Capitulo 4

Steffi 

Me toma de la mano para llevarme de vuelta al grupo alrededor de la fogata, donde Adriel y los chicos están atentos a la historia de André. Se encarga de sentarme justo frente a él, no pude evita su mirada en cuanto lo hice, ni perderme en sus ojos cada vez que me recorría de arriba abajo involuntariamente, acelerando mi corazón.

Pasada las historias, la música empieza a oírse más fuerte y Claudia nos empareja para la hora de baile infaltable, ella toma el control para seleccionar las canciones así que nos esperaría una rueda de baile interesante, por no decir intensa, movida y un tanto penosa, pues a Adriel se le nota las pocas ganas de menearse frente a un grupo de extraños.

—Debes perdonarme estoy un poco tieso, hace mucho que no bailo. —se excusa un tanto avergonzado, mientras desliza sus manos por mi cintura en la primera canción que elige mi gran amiga.

—no te preocupes, tampoco suelo bailar. Así que no desentonaremos. —susurro perdiéndome en esos ojos marrones tan lindos.

Estoy caminando entre nubes de algodón sintiendo que las melodías dulces me envuelven, en tanto el deseo crece en cada apretón de sus manos. El contacto visual me hipnotiza, estoy a punto de desmayarme anhelando que me reanime dando respiración boca a boca.

Luego de unas cuantas canciones más, dejamos la pista de baile para tomar un poco de agua. Aunque en realidad quería dejar de morir entre sus brazos.

— No se nota la falta de jarana. —le digo.

— Y tú bailas muy bien. Deberías hacerlo más seguido.

—¿Te estás burlando o en serio no sabes nada de bailes? Soy pésima moviendo el esqueleto— me rio.

Adriel me mira y se sonríe, dejando que ese brillo inexplicable en sus ojos me robe el aliento una vez más ¿Sería posible que pueda gústale a un chico como él? Se nota su buena pinta y es más que evidente, que es de familia adinerada. No quiero cruzar el límite por una noche sabiendo que eso puede ser doloroso. En verdad me gusta mucho y sé que no lo volveré a ver, estas casualidades solo ocurren una sola vez en la vida y es mejor no ilusionar a mi corazón.

— ¿Por qué no me cuentas un poco de ti? —Deja la botella de agua en la mesita, como dispuesto a escucharme con atención.

—Bueno… —Suspiro — Solo tiene que bastarte que me llamo Steffi, esta noche loca no hay nada más que eso—levanto una ceja con picardía.

—Tengo la ligera sospecha de que ustedes se toman en serio eso de romper sus reglas. ¿No temen a las consecuencias?

—No hacemos nada de lo que tengamos que arrepentirnos luego—le guiño el ojo y regreso al grupo.

Me sigue, dejándome oír su risa, estoy casi segura que esa idea le gusta; si es casado, comprometido o tenía mil enamoradas, el sentir que por unas horas puede hacer lo que quisiera sin sentir culpa, es una buena noticia. Pero que no se ilusione mucho porque esta noche ni en ninguna otra podrá, llevarse a nadie a la cama.

Las horas no perdonan y así, bebiendo y comiendo entre amigos, llegamos casi a las cuatro de la mañana del día domingo y el clásico juego de botella borracha sin censura sale a la luz antes de ir a dormir. Entre giros, besos picantes y caricias ardientes, llega mi oportunidad.

—Esto se quiere ver Adriel. —habla Sandro—quiero un beso con todas las de la ley en los labios de mi dulce Steffi.

Yo disimulo muy bien mi interés a pesar de que la cara me arde y estoy invadida por este gas de la risa. Pero él se pone rojo y muestra mucho nerviosismo, más por la insistencia de los chicos. Entre sonrisas tímidas se acerca acelerando mi corazón, el cuerpo me tiembla y trago en grueso al tenerlo tan cerca y ver como con ternura aparta el cabello de mi cara.

—Ya bésala Adri, antes que se desanime —Gritan los chicos.

Sus labios tiemblan y parece estar como hipnotizado, o pensando la manera de decir; no puedo tengo novia. Su respiración está agitada y la presión de los chicos en vez de ayudar está jodiendo mi gran momento.

— ¡Beso, beso, beso! —volvieron a gritar.

— Apúrate 

Adriel, si no ocupo tu lugar — reclama André.

