Capítulo 6 – La cita.

-¿Vas a ir asi a tu cita con Rebeca? – preguntó la madre de William mientras lo veía caminando a través del salón principal.   

debió haber sido más astuto, rodear el campo de guerra y no transitar alrededor de enemigo – pensó en cuanto ella lo intercepto.

-Si, asi planeo asistir, ¿Por qué? – inquirió con total tranquilidad.

-Pareces un macarra, William, por lo menos ponte una corbata – ella hizo un gesto de desagrado y lo miro de arriba abajo.

Él no entendía cuál era todo el dilema, iba para una cita, no para un coctel de la alta elite, y tampoco era como si estuviera vestido con jeans, y una camiseta, él estaba usando unos pantalones de vestir color negro, y una camisa de botones color azul cielo, eso era todo el esfuerzo que pensaba poner en esa cita.

-No me voy a poner una corbata, suficiente hago cona asistir a la cita – espeto.

-Lo dices como si estuvieras haciéndole un favor a Rebeca… ella es encantadora, ya lo veras – la elogio.

-No le hago un favor a ella, te estoy haciendo un favor a ti – le recordó – ya debo irme, no quiero hacerla esperar, al mal paso darle prisa – proclamo mientras su madre soltaba un bufido de frustración.

-Una cosa más, cuando vuelvas a llegar ebrio a esta casa a media noche, trata de no hacer tanto ruido – lo riño, por la noche anterior, en donde accidentalmente Will tiro un florero alto cuando intentaba encender la luz para llegar a su habitación.

El hombre no le respondió nada, simplemente se acercó un poco, le dio un beso en la frente, y entonces salió de la casa, que lo hacía sentir sofocado incluso con su tamaño.

William no odiaba a su madre, ni siquiera a su padre, pero ellos lo hacían sentir como un pez que está siendo observado a través de un gran cristal, justamente asi era como se sentía estar a su alrededor, como si dejara de ser un hombre de 23 años y se convirtiera de nuevo en un chiquillo de 10, como si lo pudieran obligar a hacer todos los trucos que ellos quisieran con tan solo dejar caer un par de migajas de comida sobre él, la analogía quizá no era la más correcta, pero tal y como él veía las cosas, describía justamente sus sentimientos por ellos.

Y en realidad eso no le habría importado, si ellos lo dejaran tomar sus decisiones, si le permitieran ser simplemente él, con todo lo que eso implicaba, pero esa era una ilusión que él ya había dejado relegada en el bote de su b****a mental.

Will saco el deportivo negro del garaje de la casa, y encendió el motor, en realidad no era que tuviera afán por llegar donde rebeca, pero esa era una de esas situaciones que eran inevitables, y si lo era, entonces no había razón para retrasar su continuación, solo debían ir, sentarse a beber una copa, y entonces despedirse para no volver a verse nunca más, ese era el plan. Y si lo mantenían, entonces no habría ningun problema.

Él llego a su casa con facilidad, después de todo, ya había estado allí en un par de ocasiones, en cuanto estuvo en frente, llamo por el interfono.

-William Fitz – se anunció, y entonces tras un sonido un poco espeluznante, la reja comenzó a abrirse demasiado lento para su gusto.

Él avanzo por el camino, mientras atravesaba el par de fuentes que había en el frente de la casa de Rebeca, y se bajó en cuanto estuvo en su puerta, toco a ella, como todo un caballero, y una de las empleadas del servicio lo recibió.

-La joven Rebeca lo está esperando en el salón principal – le aviso.

Él soltó un suspiro, y entonces camino hasta el salón, se sentía realmente estúpido por estar haciendo eso, todo un protocolo ridículo simplemente para que ella se fuera con él, como si se tratara de la realeza, y no de un par de chicos que ni siquiera querían estar juntos.

-Buenas noches – saludo con cordialidad a Rebeca y a su madre que estaban ridículamente sentadas una frente a la otra.

Ella le hizo un gesto que demostraba cuanto lamentaba todo aquello que estaba pasando.

-¡William! – la madre de Rebeca se puso en pie en cuanto lo vio, se acercó, y lo beso en la mejilla, dejándole impregnado ese perfume demasiado floral que a la mujer le gustaba usar.

