VIKA

Flotar.

Mis pies se levantaron del suelo color ceniza, y me eleve mas arriba de la copa de árboles color negro. Arriba, se encontraba brillante e inmóvil, una estrella gigante. Tome impulso dando patadas como si estuviera nadando, y alcé la mirada para ver aquello mejor. No, no era una estrella. Fruncí el ceño en un esfuerzo mental de elevarme más rápido, y estire la mano para poder alcanzarlo.

 —Un símbolo.— le dije a la nada. 

No tenía miedo a pesar de ser consciente de lo imposible de la situación; en cambio, me urgía la necesidad de alcanzar aquella forma. La figura tenía aros levitantes que giraban amablemente a su alrededor. A lo lejos, miles de susurros y cánticos que no venían de ninguna parte en general, me llamaban a acercarme. Hechizada por esas voces, obedecí.

 A tan solo un metro de distancia, pude contemplar mejor el centro de aquella cosa, rodeado por los círculos. Era semejante a un trébol de cinco hojas, con picos puntiagudos en cada extremo, y símbolos que no entendía en cada hoja. En el centro, un hueco que dejaba pasar la luz, lo hacia parecer mágico, ya que esta se colaba por el interior del material, refractando un color distinto para cada pétalo: rojo, azul, verde, púrpura y negro.

Tan solo basto que las yemas de mis dedos lo tocaran... y todo se detuvo.

 Un silencio ensordecedor, envolvió el ambiente callando al llamado, al viento, y a todo lo que se movía. Incluso mis rizos rojos que flotaban grácilmente en la nada, se detuvieron en seco por unos segundos, para luego comenzar a caer: después fui yo.

 Caí rápida y dolorosamente, empujada por una fuerza invisible, que me hizo atravesar el suelo hasta lo más profundo en una oscuridad total.

Tardé unos instantes en reconocer mi habitación, y comprender la situación. Estire la mano derecha, para alcanzar el celular sobre la mesilla de noche, la luz del aparato me encegueció por unos segundos, hasta que visualice la foto de Owen y yo con nuestros birretes de graduación; la hora marcaba 6:30 am, solo faltaban cinco minutos para que la primera alarma sonara, y Susanne entrara de un portazo. Me apresure, y salí trastabillando hasta el armario. Allí, tomé una blusa de tirantes rosa, unos jeans, una chaqueta de cuero marrón y unos stilletos color hueso. Arroje todo sin más a la cama, y me metí al baño de la habitación. Tan pronto como esperaba, el golpe de la puerta principal contra la pared se escuchó. No estaba de humor para gritos sin sentidos, así que desde el váter, estire la mano a través de la puerta de vidrio de la ducha, girando la perilla con el círculo rojo. Me despoje de mi remera de Star Wars, las bragas negras, y me metí sin pensarlo a la lluvia de agua hirviente. Para mi suerte, la voz ahogada que profería gritos al otro lado se había marchado, y pude fingir que mis problemas se iban por el desagüe, junto con el agua y el jabón.

Una vez afuera frente al espejo, pase a secarme el cabello rojizo. Con el pelo ya seco, salí y hurgué en el estante toallero para buscar el pequeño maletín con maquillaje.

Tan solo aplique algo de mascara, labial rosa, y un corrector de ojeras. En el reflejo, una chica pálida de ojos muy azules y algo delgada, se forzaba una sonrisa. Baje de dos en dos las escaleras con mi pequeño bolso colgado al hombro, lista para partir; no sin antes, dar los buenos días protocolares. Me senté en unos de los taburetes de la isla de la cocina, mientras veía a Susanne metiendo las botellas de whisky barato, dentro del bote de b****a.

—Buenos días madre. — Dije con la mirada gacha. 

Ella solo me echo un vistazo y dejo lo que estaba haciendo, al parecer no se había percatado de mi presencia. Tenía una bata que ofrecía oposición al movimiento, por falta de lavado, todavía se dejaba entrever, que antes era una delicada prenda. Llevaba el cabello rubio enmarañado de días. Camino con paso aletargado, y tomó sobre la mesada un cuenco blanco que deslizó hacia mí, junto con un tenedor. 

