Capítulo #4

Era viernes por la tarde cuando Joel y Yelina regresaron de su viaje, ambos traían la piel bronceada y sus miradas llenas de un brillo singular, era evidente lo bien que la habían pasado. Acordaron pasar el sábado en casa de los papás de él y el domingo iban a visitar la familia de ella. En esos momentos también aprovecharían para recoger sus cosas personales y llevarlas a la casa que compartirían como hogar, días atrás llevaron una maleta con cosas personales cada uno, pero había mucho más que trasladar. Por su parte Yelina tenía que dejar muchas de sus prendas en casa de su mamá, el closet de su casa no era tan grande como su armario de mujer soltera, además ahora tenía que compartir espacio con su esposo.

La estadía en casa de los Valderrama fue bastante agradable, Alondra y Yelina se llevaban muy bien, la primera tenía dieciocho años y su parecido con Joel era increíble. Las dos chicas se encerraron en la habitación de Alondra para conversar sobre sus cosas, Yelina escuchó atenta el relato de su cuñada mientras le contaba que le gustaba un chico que conoció en la celebración de aniversario dónde Joel y Yelina se comprometieron.

—Han pasado varios meses desde entonces -comentó Yelina—. ¿Le has vuelto a ver? —preguntó.

—No —respondió Alondra al mismo tiempo que hacía una mueca de inconformidad.

—¿Sabes al menos su nombre? —interrogó.

—Por supuesto, se llama Rubén y es... ¡Es tan guapo! —exclamó Alondra un tanto emocionada.

Yelina se puso en pie de golpe y miró fijamente a su cuñada. Al principio pensó que se trataba de cualquier otro cliente del restaurante donde cenaron.

—Rubén tiene novia —aseguró.

—Tengo ese dato; sé que la novia es la fastidiosa de tu amiga Susan. Él es demasiado guapo para tu amiga, no queda bien junto a ella; en cambio conmigo quedaría perfecto —dijo con una sonrisa pícara pintada en sus labios.

—Respeta —exigió—. Susan está muy enamorada de ese joven y por lo que veo también él de ella —añadió Yelina tratando de hacer entrar en razón a su cuñada.

—Fíjate que si la amara tanto como tú dices no respondería mis mensajes —expresó la chica un poco molesta.

—¿Cómo dices? ¿Acaso estas interactuando con Rubén? —cuestionó Yelina con cara de asombro.

—Sí, y me ha invitado a salir —contestó Alondra con mucha seguridad.

Yelina salió bastante confundida de aquella habitación, aunque no conocía mucho a Rubén sabía que Susan estaba lo suficiente ilusionada con él como para que algo como lo que estaba sucediendo la hiciera sufrir. Ahora se encontraba entre la espada y la pared ya que no quería perjudicar a la hermana de su esposo, pero tampoco quería que un miserable mujeriego jugara con los sentimientos de su amiga.

—¿Qué hago? —se preguntó en silencio. Supo que sin querer se metió en un gran lío del que no iba a poder escapar con facilidad.

En la casa de los Mondragón, el día domingo inició de lo más común. Joel y su esposa llegaron para el desayuno, mismo que se sirvió en el jardín junto a la piscina. Yelina quería pasar todo el día con su familia y además su padre le pidió que llegaran temprano. A Joel no le parecía mucho la idea.

—Tenemos que pasar tú y yo juntos y a solas —le dijo a su amada, justo cuando ella le mencionó la petición de su padre.

—Hoy estuvimos con los tuyos y yo no me quejé —expresó ella con un tono de voz que reflejaba molestia.

—No estuvimos fuera de casa todo el día —se defendió él.

—Yo no te estoy pidiendo que nos quedemos a vivir con mis papás —intervino ella.

—Haz lo que desees —dijo él, al mismo tiempo que daba media vuelta para salir de la cocina.

Ella se sintió extraña. La primera discusión en su matrimonio había llegado y no supo cómo afrontar la situación de inmediato. Siguió en lo suyo e intentó olvidarse de lo que pasó antes.

Esa noche cuando se fueron a la cama; los dos evitaron el tema y la mañana siguiente se fueron a casa de los suegros de Joel.

Yelina entró en su habitación para recoger algunas cosas que aún no había empacado. De pronto una enorme nostalgia invadió su ser y fue imposible contener las lágrimas.

—Cariño coloqué tu ropa en las maletas, para avanzar un poco —mencionó la señora mientras se acercaba a su hija, se sintió impotente cuando descubrió que estaba llorando.

—Pequeña de mi vida ¿Qué te sucede? —preguntó mientras la acogía entre sus brazos.

—Nada mamá —respondió la joven—. Es solo que los voy a echar mucho de menos —mencionó.

—No es razón suficiente para que te pongas así, pronto cumplirás veinte y ya comprendes que este proceso es una ley de vida. No ibas a quedarte para siempre a nuestro lado, nosotros también vamos a extrañarte; pero estamos felices por tu matrimonio —dijo la señora mientras se retiraba de su lado para hacer contacto visual con ella.

—Gracias por tus palabras mamá, soy una tonta. Igual viviremos bastante cerca y podré visitarlos seguido —concluyó.

Ella sabía que en el fondo no lloraba por lo que decía llorar sino más bien por lo que le dijo su esposo durante la noche anterior. Aunque quiso disimular; aceptó que si se había sentido molesta por lo que expresó Joel.

—Así es mi niña, anda lávate la cara y terminemos de empacar para que estemos lista, pronto será hora de la merienda.

—Está bien, voy a buscar una maleta en la recámara de mis hermanas para colocar mis libros, ellos son lo primero que deseo acomodar en el estudio de mi casa.

Yelina salió de la recámara y en el pasillo se encontró con Joel, quien notó que algo no andaba bien, sin embargo, no preguntó nada; aunque no reflejaban lo que estaba sucediendo, ellos sabían que no estaban del todo bien uno con el otro. No fue necesario mencionar lo que sucedió. Él solamente la tomó entre sus brazos y depositó un cálido beso sobre sus húmedos labios, al inicio ella quiso poner resistencia, después pensó que no valía la pena y sollozó en los brazos de su esposo.

—Perdóname —mencionó él—. Fui un tonto, yo no debí decir lo que dije anoche. Tú tienes el mismo derecho que tengo yo de visitar a la familia cuando quieras.

—Está bien, te perdono. Tú sabes cómo soy yo y lo unida que estoy a mis padres y a mis hermanas. Se perfecto que ahora soy una mujer casada y que tengo un esposo al que atender, pero mi familia sigue existiendo.


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