-¿Cómo estás? ¿Cómo están ambas? – pregunto con fingida importancia, mientras intentaba mantener la sonrisa menos real que había esbozado en toda su vida.

-Bien, estamos muy bien – respondió la madre de Rebeca – ¿Quieres una copa? ¿Un Whiskey quizá? – inquirió.

-No, yo de hecho creo que rebeca y yo debemos irnos ya, he hecho reservaciones en un restaurante, y no quisiera perderla – mintió.

-¡Oh claro! Por supuesto que sí, adelante – la mujer mayor hizo un ademan, y entonces Rebeca se puso en pie y se despidió de ella – que se diviertan – esa mujer ciertamente parecía una caricatura de comercial, no dejaba de sonreír, de mover las manos y de acomodarse el vestidito tonto que llevaba puesto, era desquiciante, incluso mucho más de lo que era su madre, y eso ya era mucho decir.

-¿Y a ti no se te tiene permitido hablar? – le pregunto el hombre a Rebeca en cuanto se alejaron lo suficiente de su madre.

-Por supuesto que sí, ¿Qué clase de pregunta es esa? – ella lo vio, y entonces él detallo en sus ojos que estaban rojos, e incluso un poco hinchados. No conocía a Rebeca y por eso no se atrevía a sacar conjeturas, pero la chica parecía triste, como muerta.

-¿Esta todo bien?

-Si…– sus palabras se perdieron en un suspiro.

Él no indago más al respecto, sobre todo porque no le correspondía hacerlo, asi que dejo que ella se mantuviera en silencio, hasta que llegaron al auto y ambos entraron en él, Will encendió el estéreo de inmediato, y una canción de Whitesnake comenzó a sonar a través de los altavoces. La voz de David Coverdale los envolvió, y Rebeca hizo una mueca.

-¿Qué estás haciendo? – le pregunto en cuanto ella estiro el brazo y apago el estero del auto.

-No me gusta esa música, demasiado ruidosa – dijo como si nada, él la miro atónito durante algunos segundos, y entonces volvió a concentrarse en la carretera, Rebeca era una más de las niñas bien de la elite, Rebeca no escuchaba Rock, no usaba jeans y botas de plataforma, Rebeca hacia lo que se le decía, incluso aunque por teléfono lo hubiera convencido de lo contrario.

Él frunció los labios y negó con la cabeza, ella se dio cuenta de eso, y lo observo con una expresión de autosuficiencia.

-¿Qué pasa? – le preguntó ella.

-Nada, es solo que cuando hablamos por teléfono, me dio la impresión de que eras alguien diferente, pero ahora que estoy contigo, creo que eres igual al resto de chicas de nuestra sociedad.

-Tú de verdad eres un imbécil – ella soltó una risa seca y él la vio con diversión por la palabra que había utilizado – el que no me guste el rock no significa que sea igual al resto, y si, quizá me veo de la misma forma, a todas nos llevan con el mismo estilista y a todas nos imponen las mismas marcas para vestirnos, y no me importa, yo no voy a pelear por nimiedades, si mi madre quiere verme con un vestido Chanel, pues bien, me vera con un vestido Chanel, no voy a hacer de eso una guerra, hay otras cosas más importantes por las que si vale la pena luchar– sentencio, tras tomar un poco de aire, la mujer se había exaltado por completo.

-¿Cómo cuales cosas? – indago.

-Olvídalo, no quieres saberlo.

-Si quiero saberlo, Rebeca.

Ella miro a través de la ventana por un par de segundo, y tras eso, se volteo hacia él con ímpetu.

-Como mi vida personal, me niego a que al final de todo esto, sean ellos quien decidan con quien voy o no a casarme, es que ¡Joder! Se trata de las personas con la que compartiré la cama el resto de mi vida, eso sí es importante, no como el resto de las cosas.

-Lo entiendo – asintió.

-¡Por supuesto que no! – exclamo ella en todo de burla – tu eres tan imbécil que has agotado la mayor parte de tus recursos en idioteces, no puedes pelear por cosas grandes porque ya has hecho demasiadas estupideces como para que te tomen enserio, aparecerte medio desnudo en una fiesta de coctel con una guitarra en la mano, ¿Enserio? ¿Estrellar el yate de tu familia en un puesto costero de otro estado? – recordó – tu cartucho está agotado, ¿pero sabes que es lo peor de todo? Que aun tienes una pequeña oportunidad, eres hombre, y todo es más fácil para ti.

