Capítulo 3

Steffi

Camino al mismo campamento de playa desde hace ya tres años, mis alocados amigos y yo estamos más que dispuestos a llevarnos la mejor experiencia de nuestras vidas. Digamos que estamos entrando a la etapa de la madurez emocional y buscamos más que una aventura. Como siempre el hermano mayor de Luca nos lleva en su camioneta, es solo tres años mayor su hermano, pero el más infantil de todos, con veintiún años lidera la pandilla más fresca de toda la academia, eso decimos siempre.

Pasado los minutos los cantos y risas empiezan a mostrar la mejor cara del grupo, somos unos locos de remate. Esta noche en particular la nostalgia está invadiéndome, soy la única del grupo que hasta ahora no ha besado a nadie, soy la virgen neta de toda ciudad, sé que no quiero enamorarme y perder la cabeza como mis amigos, pero me encantaría sentir alguna vez esas sensaciones inexplicables que solo el amor provoca.

— Que pasa Steffi estás pegada a la almohada, no digas que te dormirás antes de tiempo — Levanta la voz Luca al percatarse que seguía con la cara pegada a la ventana desde que salimos de la ciudad.

— Duerme mi amor y yo te despertaré como a las princesitas de cuentos, con un beso tierno y apasionado —susurra André.

— Ya quisieras, sueña nomás —Le digo despegando la cabeza de la ventana y mirándolo.

— Esos labios están reservados para alguien menos simplón, André —Refiere Claudia sentándose a mi lado.

— Sigue soñando querido. Pero a mí si puedes darme todos los besos del mundo, muñeco —Habló al fin Kiara, lanzándole un beso volado a André.

—Ya, pareces a la bruja del setenta y uno—Soltó la carcajada Sandro.

No es raro bromearse así con ellos, todos saben que esos dos andaban en algo más que simples roces. Y es una pesadilla pasar un rato sin ellos, son divertidos y me agrada ser parte de sus tonterías de amor.

— Es que André es tan flaco que se parece a don Ramón —Digo riendo.

—Está buena esa Steffi —expresa muerta de risa, Claudia que recostándose en mi hombro lanza un gran suspiro — lo que importa es que estos días son solo nuestros.

El grupo entero suelta sus melodiosos suspiros, sin duda dos días al año donde rompemos reglas y dejamos salir todo lo que socialmente mantenemos a raya. Pero eso sí, sin excesos, somos alocados, pero chicos responsables y centrados, solo un poco de alcohol, cero drogas, mucho baile y juegos picantes que no siempre van conmigo, a pesar de todo, sigo manteniendo la idea de que un beso es el portal a un amor infinito. Suelo ser supe cursi.

No puedo evitar reír mientras lo pienso.

—Efectivamente chicos, contrólense un poco esta vez, que la hormona no le gane a la neurona. —les aclaro.

— Miren quien habla de controlar hormonas, la peque más pervertida de todos. —Menciona Sandro.

— Qué te pasa Sandro —le lanzo una almohada en la cabeza, tú sigue manejando, ya quiero llegar, tengo sueño.

— No seas aguafiestas Steffi, que esta noche hay que pedir nuestros deseos de año nuevo y por lo menos una de las dos debe conseguir un amor de esos que ¡Ay! —se estremece Claudia— te hagan suspirar y soñar despierta.

Levantándose del asiento junto a mí, va a sentarse en las rodillas de Luca.

—Chu, chu, chu, ¡Fuera Claudia! No me espantes, estás loca si piensas que te daré mi amor —Ríe Luca.

— Estúpido —Lo abraza —Sabes que te amo.

Mientras se besan, todos lanzamos un “oh” Y unos chiflidos para terminar en aplausos. Hace unos años esos dos nenes son pareja, llevan una relación muy madura, más que enamorados y novios, son amigos. Nunca se han peleado y se entienden de tal manera que, si separaran, la distancia no sería obstáculo para seguir amándose.

La envidiaba un poco, también me gustaría vivir una historia de amor como la de ella, pero aún no me nace el hombre soñado, Claudia dice que cupido es inquieto y seguramente mis flechitas de amor están por llegar, me causa risa de solo pensarlo. Pero no me desvelo por ello, estoy bien así, por ahora. Solo sé que cuando llegue el príncipe azul de mis futuras historias de romance empalagoso, lo sabré de inmediato. Quizás por ahora este perdido, no sería nada extraño que lo encuentre en este campamento.

“¡Si, seguro! ¡Cómo No!”

Suspirando miro por la ventana de nuevo y me pierdo unos segundos de la realidad. Hasta que Kiara me avisa que ya hemos llegado.

— ¡Vamos Steffi! ya baja —grita Sandro.

