El Símbolo

Vika

Al abrirse las puertas del ascensor, fui sacudida en el hombro por Owen, quien tiró suavemente mi brazo al pequeño pasillo de entrada. Cuando había preguntado por aquel mensaje, solo había atinado a responder que era una promoción telefónica. A pesar de los nervios y la incertidumbre, camine con paso firme hasta la puerta del departamento.

 —Sabes...— Owen alzó una ceja y me dio una mirada acusadora —Para ser una “promoción telefónica”— Se esforzó al máximo en burlar mi tono de voz — Te ves bastante alterada. — Al pulsar los dígitos correctos en la cerradura electrónica, esta hizo un “clic” indicando que estaba abierta.

— Estoy bien.— Respondí algo molesta por el interrogatorio            

 —Vi… —Esta vez su tono era el de “vamos, se que ocultas algo” —¿Estas segura que esta todo bien? — Inquirió.

Me sentía frustrada, realmente no quería mentirle, y necesitaba hablar sobre lo que estaba pasando. Pero a la vez, no quería ni sabía cómo involucrarlo, la situación ya era lo suficientemente compleja, como para poder explicarla. Ante su mirada de impaciencia, decidí que se lo contaría, pero no ahora.

—Creeme, si necesito tu ayuda la pediré— Me forcé una sonrisa y empuje la puerta. 

 —¡Están aquí! ¡Están aquí!— Eli corrió hacia mí, y me apretujo  en un abrazo que casi me quita el aire. —¡¿Estas bien?!. — Puso las manos en mi cara, apretando mis mejillas. 

—¡Estaba tan preocupada por ti!— Exclamó acongojada.

Ahora, me volvia a abrazar mucho más tranquila. Al sentir el cálido abrazo de Eli, yo también me tranquilice. Tras un momento, se separó de golpe.

— Te juro amiga, que quería estar ahi— Al decir esto,  dio una mirada fulminante a Owen que contemplaba la escena —Este estúpido animal— Exclamo enojada y golpeo fuerte el brazo de Owen —¡No quería dejarme verte! ¿Puedes creerlo? ¡Un año en el hogar de acogida contigo! ¡Seis años más para poder volverte a encontrar…! ¡Y alguien más cree tener  poder como amigo! —Me miró con añoranza y tomó mi mano  —Me alegra que estés bien Vika. — Note por las prendas cómodas de Elizabeth, que había permanecido parte del día en la casa de Owen, incluso en esas prendas, se veía increíblemente atractiva.

—¿Si podemos comer o vas a quejarte toda la noche?— Dijo Owen empujando juguetonamente a Eli.

Ella se apartó contoneándose con su cabellera azabache hasta la mesa, que incluso a lo lejos, se veía repleta. 

—Luego del trabajo, pasé el resto de la tarde preparando todo tipo de cosas para cuando llegaras— Decía, mientras se alejaba entusiasta, hacia el comedor principal. Al acercarme, noté que había mucha más comida de la que podías esperar en una fiesta: fuentes de camarones, tacos, hamburguesas, e incluso una loca fuente de chocolate. De punta a punta, la mesa se encontraba con las comidas más finas y las más chatarras también.

 —Y supongo que por preparar, te refieres con atormentar a mi cocinero para que prepare esto ¿Me equivoco?.— Eli ignoró el comentario de Owen, y como si de una guía turística se tratase, comenzó a explicarme  los pormenores de cada plato. A pesar de mantener el espíritu libre de siempre, Owen  no dejaba pasar un segundo en tratar de encontrar mi mirada, y acosarme con los ojos, insatisfecho por no ser parte del secreto que sabía, le estaba ocultando. Acostumbrado a ser parte de todo, y jamás recibir un no por respuesta (al menos que él la quisiera), tendría que lidiar consigo mismo y aceptarlo, porque la situación iba a un lugar más íntimo y personal, del que tanto él, como Eli, podían cruzar por el momento.

—Como te decía, podríamos comer aquí o llevar lo que gustes al cuarto de cine ¿qué te parece?— Eli me miraba, paciente a una respuesta, sin saber que había perdido hace rato el hilo de su conversación. 

—Si claro— respondí —La sala de cine suena bien.

Mi amiga se quedó expectante mirando la mesa y luego a mi. Rápidamente entendí sus intenciones, y comencé a pretender que elegía emocionada, mientras en realidad, tomaba algunas bandejas de comida al azar, sin prestar mucha atención en lo que era realmente. A excepción del cheescake con moras que era mi favorito.Tras unos momentos de duda, analice cómo llevar la fuente de chocolate, que realmente se me antojaba.