-¡Detente ahí camarada! – soltó – mi vida no es más fácil por ser hombre.

-Por supuesto que lo es, y no te atrevas a decirme lo contrario – ella hablo con tanto ímpetu, que efectivamente él no le refuto sus palabras, aunque sabía que no era cierto, era igual de difícil para ella como mujer, como para él como hombre, las reglas no cambiaban.

Después de un par de minutos más, llegaron al restaurante, en donde Rebeca espero a que él la ayudara a bajar del auto, tras eso, Will le entregó las llaves al valet parking, y una vez adentro, una chica, joven y muy bella, los guio hasta su mesa.

-Yo quiero un Martini Gin con aceituna – pidió Rebeca al mesero que se había acercado a su mesa.

-Macallan 18 – ordene él.

El hombre se alejó de ellos y entonces William pudo reanudar su conversación.

-Todo esto que me has estado diciendo, solo me ha hecho pensar que no eres más que un hipócrita, te muestras ante tus padres como una chica obediente, que hará todo lo que mami le diga, pero la realidad es una muy distinta.

-Llámalo como quieras, yo le digo supervivencia – respondió sin darle demasiada importancia.

-Y entonces, tu novio, del que me hablaste por teléfono, ¿Está de acuerdo con todo esto? Con que obedezcas a tu madre incluso aunque eso signifiqué salir con otros hombres – pregunto mientras el mesero regresaba a la mesa con sus copas.

Ella se bebió de un trago todo el líquido en su copa, y entonces respondió.

-Ya no es problema de él, hemos terminado – sentencio haciéndole una seña al mesera para que le llevara otra bebida.

-¿Por qué?

-¿Tengo cara de que quiero hablar de eso?

-No lo sé, ¿La tienes? – sonrió, definitivamente Rebeca le agradaba, incluso aunque no le gustara el rock.

Ella rodo los ojos, y se distrajo con la aceituna dentro del nuevo Martini que le acababan de poner enfrente.

-Dijo que estaba cansado de las mentiras, y de tener que esconderse – revelo al fin – al principio todo fue divertido, la idea de tener que vernos a hurtadillas era excitante, pero entonces la monotonía hizo que todo cambiara, lo que antes era una novedad dejo de serlo, y supongo que yo no era lo suficiente importante como para soportar verme solo a escondidas – confeso, mientras su voz se hacía un hilo entrecortado – no éramos una pareja normal, no podíamos ir al cine, o a un restaurante, entre otras cosas porque él no gana lo suficiente para hacer ninguna de esas cosas – soltó con un gesto amargo.

-¿Y lo amabas?

-Por supuesto que lo amaba, pero ¿qué importa eso? Él no es la persona con la que se supone que debo estar – ella soltó un bufido – se supone que yo debo estar contigo, aun cuando tú no eres ni de lejos mejor que él.

-No me metas en tus asuntos, no he sido yo quien he concretado esta cita.

-Lo sé, y también sé que probablemente tu desearías estar en cualquier parte menos aquí conmigo, pero ya ves… es lo que es. 

Últimamente Will había escuchado demasiado esa expresión “la vida es lo que es” Y se estaba empezando a hartar de eso, porque no se suponía que asi fueran las cosas, no era el deber ser.

-¿Y porque no peleaste por él? ¿Por qué no le hiciste frente a tu madre?

-Porque nunca me enfrento a una guerra cuando sé que el premio no va a valer la pena.

-¿El no valía la pena?

-Por supuesto que sí, pero iba a dejarme, él no iba a hacer lo mismo por mí, y no pensaba arriesgarme a perderlo todo por un incierto… ¿Alguna vez te has enamorado, William?

-No – sentencio, dándole un sorbo a su trago.

Él le respondió a Rebeca, pero no pudo evitar pensar en Diana tras decir aquello, pensó en cómo se habían despedido y en lo bien que se había sentido tenerla junto a su cuerpo, y aunque le agradaba Rebeca, ella tenía razón, él preferiría haber estado con Diana en ese momento.

