Capítulo 5: Inestables

—¿Esa es Julien?

Él asintió. Sonriente viendo como la adolescente se marchaba.

—¿Porqué no la llamas? Hace mucho que no la veo. —el rápidamente negó. Conoce el mal carácter que Julien posee, sabe que si Claudia llegase a tener un mal comportamiento, su amiga no lo dejaría pasar. Y la verdad es que no quería problemas.

—Quiero que esta tarde solo seamos tú y yo. —dejó un beso en los nudillos de su mano y le sonrió. —¿Y si nos sentamos?

Steven abrió su bolso deportivo y sacó una manta lila de seda. Con ayuda de Claudia lo dejaron sobre la arena, y se sentaron en ella. Claudia palmeando sus piernas le indicó que se acercara. Él dejó la nuca de su cabeza en las piernas de ella y cerró los ojos, se preguntó cuándo fue la ultima vez que hicieron esto, de disfrutar juntos de la compañía del otro. Pero también se preguntó, si algo tan simple y tranquilo como esto volverá a suceder.

—Uhm, he extrañado nuestras salidas a la playa —dijo ella, acariciando el suave cabello del chico. Quien tenía los ojos cerrados disfrutando de la sensación. Notó lo delgado que se encontraba, su rostro pálido, las ojeras bajo sus cansados ojos. Sintiéndose mal, dejó un beso en su frente.

—Y yo te he extrañado a ti. No sabes cuanto —murmuró sin abrir los ojos. Le ponía sensible tan solo escucharla hablar. —Estoy cansado de solo verte en la noche y que en la mañana ya no estés.

Abrió los ojos y la miró.

—Hemos quedado estar acá para hablar de lo que sucede, y tratar de arreglarlo pero... —dejó un suave beso en sus labios, beso que ella no correspondió. —parece que no quieres arreglarlo.

—Absolutamente nada es igual, desde lo que pasó no hay otra cosa que esté en mi cabeza. Y me enojo conmigo, contigo, con cualquiera que esté cerca. —soltó un suspiro. Tratando de que el nudo en su garganta desaparezca. —A veces pienso que lo mejor sería separarnos, porque no puedo vivir con la culpa, Steven.

—¿Separarnos?

Se levantó rápidamente apenas lo escuchó, la preocupación en su rostro era clara. Él no quería separarse de ella, después de lo que pasó creyó que juntos podían lograr superarlo porque sabía que él solo no iba a hacerlo. No podía.

—¿En serio crees que separarnos es la mejor opción? ¿Porqué? ¿Porqué mandar al carajo todos estos años juntos?

—Porque ya pasamos suficiente. Porque no quiero verte solo para hacerte sentir mal.

—¡No lo haces, por dios! Mi corazón baila en azúcar cada vez que te tengo cerca. —tomó la mano de ella y lo dejó en su pecho para que sintiera sus latidos. —¿Lo oyes? Es por ti.

Claudia sonrió, y un pequeño recuerdo le vino a la mente. Ocasionando que sus ojos se aguaran.

—Como la primera vez.

Steven había hecho y dicho lo mismo en su primera cita, hace cuatro años. Cuando solo eran unos chiquillos sin experiencia y el amor lo era todo que parecía que eran capaces de dejarlo todo solo por estar juntos. Y por poco iba a ser así, por poco ella abandona su empleo, sus estudios por un embarazo, y él iba a dejarlo todo. Hasta su vida deportiva por ella y por el pequeño que cada vez se acercaba más. Después de tanto, él seguía mirándola de la misma forma que la primera vez.

Él también sonrió, y tomó su rostro entre sus manos para que solo lo mirara a él.

—¿Vas a dejar ir esto? ¿Estás segura que eso te hará sentir mejor?

Ella agitó la cabeza negando.

—En realidad, no sé que hacer. Porque ya no quiero desquitarme contigo, pero a veces parece inevitable. Además, las pocas veces que logré sentirme bien fue gracias a ti, cuando estamos así, me haces cambiar de opinión. No, no quiero dejarte.

El chico sonrió, y segundos después ambos juntaron sus labios, el beso lento y suave era mejor que solo una noche de sexo para él. Porque ella no se lo estaba tomando como un simple beso, y se lo demostraba al no querer separarse. Él sintió su necesidad, de querer tenerlo encima de ella. Y entonces se detuvo, separándose un poco.

—¿Tú no has pensado que deberíamos separarnos alguna vez?

—La verdad, no. —él respondió. Seguro. Sin titubear.