— ¡Ya voy! es que en verdad da pereza. —me levanto con una media sonrisa en el rostro y salto de la camioneta.

—Bueno chicos—Dice Sandro sacando unas cosas de la parte de adelante —, ya sabe que hacer cada uno, no quiero repetirlo otra vez —se dirige al grupo creyendo que los chicos aún están esperando.

—Tendrás que repetirlo, son unos niños inmaduros —Expresa Claudia, señalando a los chicos dirigirse a la playa.

— ¡Oigan! —grita Sandro— No sean infantiles, maduren caramba ¡Vengan acá!

— Íbamos a traer el agua —ríe André, de tras llegada Kiara sonriendo y Luca.

— Que agua, ni agua a ti, te corresponde hacer la fogata — le recordó.

Claudia y yo reímos, teníamos a cargo armar las carpas de dormir así que nos apresuramos a terminar a tiempo, el que Claudia les esté repitiendo que tendríamos que terminar a tiempo para la buena cábala de estos años, motiva mucho. ¡Cómo no! Lo que más los motiva a empezar a tiempo la jarana, romper las reglas cada inicio de año. El verdadero año nuevo paso hace unos días, pero desde hace tres años pasamos el primer sábado y domingo en la playa y nos ha ido súper bien el resto del año.

Al poco tiempo todo quedo listo, sin darnos cuenta ya estábamos alrededor de la fogata charlando y riendo y con una lata de cerveza en las manos.

— ¿Qué harán cuando se postulen? —Preguntó Sandro.

—Pues ingresar —respondo muerta de risa—Son los últimos meses en la academia.

— Cuando no Steffi —Claudia me empuja haciéndome caer de espaldas sobre la arena sin dejar de reír.

— Hablando ya en serio—Levantó la voz Luca — Si no ingreso, me tocaría prepararme más y más, pero hoy solo quiero alejar de mi cabeza tantos algoritmos y aritmética —riendo.

— ¡Eso sí! Hoy nos la pegamos, en el buen sentido de la palabra. —Expresa Kiara— Hoy dejamos las reglas en casa y somos libres, de hacer lo que queramos.

Todos nos miramos ahogando las carcajadas unos segundos, luego nos reímos y nos tomamos por los hombros encerrando el círculo de la amistad más bonita formada.

Poco después la parrilla estuvo lista para empezar a preparar las hamburguesas, las salchichas y todas esas cositas grasas que nos están prohibidas. Las horas pasaron rápido y el vino tinto fue destapado para hacer un brindis recordando los propósitos de año nuevo mientras bailamos al compás de la música de moda.

Era una de esas noches bonitas e inspiradoras para cualquier escritor o para una amante del romance como yo. Me alejé un poco del grupo para mirar la playa, la brisa fresca del mar y el cielo despejado con el leve murmullo de la música de fondo se sentía tan bien. Claudia se acercó para hacerme compañía, luego de debatir mis puntos de vista románticos, Claudia dijo que era una de esas noches donde cupido aparece y que mejor me dejaba sola para ver si así me flechaba de una vez.

— ¡Claro! Como si a media noche los chicos lindos nadan por aquí—le grito, mientras se aleja.

Sigo caminando sin pensar en nada más que la espuma de las olas bajo mis pies y el sonido de las olas que parecían cantar esta noche. No me doy cuenta de lo mucho que me había alejado hasta que tengo frente a mí, esas rocas gigantes de la que habían hablado los chicos.

“Bueno, ya que estoy aquí, voy a ver esa laguna cristalina tan mágica que todos conocen, menos yo” me digo, acercado.

Las veces anteriores que acampamos no me animé a seguirlos y esta noche pues, tiene ese algo que no puedo explicar y si me ha traído hasta aquí es porque quiere que la conozca.

Me acerco más a esas pequeñas rocas que hay a su alrededor y me siento cómoda. Desde esta posición es muy hermosa, el reflejo del cielo claro en ella, es divino, como una foto de esas que no puedes creer que existan y te arrancan suspiros. No pensé que fue tan bonita, es casi como uno de esos lugares que te provoca pedir un deseo y sabes que va a cumplirse.

Dejo un largo suspiro perdiéndome en su reflejo, cuando algo me hace levantar la vista hacia las aguas heladas del mar y distingo una silueta masculina saliendo del mar. ¡Oh Dios mío! No era una alucinación, aunque por las dudas me restriego los ojos un par de veces para creer que un Dios de carne y hueso encuerado, saliera de las frías aguas cuál sirena encantada.

Un cuero, un papacito, un bomboncito como lo describirían las chicas. Y un "En algo,

"Seguro es gay",

"No es para tanto" como le dirían los chicos.

Pero tiene algo diferente, lo sé, porque mi corazón nunca antes se ha agitado tanto. Sigue caminando y parece que se ha dado cuenta de mi presencia y no aparta su mirada, supongo que cree que soy un fantasma, o una loca, ya que solo una loca estaría a estas horas, sola en un lugar tan frío y sin abrigo.

¡Oh por dios! Ese bóxer ajustado sí que deja muy poco a la imaginación. Sigue caminando y lo veo entrar a una camioneta que está a unos metros de la orilla. Estuve tan pendiente de ver la laguna que no vi nada más a mi alrededor. Tal vez el chico guapo no este solo.

Arrastro un suspiro, sintiendo esa necesidad incontrolable de sonreír, en tanto un cosquilleo en mi estómago me acelera el corazón. ¡Carajo! ¿Será que he sido flechada? Si es así, ¡Sí que tengo tan mala suerte!

Después de unos minutos el chico atractivo se aleja de la camioneta, ya vestido. Me sigue observando y se acerca con ese gesto de curiosidad, como intentando saber si no era su alucinación.

Me sonríe y sube a unas de las rocas a mi lado para sentarse, dejándome inmóvil por un instante. No puedo creer que se haya atrevido a sentarse junto a mí, sin ser presentados.

— Un amigo me hablo de este lugar—me habla con toda confianza, ¡como si los chicos no hicieran eso cuando ven a una chica sola! —en verdad es hermoso, parece mágico ¿Verdad? — Me mira al terminar de hablar.

—Sí, es muy hermoso. —respondo toda confiada, quien podría decirme que no era un psicópata. —mis amigos ya han venido antes y ya no quisieron acompañarme, estamos acampando hacia allá —Señalo detrás de las rocas.

Me mira sonriendo, un tanto sorprendido por la manera tan abierta que tengo de hablarle, como si lo conociera de toda la vida. Y es que es lo que siento, tiene esa chispa que transmite tranquilidad, mi corazón lo reconoce como parte de mi vida pasada.

— ¿Cómo te llamas? —pregunta deslumbrándome con ese algo que me eriza la piel.

—Tú, primero.

— Adriel —Sonríe y ¡Saz!, una corriente helada recorre mi cuerpo—Ahora tú.

—Steffi—Digo encogiéndome de hombros, ahogando un suspiro — ¿Y acampas solo o te metiste un chapuzón luego de salir de la disco?

—No, aunque me gustaría, recién regreso al país y no he buscado a mis antiguos amigos —Sonríe y la luz del cielo claro se refleja en sus ojos tan bonitos.

— ¿Y dónde has estado?

— Inglaterra.

—Guao, tus padres si deben tener dinero — expreso volteando la cara y llevando una mano a mi cara como pensando.

— ¡No! Mis padres son de acá, viajé con mis padrinos hace muchos años, estudié medicina, me gradué hace unos meses y regresé.

—¡Ups! Lo siento —digo avergonzada—eso debió quedarse en una burbuja de pensamiento — Sonrío nerviosa.

—Está bien, me agradan las chicas como tú, sinceras. ¿Y no te extrañan tus amigos?

— Me dejaron que explore sola, a ver si cupido me flecha de una vez y deja de ser caprichoso conmigo, a todos los ha flechado menos a mí ¿Puedes creerlo?

—Pues sí que es caprichoso, pero es mejor que se tome su tiempo, así te lleva con la persona correcta, ¿No crees?

— Es lo que pienso, no tengo apuros en sufrir, porque el amor siempre trae dolor en algún momento.

— ¿Y cuántos años tienes?

—Uhmm — frunzo el ceño un instante.

—Yo primero ¿verdad? —vuelve a sonreír, ¡joder! Porque hace eso, si cada vez que lo hace, si corazón recibe una sacudida que me estremece toda. — Veinticinco… tengo veinticinco.

—Veinte, yo… veinte.

¡Dios! Una pequeñita mentira que no creo que pueda tragarse. Igual, no es que lo vaya a ver otra vez, no es pecado grave ¿o sí?

— Eso pensé. —Parece que arrastra un suspiro.

Por unos segundos me siento en un reto de miradas donde voy perdiendo por mucho. Adriel me tiene muriendo con los latidos cardiacos acelerados, estoy temblando con esta sensación extraña en mi vientre.

— ¿Te gustaría acompañarnos? —rompo al fin esa barrera mágica de sus miradas—nos vamos pasando el medio día. No te preocupes por mis amigos, son chicos muy agradables, un tanto infantiles y bromistas, pero créeme que no vas a incomodar. Les encantará conocerte.

—¿En serio? Lo pensaré.

— ¡Vamos! Estás aquí solito, es un año nuevo, nosotros estamos celebrándolo, sé que fue hace unos días, pero nuestra cábala es pasar acá el primer sábado y domingo del año.