Rebeca continúo bebiendo Martini tras Martini, mientras Will prefirió mantenerse un poco más sobrio, sobre todo porque algo le decía, que iba a tener que llevar a Rebeca a rastras hasta su casa.

Efectivamente, después de alrededor de cinco Martinis más, ella comenzó a llorar mientras le contaba lo mucho que iba a extrañar estar con su ex novio, él no pretendía quedarse allí a escucharla, y mucho menos queria que ella se montara un numerito en frente de todas aquellas personas en el restaurante, asi que dando por terminada la velada, pago la cuenta que se había basado únicamente en licor, y entonces ayudo a Rebeca a que se pusiera en pie para que pudieran salir del restaurante.

-¿Por qué nos vamos ya? – le preguntó ella, arrastrando las palabras.

-Porque estas ebria – le respondió, entretanto el valet parking les llevaba el auto hasta la entrada, en donde él la ayudo a incorporarse.

Claramente él había lidiado con borrachos antes, pero nunca con alguien con quien tuviera que ser delicado, ciertamente con Collin y Arthur no tenía la misma paciencia que la que debía tener con Rebeca.

-Llévame a su casa – le pidió Rebeca en cuanto él se subió y encendió el motor.

-Eso hare, aunque será una tarea difícil poder ocultarle a tu madre el estado en el que te encuentras – respondió

-A mi casa no, idiota, digo a casa de él, de mi novio – musito.

-El ya no es tu novio, y no puedo llevarte, no sé dónde es, y no confiare en tus indicaciones.

Rebeca se incorporó como pudo en el asiento, se quitó el cabello de la cara, y entonces lo vio como avergonzada.

-Llévame a mi departamento en Columbia – le pidió, como una de las pocas cosas razonables que dijo esa noche – mi madre me mata si me ve asi – soltó, y entonces comenzó a carcajearse en el auto.

El trayecto a los dormitorios de Columbia fue corto, Rebeca no dijo demasiado en el camino, quizá porque estaba ebria, y quizá porque también estaba durmiéndose.

¡Dios! Y ni siquiera eran las 10 pm – pensó Will para si mismo.

Una vez que estuvieron en los dormitorios, él aparco, y salió del auto.

-¡Rebeca! – la removió, mientras ella soltaba un quejido – Rebeca, necesito que me digas cuál es tu dormitorio.

Ella soltó un par de sonidos a los que él ciertamente no le encontró sentido, sin embargo, tras un par de zarandeos más, la chica reacciono, y miro a su alrededor.

-Estamos en Columbia – dijo, sopesando la última media hora.

-Si, y tienes que decirme cual de todos estos es tu dormitorio, para que asi yo pueda irme.

-Edificio A piso 1a – explico.

-Bien.

-¡William! ¿Qué estás haciendo? –  le pregunto mientras se reía y él la levantaba en brazos.

-Si espero hasta que puedas caminar, no vamos a llegar nunca – asevero, entretanto caminaba con la mujer en brazos, Rebeca era más bien pequeña, el problema estaba con ese vestido de falda amplia que estaba usando –¿Tienes llave o compañera? – inquirió cuando estuvieron en su puerta.

-¡Liza! – grito ella, para acto seguido tocar ruidosamente la puerta, el proceso lo repitió un par de veces, hasta que una chica, en pijama, con cara de pocos amigos y una mascarilla puesta en el rostro les abrió la puerta – gracias Liza, te amo – dijo Rebeca.

-Lo siento – Fue lo único que Will pudo decirle a la chica.

-Ya me las pagara ella – sentencio ella cerrando la puerta tras de ellos.

Liza lo guio hasta la habitación de Rebeca, donde él la acomodo en la cama, y se aseguró de que estuviera bien.

-¿No vas a quedarte? – preguntó Liza, al verlo salir de la habitación de Rebeca.

-No, yo tengo que irme, solo me aseguraba de que todo estuviera bien con ella.

-Bien, adiós – se despidió la chica.

Will salió de los dormitorios de Columbia, sabiendo que esa noche había algo que debía hacer, o para ser más específico…había alguien a quien debía encontrar.

Esa noche la madre de Collin había organizado uno de esos cocteles que tanto le gustaba hacer, en honor a su esposo que había conseguido hacerse socio nominal en una prestigiosa firma de abogados, y él realmente esperaba, que Diana estuviera allí, porque necesitaba verla, y hablar con ella.

Esa noche le había demostrado que él no queria seguir teniendo malas citas con chicas que aunque le podían caer bien, no eran lo que él queria para su vida, se suponía que rebeca debía ser el amor de su vida, que asi era como las cosas debían ser, pero Rebeca estaba enamorada de un hombre por el que no había peleado lo suficiente y entonces se había acabado, Will no queria convertirme en alguien igual a Rebeca, él queria a Diana en su vida, e iba a hacer hasta lo imposible por estar con ella, él podía pagarle una enfermera a su madre para que la carga de ella se aligerara, él podía esperarla, podía visitarla en su casa sin importar que el barrio le causara por completo desconfianza.

Estar con ella, había sido lo más cercano que él había experimentado con respecto a la felicidad. Y no queria que eso se acabara, no queria que ella dejara de observarlo con esos ojos que le demostraban todo lo que sentía.

Pero sobre todas esas cosas, no queria rendirse sin siquiera haber comenzado a escribir una historia. Asi no era él, y se lo iba a demostrar. No le importaba si al final de todo no valía la pena, si se daban cuenta de que no éramos compatibles y simplemente se terminaba, en ese momento de su vida William no se iba a quedar con la duda.

Asi que estaciono el auto en una calle cerca a la casa de Collin, y cuando llego allí, entro por la cocina, por la entrada de servicio, todos los meseros estaban ocupados y atareados, y no vio a Diana, y sabía que no iba a poder encontrarla si salía, y entonces las madres de sus amigos lo acechaban y lo obligaban a quedarse ahí.

-Lamento haber llegado tarde, la empresa me ha enviado de último minuto – le dijo a uno de los camareros, esperando que no supiera quien era él.

-Por supuesto, bienvenido, allí están los uniformes, póntelo, toma una charola con copas y haz una ronda por el salón – le indicio el hombre, mientras él sonreía.

Se puso el uniforme por encima de la ropa, y entonces salió de la cocina con una bandeja en las manos, aunque no de copas, no tenía la suficiente destreza como para caminar con una bandeja llena de copas de licor, asi que tomo una que contenía pequeños canapés de salmón.

Camino alrededor del salón, no le daba miedo que nadie pudiera reconocerlo, después de todo a ninguna de esas personas les importaban los meseros, William podía apostar que ninguno sería capaz de describir a uno solo de los meseros de ninguna de las fiestas a las que habían asistido, y en esa lista estaba incluido él, hasta que conoció a Diana.

Sin embargo, sabía que estaba jugando un juego demasiado peligroso porque se estaba arriesgando a que su madre hiciera preguntas, y no había nada peor que eso, asi que a pesar de todo, no le ofreció canapés a nadie, él solo siguió buscando con la mirada a Diana, y entonces un par de señoras, a las que él no conocía, se acercaron para tomar un canapé de la bandeja, Will sonrió con amabilidad, y rogo al cielo porque no lo reconocieran, cuando de repente, sintió una mirada acribillándolo desde el otro lado del salón.

Ahí estaba Diana, mirándolo furiosa, no entendiendo absolutamente nada de la situación.

Él sonrió en su dirección, y entonces en cuanto su bandeja estuvo vacía, ella se acercó con paso firme y decidido hacia él, y lo tomo del brazo, parecía que eso comenzaba a volverse una costumbre.

Diana lo arrastro a un salón vacío, le arrebato la bandeja de las manos, y entonces la puso junto a la suya en una mesa que estaba a su derecha.

-¿Qué demonios crees que estás haciendo? – lo riño bajito, lo que lo hizo reír.

-Trabajando – respondió él como si nada.

-No, tu no trabajas como mesero, tu ni siquiera deberías estar acá, ¿Cómo conseguiste el uniforme? – inquirió con el ceño fruncido.

-He dicho que soy uno de los meseros de reemplazo, me han creído y me dieron el uniforme – le explico – por cierto, deben ser más precavidos con las personas a las que les entregan sus uniformes, nunca sabes cuándo aparecerá un loco y lo tomará con los propósitos equivocados.

-¿Te refieres a un maniático como tú?

-No, hablo de alguien con malas intenciones, un asesino, por ejemplo.

