Capítulo 6

Mientras tanto en el pueblo, Mariana y Laura se divertían como locas; es que la joven había traído a la vida de todos ellos la frescura que necesitaban. Laura había olvidado lo bien que se sentía salir acompañada, cuando Jordan era más chico, y estaba en la casa, era quien la acompañaba y pasaban el día en el pueblo.

  • Laura, que pueblo hermoso es éste, rodeado de colinas y lagos, parece sacado de un cuento.
  • Sí, Mariana es bellísimo. Aunque hacía muchos años que no lo disfrutaba como hoy – Mariana la miró asombrada
  • ¿Cómo es eso posible, con lo bello que es?
  • Es que ya hace mucho que vengo sola a hacer las compras y la verdad es bastante aburrido – sonrió
  • ¿Jordan nunca te acompaña? –
  • Ya no – dijo en un tono triste – cuando era más pequeño y venía por vacaciones, solíamos venir a menudo y llegábamos a pasar todo un día entero. Pero luego su trabajo lo empezó a absorber, su novia le dejo; todo eso fue endureciendo su carácter, dejó de ser el chico risueño y feliz que era, a pesar de la muerte de su madre –
  • A mí no me parece muy endurecido, un poco rezongón tal vez, pero endurecido, no, ¡qué va! Es más, en estos pocos días que llevo de conocerlo me parece un ser muy agradable, e incluso divertido.
  • ¿Divertido?...Uff… eso sí tengo que verlo.
  • De veras, Laura, porque te mentiría, cuando estamos juntos nos divertimos mucho, a pesar de las circunstancias que llevaron a conocernos. A mí me parece que él tiene mucha luz.-
  • Sí, sí, totalmente de acuerdo, pero la había perdido hace un tiempo. Me alegro que estés aquí, aunque, como bien dices, las circunstancias son nefastas y lo siento tantísimo, le haces mucho bien. – Mariana se colgó del brazo de Laura – y para decir la verdad, a mí también – le dio un beso en la mejilla y le dio unos toquecitos en su mano.

            Así, tomadas del brazo, continuaron con su paseo por el pueblo.

  • ¿Sabes?, me gustaría comprarle un obsequio, es que ha sido tan bueno y generoso conmigo, pero no tengo idea de que. ¿Podrías sugerirme algo? – Dijo Mariana mientras se detenía frente a una tienda para mirar la vidriera.
  • Es algo difícil, yo nunca le regalo nada, para alguna fecha en especial, como Navidad o su cumpleaños, lo que hago es cocinarle lo que le gusta, porque es muy complicado comprarle a alguien que lo tiene todo – Mariana pensó por unos instantes
  • Eso, y… ¿si le hago una cena?, algo que le encante, se me da bien la cocina, mi madre siempre decía que a los hombres se les conquista por el estómago – Laura la miró desconcertada, Mariana se sonrojó, ¿acaso lo había dicho en voz alta?
  • Una cena me parece bien, si quieres te puedo ayudar y luego le dices que fuiste tú solita. A demás hace mucho que con Juan, no salimos a ningún sitio, sería bueno para todos. – le sonrió mientras le guiñaba un ojo, Mariana sintió más vergüenza aún
  • Lo que dije fue…
  • Shhhh… nada tienes que explicarme, mi madre siempre decía, “no aclare que oscurece” – se volvieron a tomar del brazo y siguieron caminando. – vamos a comprar víveres y lo necesario para la súper cena, todo irá bien, ya verás – dijo en tono cómplice, Mariana sonrió y volvió a sonrojarse. – aunque no tendrás mucho trabajo, pues la comida que más le gusta a Jordan es el pastel de carne
  • ¿El pastel de carne?, ¿el que se hace con puré de papas, carne y puré de papas?
  • Ese mismo, pero la carne bien condimentada y con abundantes aceitunas. Y luego, huevo batido por encima para que al gratinarlo quede dorado y crujiente. Con una bebida cola – Mariana sonrió – ya vez, no es muy complicado mi niño

            Luego de hacer las compras y pasear un rato más volvieron a la casa. Mariana subió corriendo las escaleras llena de bolsas con las compras que había hecho. Una vez que las dejó en su habitación fue hacia el despacho de Jordan. Tocó tímidamente la puerta.

  • Adelante - dijo él desde dentro. Mariana abrió con cautela la puerta y entró. Él la miró sorprendido - ¿Ya volvieron?
  • Hace 5 horas que nos fuimos – sonrió – el pueblo es bellísimo, pero 5 horas son más que suficientes para conocerlo – Él se levantó de su sillón, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, ella se tocó la cara
  • ¿Y eso? –
  • Retomo una costumbre que tenía con mi madre, siempre que salíamos y volvíamos o antes de acostarnos y al levantarnos, siempre nos saludábamos con un beso en la mejilla, pero si te molesta dejaré de hacerlo –
  • ¿Molestarme?, ¡no, que va! – dejó un poco su entusiasmo de lado – por mi está bien, espero sepas disculpar si alguna vez lo olvido – él sonrió – es solo hasta que me acostumbre. Bueno solo quería avisarte que llegamos – se dirigió a la puerta – le diré a Laura que te prepare algo rápido de comer, luces famélico – y salió.

      Se recostó a la puerta que había cerrado tras de sí. Su corazón parecía salirse de su pecho. Cada contacto físico con Jordan la dejaba exhausta y emocionada; algo le estaba ocurriendo, pero no sabía qué. De pronto casi cae de espaldas al abrirse abruptamente la puerta a la cual estaba recostada.

  • Mariana, sigues aquí, que bueno. Pasa que hay algo que tengo que hablar contigo – ella ingresó nuevamente, ¿se habría dado cuenta que ella estaba recostada a su puerta?, y si fuera así, ¿Por qué no le había dicho nada? – siéntate. – ella obedeció – Me dijiste que querías ser astronauta, ¿verdad? – él se sentó sobre el escritorio frente a ella –
  • Sí, es lo que quiero –
  • Bueno, tengo buenas noticias. Tengo gente que me debe algunos favores; no preguntes de que; pero estarían dispuestos a ayudarnos con eso – a ella le brillaron sus negros ojos y una ansiedad le invadió el cuerpo.
  • ¿Si?
  • Exacto, la semana que viene comenzarás los entrenamientos, te advierto que serán intensos, así como chequeos médicos – ella estaba muda – será en un complejo del gobierno, algo así como una base militar. Yo he trabajado allí muchas veces y te ayudaré con el entrenamiento –
  • ¿No eras abogado? – él sonrió ampliamente
  • Sí, pero tengo otras actividades también. Por ahora es lo que debes saber. Así que si estás de acuerdo, enviaré la foto de tu pasaporte para que te hagan el carnet de ingreso y firmaré los papeles de autorización como tu tutor – ella dio un salto en la silla y lo abrazó con fuerza –
  • Gracias, Jordan, gracias, gracias – comenzó a llorar
  • Pero no llores, cariño –
  • Es que es lo que siempre soñé y me parece mentira. Eres mi ángel, gracias por estar en mi vida – él la separó un poco y mirándola fijamente le dijo:
  • No tienes nada que agradecerme, soy yo el agradecido por que estés en mi vida, eres lo mejor que me ha pasado en años – ella se separó de él, bajó la cabeza, su respiración era profunda y pausada, y sin volver a mirarlo giró y se dirigió a la puerta.
  • Le diré a Laura que te prepare algo de comer – y salió de la habitación, pero en lugar de ir con Laura, se metió en la suya y se dejó caer en el sofá. Su cuerpo estaba totalmente estremecido. No podía saber que pasaba, pero sin duda algo pasaba. Luego de un rato, bajó a la cocina
  • Laura, ¿podrías prepararle algo de comer, rápido, a Jordan y llevárselo a su estudio?-
  • En eso estaba, Mariana, me imaginé que estaría sin comer. ¿Puedes llevárselo tú, por favor? -
  • No, yo no – y salió corriendo para su habitación –

            Laura tomó la bandeja y se la llevó a Jordan.

  • Te traje algo de comer, me lo pidió Mariana – dijo sonriendo
  • Ah, gracias, Laura, déjala sobre la mesa. Pensé que me la traería ella – dijo algo desconcertado. Laura cerró la puerta del estudio y acercándose a él le dijo casi en susurro.
  • No sé qué estés haciendo, Jordan, pero la estás perturbando
  • ¿Perturbando, yo?, ¿Cómo podría ser eso? – dijo levantando la voz – lo único que le dije es que la semana que viene podría empezar los entrenamientos para que algún día llegue a ser astronauta –

     Vio que Jordan realmente no se había dado cuenta de lo que estaba generando el Mariana, pero lo peor no era eso sino que no se había dado cuenta lo que ella generaba en él. Así que mejor decidió callarse y dejar que las cosas fluyeran. Sonrió y se retiró sin darle más explicaciones.

            Las horas siguieron pasando, la noche ya era cerrada. Jordan trataba de ponerse al día con todo lo atrasado, pero Lucía, su secretaria, había tenido que ausentarse y era mucho trabajo para él solo. En un momento levantó la cabeza de su trabajo y miró hacia la puerta que acababa de abrirse, allí estaba de pie Mariana, sin decir ni una palabra, solo lo observaba. Así estuvieron unos segundos, que parecieron horas.

  • La cena está lista, Jordan. Te espero abajo – se dio media vuelta y se fue en el mismo silencio que entró.

            Él quedó sumamente consternado por la situación, pues no la entendía para nada. Cerró su laptop, apagó las luces del estudio y bajó las escaleras.

            El aroma de la comida era exquisito, hacía tiempo que no le sentía tan intenso. Al llegar al comedor se encontró con una mesa perfectamente puesta y Mariana de pie junto a ella.

  • ¡Que sorpresa!, ¿acaso es pastel de carne? –
  • Sí, exacto, Laura me dijo que era tu predilecto. Siéntate que voy a servir – tomó su plato y lo sirvió, luego tomo el suyo he hizo lo mismo y se sentó frente a él.
  • Hablando de Laura, ¿Dónde está?
  • Se tomaron con Juan la noche libre –
  • ¿Y quién los autorizó? –
  • Yo lo hice, tu dijiste que yo, en la casa, sería como tú, así que me tomé el atrevimiento de dar mi primera orden – la miró satisfecho
  • Me parece genial, les hará bien – probó un bocado - ¡por Dios!, esto está exquisito – ella sonrió, con esa sonrisa amplia que la caracterizaba.
  • Qué bueno que te guste, lo preparé yo –
  • ¿tu?
  • Sí, yo, quería hacerte un obsequio, pero tú tienes de todo, ¿Qué podría regalarte?, así que Laura me sugirió que te hiciera la cena y me pareció muy buena idea. –
  • Me alegra que lo hicieras – comió más – con esto puedes enamorar a un hombre – ella se sonrojó y agacho su mirada – no quise incomodarte, disculpa
  • Si no me incomoda, descuida –
  • Qué bueno – dijo aliviado.

            La cena estuvo tranquila, conversaron mucho, hicieron planes para la próxima semana. Rieron, como era costumbre cuando estaban juntos.

            Luego de cenar se fueron a sentar al sillón frente a la gran estufa a leña, que estaba prendida a todo su esplendor. Y allí siguieron con su charla amena.

  • Se ha hacho tarde, debo levantarme temprano mañana, tengo mucho que hacer. –

            Él iba a levantarse del sillón y ella le tomó la mano. Se miraron fijamente, él acarició el rostro y apartó el cabello de su frente.

  • Eres hermosa, Mariana – ella dio un enorme suspiro, sintió nuevamente salirse del pecho su corazón – pero esto no puede ser, no está bien –
  • ¿Por qué no?... Jordan…

            Él quiso parase para alejarse, pero no pudo. La miró nuevamente, tomo su rostro con ambas manos y le besó intensamente, tan intensamente que pareció interminable. Puso, no solo sus labios, sino su corazón en ese beso. Se separó unos instantes, la miró profundamente y volvió a besarla como si no lo hubiera hecho ya. Sus labios se fundieron en uno, sus cuerpos se estremecieron al punto de temblar, aquello no estaba bien, pero se sentía tan bien. Por un momento olvidaron las tragedias, las diferencias de edad, que hacía nada que se conocían, en aquel momento solo estaban ellos dos haciendo lo que más deseaban; comerse a besos. Ella le abrazaba con tanta fiereza que era imposible despegarse, él recorría con sus manos todo su cuerpo. Besaba, sus labios, su cuello, su frente, sus ojos. Hacía mucho tiempo que no se sentía así, o tal vez nunca lo había hecho. La deseaba con locura. Cuando tomó conciencia de eso se apartó con horror.

  • ¡Por Dios!, ¿Qué he hecho? – se fue a la otra punta del sofá – Mariana…
  • Jordan…

         

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