—Come. — Ordenó.

Quise levantarme, pero mi cerebro no aprobó la idea ya que eso traería problemas, y mi estómago rugiente había decidido  que esta era la mejor opción, así que sin más, asentí en silencio y devore el tazón de frutas. 

Cuando tomé las llaves con mi inicial a un lado de la puerta voltee, y dude en si debía despedirme. A veces no entendía porque Susanne, había decidido adoptarme. Jamás había sido cariñosa ni una sola vez, y varias veces me había abofeteado o lanzado botellas de vidrio, que me habían dejado moretones por días. Aun así, le guardaba mucho cariño, e incluso amor.  Discutible era, si eso sería bueno o malo. Después de todo era mi madre, y me había adoptado, cuando ningún otro lo hubiera hecho. 

Opte por el silencio y no me despedí, cerrando la puerta, junto con el ambiente hostil.

La brisa del otoño era mi favorita, al igual que la estación. Amaba las hojas crujir bajo mi calzado, y el aire fresco siempre me ponía de buen humor. Tan solo me tomó seis calles llegar al metro, por suerte estábamos en una zona céntrica.

 Cuando Susanne me adoptó a los seis años, decidió que nos mudaríamos cerca de la firma de abogados en la que trabajaba, y también en un lugar donde nadie me reconocería, luego del alboroto sobre mi. Ahora que Susanne se encontraba desempleada, su alcoholismo estaba fuera de control incluso más que antes, cuando incredulamente, pensaba que eso era imposible. Por eso había decidido que antes de entrar en la universidad, lo mejor era independizarme y encontrar un buen lugar para mi. Después de todo, hacía cinco meses había cumplido dieciocho años, y precisamente hoy, Eli me había conseguido una importante entrevista de trabajo, en la empresa de centros comerciales para la que trabajaba. La paga era muy buena, el horario era reducido, la tendría a ella para no sentirme sola, y lo mejor era que estaba a solo cinco minutos de la universidad, donde quería asistir el año entrante. Mientras bajaba las escaleras, y cruzaba con la tarjeta el molinete, una vibración desde mi cartera me apuro a tomar el celular con temor de que fuera la entrevista, o una mala noticia, ya que pocas personas tenían mi número, y otras menos me llamarían. Al tomar el teléfono una cara conocida se visualizó en la pantalla.

 —Que pasa Owi. —Dije mientras me abría paso entre las personas, para agarrarme rápidamente del barandal, con la mano que tenía libre. 

—¿Acaso no puedo llamar a mi mejor amiga para desearle ánimos?— De fondo a su voz, se escuchaban personas inquietas, y teléfonos sonando. Ahora que él estaba por cumplir veinte años, se había hecho cargo a tiempo completo de la empresa de sus padres, spoiler: no estaba contento con ello. Los padres de Owen habían muerto cuando él era pequeño, por eso es que había entrado un año y meses después de lo debido a la escuela, allí fue donde nos habíamos conocido. 

—Solo quería saber donde estabas, Eli me dijo que la entrevista es a las 8:00 am puntual. Ambos estaremos esperándote en el café de la esquina cuando salgas, pero Vi...— hizo una pausa para enfatizar sus palabras —Sabes que si esto no funciona, puedes trabajar conmigo aquí, soy el socio mayoritario después de todo, nadie se interpondría a la idea, porque no pueden hacerlo— Su carcajada sarcástica era su sello personal, junto con las paletas de dulces. — Aparte sería bueno trabajar con alguien de confianza para variar, estas hienas solo quieren rebanar mi cabeza.— Owen tenía una habilidad para decir las cosas serias, en tono juguetón y viceversa, de manera que jamás podías desentrañar la intención en sus palabras.

Sonreí aunque no pudiera verme —Ni siquiera me gustan tus energizantes. — Bromeé, aunque era cierto. Entre otras cosas, la fuente principal que mantenía a la compañía MaintwerPro en auge, eran los energizantes (muy bien vendidos) CoolCrush. Personalmente, el sabor me recordaba a un remedio mezclado con metal.

— ¿Alguna vez dije que a mi si? Mi paladar refinado, no baja de un whiskey Glenfiddich doce años para la cena, Vika. —  Aunque pretendía sonar ofendido y desdeñoso, el no mentía.

— Jamás hubiera tolerado su sabor. — Remató.

—No puedo imaginar por el dolor que debes estar pasando, ahora que debes probarlas. — Respondí irónicamente.

 Las respuestas  de Owen tenían la particularidad de no solo ser para mi, podía imaginar a los empleados del otro lado, siendo humillados por las palabras de su nuevo CEO.

 — Lo bueno es que ya estoy aquí — continuó— Y entre otras cosas, es lo que podemos cambiar juntos. Aparte no entiendo cómo puedes aceptar la oferta de Eli pero no la mía— El ding dong del subterráneo me alertó, y me acerque a la puerta, esta era mi parada. 

—Lo se, pero es diferente… Elizabeth solo subió una recomendación a sus jefes y ellos la aceptaron. En cambio tu, eres el jefe del que sería mi jefe, y me siento algo rara con la idea—  Mientras subía las escaleras rápidamente note la molestia al otro lado del teléfono

—Técnicamente sería el jefe, del jefe, del jefe, del jefe... de tu jefe— Corrigió orgulloso y burlón.

—¿Terminaste? Mira, sabes que si no me queda alternativa iré a trabajar contigo, es solo que necesito intentar hacer esto por mi misma. — Y era verdad, necesitaba sentirme realizada. Lo oí suspirar al otro lado resignado. 

—Lo sé, lo sé…— suspiró frustrado —Es solo que no quiero que pases más tiempo del necesario en tu casa, sé que no quieres vivir en ninguno de mis departamentos, y se me había ocurrido, que tal vez  así tomarías mi increíble, atractiva, dulce, y carismática oferta, sin sentir que me debes algo.— 

Lo último me había hecho reír, la humildad no era algo que precisamente se le daba bien.

—¿Estamos hablando de la oferta o del dueño de la oferta?— A veces, jugabamos al gato y el ratón, y para mi sorpresa, esta vez yo estaba siendo el gato.

Owen siempre había estado al tanto de la situación en mi casa, y más de una vez me había refugiado con él.

—Eso tú lo decides. — Respondió satisfecho.

— Volviendo al tema, tampoco quiero seguir más tiempo en mi casa. Pero necesito barajar mis opciones— Tropecé mientras me apresuraba a buscar entre la gente, la calle que debía tomar. 

—Tengo que colgar, ya estoy en la calle. —Colgué y me dejé el celular en la mano. Familiarizada con el centro de la ciudad, tome la pequeña calle empedrada, hasta salir a la avenida principal. Tenía tiempo de sobra, pero quería llegar  temprano. Había dado unos pasos cuando la luz del cruce se puso en verde, y el teléfono volvió a sonar. Adivinando la llamada, conteste sin mirar.

—Owen te dije que ten....— Mi cuerpo se sintió electrizante, y con la piel de gallina, cuando lo que escuché, no fue más que una tétrica voz distorsionada por algún aparato, o una de esas estúpidas apps. La voz solo repetía una y otra vez “Hola”, sin expresión alguna. Atine a cortar, pero casi prediciendo mis movimientos, la persona al otro lado se apresuró a hablar.

—¿Quieres saber la verdad sobre tu origen, Vika Marlene Blodox? Plaza Grommow tres am— Y antes de que pudiera contestar, cortaron. Dejándome paralizada, y sintiendo una extraña sensación interna de peligro. 

Tan solo unos segundos pasaron con el corazón a mil por hora, cuando unos bocinazos me alertaron del lugar donde me encontraba.

 —¡Quítate del camino maldita estúpida!— Gritó un conductor a unos centímetros de mí, con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Desorbitada por la agresividad de aquel conductor,  dude en sí patear su estúpido auto. Pero aún abrumada, solo me limité a cruzar corriendo hacia el otro lado, con lágrimas que amenazaban salir.

¿Qué m****a?¡¿Qué es esta maldita m****a?! Contuve mis ganas de gritar.

Me deje desplomar como pude, en un banco de madera que se encontraba entre dos macetas con rosas, en la esquina de aquella vereda. Exhale varias veces, y solo medite la situación por unos segundos. 

Había muchas dudas sobre quién era yo. Me habían encontrado sola, vagando en el bosque a las afueras de la ciudad cuando tenía cuatro años, a unos quince minutos de nos encontrábamos. No había registros familiares; médicos; nada sobre mi, y yo tampoco lo recordaba. Hoy, seguía sin hacerlo. Aun así, haber salido de la nada de un bosque, sin memoria, sin poder hablar, o comprender bien el entorno que me rodeaba, había sido el menor de mis problemas ¿El mayor?

Mi sangre.

 Mi sangre, era la causante de que por días se me hubiera estudiado como una extraña criatura, y se hubiera hablado de mí, en los medios locales. Cuando me encontraron, algunas heridas naturalmente, sangraban. Pero lo que debía solo verse rojo, se veía  de un rojo muy oscuro, y contenía, lo que podríamos comparar a una noche de tormenta: centellas.

 Si, mi estúpida sangre parecía reflejar centellas eléctricas. Debido a esto (al menos esa fue la conclusión de los médicos) mi piel se curaba más rápido de lo habitual; aunque no como un súper poder, sino solo más rápido. Tampoco me había enfermado jamás, a excepción de extrañas jaquecas que aludieron siempre a un estrés post-traumático. Aunque por culpa de esa particularidad, no podía donar, ni recibir sangre en caso de necesitarla, no era ningún tipo de sangre conocida, la estructura de mi ADN, contenía mutaciones, por lo que incluso, se podría decir que ni siquiera  era humana. Aunque esto eran solo tecnicismos, por supuesto, era humana, era tan miserable como cualquier otra persona.

En ese entonces no importaba que fuera una niña, era un descubrimiento e iban a hacerme un conejillo de indias en el hospital en el que me encontraba. Lo curioso, es que un extraño día simplemente desistieron, sin darme ningún tipo de respuesta (al menos una que entendiera una niña). Solo tenían mucha, pero realmente mucha  prisa en que me fuera. Así, termine en el sistema de adopción. Esto no mejoró mucho mi situación, ya que miles de teorías ridículas circulaban sobre mí, en aquel lugar. Desde que era un vampiro, hasta un alien, y en algún momento yo también lo quería creer; podía imaginar  mi familia alienígena o vampiresa, viniendo a mi encuentro, asustando a los niños que me molestaban. 

Como fuera, quien me había llamado sabía quién era, y aunque esto me aterraba y me sonaba peligroso, cualquier información de mis padres me tentaba a hacer una locura. Pero... ¿por qué buscarme ahora? ¿porque el misterio? 

Si se trataba de dinero a cambio de información, estaban perdidos. Aunque mi escolaridad había sido en un prestigioso instituto privado y antes mi estatus se podría considerar como el de alguien de clase alta, hacía mucho tiempo que mi madre adoptiva había dejado de ser una persona con relativo éxito en su despacho, para luego ser despedida. Ahora  habíamos vendido una gran cantidad de cosas de valor, y vivíamos el día a día como una batalla, en una hermosa casa vacía. Incluso si no fuera eso ¿porque no simplemente aparecer en mi casa y decir, "Hola se quienes son tus padres" ? 

Porque estaba segura que si sabían mi nombre, sabían mi dirección. Por más aterrador que eso sonara, era una posibilidad. 

No me percate del tiempo que había pasado en ese pequeño banco de madera, hasta que vi la hora en mi celular y marcaba las 7:45 am. Empuje aquellos pensamientos, y solo me obligue a pensar en que  me habían jugado una broma o eran estafadores, que se dedicaban a buscar huérfanos y pedirles dinero, embaucándolos con la promesa de hallar a sus padres, por mas estúpido que sonara. Y mecánicamente me levanté, para echar correr y no llegar tarde, a la tan esperada entrevista.

La sensación de la entrevista había sido buena, mis calificaciones eran excelentes, tenía varias habilidades de informática, había asistido a un instituto privado y aparte, estaba recomendada por su arquitecta estrella  y mi mejor amiga, Eli. Si me contrataban, solo serviría café y algunas otras cosas a medida que me consideraran apta. Si estudiaba arquitectura el año entrante, me irían entrenando para un puesto de relevancia, pues la idea de alguien que estudiara a la vez que aprendía sobre las necesidades de la empresa, en temas de arquitectura les era muy tentadora, la ventaja perfecta de una persona joven con experiencia y estudios a la vez. Aunque sentía que quizá no había dado el máximo potencial, todo parecía apuntar a que el trabajo podría ser mío. 

Aquella llamada hacía tan solo unas horas me había calado en lo más profundo, y aun estaba en shock. Pero por sobre todo, tenía miedo. Las preguntas no dejaban de carcomerme 

¿Quién podría tomarse tantas molestias por esto? Pero la pregunta que más me aterraba saber era ¿quién era yo?. 

Ya en frente de la cafetería, empuje la puerta de vidrio esperando que aquella intriga de la mañana también fuera empujada. El olor a café, instantáneamente inundó mi nariz. En la última mesa con sillones individuales, se encontraban Owen y Eli, tal como habían prometido. Me acerque con una sonrisa y fue mi recomendadora quien se levantó primero, Owen solo giro la cabeza ya que estaba de espaldas, los rizos castaños se movían al unísono enmarcándole el rostro, sus ojos oscuros eran penetrantes, adornados por unas rizadas pestañas. Tenía la piel levemente tostada y la vibra latina de su madre, junto con el encanto irlandés de su padre, al menos, eso era lo que decía cualquiera que había conocido a los padres de Owen. El mentón afilado con una sombra de barba, y el cuerpo en forma, lo hacía aparentar más edad. Ya solo faltaba una semana para sus veinte años. Ni bien cruzamos miradas, me regaló su sonrisa perfecta ladeada a la izquierda.

 Llegué al abrazo de Eli primero.

 —Amiga, que lindo verte, debiste haber ido a mi fiesta el Sábado.—Me regaño, aunque sabía que eso de las fiestas, no se me daba particularmente bien. Vestía un traje pantalón que destacaba increíblemente su cintura, tenia el cabello negro atado en una coleta alta y muy fina. Aunque ella tenía veinticinco años, podrías jurar que era la menor del grupo. Cuando me senté al lado de Owen, él me rodeó con el brazo, y yo apoyé mi cabeza en él.

— Hola sirenita.— Dijo mientras besaba mi frente, y su perfume me deleito por algunos segundos. 

—¿Ahora debería peinarme con un tenedor? — Sonreí, a veces a él, le gustaba apodarme así. Recordé nuestro "ritual", y de inmediato hurgué en mi bolso, buscando la paletita roja que le había comprado en el camino. Ni bien la vio, me la arrebató de inmediato. 

—Gracias Vi, por un momento me sentí desnudo.— Y se metió la bolita redonda a la boca 

—Es cierto, no puedo imaginarte sin una.— Respondí divertida. 