-Y tú tienes muy buenas intenciones… ¿Cierto?

-Si, considero que son muy nobles – Diana se llevó un par de dedos al puente de la nariz, y miro al suelo, pero en realidad, una sonrisa se escapaba de sus labios, debía admitirlo, la situación era graciosa, y el uniforme le quedaba fatal a William – ¿Se te acabaron las cosas por las cuales recriminarme?

-No, ya pensare en alguna otra – sentencio.

-¿Cómo esta tu madre? – él cambio el tema a uno mucho más delicado.

-Ella está mejor, le ordenaron terapias semanales, y he estado recibiendo ayuda de mi tía, se ha quedado un par de noches en nuestra casa, y la lleva a las terapias cuando yo no puedo.

-Eso es bueno – asintió – ¿Y tú? ¿Cómo estás?

-Bien – ella aseguro mirando hacia otro lado.

-¿Enserio estas bien? – reitero él.

-Si, ¿Por qué habría de no estarlo? Es decir, mi madre está bien, yo estoy bien, conservo mi empleo, no mucho ha cambiado en mi vida.

-Pues que bien que tu estés bien, porque yo no lo estoy, no después de que me abandonaras en ese estacionamiento – le dijo, moviéndose un paso hacia ella que se mantuvo en el mismo sitio.

-No te abandone – Diana se burló y rodo los ojos – pero tenía que irme, era lo mejor… para ambos.

-En eso diferimos – susurro, moviéndose otro poco en dirección a ella – creo que era lo mejor para ti, pero no para mí, porque yo no he podido dejar de pensar en ti, Diana.

-Creo que fui clara con respecto a esto, te dije que no podía suceder – sentencio, y entonces se relamió los labios, diciendo con su cuerpo totalmente lo contrario a lo que su cabeza le ordenaba.

-Estuve pensando al respecto de todas las excusas que me diste, y creo que no son lo suficientemente valederas como para que me aleje de ti.

-Es de mi madre de quien estaba hablando.

-No, no me refiero a ella, de hecho, creo que la estas usando como a una excusa porque tienes miedo.

-¿De qué?

-Te lo he dicho antes, miedo a enamorarte de mí, a que yo te guste más de lo que pretendes.

-¿Y qué diferencia haría si estuvieras en lo correcto?

-La diferencia, es que quiero que te enamores de mí, y quiero enamorarme de ti – murmuro, y entonces termino de acortar el poco espacio que había entre ellos.

William le acaricio la mejilla, y ella llevo sus manos a cada lado del cuerpo de él, el momento era por competo narcótico, y erótico, pero él temía dar un paso en falso.

-¿Y entonces que vamos a hacer? – preguntó Diana sin soltarlo, y sin dejar de mirarlo.

-En unas semanas se termina mi año de universidad, seré libre por completo y puedo visitarte, podemos salir a dar un paseo, hacer lo que hacen las parejas normales.

-¿Y mi madre…?

-Ya encontraremos una solución, pero no nos neguemos a la oportunidad sin siquiera haberlo intentado – Will sentía la boca seca, los ojos de Diana le estaban acribillando el alma y necesitaba hacer algo al respecto.

Ella lo agarro más fuerte de los costados, juntándose más.

-Bésame – le pidió ella.

Él hizo caso a sus órdenes, y entonces la beso, llevo sus manos a su cuello, y permitió que ella lo abrazara, se sentía bien, se sentía jodidamente bien, como si aquel fuera el primer buen beso que hubieran tenido en su vida, y necesitaban mucho más que eso, él mordió su labio, y disfruto de su boca que sabía a bálsamo de fresa, y habría podido continuar unido a ella mucho más tiempo, pero Diana se apartó de repente.

-Tenemos que irnos de aquí o alguien podría encontrarnos – dijo, sin separarse mucho de él.

-Quien nos vea es bienvenido a unirse – bromeo, y entonces ella soltó una carcajada.

Diana se apartó de William, mientras continuaba riendo, y entonces mientras él la observaba, con las mejillas encendidas, los ojos brillantes y sonriendo, supo que iba a querer tener esa imagen de ella para siempre.

Will no sabía si acaso ella era consciente del efecto que generaba en él, pero fuera lo que fuera, no pensaba alejarse.

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