CAPITULO 3

¿QUÉ OCURRIÓ?

—¿Quién trajo esto, Eleanor? —pregunté aturdido por aquella información que acababa de descubrir.

—Se lo entregaron al conserje sin decir nada más, y me lo dio  a mí. No sé quién pudo haber dejado el paquete aquí.

—Debe ser una broma de mal gusto… —tragué con fuerza, volviendo a coger la fotografía que le tomaron a Cristopher y la nota.

—Entonces… ¿dejarás las cosas así? —preguntó apenas, con la voz saliéndole en un hilo por el temor.

—¿Crees que sea falsa la información? —respondí con otra pregunta—. Como abogada y amiga; ¿crees que ésta información es irrelevante y que la persona que lo envió se tomó demasiadas molestias solo para fastidiarme?

Ella suspiró y cerró sus ojos. Se puso de pie y comenzó a andar despacio en círculos sin verme a la cara.

—Como abogada, y habiendo visto la fotografía junto con los reportes, te diría que no —dijo con convicción—. Quien haya enviado todo esto, debió haber gastado una pequeña fortuna por la información. Si miras con atención los membretes y números de registros, te darás cuenta que son copias auténticas de los originales. Solo alguien con muchos contactos y por sobre todo, demasiado dinero, podría comprarlas. Sin embargo…  —suspiró y me vio al rostro—, la persona que envió esto solo quiere provocarte.

—¿Qué quieres decir?

—Es evidente que el hombre a quien nombra en la tarjeta, le molesta de algún modo y busca que hagas el trabajo sucio por él.

—Lo único que me interesa, es saber si la información es real —respondí.

—Los papeles son reales, James; lo sabes perfectamente.

—Pero… —presioné para que me dijera lo que pensaba.

—Pero sabes que eso no significa que hubiera sido una ejecución. Tal vez por el modus operandi y por los orificios de la bala, desean hacerte pensar algo que les conviene para que vayas por ese tal Henry Ross. Ni siquiera conocías a tu hermano, cielo… te ruego que pienses como un profesional y no mezcles tu raciocinio con la culpa que sientes por lo que pasó.

Sus palabras me partieron en dos porque sabía que tenía razón. Sin embargo, no podía quedarme de brazos cruzados sin averiguar la verdad.

—No tiene sentido que me hubieran enviado todo esto por nada…

—En eso estamos de acuerdo —se cruzó de brazos y enarcó una ceja—. Piensa, James. ¿Por qué lo hacen después de más de dos años? Solo porque les conviene que vayas por ese hombre, cariño. Nada más. Si hubiera sido por amistad o buena voluntad, lo habrían hecho desde un principio. No seas tonto, por favor.

—No puedo quedarme sin hacer nada, Eleanor. Si esta información llegó aquí, porque quien la trajo deseaba que conociera a ese hombre, no me quedaré sin al menos asegurarme que todo es una vil mentira para manipularme.

Ella negó y se abrazó a sí misma, respirando hondo para evitar llorar. Sus ojos verdes estaban cristalizados y sabía que estaba sufriendo por el miedo a lo que había mencionado en el aparcamiento.

—Te irás, ¿cierto? —indagó con temor y volví a mirar la nota y la fotografía.

Asentí con la cabeza y un sollozo de lamento escapó de su boca.

—Solo será un tiempo, hasta resolver este rompecabezas.

—¡Nos casaremos en tres meses, James! —levantó la voz con frustración y me puse de pie, para acercarme a ella. La tomé del rostro, haciendo que me viera a los ojos—. Me dejarás… no regresarás, algo dentro de mí me dice que cambiarás todo lo bueno que tienes, que tenemos, por una venganza.

—No te abandonaré, cariño, pero quiero que entiendas que necesito saber la verdad…

—¡Qué verdad, por Dios! Te están poniendo un señuelo e irás directo a caer en él…

—Eleanor… —inicié luego de respirar hondo—, algo me dice aquí —tomé su mano e hice que tocara mi pecho—, que todo es real… que alguien mató a mi hermano y necesito saber, al menos si fue ese tal Henry Ross o no. Si llega a suceder que todo se trató de una mala información, dejaré las cosas en paz y regresaré aquí, a tu lado, olvidando el asunto para siempre —prometí y se mordió el labio inferior.