— ¡Basta, chicos! —Grito mirándolos, necesitaba desviar la mirada antes de no soportar más y agarrarlo del cuello para besarlo hasta más no poder.

Vuelvo a perderme en sus ojos y en cámara lenta veo más cerca ese inolvidable momento, su respiración sobre mi cara, la calidez de sus labios sobre los míos y ¡plop!… solo deja un piquito.

—Buuu—gritan todos—eso no fue nada Adri. Perdiste la oportunidad.

Sabía que no iba a darme un gran beso, pero fue suficiente para mi corazón que se vuelque en sueños fantasiosos, entregándome la dicha completa, como su hubiese ganado el premio mayor de la lotería.

Después de las risas de los chicos y los abucheos, volvimos al ruedo con el baile, ya no quise bailar, no por lo ocurrido sino por cansancio. Pero Adri se ve avergonzado, sonríe esquivando las miradas y me temo que es por mí, empiezo a sentirme fatal.

Con la música de todo género escuchándose de fondo, los minutos siguen pasando y Adri vuelve a soltarse, ahora platica con Sandro y eso me alivia.

Para ir avanzando con el desorden inicio la limpieza, Claudia me ayuda a levantar para podernos ir a descansar más rápido. Es un poco más de las cinco de la mañana, cuando me doy cuenta de que el chico lindo con bolsa en mano limpia el lado de la fogata. Y los chicos como siempre, ya bajo su carpa, dormidos. De un momento a otro, Claudia desaparece, debo suponer que le ganó el sueño o quiso dejarme a solas con él. Entonces Adriel se acerca para recoger la bolsa de b****a que estaba a mi lado.

—Eso es todo. Ya quedó limpio el lugar. —refiere aliviado.

— Sí, está es la última bolsa. Ya tenemos que ir a dormir un rato, bueno, tú en tu auto, yo por ahí— sonrío nerviosa.

— No pensé quedarme desvelado tanto tiempo.

—Entonces, adiós y gracias por acompañarnos.

—Quiero darte algo —Deja caer la bolsa de b****a a un costado y se acerca más quedando a unos centímetros de mi cara— Te debo un beso —Susurra mirándome con esa magia desprendida en sus ojos y una ligera sonrisa en sus labios.

— La hora del juego ya pasó —respondo de inmediato sin saber lo que digo, mientras mi corazón explota de alegría por la proposición.

— Eres única, Steffi —Acercando su cara junto a la mía, va cerrando los ojos hasta rozar mis labios.

¡Diablos! Todo mi ser se estremece, y esta sensación de vacío ha regresado, no siento las piernas y este cosquilleo en mi estómago me vuelca en suspiros.

— ¡Espera! —me aparto tomando aire y sé que, si se va, lo lamentaré toda la vida —si piensas que puedes aprovecharte porque estoy sola, te equivocas, soy cinta negra en karate.

— Me encanta, como eres —me toma por la cintura con suavidad e ignorando mis tonterías vuelve a acercarse, manteniéndose firme en su cometido.

Sin dejar de matarme con esa mirada encantadora, que ahora parece sonreírme; roza una vez más mis labios y dándole permiso al entreabrir la boca, doy paso a ese beso maravilloso que no puedo describir.

Jamás he besado a nadie, pero estoy segura de que lo que siento ahora es lo que se siente cuando estás compartiendo la misma emoción con tu media naranja. Sus brazos me aferran a su cuerpo y sin miedo lo abrazo con fuerza deseando no perderlo, quiero creer que es solo mío. Su respiración agitada y la aceleración de ese beso es tan grande que empiezo a derretirme, literalmente, estoy muy excitada transportándome al mismo cielo entre sus brazos. No sé cuantos segundos han pasado, pero no quiero que termine.

— Guao—necesitaba apartarlo o me dejaría llevar por esas caricias de más — si sabías besar —Digo tratando de no darle importancia a ese dulce beso, tan ardiente.

Me mira sonriendo en tanto se muerde el labio inferior, ¡diablos! Un gesto realmente excitante, estoy ardiendo en el fuego del infierno y aun así quiero más. No estoy lejos de su agarre y de ese deseo que sigo viendo en sus ojos. No dice nada, vuelve a arrastrarme a sus labios.

—Y eso que aún no he empezado—Susurra con voz agitada estremeciéndome.

La piel se me eriza y vuelvo a sentir sus labios húmedos acariciar cada centímetro de mi boca, mientras su lengua juega con la mía haciendo temblar mis rodillas, sus manos recorren mi espalda entregándome ese calorcito único que empiezo a necesitar. Quería seguir pegada a sus labios. Pero no puedo ser tan evidente, esta vez lo aparto con mucho esfuerzo y dolor en mi corazón.

—La hora mágica ha terminado y debes irte antes de que tu sueño se convierta en pesadilla.

—Quisiera quedarme a hacerte compañía.

—Creo que deberías irte, tu teléfono no ha dejado de iluminar la pantalla toda la madrugada. Seguro alguien está esperándote.

—No creo que sea alguien importante ¿Me das tu número? —saca su celular como mirando indiferente a quien le haya llamado o escrito.

—Uhmm —Digo girando la cara, me moría por darle mi número, pero era mejor que todo muriera en ese instante.

— ¿Te doy mi número primero?

—¡No!, no me lo tomes a mal, pero; no quisiera que algún acosador esté mandándome mensajes a cada rato.

—La próxima vez, entonces —Guiñándome un ojo.

—No creo que haya próxima vez, Adriel.

—Pensé que creías en las locuras de cupido.

— ¿Tú crees en esos cuentos? Yo no… tengo los pies bien puestos en la tierra. Sé que solo en las novelas los encuentros románticos existen; en la vida real cupido se hace el ciego.

— Pensaba como tú, pero creo que me has hecho cambiar de opinión —acaricia mi barbilla acercándose, roza mis labios para luego dejar un beso en la punta de la nariz— Espero que la próxima vez que nos veamos me des tu número.

—Si eso pasa, tenlo por seguro… que lo pensaré —sonrío, guiñando un ojo.

—Hasta pronto.

Da unos pasos alejándose, y de repente voltea para tomarme una foto.

— Por lo menos me llevaré un recuerdo tuyo —Guiñándome un ojo.

—No, no, no me veo fatal en las fotos ¡Bórrala! —corro para intentar persuadirlo de que lo haga. Pero corre hasta el auto.

—Te ves muy bien, así como estas, a la natural, hermosa —grita entrando al auto.

—Adiós — susurro resignada, dejando salir un gran suspiro.

Lo veo alejarse en su camioneta roja, sintiendo que el corazón se hace pedazos. De pronto siento unas manos sobre mis hombros, era Claudia que acaba de salir de su escondite.

— ¡Picarona! No puedo creer lo que hiciste, en verdad que te hiciste la indiferente —Abrazándome por la espalda.

—Cosas que se aprenden viendo telenovelas.

—Lo dejaste con las ganas de buscarte.

— No lo creo.

— ¿Por qué no? Yo lo vi con carita de borrego a medio morir.

— ¿¡Tú crees que un chico de veinticinco años, graduado de la universidad, guapo y con un cuerpazo, pueda ser soltero!?

— Hay que ser positiva.

—Positivamente jamás lo veré y si lo hago, te apuesto lo que quieras, a que será con una chica hermosa tomada de su brazo.

— Estás loquita 

Steffi, lo que más me gustó fue tu forma de manejar a semejante bombón, te juro que yo en tu lugar, me lo chapaba sin control, hasta mi dirección le daba.

—Nada de excesos, estos días locos mueren aquí y al subirme a esta camioneta —señalo el vehículo—la locura que hice solo será un hermoso recuerdo. Hasta ahora no puedo creer que me haya atrevido a besar a un desconocido.

— ¡Y vaya desconocido! Te envidio.

—Espero que me sigas envidiando cuando aparezca con su novia pisoteando mi corazón.

—Ya vamos a dormir un poco, quizás así se te quite el pesimismo.

¿Dormir? No creo poder dormir después de que ese primer beso fuera tal y como siempre lo imaginé. Luego de que Claudia se durmiera, saco mi teléfono celular para revisar las fotografías que tomé sin que se dieran cuenta. Siempre hago lo mismo y hoy en especial, no me arrepiento de eso. Tengo las mejores fotos de 

Adriel si no lo vuelvo a ver, que es lo más seguro. Para recordarlo me quedan estas fotos graciosas y la escena ardiente de sus besos grabados en mi cabeza.

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