—Deja niña, yo llevare en la mesa portátil el resto.— La señora Abrustin, silenciosa como  siempre, aparecía en los momentos más oportunos, llevándome un susto de muerte, mientras Owen y Eli reían por la escena. Cabe destacar que más que una ama de llaves cualquiera, la señora Abrustin era por mucho, lo más cercano a una madre  para Owen.

—Nana — Así la llamaba de cariño a veces —Pensé que hoy irías a tu casa. —Decía Owen con una bandeja de doritos en una mano, y caviar en la otra.

—¿Con esta otra niña revoloteando por la casa y la otra enferma? ¡Imposible!— Dijo en tono de reproche materno. —Mande al cocinero a su casa y me quede a esperarlos. — Aunque tenía el ceño fruncido, se notaba contenta y aliviada de vernos.

—Ahora ¡largo! vayan  a ver una película, yo llevaré lo que falte— Antes de que la señora comenzará a hacer lo suyo, la abrace y salude apropiadamente, como siempre ella me devolvió un abrazo cálido, y un regaño por verme “demasiado delgada”. 

En la habitación de cine, ocho sillones masajeadores ofrecían una experiencia  vip. Estuvimos unos veinte minutos eligiendo en la consola, que proyectar. Finalmente nos decidimos por una película francesa llamada Angela, aunque la había visto anteriormente, la historia era tan inquietante como fascinante: un hombre que está por suicidarse, es salvado por una supuesta ángel, que ayuda a resolver sus conflictos de manera peculiar y poco ortodoxa.

Mientras la película rodaba, yo solo podía pensar en el mensaje y la llamada. Faltaba tan solo una hora para que un desconocido estuviera esperando en la plaza Grommow por mi presencia. Note que desde la otra esquina, Owen me observaba, aunque no podía descifrar la expresión de su cara. Decidí que lo mejor sería fingir ver la película hasta que todos durmieran, e intentar escabullirme al lugar citado. Aunque no pensaba ir a tener un contacto directo, con quien sea que me estaba acosando; quería ir a ver de lejos tan solo unos minutos, y tratar de observar a la persona detrás del misterio.

Para las dos y cuarenta, todos estaban dormidos. El parque Grommow estaba lejos del departamento donde nos encontrábamos, ya que quedaba en el lado opuesto de la ciudad, en zona residencial cerca de mi casa. Aunque apremiaba el tiempo, podía  llegar en veinte minutos, debido a que el movimiento de autos un martes por la madrugada, era leve. Tome mi bolso y me escabullí hasta el comedor,  intente buscar mi ropa en el bolso que Owen me había dado, pero recordé a Eli diciendo que había sido enviada a la tintorería por el sangrado. En silencio, tomé el celular del bolso, y me acerqué hasta la puerta de entrada, quería pedir un taxi antes de bajar, y así no tener que esperar tanto. 

«Perfecto» susurré, solo en dos minutos estaría un auto esperándome abajo.

— ¿Vas a alguna parte?— El susto sorpresivo, fue tal que mi celular había caído estruendosamente contra el suelo, de un santiamén me agolpé de espaldas a la puerta, casi preparada para luchar hasta que vi su rostro. 

—¡Maldito idiota! ¡Casi me matas del susto!— Intenté responder torpemente, a la vez que levantaba el celular. Cuando observe, la pantalla estaba astillada.

—¡Perfecto! El estúpido celular está roto—  Dije completamente enojada.

—¿A dónde vas?— Ignorando totalmente mis comentarios, Owen decidió mantener la presión. Incluso para él, espiar los movimientos de alguien, era obsesivo.

—¡A casa maldita sea a casa!— Mentí, furiosa de su control.

 —Si de verdad es así, debiste despertarme para que  te llevará.—

 Ignore su comentario, e intenté prender el teléfono una vez más 

—¡Maldita sea esta cosa no sirve! Iré a pedir un taxi afuera— Dije y me apresure a salir, con miedo a estropear todo el plan. 

Enseguida abrí  la puerta tratando de ignorar que él estaba allí,pero su respuesta me sorprendió, cuando bruscamente cerró de un manotazo la puerta, pasando a dos centímetros de mi cara.

—Estas loca si piensas que te dejare irte por tu cuenta a esta hora.—

Suspire enojada tratando de calmarme. 

—Owen te agradezco la preocupación— Inspire hondo, buscando aire para terminar la oración —Pero no necesito que des tu aprobación para cada cosa que hago, realmente quiero irme sola.— Sentía que estábamos en un empate: él estaba siendo controlador como de costumbre (aunque normalmente lo hacía desde un lado protector y amistoso) pero realmente era tarde para salir como ladrón en la noche. En cuanto a mí, estaba siendo así porque ocultar cosas no era algo en lo que fuera buena, pero tenía razón en molestarme con él ante sus conductas posesivas.

 Viendo que se había excedido, se apartó y cruzó los brazos —Pues perdóname si te sorprendí, sé que estás acostumbrada a estar completamente sola, pero no es motivo para que te vayas en medio de la noche— Instintivamente eso prendió mi alarma, y olvidé por completo mi objetivo principal. No sabía si estaba siendo consciente de sus palabras, pero no iba a dejarlo cruzarse de la raya.

 —¿Eso es una disculpa para ti? Mira, no se porque estas siendo un imbécil conmigo, pero de no ser por tus empleados, y las chicas que desfilan por tu habitación los fines de semana…  No estás más acompañado que yo ¿O si?— Lo desafíe a decirme lo contrario. Tratando de evitar  mezclar mis sentimientos con la situación, guarde silencio antes de que pudiera meterme en terreno peligroso. Él solo se mantenía expectante, con una ceja arqueada, esperando rematarme ni bien terminara. Tranquilamente se acercó a mí, y apoyó los brazos contra la pared a cada lado de mi cuello, encerrandome frente a él.

—¿Esto es por tu desmayo, por eso estas asi?— Y se acercó aún más, causando ese efecto que sabía que tenía en mi. —¿O es por ese mensaje, supuestamente erróneo? Porque si no es así, de verdad no entiendo porque actuas como una maldita loca— Ahora el tono compasivo, pasaba a ser inquisitivo.

—¡Eres increíble!— protesté —Esto no tiene nada que ver con eso— Pensé por unos segundo y en el calor del momento, respondí con lo primero que había venido a mi mente. —¡Esto se trata de ti!— Intenté safarme de su arrinconamiento, pero él agarró mi brazo volviéndome a la posición anterior.

 Hizo contacto visual por un momento y se rió fastidiado —¡¿De mi?!— Aunque estábamos discutiendo, su mirada cautivadora me tambaleaba en la pelea.

No iba a permitirle que me agarrara de esa manera, empujándolo para safarme, tome lo primero que tenía a mano, y le arroje el bolso a la cara.

 —¡Si de ti!—contraataque —Y tu maldita obsesión por controlarlo todo.—

 Él se apartó con una mueca estupefacta. Owen no era un mal chico, pero durante años nuestra dinámica se basaba en que él cuidaba, o más bien decidía por mí,  y aunque era en parte mi culpa por permitirlo, por primera vez tenía una razón para proteger mis propios intereses.

—¿Ah sí?— Respondió al borde de la rabia. —Dime más Vi, quizá así termines de apartar a la última persona a tu alrededor a la que le importas ¿Quieres que llame a Eli también?— 

Y ahí estaba, el pendenciero chico rico, intentando lastimarme. Había tenido suficiente.

 —¿Sabes que Owen?— Dije con tristeza y rabia. —No soy tu puto perro, no puedes controlar cada decision de mi vida y compensarla con mierdas caras— Intento abrir la boca pero me apresure a dejarlo salir todo. —En todos estos años, no he salido con un chico ni una sola maldita vez ¡Todo por hacerte caso siempre a ti y a tus prohibiciones “cariñosas”!¿Pero sabes que? Esto es mi culpa, nunca debí darte el poder que te di sobre mi vida solo porque te necesitaba, porque eras indispensable para mi y estaba sola.— De repente me encontraba diciendo palabras, que ni yo misma sabía que sentía. Pero ahí estaban, y ya no había vuelta atrás de aquellos dichos. Casi como si mi corazón se relajara, me sincere aún más.

—Porque tienes razón Owen— confesé — Estoy completamente sola.— Ante mis últimas palabras su rostro se suavizó e intentó acercarse a tomar mi mano, pero me di cuenta que estaba abriendo demasiado la persiana de mis sentimientos, así que lo aparte y di el golpe final.

—Pero no te confundas, lo indispensable siempre tiene fecha de caducidad,y no eres la excepción — Mentí.

El solo me dio una mirada frustrado, 

—No sabes cuanto me decepciona que pienses así, porque siempre te he visto como mi familia.— Owen respiraba como si hubiera corrido muchos kilómetros, adquiría un tono de derrota en su voz y en su mirada. Yo sentía que mi corazón se estrujaba. Ante mi silencio, se animó a proseguir.

—Siempre has sido una de las cosas más importantes en mi vida. ¡Y si!— admitió —Sé que te doy demasiado por sentado, que incluso soy brusco como ahora, y  si tuvieras la familia que mereces, te dirían que soy un pésimo chico para tu vida. Porque jamás me has controlado y exigido como yo lo hago contigo...— Podía ver como rebuscaba en su cabeza las palabras correctas.

—Pero te juro Vika— Al decir esto se acerco y tomo mis manos entre las suyas, con algo parecido a la desesperación. —Te juro, y por favor debes creerme— Traté de alejarme pero me sentía incapaz de moverme ante sus súplicas, él se acercó aún más y tomó mi rostro entre sus manos —Te juro que yo jamas intentaria hacerte daño, todo lo que he querido es siempre protegerte. Aún sigo siendo ese niño roto que lloraba, al que le prestaste tu pañuelo el primer dia de clases.— Sus manos aún seguían tomando mi rostro e impulsivamente rodee mis brazos a su cuello. Antes de hacer algo más, me refugié en su pecho y evité su mirada, aliviada de que el momento de tensión hubiera terminado. 

—¿Estoy aquí, ok?— Dije sin moverme de mi sitio, rodeada por sus fuertes brazos. 

La casa de Owen estaba compuesta de planta baja, primer piso, terraza, y un balcón con pasto sintético que asimilaba a un jardín flotante. Incapaz de irme a cualquier lado, había decidido quedarme, y ahora reposaba tranquilamente en la hamaca colgante de la terraza, admirada por la maravillosa vista panorámica nocturna que nos brindaba la altura. Permanecí un largo rato en silencio, arrullada por el sonido de la ciudad.

 —¿Recuerdas cuando solíamos hacer acampadas aquí afuera?— Owen apareció con cuatro botellas en las manos, recordé entonces aquellos veranos y sonreí, eso hizo que él se sintiera invitado a hacerme compañía —Tengo limonada o cerveza ¿Que prefieres?— Dijo alzando las manos con botellas.

 —Sabes que casi nunca tomo pero…—  Y sin dudar tome la botella de cerveza. 

—Cerveza será entonces— Me dijo y se sentó en uno de los sillones frente a mi. —Respecto a lo que paso, yo en verdad lo siento. —

A pesar de que peleábamos bastante, no podía estar mucho tiempo molesta con él, así que ya había dado por terminado el asunto.

—Olvídalo Owen, yo también lo siento— Después de todo no podía culparlo por todo lo que había sucedido. En el fondo estaba completamente agradecida de haber sido retenida. No era solo el miedo de enfrentar a un extraño revolviendo mi vida. Si no el trasfondo que eso conllevaba ¿quien era yo? ¿mi sangre jugaba un papel en todo esto?

—¿Te digo algo Vi?— Sentado en los mullidos sillones del balcón, Owen reía ante una historia que solo él conocía. —Hice poner los sillones reclinables más cómodos del mercado aquí afuera, te diría que incluso son más cómodos que los de adentro. — Dijo dando un gran trago a su cerveza.

—¿Por que?— Pregunté, sospechando la respuesta.

—Porque casi nunca duermo adentro, solo con las luces de los inmensos edificios y el cielo, es que no me siento solo.

Antes de responder, imité su acto bebiéndome la mitad de la botella de cerveza. 

—Lo sé, la señora Abrustin me lo comento hace un tiempo, dice que ya no sabe qué hacer contigo.— Ambos reímos  hasta que nuestras miradas se chocaron.

 —Solo puedo dormir tranquilo ahí dentro cuando vienes tú— Dijo dejando su botella vacía de cerveza en el piso. Sonreí y continué viéndolo, indecisa de saber que hacer, hasta que un viento repentino me recordó que hacía algo de frío.

— Esta refrescando bastante ten.— Con una cálida sonrisa, me acerco una de las mantas blancas de lana que siempre estaban afuera, al mirarme su expresión cambió como si hubiera recordado algo y se deslizó hasta al lado de la parrilla, donde tomó el fogon electrico adornado con piedras, trayéndolo hacia nosotros para luego encenderlo.

Cuando volvió a  echarse en el sillón reclinable, sacó de su bolsillo una paleta roja que desenvolvió y se metió en la boca. 

—Sabes, luego de verte a ti junto a esta hermosa vista, y que tuvieras la suerte de verme a mí frente a esta hermosa vista, he llegado a una conclusión.—

—¿Ah sí?— Pregunté intrigada a su respuesta.

—Si, la verdad es que no somos totalmente desgraciados, pero no somos completamente felices ya que nos pasan cosas terribles. Y ahí está el secreto: somos afortunados en la desgracia— Dijo mientras se tapaba con la manta que quedaba, mirando al vacío.

