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«Eres la luna y eres el Sol,

Por ser fría y cálida amor.

Cuando las estrellan se asoman

Pienso que no brillan tanto como Dione»

Dio un golpe a la mesa y cerró el cuaderno frustrado, era lo único que había logrado escribir en semanas. Se había prometido no volver a escribir sobre ella, sobre Dione, pero se le hacía difícil evitarlo.

Dione era su día y su noche, siempre andaba en su mente y parecía tonto porque, dato curioso, no existía.

Comenzó a escribir sobre ella hace ya varios meses cuando llegó a él la idea de una historia para un libro. Dione era su rutina, cada noche le escribía poemas, formaba su historia y se enamoraba lentamente de la chica que había creado. ¿Era posible enamorarse de un personaje que no existía? Adam sabía que era una locura, pero ella se sentía tan real que había ignorado ese simple detalle.

Él sabía que Dione jamás podría corresponderle, pero no era algo que él necesitara. Podía amarla y dedicarle cada escrito sin tener una respuesta de ella.

Para despejar su mente, decidió hacer lo que solía hacer cada vez que algo iba mal en su vida: ir a comer helado. Como no le quedaba lejos, se fue caminando hasta la heladería; Sunny Ice era su lugar favorito desde hace un tiempo y mucho más cuando se hizo amigo de Billie.

Billie era la hija menor de la dueña, tenía el cabello naranja, un par de pecas en la cara y una sonrisa que hacía que cualquier persona que fuese a comprar un helado en Sunny Ice, volviese sólo para volver a ser atendido por ella. Era una chica encantadora y bastante alegre; todo lo que Adam no era.

— ¡Bienvenido Adam!—le dijo alegre, Adam le dio una sonrisa y se acercó a la caja.

—Hey Billie, ¿Sunny no ha venido hoy? —preguntó echando un vistazo al lugar. Sunny era la dueña.

—Está haciendo el inventario—respondió y se acomodó la gorra que era parte del uniforme—. ¿Qué pedirás hoy? ¿Regresarás a lo mismo de siempre o quieres volver a experimentar con los sabores?

—Creo que regresaré a lo de siempre—se encogió de hombros.

Billie asintió y tomó una tina para echar varias bolas de helado de menta a ella. Su atención fue tomada por un chico moreno que se acercó a la b****a. Ella lo miró divertida.

— ¿Seguro que no es un problema amoroso? —le preguntó, el chico la miró.

—Estoy seguro de que lo es.

— ¿Tienes un problema con una chica o un chico? —preguntó Adam metiéndose en la conversación, el moreno lo miró y se acercó a ellos.

—Una chica—respondió—. Creo que es la novia de mi mejor amigo.

Adam hizo una mueca, eso no era una buena respuesta.

— ¿Y te gusta?

—Sí—negó con la cabeza—. Digo no sé, o bueno, creo que lo sé, sólo no quiero admitirlo.

—Estás en un problema grave, Bruno—le dijo Billie—. Pienso que deberías hablar con Alan y con la chica. La has traído antes, pensaba que tú le gustabas.

—Sí, yo igual—respondió, volteó a ver a Adam—. Consejo de un desconocido, si una chica te gusta, díselo. No esperes a que tu mejor amigo intente salir con ella—puso sus manos en los bolsillos—. Ya debo irme, no pienso quedarme a mirarlos un minuto más.

Se despidió de ambos y luego salió del local. Billie se acomodó la gorra y luego apoyó sus manos en la barra y le dio una mirada expectante a Adam.

— ¿Y qué sucede contigo? —le preguntó, este le regaló una mirada de culpabilidad.

—Volví a escribir sobre la chica—respondió. Billie asintió, ella conocía muy bien sobre ese tema. Adam le había contado sobre Dione hace unos tres meses cuando él estaba en la cúspide de su amor por ella.

—Pensé que te habías prohibido hacerlo—él sonrió.

—Yo también, pero es complicado—le dijo—. Intento pensar en cualquier otra cosa pero se me hace difícil, ella siempre está ahí. Es como si fuese real, y necesite de mi atención para seguir creciendo.

—No es real, Adam—le recordó—. Nada de lo que es ella es real, es sólo un producto de tu imaginación y debes estar consciente de eso. No podrás verla, no podrás escucharla ni mucho menos sentirla.

—Pero para mí lo es. Cada vez que escribo sobre Dione, siento que se hace cada vez más real. Tal vez no exista en el mundo, pero en mí mundo sí lo hace.

Billie permaneció mirándolo por unos segundos y tomó su mano. Dudó un poco pero terminó acercándose a él y tomarlo por el rostro para besarlo. Adam sintió su cuerpo tensarse con el tacto de sus labios sobre los de ella, pero no le dio tiempo de asimilar todo porque ella se separó.

Ella le sonrió y sin pensarlo, él también lo hizo.

—Y...¿y eso por qué fue? —le preguntó sosteniendo su mano.

—Porque yo soy real, Adam—respondió—. Y me gustas—le soltó la mano y se dio vuelta para acomodar unos vasos que se encontraban cerca de la máquina de helados.

Adam no dijo ni una palabra, sólo permaneció sentado observándola intentando asimilar todo lo que había ocurrido.

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