—¿Y si es verdad?

—Sabes qué debo hacer justicia…

—Yo… no sé qué decir —cerró sus ojos dejando escapar más lágrimas—. ¿Estás dispuesto a perder todo lo bueno que tienes, por alguien que ni siquiera has conocido bien?

Aquellas palabras hicieron que la soltara de golpe.

—Tú no sabes nada de Cristopher.

—¡Tú tampoco! —retrucó y cerré los ojos, intentando contener mis impulsos y mi lengua—. Sabes lo mismo que yo, ¡por Dios!

—Entiéndeme, Eleanor… es una cuestión de la que debo ocuparme —ella negó con la cabeza.

—Lo siento, James… no puedo entenderte.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que si te vas, cuando regreses ya no estaré aquí —respondió con firmeza y fruncí el ceño.

—¿Me estás amenazando? —indagué sin poder creerlo.

—No, James… pero como tú dices —se acercó hasta mí y tomó mi mano, llevándola esta vez a su pecho—, aquí siento que si te vas, nada volverá a ser igual y que de todos modos, lo nuestro acabará; no quiero arriesgarme  a perderte de esa forma. Prefiero hacerlo hoy… ahora, si piensas cambiar nuestro presente y poner en riesgo nuestro futuro, dándole más importancia a algo que de todas maneras, no te devolverá a tu hermano.

Negué con la cabeza y aparté su mano de mi pecho.

Si saber la verdad significaba perder a mi compañera, pues así sería.

—Será como tú quieras —repliqué y me vio sin comprender—. Si quieres irte y no estar aquí para cuando regrese, respetaré tu decisión.

—¡¿Eso es todo?! —preguntó con incredulidad y me encogí de hombros—. Acabamos de comprometernos… está todo listo para la boda. ¡No puedes hacerme esto, James! —reprochó con dolor y aunque me partía el alma, me puse firme.

—No soy yo quien amenaza con terminarlo todo, Eleanor. Te he dicho que regresaré pero quieres manipularme para que no haga algo que debo hacer.

Ella negó, se secó las lágrimas y regresó a la cama, acurrucándose.

Fui por una manta y la cubrí, recostándome a su lado y envolviendo su cintura con mi brazo. Oí un sollozo y la sentí temblar.

—Sé que si te vas por ese asunto, no regresarás… —volvió a repetir, cabreándome.

—No comprendo por qué dices que no regresaré a ti. ¿Acaso no entiendes que te amo y que solo necesito cerrar una página de mi vida que me atormenta? —susurré a su oído y ella sonrió.

—Eso lo dices ahora, pero mi instinto de mujer sabe que si cruzas esa puerta para ir por tu justica, no regresarás siendo el mismo.

—Cariño, eso no pasará —besé su cuello y suspiró—. Te amo y solo pido que me entiendas y comprendas mis motivos.

—¿Lo prometes? ¿Prometes que nada cambiará entre nosotros cuando termines con ese asunto?

—Lo prometo —la abracé con fuerza, aspirando su exquisito aroma. Era estúpido lo que pensaba… jamás en mi vida habría otra mujer que me llenara tanto como lo hacía ella.

—¿Cuándo te marcharás? —preguntó con suavidad y coloqué mi rostro sobre su hombro.

—Mañana.

—Entonces no me sueltes hasta que amanezca, porque presiento que esto no se volverá a repetir jamás.

***

En la mañana, recogí algunas cosas personales y salí con destino al Aeropuerto de Heathrow. Eleanor no se había despedido y en cuanto desperté, ya no estaba en la cama. Sin embargo, dejó una nota sobre la almohada donde me pedía que regresara pronto.