 —Creo que lo somos—. Dije contemplando la maravillosa vista, y deje que el momento se llevara mis penas. —Un brindis— Propuse tomando la limonada que no habíamos bebido. 

—Por la fortuna en nuestra desgracia.— Extendí mi botella de limonada, esperando que él hiciera lo mismo.

 —Por la fortuna en nuestra desgracia. — Dijo chocando su botella con la mía.

A la mañana siguiente, me desperté con el calor del Sol incomodandome las piernas cubiertas por la manta de lana. Cuando entre al comedor,  Eli estaba desayunando un tazón de avena, mientras que el cocinero ponía más comida en la mesa de la que nadie pudiera comer. La señora Abrustin vigilaba de cerca y me saludaba con una sonrisa a lo lejos.

—Al fin despiertas,  ven a sentarte y come conmigo— Eli hablaba con la boca algo llena y hacía ademanes para que me acercara. El olor a hot cakes me inundaba la nariz, tome asiento junto a ella y me serví un jugo de naranja. 

—¿Y Owen?— Pregunté, Eli intentaba tragar antes de contestar mientras le daba una mordida a una barra de granola.

 —Se fue temprano en la mañana. Dijo que lo sentía, pero tenía que arreglar asuntos urgentes en la empresa, te dejo a su chofer para que te llevará a la tintorería y luego a tu casa, en el camino tienes que pasar por una tienda de celulares para recoger el tuyo.— Ante mi cara de descontento Eli se apresuraba a hablar.

 —Tranquila, tranquila. —  Agitaba la mano en negación —Solo hizo que arreglaran el tuyo, no te compro uno nuevo—. Quise hablar pero me palmeó el hombro por un segundo y siguió hablando.  

—De verdad que eres rara, molestarse por que te regalen cosas ¿quién lo creería?— Mordí un trozo de hot cake  y la miré burlonamente.

— Creo que tus padres te han malcriado demasiado, por eso aceptas todo sin pena. — Ella solo bufó, y siguió concentrada en lo que sea que estaba haciendo con el celular.

—Hablando de padres, los míos ya no me mantienen y debo ir a trabajar, se me hace tarde.— Se levantó inmediatamente y tomó su tapado y bolso notablemente nuevos —Lo siento pero tengo que irme amiga, soborne al chofer para que me llevara al trabajo porque Owen ni siquiera le reservó un espacio para mi. En cuanto vuelva puedes irte con él.—  Intente objetar pero se alejó en una corrida pequeña hasta la puerta arrojando besitos con la mano —Me tengo que ir byeeee. — Gritó, y de un portazo cerró la puerta, dejándonos en el silencio de una ciudad alborotada.

El camino con hasta la tintorería había sido sereno. El chofer como de costumbre al verme,  ponía la música que me gustaba y ambos charlabamos de la vida en general hasta que llegábamos a destino. Cuando baje, y me adentre en el lugar, las mezclas de suavizantes me inundaban la nariz de manera poco grata y empalagosa. El hombre que se acercó con mi pedido, alto y moreno, se veía aliviado de comprobar que la dueña de la ropa ensangrentada se encontraba bien. El comerciante que se presentó como  dueño del local, hacía alusión a lo difícil que había sido sacar una sangre tan espesa como la mía, que habían tenido que recurrir a un químico especial. Yo asentía mientras revisaba que toda la ropa estuviera en orden. En la revisión, note  que uno de los bolsillos de la chaqueta se sentía extraño y al abrir el cierre me encontré con algo que no recordaba haber llevado.

—Dentro de mi chaqueta hay un sobre de madera. — Le hice notar al dueño, esperando que aliviado me respondiera que era algo extraviado de él u otro cliente.  

—Eso es imposible señorita, ese sobre venía en su bolsillo cuando trajeron su ropa aquí— Contrario a lo que pensaba, el sobre si estaba en mi bolsillo anteriormente. Recordando que en el café tenía las manos en los bolsillos vacíos, había llegado a la conclusión, que el único lugar posible donde podía haber adquirido el sobre, era en la clínica. 

Curiosa y extrañada rompí el papel para ver el mensaje que guardaba dentro. El contenido era una tarjeta casi en blanco, en ella solo estaba escrito con fibrón rojo "Incursión", Sin entender bien el mensaje di vuelta la tarjeta y allí lo vi, grabado de manera profesional en la tarjeta. Una flor, como un trébol pero de cinco hojas con extremos picudos, rodeada por dos aros cruzados a su alrededor, y en cada pétalo esos colores que tan bien recordaba: rojo, azul, verde, purpura y negro.

«El símbolo» Me aterroricé.

«El símbolo de mis sueños» Ahora en mis manos, era completamente real.

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