Me perteneces.
Me perteneces.
Por: Caroline Carraway
Capítulo 1 – El comienzo.

-Demonios, ¡Estas fiestas son tan aburridas! – Exclamo William tras tomar una de las copas de champan que uno de los meseros le había llevado a él y a sus amigos – Arthur, ¿Estás seguro de que tu madre sabe que cumples 23 y no 50? – Se burlo de él, mientras Arthur lo miraba de mala gana y Collin se reía a costa de los dos.

-Es cierto amigo, si tengo que volver a ir a una fiesta de estas me colgare de uno de los candelabros – Aseguro Collin.

-Yo estaré encantado con todas las fiestas que mi madre decida organizarme siempre y cuando deje de hacerme preguntas con respecto a donde voy cuando salgo de noche.

Los tres hombres bufaron, y entonces alcanzaron a otro de los meseros que cruzaba el salón atiborrado de gente que ellos tres conocían, demasiado bien, incluso mucho mejor de lo que en realidad les habría gustado.

Aquella noche, era la fiesta de cumpleaños número 23 de uno de los mejores amigos de William, Arthur Lewis, un idiota apostador que ante la sociedad se comportaba de manera intachable pero una vez se daba la espalda, entonces se convertía en el anticristo, ninguno ahí podía culparlo por eso, mucho menos William, que siempre había sentido que aquellas reglas de protocolo y comportamiento eran una jodida m****a, y el problema de todo era, que a pesar de lo mucho que odiaran todo eso, ellos tres eran los siguientes en la generación de una elite de neoyorquinos para quienes lo más importante estaba muy bien resumido en una escala más bien corta y banal, 1. Poder. 2. Dinero, y 3. Estatus social. Eso era para ellos, todo lo que constituía algo importante, el resto no importaba demasiado.

Y por supuesto que, a los 23 años, ninguno de ellos pretendía hacer una diferencia o acabar con aquello que suponía años y años de tradición, después de todo, eran simples universitarios que lo único que querían era una vida. Y el quid de la cuestión estaba en que, aunque quisieran, los tres hombres tenían muy claro que al final de todo, iban a terminar igual a sus padres, dirigiendo empresas exitosas de bienes raíces, trabajando en la banca, o haciendo cualquiera de esas cosas que ninguno iba a disfrutar, mientras sus esposas se quedaban en casa y preparaban fiestas como aquella en la que se encontraban. Nada iba a cambiar, ya todo estaba planeado para cada uno de ellos, y eso era lo más terrorífico del asunto.

-Mi madre no iba dejar pasar una oportunidad para organizar otro evento – Aseguro Arthur, entretanto se llevaba la copa a los labios – Ella hace esto por lo que sea, caridad, cumpleaños, inauguraciones, es lo que ella hace… Es mejor que sentarse en casa a preguntarse dónde está mi padre, o más bien, con quien esta – Torció el gesto – Y supongo que resulta mucho más reconfortante que sentarse en el club con sus amigas que no dejan de preguntarle porque sigue ganando peso – Arthur era una persona enigmática, muy pocas veces se sabía lo que sucedía en su cabeza, pero si de algo tenía certeza William, mientras lo veía allí, era que esa posición en la que se encontraba debía ser realmente complicada, sobre todo porque a pesar de todo lo que sucediera a puertas cerradas, Arthur tenía que vivir con la historia cruda y real, esa en donde su padre engañaba a su madre con cuantas mujeres le fuera posible, y ni él ni su madre podían hacer nada al respecto.  

-¿De dónde saca tu padre tiempo para encontrar mujeres? Es decir, el hombre es banquero – Pregunto Collin sin nada de tacto, lo que hizo que William le diera un golpe en las costillas, si había un tema que estaba por completo vetado entre ellos tres, era el de sus familias, eso era mucho más de lo que ellos sentían que podían lidiar.

-Arthur, ¿Tu madre no invito ni siquiera a Lindsey y sus amigas? – Pregunto William con esa sonrisa tan característica en él – La vi muy cómoda en tu cama aquella tarde en que entré en tu habitación.

-Mi madre detesta a Lindsay, es como el mismísimo satanás para ella – Explico – Y ya que lo mencionas, tienes que devolverme la llave de mi departamento, no puedes estar entrando y saliendo como si nada.

-No puedo devolvértela, aún hay muchas de mis pertenencias contigo, idiota.

-Aun no logro dar con el punto exacto en mi vida en el que decidí que vivir juntos era una buena idea – Resoplo.

-Bueno, si consideras mudarte, estoy seguro de que la universidad de Yale estará encantada de darle un dormitorio a uno de sus alumnos más importantes – Se burlo William.