—Está bien—se apresura a decir —vamos en mi camioneta — Señalando el camino para bajar.

Siento un balde de agua helada caer sobre mí, creí que pondría un pretexto, ya estaba lista para decirle “ok, no hay problema”

— ¿sabes? No sé por qué estoy confiando en ti, quien me garantiza que cuando este dentro no vas a degollarme o algo peor—detuve mis pasos y giro para mirarlo.

Adriel se carcajea y coloca una mano en mi hombro provocando que me paralice, con esa extraña corriente eléctrica que recorre mi columna vertebral.

—Eres la primera chica que no quiere subirse en mi auto, solo por la apariencia. Eso es bueno.

—Oye crees que soy como esas flacas que solo se fijan en tu cuerpo bien formado y bronceado, esa carita de ángel y esos ojos tan bonitos ¡Por favor! ¡Qué mal!

—Y tú me invitas a tu campamento sin conocerme, es un riesgo muy alto, nada te garantiza que pueda asesinarlos a todos cuando duerman.

—¡Carajo! Tienes razón, mejor te dejo aquí y ambos estamos libres del peligro.

Adriel vuelve a sonreír ¡Dios mío, qué hombre más lindo! Cada segundo que paso frente a él es mortal, sus ojos, sus labios, esa mirada y esa sonrisa están derritiéndome por completo. Sí que es extraño eso del amor, jamás había sentido tantas emociones juntas y esta necesidad de que el tiempo se detenga por siempre para seguir admirándolo.

—Ya es muy tardar y está haciendo frío, te invitaría a mi casa, pero dirías que soy un pervertido, así que te llevo hasta tu campamento, tus amigos deben estar preocupados —me muestra el auto —prometo que no haré más que conducir. Es más, puedes apuntarme con un arma si eso te tranquiliza.

— ¿Tienes un arma en tu auto?

— ¡Claro que no! Solo bromeaba, revisa si quieres, antes de subir.

—Lo aré, —le apunto con el dedo índice—no es por desconfiada, es para demostrarte que te creo.

—Claro—vuelve a reír.

Es una gran locura, más bien la peor estupidez, primero la mentira, luego lo invito al campamento y ahora estoy subiendo a su camioneta sin medir el peligro. No soy fuerte ni traigo conmigo un arma con que defenderme en caso quiera atacarme, estoy jodida aquí dentro.

Me demoro más en pensar en todo lo malo que pueda sucederme con este psicópata risueño, que en llegar con mis amigos. Cuando me ven bajar sus rostros cambian un poco. Se sorprendieron sin duda alguna y cuando Adriel desciende del auto fue como “¡Oh Dios! ¿Y este de dónde salió?”

Las chicas babearon y en la mirada de los chicos por un segundo vi un poco de preocupación, pero luego de la presentación lo incorporan al grupo alrededor de la fogata; recibiéndolo como un amigo más. Después de todo, en estos días las reglas están bajo siete llaves.

Mientras ellos hablan, Claudia me lleva a un lado para empezar con su interrogatorio.

— ¿Dónde encontraste a ese muñeco?

—pues…

—¡No me digas que lo trajiste aquí para romper tus reglas!

—¡Claro que no! Como crees que… lo invité por error y acepto quizás para no ser descortés.

—¡Óyeme niña! estás metiéndote en ligas mayores, ese papacito esta re bueno y parece que no le eres indiferente.

—Deja de alucinar, es un chico mucho más grande que yo.

—No son locuras, desde que llegó solo tiene ojos para ti, en verdad tienes una suerte —suspira— ¡Que envidia!

— No te pintes pajaritos de colores, porque no existen.

—Pongo las manos al fuego, ¡míralo! está entre niños charlando y riendo, pero sus ojos recorren el lugar buscándote, ¡Dios! Sí que cupido hizo de las suyas.

—No digas locuras, probablemente tenga novia o peor aún, esté casado.

— ¿Casado? No lo creo, si está tan emocionado con una niña como tú, no creo que tenga a nadie esperándolo en casa.

—Será por qué acaba de llegar de Inglaterra, recién graduado en medicina…

— ¡Oh Dios!, es la descripción del hombre perfecto para ti. —vuelve a suspirar mientras me abraza—Yo ya tengo a mi flaco bello.

—Si amiga, no cambiarias a Luca ni por todo el oro del mundo.

—Así es, porque soy feliz y veo que ahora alguien más está muy emocionada y haciendo sus primeras locuras de amor. Así que tu cupido de carne y hueso, en este caso yo. Me encargaré de regalarte la mejor velada romántica del mundo. Esta noche no termina sin antes haberte hecho probar esos labios tan ricos que tiene Adriel.

— Deja de decir locuras ¿Qué vas a hacer?

—¡Ya verás!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo