Capítulo 3 – Rebeca.

Esa noche había sido algo inquietante para ambos chicos, por un lado, Diana no había podido dejar de pensar en la arrogancia de William, y sobre todo en lo estúpido que era por haber hecho ese espectáculo frente a tanta gente que debían suponer personas importantes para él, y por el otro lado, William había soñado con ella, con su cuerpo envuelto en esa ropa que no era lo suficientemente exquisita como para acariciar su piel, soñó con sus ojos, con sus manos, con sus labios diciendo lo primero que le fuera a la mente, William debía aceptar, que el hecho de que ella no lo tratara diferente por quien él era lo dejo maravillado, porque ella era real, y no era una de esas aduladoras que trataban de acercarse a él a como diera lugar, a Diana no le importaba estar cerca, por el contrario, era William quien sentía que debía conocerla.

Diana era perfecta, ella era fuerte, sin embargo, su rostro era en extremo delicado, parecía no darle miedo decir absolutamente nada incluso en frente a un hombre como Will, pero a pesar de eso él había podido ver ese temor latente en sus ojos, ese del que él queria descubrir la causa, ella no parecía infeliz, pero algo le decía a William, que Diana necesitaba algo más.

Él queria ser quien le ofreciera esa oportunidad, él queria ser quien le demostrara que la vida era mucho más que ese empleo como mesera en un servicio de banquetes. Queria enseñarle el mundo, lo malo y lo bueno de él, y mostrarle, además, que ella podía hacer mucho más de lo que suponía estaba haciendo.

Will tenía todo para hacerlo, para ponerle el mundo a sus pies si ella lo queria.

En ese momento, ahí en su cama recostado y con un resaca de los mil demonios, William entendió que podía ser el genio en la botella de Diana, podía concederle los deseos que ella quisiera, podía darle una nueva vida, y mostrarle como vivirla, el problema era, que él no estaba muy seguro si ella realmente queria otra vida, la mujer parecía cerrada cualquier cosa desconocida, y sabía que eso generaba que el acercarse no fuera una tarea sencilla, pero tenía que intentarlo a como diera lugar, no podía simplemente quedarse allí soñando con ella y con lo hermosa que era.

Él queria a la Diana de carne y hueso, esa que lo había tratado con indiferencia una noche antes, la misma a la que él le había dedicado una canción estando ebrio y prácticamente sin ropa en un salón repleto de gente estirada que lo habían mirado con desaprobación. Por alguna ilógica razón, él solo queria la aprobación de ella, no importaban sus padres, o sus maestros en la universidad, no importaban Collin y Arthur, él queria que ella lo mirara a los ojos y le diera una oportunidad, sentía que la merecía y se lo iba a demostrar a como diera lugar, necesitaba hacerlo, necesitaba que Diana lo conociera.

En un mundo donde todo carecía de sentido, y de valor, ella parecía el único aliciente a todas aquellas emociones que últimamente se habían arremolinado en el interior del hombre, parecía la catarsis a sus miedos, y no sabía si quizá estaba equivocado, no podía tener certeza de que eso que sentía era algo bueno, ni siquiera podía estar seguro si ella en realidad era tan real a como se había mostrado la noche anterior, pero por como él veía las cosas, podía ir y averiguarlo, o quedarse haciendo suposiciones a las que jamás les encontraría una respuesta.

-¡William, levántate ya! – Exclamo Emily, la madre de William, mientras entraba intempestivamente en la habitación de su hijo, seguida por supuesto, de todo un sequito de sirvientas.

Esa noche, William había estado tan ebrio, que sus padres habían tenido que llevarlo a rastras hasta la casa familiar, él ciertamente no habría podido conducir a New Haven, y los idiotas de sus amigos, Collin y Arthur, tampoco estaban en las mejores condiciones, asi que no le había quedado de otra más que aceptar la orden que sus padres le habían dado.

-¿Qué pasa? – Inquirió él con la voz pastosa, entretanto el par de mujeres entraban en la habitación y caminaban por todo el espacio, haciendo un fastidioso ruido con los zapatos – ¡No hagas eso, joder! – Exclamo, cucando la sirvienta abrió de par en par las cortinas de su habitación, siguiendo las ordenes de su madre, claramente.