-El decano de Yale lo único que desearía darle a Arthur es una carta de expulsión – Soltó Collin – Y una orden de alejamiento que le impida acercarse incluso a New Haven.

Los tres se burlaron, ni el decano ni la planta ejecutiva de la universidad los queria a ninguno de los tres por su prontuario con la hermandad secreta de Bones&Dead, uno de los clubes más prestigiosos de todo Yale, que albergaba a alumnos de último año que lo único que hacían según el decano, era jugar con sus vidas.

-Tenemos una relación…Complicada – Asevero Arthur.

-Te encontró en su oficina durmiendo – Rememoro Collin en medio de una carcajada.

Sin duda alguna, aquellos hombres podían ser perfectamente descritos por los demás como personajes casi caricaturescos, eran gracioso, satíricos, y sin duda había muchas cosas más que se podía agregar con respecto a ellos.

-¡Dios, esto es peor que la fiesta de tu cumpleaños número 20! – Exclamo William en cuanto la madre de Arthur los llamo para que se tomaran alunas fotografías para el periódico.

-¿Cuál fue esa? – Inquirió Collin.

-La de cabaré, ¡Esa me gusto! – Espeto Arthur – Ver a todas esas meseras en ajustados vestidos brillantes no fue nada despreciable.

-Tú las viste mucho más que solo en vestido, dormiste con una de ellas – Soltó Collin.

-Creo que esa fue la razón por la que mi madre decidió cambiar al servicio – Dijo Arthur como si nada – Bien, entonces este es el plan – Soltó de repente – Saludaremos a un par de personas, que nos vean la cara un rato y después, William, vas por un par de botellas a la cocina, no vayas al bar de mi padre, porque ya le hemos robado suficiente licor – Ordeno.

-¿Por qué tengo que ir yo? – Pregunto William.

-Porque de los tres, eres de quien se esperaría un comportamiento como tal, no tienes modales Will, y Collin y yo ya no podemos arriesgarnos a hacer una estupidez más – Dijo con tono de burla, a lo que William rodo los ojos.

-¿Y yo sí? – Recalco.

-No, pero sabemos que eso no va a detenerte, asi que adelante – Continúo orquestando su plan, mientras los otros dos hombres le prestaban toda la atención que merecía el caso – Una vez que tengas el licor, y que hayamos saludado a las suficientes personas como para que no pregunten por nosotros, nos reunimos en la casa de la piscina, yo llamo a Lindsey y le pido que traiga un par de amigas, ¿De acuerdo?

Collin asintió, y William no dijo nada, porque no podía creer que una vez más se dejara enredar por las ideas de Arthur, y como sabía que no había nada que pudiera empeorar esa noche, Will simplemente se alejó a saludar justo como había dicho Arthur, después de todo, en ese momento, aquella era una iniciativa que él realmente agradecía.

El hombre hablo con un par de personas a su alrededor, saludo y sonrió como si de verdad fuera ese el lugar en el que deseara estar y no todo lo contrario. Incluso saludo a su padre, quien pregunto sin mucho interés a cerca de la universidad y las probabilidades de que en realidad William consiguiera graduarse ese año, pero eso no le importaba, ya sabía él que su padre no esperaba demasiado de él, no como su madre, que aseguraba que el brillante destino de la familia estaba en buenas manos, pero de alguna forma, el hecho de que su padre no tuviera altas expectativas le gustaba, después de todo, él no queria relevar su puesto en la compañía familiar, William siempre había querido algo más, irse lejos, recorrer el mundo y hacerse de una vida como él quisiera y pudiera, solo, sin imposiciones, sin responsabilidades sociales, y sobre todo, sin sentirse como una más de las marionetas cuyos hilos a su padre le gustaba mover.

Después de haber cumplido con la fase A del plan de Arthur, Will se dirigió a la cocina en busca de la mayor cantidad posible de alcohol, en cuanto entro en ella, se encontró con el chef que preparaba algo envuelto en salón, y con un camarero que tampoco había puesto demasiada atención en él, después de todo, no había muchos que ellos pudieran decirle, todos en la cocina conocían cual era la cadena de mando.

Él rebusco entre los compartimientos de los muebles de la cocina, y entonces encontró la pequeña bodega de whiskey y champaña que se suponía que debía proveer a los presentes del trago suficiente para el resto de la noche, la botella estaba caliente, pero no era nada que no pudiera solucionarse con un poco de hielo, ya estaba, él hombre había cumplido con su cometido.