—¡Ey!—Eli aplaudió justo en frente de mi cara, para atraer la atención. —¡Habla de una vez! Me tienes esperando y esperando por saber si vas a trabajar conmigo, o seré despedida— Dijo dando vuelta los dedos índices junto con la cabeza. —Y lo único que haces es prenderte como garrapata, al pobre intento de empresario que tienes por amigo. —  Al Eli decir esto, me acomode en el lugar que me correspondía, y solté una risita involuntaria, di un vistazo a mi amigo quien me guiñó un ojo. Lucía un blazer borgoña con chaleco y pantalón a juego, tenía una camisa blanca que descubría su pecho. Llevaba unas cadenas en el chaleco, que simulaban esconder un reloj de bolsillo antiguo, su sentido de la moda era exquisito, podías fácilmente confundirlo con un modelo. 

—Creo que es un setenta por ciento que sí— me animé a hablar —Quedaron de llamarme, antes que termine la semana.— 

—Bueno. — Dijo Owen mientras daba un sorbo al café negro que había levantado de la mesa. —Tienes lo necesario Vi, estamos a Lunes, solo queda esperar. —  Dejó su taza en la mesita, y me acerco más a él con el brazo, lo gracioso era que de no acercarme más me rompería, su fuerza era impresionante.

—Primero, gracias, segundo auch, eso duele, no es necesario quebrarme el cuerpo—. Owen se ruborizó un poco y sacó su brazo apoyando ambos codos en las piernas, sacudió la cabeza y me miro algo incómodo.

—¿Has concretado más entrevistas? Si no es así tengo muchas actividades por las cuales te necesito en la semana. — El se mordió los labios inferiores y yo le di un golpecito juguetón

 —¿Como cual?— interrumpió Eli —¿Jugar Guerra sangrienta tres en tu oficina? O hacer que tu chófer los lleve al otro lado de la ciudad, por esas hamburguesas asquerosas que tanto aman.— Eli era quien más nos retaba, sobre todo a Owen, de todas formas ella siempre era su voz de la razón. Ella era a quien acudia, cuando se veía abrumado por la empresa, ya que no se fiaba de los empleados, después de todo, solo era un veinteañero tomando decisiones millonarias (aunque había sido entrenado desde la muerte de sus padres para hacerse cargo de la empresa). Me alegraba mucho saber que se habían conocido por mi, en un principio no se llevaban bien, y temí que el grupo de amigos que quería formar no funcionara. Con el tiempo, accedieron a llevarse bien por mi, y terminaron siendo muy buenos amigos.

—Hablas de envidia, pequeña y triste Eli. —  Le dijo Owen con una sonrisa picara.

Me reí unos segundos y quise unirme a la batalla. Sin embargo y sin previo aviso, sentí un dolor punzante que me quitó hasta el aire. El dolor me atravesó la cabeza como hierro caliente, me agarre fuertemente de los apoyabrazos del sillón, intentando recuperar el control, esperando que solo pasara.

 En un instante todo daba vueltas, me llevé instintivamente la mano a la cabeza y me levanté de golpe, con la idea de tomar aire fresco, pues la sensación dentro del café, se había vuelto asfixiante. 

—¿Estas bien Vika?— Dijo Eli. 

—Si... solo debo ir a casa a descansar—. Atine a decir con dificultad. Pero la verdad no estaba bien, había sufrido jaquecas antes, pero esta era por mucho, la peor.

—No te ves bien Vika, mi chófer está a solo unas calles, te llevare. —  Dijo Owen en tono autoritario, aunque lo supe por su voz, pues no veía su rostro, de hecho no veía nada. A pesar de la situación, trate de guardar la compostura, no quería asustarlos, porque fácilmente entrarían en pánico y me asustarían a mi. Como pude tantee mi bolso y di unos pasos en falso, tuve vértigo, pero sentí los brazos de Owen atrás mio, que me sostenía con delicadeza.

 —Vika, creo que debemos ir al hospital. — Owen habló condescendientemente, pues sabía que no era una persona de médicos.

—No— proteste— En serio estoy bien, solo necesito descan... —Eso fue todo lo que conseguí decir, antes de sentir otra vez el dolor punzante y aunque batalle intensamente por mantenerme en pie, todo se apagó.

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