comer lo que mi madre había preparado, no era por alardear, pero mi madre cocinaba exquisito.

—Toma — musitó poniendo un plato con fruta picada nadando en una rica y dulce leche condensada.

—Gracias mamá — sonreí agradecida para luego empezar a devorarlo todo.

—Lo mejor para mi princesa.

Mi vida no era mala, tenía el amor y el apoyo de mi madre que era lo más importante, no negaba que me hacía falta el amor de un padre ejemplar, pero era algo con lo que aprendería a vivir cada día. Terminé de comer la fruta y besé la frente de mi madre seguido con un sincero te quiero, salí de la casa, abrí mi paraguas y empecé a caminar hacia el colegio, la misma rutina todos los años.

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