Pensarlo ahora mismo le provocaba demasiada tristeza, él no había pensado en dejarla, había pensado muchas veces en tratar de mejorar la situación. Por que aunque no lo dijera, sin ella, no sabía que iba a hacer consigo mismo. Tampoco la detendría contra su voluntad, pero la verdad era que ella tampoco quería dejarlo. Lo conocía tan bien, y le agradaba tanto como él era por dentro, y como era él por fuera. A los ojos de ella, Steven era de los pocos tipos que hay en el mundo donde podías vivir feliz a su lado hasta envejecer. Porque no importa si algo cambiase en ella físicamente, si sube de peso o no, si envejece más rápido que él o no, la iba a amar de todas formas. Aún la ama, a pesar del trato que ella le da. Ya no pensaban en no equivocarse al elegir a la persona correcta, ella sabía que era él. Y él quería que fuera ella.

Su cuerpo se estremeció de frío y él le extendió su campera deportiva, en ella aquella campera se veía demasiado grande. Y dejando de lado todo lo malo que habían vivido, él se dispuso a adorarla, a hacerla reír, a quererla. La forma en como la miraba no se igualaba a nada, parecía que él estaba viendo a un ángel, tal vez algo más hermoso que eso, y lo contemplaba. Claudia, por otro lado, se sentía bien a su lado. Él siempre buscaba la forma de hacerla sentir relajada y querida. Nunca intentó lastimarla, tanto física como psicológicamente.

<<Solo pide, Claudia. Pide lo que quieras, y haré lo que sea para dártelo.>> Era lo que su corazón susurraba mientras la observaba reír.

Una pelota llega hasta ellos de forma brusca, arruinando la escena romántica en la que se habían envuelto. Steven tomó la pelota y buscó con la mirada a los dueños, una chica en bañador se acercó sin dejar de repetir la palabra Perdón. Su cabello mojado, posiblemente áspero por la sal del mar, caía sobre sus hombros. Su cuerpo era delgado y ejercitado, tal vez una estudiante de otro instituto en Derrion, muy atractiva. Pero eso no era lo que pasaba por la mente de Steven mientras la veía acercarse, pasaba por la mente de Claudia y no de una forma atrevida, eran celos lo que estaba sintiendo.

—En serio, lo lamento. —se disculpó una vez más. Hace unos segundos, antes de acercarse, ella le había dicho a sus compañeros que iría por la pelota y que no era necesario decir algo en realidad. Pero ahora, después de verlo, se encontraba disculpándose y sonriéndole. Sin siquiera notar a la acompañante del joven. Solo estaba centrado en él.

—No te preocupes. —respondió. Devolviéndole la pelota con una sonrisa amable, se sintió incómodo por como lo miraba que decidió girar la cabeza y dar por terminada la corta conversación. Creyendo que así se iría, pero no se fue.

—¿Cómo te llamas? —Le preguntó, su voz era dulce, pero no más dulce que el de Claudia.

—Roberto. —respondió él. Causando que Claudia se aguantara la risa. No iba a decirle su nombre real, su novia pensaría que él estaba coqueteando con la chica y la verdad, no quería malos entendidos y volver a discutir. —Te llaman tus amigos, ve.

—Oh, si. Que tonta, lo había olvidado. —volvió a sonreír. —Nos vemos —dijo retrocediendo. Y una vez que se alejó lo suficiente, ambos comenzaron a reír. Esa chica se había quedado embobada en menos de un minuto, en segundos, le hizo darse cuenta que a pesar de estar mas delgado de lo normal, seguía viéndose atractivo. Eso le lleno de confianza, no para usar ese atractivo físico y conquistar a otras personas. Sino, para usarlo y conquistar a la mujer que tenía a su lado. A la única que realmente a él le importaba conquistar.

—Si yo quiero, también puedo hacer que coqueteen conmigo. —ella le bromeó. Veía graciosa la escena, pero los celos si le habían invadido el interior.

—Lo sé, eres tan hermosa que duele. Ya he tenido que tolerar en varias ocasiones a niños queriendo acercarse, —refiriendo a loa adolescentes necesitados que no dejaban de comérsela con la mirada cuando iban a la secundaria juntos.

—Algunos valían la pena.

—Claro, seguramente la chica de hace un rato también valía la pena. Pero no me importa. ¿A ti te importaban esos adolescentes?

—Eran atractivos. —dijo, con honestidad.

—¿Y porqué te quedaste conmigo? —le preguntó, serenamente.

—Por la misma razón que tu sigues acá. Porque tampoco me importa.

Piensas que seguro todo es posible solo por tener un pequeño y buen momento, como Steven, que cree que puede lograr muchas cosas a su lado como pareja. Que todo a partir de ahora irá bien. Y solo por recibir una migaja de cariño. Que ilusa es la gente a veces, muchos merecen tanto pero reciben tan poco. Y otros le dan todo a alguien que no lo merece.

<<Podría intentarlo, Steven. Podría intentarlo por ti. Pero habrán veces que sentiré que ya no podré más y volveré a hacerte sentir mal, a no poder controlar lo que digo y lastimarte nuevamente. Aún no comprendo como es que sigues mirándome como si yo fuera lo mejor que te ha pasado, como si no te arrepintieras de nada, estoy completamente segura que la mirada que me das no la merezco. Pero no quiero soltarte porque me demuestras que si no estoy a tu lado, lo que sucedió, nunca vas a superarlo. Y sé que contigo al menos un segundo podré sentirme bien. Pero no te has puesto a pensar que, aún estando conmigo no vas a lograr superarlo porque yo no quiero dejarlo atrás. Y te arrastraré, y me arrepentiré, te dejaré caer, te cansaras de mi y te alejaras. Luego yo viviré lamentándome hasta morir. Es así. Solo espero que la sonrisa en tu rostro dure un poco más. Que logres quedarte y quererme a pesar de todo, que logremos juntos estar mejor algún día y que eso no vuelva a cambiar.>>

 Se sintió conmovida por como él la observaba, no se aguantó en abrazarlo. Sentía que no quería que él se alejara alguna vez, eso le dolería. El cariño que sentía hacia él era demasiado, ¿Como antes no pude verlo?. Se preguntó.

Pero, ¿Qué clase de persona que dice que te quiere, te lastima? ¿Te demuestra que te quiere lastimándote? ¿Qué necesidad? ¿Te dejas lastimar solo porque no quieres perder a esa persona? ¿Es un tema masoquista? ¿Porqué quedarse cuando puedes volver a empezar? ¿Hay dependencia emocional? ¿Creen que el amor se trata de dañarse? ¿Tienen la esperanza de que cambie en algún momento? ¿No quieren aceptar que a veces algo no cambiará y que lo mejor es continuar adelante?  Steven responderá: No hay nadie como ella. Entonces yo le preguntaré al aire: Claro. Hay peores y mejores que ella. ¿Porqué quedarse?. Y él no me lo dirá.

Esa misma tarde, cuando el cielo nubló, ambos regresaron a la casa de Steven. Su madre trabajaba desde el amanecer hasta la atardecer, el medía que probablemente en una hora la señora aparecerá por la puerta. Pidieron comida a domicilio y vieron una película. Aún así, él no entendía nada de lo que pasaba en la película porque no estaba concentrado mirando, la miraba a ella mientras la abrasaba. Parecía una exageración, pero después de tantos meses lleno de discusiones y peleas, este momento era único. Su mascota, Poppy, estaba en el sillón más pequeño durmiendo cálidamente. No entendía como un perro grande como él podía entrar ahí, observó que una pata del can se deslizaba hacia abajo y el animal volvía a subirlo.

Sonrió. La película terminó sin que él se diera cuenta. Claudia se acomodó dejando su cabeza en las piernas de él. Alumbrados solo por el televisor, ella lo miró en silencio por unos minutos.

—¿En qué tanto piensas? —preguntó.

—Ayer hablé con Jackson. —Claudia rodó los ojos. —¿Porqué te cae tan mal?

—Es que, no creo que a nadie le guste que su novio sea amigo del más mujeriego de todos. Prefiero que seas amigo de la extraña de Julien, que de él.

Steven ríe.

—Julien es agradable, no sé si te ha pasado pero su mirada entornada es muy intrigante.

—Es la misma mirada del señor Adam. — Steven asintió estando de acuerdo.

—Si. Se lo he dicho pero se molesta. Y respecto a Jackson, es un buen amigo, me ha dado tanto su apoyo.

—Pero te puede llevar al mal camino.

—No voy a negarte que lo ha intentado, le gusta ir a ese club con los demás. Pero siempre le digo que no estoy interesado y no lo estaré nunca, Liam también fue y me dijo que no es un lugar para mí. Jackson tampoco debería ir.

—¿No que salía con una tal Valeria?

—Así es, pero eso es asunto suyo 

—¿Y de qué hablaste con Jackson? ¿Qué te dijo? — Cambió de tema.

Posando una mano en la cabeza de Claudia, para juguetear con su suave y largo cabello, respondió—: Él trata de que ya no me sienta culpable, me anima a seguir en el equipo.

—¿Aún tienes pensado dejarlo? —Él asintió con la cabeza. —¿Qué hay de la universidad?

—Dejaré el equipo para concentrarme en mis estudios, me anotaré en diciembre y alquilaré un departamento en la ciudad. Jackson se ofreció en ayudarme con el dinero, luego veré como se lo pagaré aunque diga que no tengo que hacerlo, lo haré.

—Pero, Steven, ser un buen jugador del fútbol siempre ha sido tu meta desde siempre. ¿Porqué dejarlo?

Él se encogió de hombros.

—Ya no puedo físicamente, me canso más de lo normal. Además, en cualquier momento el entrenador me dirá que debo retirarme. Ya me ha dado muchas oportunidades.

—¿Y quién te reemplazara?

—Liam. Se lo he comentado y está muy emocionado, le ayudaré y acompañaré en la prueba de entrenamiento para que lo acepten y hablaré con el entrenador. Él es el indicado para ocupar mi lugar.

Rodeó su delgada cintura aferrándose a él sin tener la intención de soltarlo, sintiendo pena por su decisión.

—¿Qué pasa?

—No quiero que dejes todos tus sueños de lado. —murmuró.

—Pero si no he dejado todos mis sueños de lado, aún queda uno. —le sonrió. No obstante, el sonido de llaves del otro lado de la puerta principal llamó la atención de los dos. Su madre ha llegado. —Sube a mi habitación y espérame. —le susurró cerca del oído, su aliento acarició su piel provocando que se erizara. Claudia se levantó de sofá y corrió hacia las escaleras. Mientras que él tomaba los envoltorios de las comidas que había comprado para tirarlas a la basura, cuando regresó al living, saludó a su madre.

—Traje pizza, ¿vas a querer? —le preguntó a su hijo. Pero él se negó.

—Hoy salí con Claudia, comimos mucho, estoy lleno.

La mujer de mas o menos cuarenta años, levantó las cejas.

—¿Así? Ahora entiendo tu sonrisa. —provocó que sonriera más. —¿Todo está bien entre ustedes?

—Tratamos de que todo esté bien. Me iré a dormir. —dijo, caminando hacia las escaleras.

—Pero es muy temprano.

—Lo sé, estoy algo cansado.

—¿No te llevarás a Poppy? —señaló al animal. Quien al escuchar su nombre levantó la cabeza.

—No, él está bien ahí.

Lo miró por unos segundos, subir casi corriendo los escalones. Su hijo no había dormido bien desde hace meses, normalmente le pide pastillas para dormir. Pero esta vez no lo hizo, él se veía animado, no dijo nada y lo dejó ir.

Cuando Steven abrió la puerta de su habitación, y le echó seguro apenas entró, observó a la chica de cabello negro encima de su cama. Esperándolo. Era muy tentador como ella se encontraba para sorprenderlo, su cuerpo desnudo cubierto solo por la sabana. Mantendría aquella imagen en su cabeza por mucho tiempo, pausaría el tiempo si pudiera, solo para admirarla. Quieta, mirándolo de una forma extraña con una sonrisa en sus suaves labios. Como una estatua, una reliquia, una escultura antigua, arte que alguien debería pintar.

Así era ella a los ojos de él, dudó en avanzar, tenía miedo de que al día siguiente, cuando despierte, ella ya no esté. Que lo deje todo como si hubiera sido un sueño, que lo dejé a él solo en la fría cama por su ausencia.

Pero por un instante creyó que este día por completo iba a ser diferente, que le daría lo que ella esperaba sentir y así se quedaría con él. Que lo cariñosa que se mostró en la tarde también podría serlo cuando él se levante a la mañana siguiente, sintiendo sus pequeñas acaricias.

Pero se equivocó, aún estando adormilado estiró el brazo en busca de ella y su lugar se encontraba vacío, frío. Se incorporó en la cama, su ropa ya no estaba, había corrido las cortinas antes de irse. Que generosa.

Se dejó caer en la almohada, no entendía el porqué, que él sepa ella no trabaja los fines de semana, sino se lo hubiera comentado. Solo se fue, porque cuando se despertó no pudo evitar sentirse mal de todo lo que pasó. Sintió que no era correcto seguir ahí y se marchó, sabiendo que luego nuevamente regresará y nuevamente se irá. Era mejor eso que estresarse y volver a discutir, sus emociones eran inestables, sus sentimientos confusos, ya ni siquiera sabía lo que quería, y quería saberlo. Pensaba solo en ella, y no en quién podría arrastrar si daba un paso más. Todo dependía de ella, y en realidad no le importaba. Solo quería saciar esa culpa en su conciencia, sentirse bien al menos por un rato.

Aquella relación estaba mas rota que la cabeza de Glenn en The Walking Dead. Pero seguían ahí, él porque la quería demasiado, tal vez era un idiota. Y ella, porque al menos así podía sentirse un poco mejor. Se arrepiente de culparlo, y sabía que él había empeorado a causa de sus palabras. Ambos se necesitaban ¿Y qué hizo?, ¿Lo quería? Si, pero era diferente.

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