-No puedo creer que me estés preguntando que pasa – Dijo Emily molesta mientras él se tapaba el rostro con las cobijas, intentando mermar el intenso ruido que hacían su madre y la sirvienta, aunque de nada sirvió, porque entre menos el intentaba oírla, ella más fuerte hablaba. Esa había sido siempre la historia de su vida – No tienes vergüenza, William Fitz.

Él no le respondió, y por el contrario permitió que ella siguiera con su monologo, sin embargo, en algún punto debió haberse dado cuenta que estaba hablando sola porque con rabia, y una fuerza que él no sabía que ella tenía, Emily tomo las sabanas de su hijo y las arrojo al sueño.

-Quiero que me escuches cuando te hablo, soy tu madre, ¡Merezco un poco de respeto! – Grito y entones él sintió que algo taladraba su cabeza, eran justo esos momentos en que se recordaba porque era que no le gustaba beber, por lo menos no en exceso.

La resaca era sin duda el peor de los karmas, y aunque no le gustaba aceptarlo, esa mañana en particular, él sabía que se lo merecía.

-Está bien, hablemos – Le dijo a Emily mientras se ponía en pie con dificultad – Hablemos, pero por favor no me grites, ¿De acuerdo? – Susurro.

-Luisa, dale la bebida que hemos traído a mi hijo – Le ordeno a la sirvienta, mientras ella lo miraba con rencor.

La mujer le dio la bebida de inmediato, y él se lo bebió de un solo sorbo, haciendo a su paso un gesto amargo en cuando el líquido verde se deslizo por su garganta, fue entonces cuando Emily decidió volver a hablar.

-Déjanos solos, Luisa – Pidió, a lo que la sirvienta, simplemente asintió y salió de la habitación, cerrando las puertas tras de sí.

-Espero que no estés pensando asesinarme, encontrarían mi cadáver de todas formas, lo sabes ¿No? – Bromeo entretanto su madre cruzaba sus brazos.

-Todo es una broma para ti, William, nunca mides las consecuencias de tus actos, ¿Cuándo vas a entender que no estás solo en este mundo? ¿Cuándo entenderás que sea lo que sea que hagas nos afecta grandemente a tu padre y a mí? No podemos estar disculpándonos por ti la vida eterna.

-Se que no estoy solo mamá, pero las personas ya no deberían sorprenderse con lo que hago, y ustedes no tendrían por qué disculparse por nada.

-¿En realidad crees que no debimos haberlo hecho? A ver, déjame hacer un recuento de los acontecimientos de la noche anterior – Ella camino de izquierda a derecha, y él se sentó en el borde de la cama, estaba acorralado y no había manera de salir de allí – Saqueaste el bar de los Lewis, destrozaste la casa de la piscina, junto con esos desadaptados amigos tuyos, llevaste prostitutas allí – Dijo, por completo escandalizada.

-¿Eran prostitutas? – Pregunto Will despacio, en realidad él había creído que aquellas chicas en la cabaña eran amigas de Collin y Arthur, en ningun momento habría creído que se trataban de prostitutas, sus amigos se habían salido con las suyas, y eso lo hizo reír momentáneamente.

-Si, eran prostitutas, y no finjas que no lo sabias, ¡Por supuesto que sabías que lo eran, no eres un bebe! Montaron todo un cabaret a unos metros de nosotros, y después la cereza del pastel – Emily negó decepcionada – Entraste en la casa principal, sin camisa, tocando desastrosamente una guitarra, y cantando a todo pulmón Dios sabe que, porque nadie consiguió entenderte nada…

-Menos mal – Susurro bajito.              

-Y entonces vomitaste en el salón, en frente de todos nuestros amigos, ¡Fue por completo la peor humillación que he vivido jamás!

-¿Peor que cuando fuiste a buscarme a la cárcel?

-No te pases de listo, justo cuando creo que no puedes hacer nada peor, tu consigues decepcionarme más, no entiendo como lo haces William, pero esto tiene que parar de una vez por todas. Eres un hombre, y te comportas como un chiquillo inmaduro, en algún momento tendrás que hacerte cargo de ti mismo, y vas a sentir las repercusiones de todo esto que haces.

-Lo siento – Confeso, mientras se ponía en pie nuevamente y se acercaba a su madre.

-Yo no quiero que lo sientas, quiero que te comportes como si te importara esta familia, tú eres parte de ella, eres además el único hijo que tengo, no me decepciones más, no soportaría otra humillación – Dijo suavizando su tono de voz.

William sabia a lo que ella se refería cuando le decía que se comportara como de la familia, ella queria que el ocupar su lugar en la sociedad, que la escoltara a fiestas extravagantes y a eventos de caridad, ella queria que él se preparara para relevar a su padre en la compañía familiar de bienes raíces, y aunque en realidad una parte de él anhelaba poder complacerla, la otra sabía que él no era capaz de hacer aquello, porque asi no era él, y se negaba a vivir una vida infeliz, llena de cosas que no queria.

Porque demás sabia, que en algún momento sus padres iban a morir, y él queria poder vivir a gusto consigo mismo una vez que eso sucediera, no queria encerrarse en una jaula de oro, pero eso era algo que nadie era capaz de comprender.

-Lo hare, me comportare mejor – Mintió.

-Hay cosas que puede que no entiendas ahora, pero que en algún momento cobraran más sentido para ti, las responsabilidades sociales, por ejemplo, sé que crees que son absurdas, y que la mayor parte del tiempo tu padre y yo estamos perdiendo el tiempo en esas absurdas fiestas a las que asistimos, pero se trata de estatus social y de todo lo que eso puede darte en la vida, no lo olvides nunca, debes estar en la cima de la colina, para que las personas te respeten, porque si no lo hacen, entonces no eres nadie – Asevero de manera formal – Por cierto, ¿Quién era esa chica que mencionaste ayer? ¿Dana? – Inquirió.

-Diana – Corregí.

-¿Es alguien de quien yo deba saber? ¿Una novia?

-No, ella no es nadie importante, solo alguien a quien conocí hace algún tiempo – Mintió, porque sabía que aquella conversación no iba a terminar nunca si le confesaba a su madre que había estado dedicándole una canción a una de las meseras del lugar.

-Estabas dedicándole una canción.

-También estaba ebrio.

-Bueno, que bien que sea asi, porque he concretado una cita para ti con Rebeca, hija de unos grandes amigos nuestros.

-Se quien es Rebeca, mamá – Asevero Will, rodando los ojos, solo aquello le faltaba, que sus padres a parte de todo jugaran a los casamenteros – Pero no creo que pueda salir con ella.

-¿Por qué no?

-Estoy en finales en la universidad, no puedo andar saliendo con chicas, tengo que estudiar.

-Eso habría sido lindo de escuchar, si de verdad supiera que vas a estudiar, pero como te conozco y sé que no lo harás, llamaré a Rebeca para que me de las fechas en que ella está disponible para salir, tu elegirás una, y tendrán una cita, o reunión, llámalo como quieras – Dijo haciendo un ademan – Y es una orden – Sentencio, mientras se daba la vuelta dispuesta a marcharse de la habitación.

-Mamá, antes de que te vayas, recuérdame, ¿Cómo se llama el servicio de banquete que atendió la fiesta la noche anterior?

-¡Ugh! NY Catering, el servicio es terrible, los contrate hace un par de meses para una fiesta de tu padre, pero les hace falta actitud a esos empleados – Soltó con desprecio – ¿Por qué lo preguntas?

-Nada en particular, estamos pensando dar un banquete por la culminación de este año universitario, y estamos viendo opciones – Ella lo miro con intriga, dudando de su historia, sin embargo, él no pensaba darle más vueltas al asunto.  

-En cualquier caso, yo puedo ayudar, de seguro conseguiría contratar gente mucho más competente.

-Por supuesto, lo tendré en cuenta – William sonrió inocentemente, y entonces ella lo dejo solo en la habitación, no sin antes lanzarle una última mirada suspicaz.

En cuanto ella se fue, él se dispuso a meterse al baño, en donde se dio una dicha de agua bien caliente, se acicalo, y se afeito las mejillas, luego de haber cumplido con todo el ritual, salió de allí con rapidez, justo entonces, cuando ya tenía el nombre del servicio donde Diana trabajaba, sabia dónde podía encontrarla, y no iba a dudar en hacerlo ni un solo segundo más.

No había otra cosa en el mundo que él prefiriera más que verla nuevamente a los ojos, más que estar de frente a ella para de esa forma poder apreciar cada uno de sus rasgos, cada una de las partes de sus ojos claros, Will enserio queria conocerla, a como diera lugar, queria contar cada uno de los lunares en su cuerpo, queria acariciar su cabello.

William nunca supo cómo era que el amor de verdad se veía, no sabía si quizá se trataba de una decisión, como le solía decir su papá, mientras aseveraba que las personas eran o no era, que amaban o no lo hacían, y punto. No sabía si tal vez había una receta mágica, que era justamente lo que a su abuela durante toda su vida le había gustado creer, o si de pronto era algo que solo pasaba y que se sentía. Fuera cual fuera la realidad de todas aquellas hipótesis, por primera vez, él no estaba dispuesto a dejarle eso al azar, o al destino.

En realidad, nunca había creído mucho en aquello, o hacías que las cosas pasaran, o entonces no podías culpar a una fuerza mágica porque no lo hicieron, era una cuestión de simple lógica y racionalidad – Pensaba.

Y sí, William Fitz, la persona que nunca se había permitido abrirse o descubrirse ante otras, el mismo que nunca había querido una historia de amor, y al que jamás le habían gustado las comedias románticas, estaba allí, dispuesto a encontrar a una chica que no queria ser encontrada, una que aseguraba que prefería cualquier cosa menos pasar una tarde con él, era absurdo cuando lo ponía de esa manera, pero fuera lo que fuera, él le iba a demostrar a Diana que merecía una segunda oportunidad.

Will se abotono la camisa de vestir color azul pálido, y la dejo por fuera de sus pantalones de mezclilla oscuros, amarro sus zapatos cafés, se puso se reloj, se peinó, se puso, además, un poco de su colonia favorita, y por último tomo las llaves de su auto, y las de la casa, aunque sabía que esa noche probablemente no iba a regresar allí.

Salió de su habitación, no sin antes haber ojeado quien andaba por ahí, lo que menos queria era que su padre saliese de la nada y lo obligara a tener la misma conversación que ya había tenido con su madre hacia tan solo una hora, porque, aunque que su padre no le daría todo el discurso familiar que le había dado Emily, si era cierto que su padre tenía cierta y particular forma de clavarle el cuchillo por la espalda y retorcerlo hasta que doliera a no poder más.

En realidad siempre le había asombrado esa característica de su padre, esa de minimizar a las personas hasta que se sintieran menos que hormigas, para después manipularlas a su antojo y sentirse dueño de la situación, esa maniobra había servido con William durante mucho tiempo, él le había permitido que la usara porque era solo un pequeño, pero en ese momento, cuando ya era un hombre de 23 años, no iba a seguir permitiendo que lo trataran de aquella forma, podría hacerlo con sus empleados y subordinados, pero no con él, eso había dejado de funcionar en el momento en el que William había entendido que si él no le daba permiso, entonces su padre no podía meterse en su cabeza. Después de eso, sucedió la primera tragedia en la vida social de Emily, aquella primera noche en que se negó a acompañarla a un evento social. Todo parecía más lejano de en realidad era, como si aquella primera muestra de rebeldía hubiera sido antaño y no solo siete años atrás.

Muchas cosas habían cambiado desde entonces, y al mismo tiempo, nada lo había hecho.

William cruzo por los pasillos de la gran casa con el cuidado suficiente para no ser escuchado, sin embargo advirtió la presencia de su madre, que estaba en el estudio de su padre hablando por teléfono, sitio por el que irremediablemente él iba a tener que pasar. Will espero un par de minutos, esperado que cuando caminara frente a ella, estuviera lo suficientemente distraída como para detenerse un segundo en él. Pero en cuando dio un par de pasos más, ella grito en su dirección, y entonces él salió huyendo.

Corrió como si su vida dependiera de ello, y no sabía de donde su madre había sacado la energía suficiente para seguirle el paso, pero antes de que siquiera lo notara, ella estaba solo a un metro tras de él.

-¡William! Te he llamado, ¡Detente! –  Espeto tan seria, que le resultó imposible no obedecerle

-Tengo afán, hay algo que debo hacer en la universidad – Contesto, volteando en su dirección.

-¿Qué pendientes? – Inquirió.

-Ya sabes, hablar con un maestro, necesito que rectifique una nota.

-¿Qué asignatura? –  Volvió a preguntar.

-¿Qué es lo que quieres, mamá? –  Pregunto a modo de rendición. Su madre nunca había sido una persona fácil, era suspicaz, e intrigante, ella a menudo dudaba de sus explicaciones, y en realidad no la culpaba por ello.

-Estoy al teléfono con Rebeca, me ha pedido hablar contigo – Dijo solemne.

-¿Pero para qué? ¿No se supone que para eso es la cita? ¿Para hablar? – Inquirió con fastidio.

-No se dé que quiera hablar, pero no creo que haya ningún inconveniente en que le dediques cinco valiosos minutos de tu tiempo, ¿O sí?

-Supongo que no – Dijo resignado, la situación sin duda no resultaba menos peor que si su padre lo hubiera interceptado en el camino.

Will miro a la puerta de salida durante un breve segundo, y entonces se deshizo de sus ilusiones de salir de allí pronto.

-La próxima vez que te llame, por favor no corras, esto no es un campo Nazi – Dijo Emily entre dientes, mientras él entraba al estudio e ignoraba su comentario – Te dejare solo para que puedas hablar, avísame antes de irte – Sentencio, y entonces salió del estudio cerrando la puerta tras de sí.

-Rebeca, te habla William Fitz, me dijeron que quieres hablar conmigo…

-De hecho, si, tal parece que nuestros padres andan haciendo de celestina, y han concretado una cita para los dos – Soltó una voz extremadamente femenina al otro lado – Al parecer somos la pareja perfecta para conservar el linaje de la elite.

-Muy conveniente, lo sé, pero ¿Cuál es el punto?

-El punto es que no quiero ponerte en una situación incómoda, ni a mí tampoco, asi que dime el día y la hora que te quede mejor, y arreglemos esto de una vez, no quiero tener que estarme enviando cartas con tu madre.

-Me gusta – Le sonrió al teléfono – Asi que eres una chica rebelde – Se burlo.

-No soy rebelde, pero tengo novio, y quiero facilitar esto tanto cuanto esté en mis manos.

-¿Y tus padres saben que tienes novio? –  Pregunto confundido.

-Por supuesto que lo saben, es por eso por lo que buscan a alguien más para mí. 

-¿Se aseguran de que tengas una reserva?

-Se aseguran de que la persona que este a mi lado sea una que ellos consideren apropiada – Ella suspiro – Yo no quiero enamorarme de ti, no quiero que nuestra cita sea en algún sitio en el que estemos en una posición difícil. Saldremos, tomaremos un té, me dejaras en mi dormitorio en la universidad, y entonces yo podré asegurarle a mi novio que no hay nada de qué preocuparse.

-Pero ¡Vaya vaya! No creí que fueras de esa clase de chica, Rebeca – Mascullo Will por completo divertido con la situación.

-No tienes derecho a creer nada sobre mí, no me conoces, pero entonces… ¿El sábado en la noche?

-Si, regresaré de la universidad el sábado en la tarde y asi no tendré que quedarme en casa.

-Bien, entonces yo también volveré de la universidad en la tarde, por favor se puntual, no quiero pasar un segundo de más en mi casa.

-Creo que compartimos el mismo sentimiento. No te preocupes, a las seis en punto – Aseguro.

-Perfecto, nos vemos entonces – Ella colgó el teléfono.

William salió del estudio de su padre totalmente anonadado, quien diría que las chicas malas de la elite neoyorquina en realidad existían, y es que se veían todas tas sumisas y tan adorables, que en algún punto, él había creído que aquello era un mito, pero Rebeca lo había desmentido. Ella le había caído bien al hombre.

Sin avisarle a su madre, como le había pedido, Will salió de la casa, en realidad sentía ya había tenido suficientes cuestionamientos para un solo día, asi que antes de que alguien pudiera aparecer de la nada, él subió en su auto, encendió la radio a través del cual sonaba Waiting for a Girl Like You de Foreigner, y entonces emprendió el camino en busca de Diana mientras tarareaba aquella canción que estaba arrasando en la radio en ese momento.

Encontró la dirección con facilidad, y pasados alrededor de quince minutos estuvo frente al edificio de banquetes que se veía algo demasiado lujoso para ser justamente un servicio de banquetes, sin embargo, no se detuvo a pensar demasiado en eso, y por el contrario entro en el lugar, en donde una mujer, con una sonrisa más bien falsa, lo saludo y pregunto en que podía ayudarlo.

-En realidad estoy buscando a una de sus meseras – Le dijo mientras ella lo miraba con el ceño fruncido.

-¿Es por algo en particular? ¿Se trata de algún inconveniente? – Pregunto.

-No, nada de eso – Negó – Es solo que quisiera poder ponerme en contacto con ella.

-¿Usted quiere ponerse en contacto con una de nuestras meseras? –  Reitero la mujer, como si no estuviera escuchando bien lo que él estaba diciendo.

-Si, exactamente, quisiera algún teléfono, o dirección donde pueda localizarla – Aquello sonaba mal de muchas formas diferentes, y el hombre lo sabía, pero en realidad no sabía que más hacer.

-¿Tiene por lo menos su nombre?

-Diana, ella se llama Diana – Soltó.  

La mujer levanto una ceja, e hizo un ademan de fastidio, tecleo algo en su computador, y entonces volvió a mirarlo.

-Me temo que hay más de una Diana en nuestra base de datos, y por desgracia no puedo proveerle ningun tipo de información – Dijo sin aparente ánimo.

-Ella es de mediana estatura, delgada, tiene ojos claros y el cabello rizado, es rubia… – Intento describirla, pero sabía que nada de lo que dijera iba a hacer que la mujer torciera el brazo, sin embargo él siempre fue una persona obstinada y necesitaba agotar todos sus recursos.

-Su descripción no es nada específica para mí, hay muchas chicas aquí con esa descripción – Él no le creyó, sobre todo porque sabía, que Diana era única, Diana no era igual a nadie que él hubiera conocido antes, y ¡Vaya que William Fitz había conocido personas a lo largo de su vida!

-Usted no lo entiende, lo que sucede es que conozco a su tía, ¿Sí? Su tía ha estado tratando de contactarse con ella desde hace mucho tiempo, y no ha logrado hacerlo, ellas necesitan encontrarse y hablar – Mintió descaradamente.

En ese momento, Diana, que iba a recoger el cheque de la noche anterior, se quedó en silencio tras de aquel hombre que ya empezaba a conocer, no podía creer su cinismo, ¿Cómo se le ocurría inventar una historia como aquella solo para que le dieran información? Diana no entendía, porque William estaba tan empecinado en acercarse, ella había sido bastante clara al respecto, ella no queria ningun tipo de contacto, y aun asi él insistía. Aunque debía darle merito, y admitir, que nunca nadie había puesto tanto empeño en algo que estuviera relacionado con ella.

-Lo siento, no puedo ayudarlo – Dijo la recepcionista, que decidió voltearse en la silla, para darle la espalda a William. 

-Ya me preguntaba yo qué clase de estúpido había dejado estacionado un Porsche allá afuera – Hablo Diana al fin.

-¿Tienes alguna otra sugerencia? – Inquirió él, dándose la vuelta para observarla.

-No, pero tienes un deportivo convertible bajo el sol, asumo que ese momento en que intentes sentarte sobre el cuero de tu auto, ha de ser glorioso – Soltó con sarcasmo, mientras levantaba los hombros con indiferencia.

William detuvo su mirada en ella, en la forma en la que hablaba con arrogancia, y la manera tan poco sutil en la que le demostraba que estaba molesta, y entonces, supo que tenía que verla a solas, en un momento en el que ella no estuviera trabajando, uno en donde solo pudieran ser ellos dos.

El problema era, que Diana no estaba muy segura de querer lo mismo.

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