Sabía que era difícil entender mi fijación por hacer justica para un desconocido como ella lo llamaba, porque en parte era verdad. También tenía razón al decir que era la culpa quien me estaba lanzando a todo aquello, y es que en mi cabeza no cesaba de rondarme la idea de que si no lo hubiera abandonado por tanto tiempo, él aun seguiría vivo.

Llamé a uno de mis contactos en el bufete, quien me recomendó a un hombre para la investigación que iniciaría ni bien pisara Nueva York. Tenía que saber todo de ese tal Henry Ross y también si era verdad que resultaba ser amante de Camile, porque ese podría haber sido un motivo para sacarlo del camino.

Según Brandon; mi socio y mejor amigo, se trataba de un ex detective de la policía que fue dado de baja por presuntamente haber vendido información y corromper las reglas del NYPD. Sin embargo, al no contar con suficientes pruebas, se lo había condenado a prisión preventiva durante seis meses para luego darlo de baja definitivamente. Su nombre era Gary Storm; cuarenta y cinco años y con varios antecedentes de sospechas por acceder a sobornos.

Mientras esperaba en el aeropuerto a tomar mi vuelo, le marqué a Brandon luego de leer el legajo completo de ese hombre, que había recibido por correo.

—¿Estás seguro que puedo confiar en él? —pregunté.

Ese hombre te llevará hasta el mismísimo Lucifer por dinero; es el indicado —respondió del otro lado—. Además, seguía en el NYPD cuando todo pasó y estoy seguro recordará el caso de tu hermano.

—Bien —dije contrariado.

Avisa cualquier cosa que necesites y ten mucho cuidado, James. Si es verdad todo lo que piensas, puede ser peligroso, ¿me oíste?

—Gracias, Brandon. Por favor… cuida a Eleanor por mí.

No creo que haga falta, pero te prometo que estaré pendiente.

—Adiós, amigo —me despedí, guardando todo en la mochila para ir a la zona de embarque y tomar mi vuelo.

Aproximadamente después de ocho horas de vuelo, subí a un taxi y pedí al chofer que me llevara a un hotel cerca de Staton Company, dándole la dirección que recordaba.

Me di una ducha rápida y dormí por algunos minutos; mi cita con el señor Storm se había pactado para la hora de la cena en un pequeño restaurante de los suburbios de Brooklyn, muy cerca de donde habían encontrado el cadáver de Cristopher. Le había dado las coordenadas a Brandon cuando concretó el encuentro.

Cerca de las seis p.m., salí a las calles de Manhattan, respirando hondo y metiendo a mis pulmones ese aire que detestaba desde que tengo memoria. Cogí transporte y fui directo al sitio, en donde seguramente ya me estaría esperando ese hombre.

A las siete ingresé al pequeño local italiano, escudriñando a mi alrededor para ver si veía ese rostro de la fotografía que envió Brandon junto con su historial. Segundos después, lo divisé en un rincón, mirando a través de los cristales que daban a la calle.

Se trataba de un hombre robusto, de facciones duras. Sus ojos distantes, eran oscuros como vaticinaba también lo era su alma. Despertó mi desconfianza nada más al verlo, pero no había otra salida más que confiar en ese hombre. En mi profesión había visto mucho más de lo que un simple ser humano pudiera soportar, y el sujeto que esperaba por mí, tenía esa aura endemoniada, del tipo que eran capaces de entregar hasta sus pensamientos por dinero.

Con las palmas sudadas como nunca me había pasado, caminé hasta él, tirando la silla de enfrente para tomar asiento.

—¿Señor Storm? —pregunté, enlazando mis dedos sobre la pequeña mesa de manteles manchados—. Soy James Williams.

—¡Pero qué tenemos aquí! —en su boca se fue formando una sonrisa que denotaba sorpresa y sus ojos se abrieron de par en par—. Creí que las almas perdidas no regresaban del más allá, pero veo que me he equivocado —emitió una sonora carcajada y luego negó con la cabeza—. Ya decía yo que su apellido me resultaba familiar.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo