CAPITULO 1

No recuerdo como he llegado a esta pequeña habitación con paredes blancas y un intenso olor a clorox lo acompaña,

Estoy postrada en una camilla con una camisa de fuerza que rodea mis pequeños brazos y torso, observo mi alrededor y no veo otro color que no sea el fastidioso blanco. intento recordar, pero nada llega a mi mente, solo el recuerdo de mi nombre y edad nada más. Con un poco de dificultad me levanto de la cama en la que me encuentro, no alcanzo a dar ni dos pasos cuando mis piernas me fallan. Ahogo un grito de dolor, es frustrante no saber que ocurre ni donde me encuentro, con todos esos pensamientos me hago ovillo en el suelo, mientras lloro sin parar haciendo que el dolor en mi cabeza vaya aumentando.

Desde hace más o menos una hora que estoy aquí tirada en el frio suelo, nadie ha venido a buscarme y he intentado miles de formas poder quitarme la camisa de fuerza, pero lo que conseguí fue lastimarme los brazos y llorar un rato más hasta quedarme sin lágrimas.

Mis parpados se van cerrando poco a poco, pero el ruido de la puerta siendo abierta me lo impide.

Un hombre de avanzada edad entras acompañado de lo que parece ser dos enfermeras. No emito ningún ruido, ni intento parame del frio suelo, mi cuerpo no responde y mi garganta duele con cada respiración y saliva que voy pasando.

— sabes por qué estás aquí — el hombre se acerca con sus manos dentro de su asquerosa bata dando su aire de superioridad — bueno ya que no respondes, será más fácil hablar sin interrupción — el viejo le hace señas a una de las enfermeras haciendo que esta me inyecte en el cuello, el líquido quema en mi interior, pero intento no demostrar cuanto me afecta.

— empecemos … te preguntaras donde te encuentras … pues … te doy la bienvenida a la clínica psiquiátrica BQ donde te vamos ayudar con tu problema, te recomiendo que seas obediente y no causes ningún daño o sino nos veremos obligados a enviarte al subterráneo — estas últimas palabras las susurra en mi oído, no sé, pero la forma tan macabra con la que resalta palabra por palabra hizo que mi cuerpo temblara involuntariamente.

— espero que sepas guardar tus garras pequeña gatita — todo comenzó a darme vueltas y las ganas de vomitar fueron tantas que solo alcance a mover mi cabeza un poco y expulse todo, los que se encontraban en la habitación se enojaron con mi acto tan repentino

— llévenla a la cama y limpien el suelo — antes de que el viejo pueda moverse vuelvo a vomitar, pero esta vez en sus zapatos y me da una satisfacción ver su cara de asco, horror y enojo que no me arrepiento.

Las dos enfermeras me levantan y me tiran sin ninguna delicadeza en la dura cama                       

El sabor amargo en mi garganta es un poco molesto, sin embargo, volteo a ver el hombre que ahora se encuentra sentado en el borde de la cama

— acuérdate que debes comportarte — saca una pequeña correa de la cama y comienza a amarrar mis tobillos a los lados de esta, aprieta tan fuerte que un quejido de dolor sale de mi garganta haciendo que este me vea con burla.

— denle el calmante y nadie puede entrar sino hasta que se cumplan las dieciséis horas.

Una enfermera vuelve y me inyecta en el cuello, pero esta vez el líquido no es muy fuerte. Siento como mi cuerpo se relaja y el dolor queda en segundo plano hasta que solo veo la oscuridad llamando a mi puerta y yo gustosa la dejo pasar.

Fuertes gritos me despiertan, veo por todos lados, y me doy cuenta que estos provienen de afuera de la habitación, mi cuerpo ha recuperado un poco de fuerza, sin embargo, no me puedo levantar de la cama porque mis tobillos se encuentran atados, estoy un poco incomoda en la estúpida cama. Vuelvo a escuchar los gritos, pero esta vez se escuchan más desgarradores y aterradores, por la rendija de la puerta observo como la sombra de algunas personas pasan apresuradas y luego todo queda en absoluto silencio, sin embargo, me desespero cuando veo un joven de no más de dieciocho años de edad entrar en la habitación con un cuchillo en su mano, su pijama esta bañada en sangre y por donde pasa va dejando huellas escarlatas.

Su mirada refleja locura y su actitud demuestra miedo, poco a poco se acerca con su cuchillo en alto, sus dedos llenos de sangre pasan por mi mejilla haciendo que me estremezca y esto parece encantarle pues repite la misma acción en todo mi rostro dejándolo manchado.

— eres muy linda — no digo nada y solo observo sus movimientos

El cuchillo va descendiendo desde mi mejilla izquierda hasta mi cuello, el ardor hace que una lagrima se resbale por mi rostro, la sangre sale manchando la camisa de fuerza y las sábanas blancas de la cama.

— la locura está presente en todos, sino que unos están menos cuerdos que otros — su risa retumba por la habitación.

Siento su lengua lamer la sangre que sale por la gran herida hecha por el cuchillo, mientras sus manos pasan por mis piernas, me retuerzo bajo su agarre haciendo que este se moleste.

— quédate quieta conejita — susurra riéndose mientras clava el cuchillo en mi muslo haciendo que grite con todas mis fuerzas.

La puerta se abre dejando ver como cuatro personas entran por está quitándome de encima al demente del cuchillo.

No me doy cuando he empezado a llorar, pero no me importa, el cuchillo sigue enterrado en mi muslo, la sangre mancha todo a su paso.

El demente intenta liberarse del agarre de los cuatro hombres, pero uno de ellos lo inyecta haciendo que este se vaya calmando hasta quedar dormido.

Todos salen de la habitación sin importarles en absoluto mis enormes heridas por las cuales no deja de salir sangre, me desespero y empiezo a pedir ayuda, la vista se me nubla por la gran perdida que estoy teniendo, las pocas fuerzas que había recuperado se fueron en cuestión de segundos dejando que la debilidad y miedo embargue mi cuerpo.

Sigo gritando dando batalla hasta el último momento, pero mi garganta se cierra y con ella mis esperanzas de que alguien llegue a curarme.

— ¡rápido!, ha perdido mucha sangre — vuelve a entrar dos enfermeras y tres hombres más, me quitan la camisa de fuerza y las correas de mis tobillos, pero nada de eso me importa sino el dolor incesante que recorre todo mi cuerpo.

Las voces se van oyendo cada vez más lejos, la luz desaparece dando lugar a las tinieblas de la inconsciencia.

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