Diana, que acababa de vaciar su charola en la fiesta, y que se disponía a tomar un par de bocadillos más para hacer otra ronda dentro del salón, frunció los ojos mientras veía al hombre ahí, acuchillado frente a los cajones, mientras buscaba Dios sabía que.

-¿Qué está haciendo? – Preguntó ella con sincera curiosidad, esa no era una imagen que se viera a diario, un hombre elegante, casi tirado en el piso buscando algo en la cocina, era ciertamente extraño.

-¿… Buscando algo para beber? – Will respondió con una pregunta retórica mientras se daba la vuelta para ver a la mujer que lo estaba importunando.

-Aún hay muchos meseros con charolas de champaña allá afuera, estoy segura de que es suficiente – Ella escudriño al hombre que tenía frente a si, y él frunció el ceño ante su actitud, ella parecía retadora, era diferente al resto de los meseros – Puedo darle yo misma una copa si lo desea – Asevero.

William se detuvo un segundo de más en el aspecto de la chica, en su uniforme, que le quedaba particularmente bien, en su cabello dorado envuelto en una coleta, en su rostro, sin una gota de maquillaje, en sus labios sonrosados y en el batir de sus pestañas, él se fijó en el aspecto angelical que ella evocaba, en la imagen tan dulce que tenía. La mujer parecía un ángel, sin embargo, su actitud decía totalmente lo contrario, Diana era arrogante en medio de su cortesía disfrazada, se creía muy lista, y eso estaba bastante claro, lo que William no sabía eran las razones que Diana tenía para ser de ese modo, ella, desde muy pequeña entendió que no podía mostrarse débil, o entonces la pisotearían, era esa una de las tantas reglas que ella había autoimpuesto para su vida.

-Si he venido yo mismo por el trago no es porque quiera precisamente de la champaña que están ofreciendo allá afuera – Soltó el hombre.

-Bien, entonces permítame darle un trago del whiskey – Ella le arrebato la botella de las manos, y entonces se dispuso a servir en una de las copas – ¿En las rocas o lo prefiere seco? – Pregunto.

-Prefiero la botella – Él agarro el cristal que contenía el licor esperando que ella como un reflejo obvio la soltara para que él pudiera marcharse del lugar. Pero ella hizo justamente todo lo contrario, y entonces ambos tuvieron las manos sobre la botella, mientras ella lo desafiaba a él con sus grandes ojos verdes.

-No puede llevarse la botella – Murmuro ella mientras uno de los meseros entraba en la cocina, los veía con intriga, tomaba una bandeja de plata con canapés y salía del lugar.

-Creo que vamos a tener un serio problema aquí, porque resulta que yo tampoco puedo irme sin ella – Confeso William, y entonces Diana soltó un gesto de desagrado que William no supo cómo descifrar.

Ella no dijo nada más, pero sus ojos continuaron retando a William, Diana estaba molesta, y el problema era que William no alcanzaba a entender muy bien porque, solo era una botella de Whiskey – pensó él.

-Es solo una botella – Soltó él con una mueca.

-Es cierto, es solo una botella. Y puede conseguirla en cualquier licorería – Respondió ella.

-Resulta… ¿Cuál es tu nombre? – Preguntó William sin verdadero interés.

-Diana, mi nombre es Diana.

-Diana. Resulta Diana, que debo conducir alrededor de veinte minutos para llegar a la licorería más cercana, lo cual constituye cuarenta minutos de mi vida que puedo ahorrarme dando un simple paseo de dos minutos a la cocina de Los Lewis. En cuestión tiempo, puede no significar mucho, pero justo ahora, una fiesta mucho más amena que esta, eso te lo puedo asegurar – Enfatizo – Se está llevando a cabo en la casa de la piscina, y no pretendo permitir que nada, retrase mis planes.

-¡Esto es increíble! – Ella negó con la cabeza, y entonces lo observo con desprecio mientras soltaba la botella y levantaba las manos en señal de rendición, claramente molesta – No lo puedo creer – Murmuro bajito, mientras la impotencia la consumía por no poder hacer nada para poner en su lugar a ese hombre que a ella le parecía un completo cretino.

-¿Qué es lo que te pasa? ¡Joder! Es solo una maldita botella.

-Si, para ti es solo una botella, pero para mí constituye mucho más que simplemente eso.

-¿Qué intentas decirme?

-Que esto es un servicio, que nosotros somos supervisados de todas las formas posibles, ¿Acaso cree que no cuentan la cantidad de botellas que salen en copas de acá? ¿realmente piensa que si se desaparece una costosa botella de Whiskey como esa no va a pasar nada?

-Cárgala a la cuenta – Soltó William levantando los hombros con indiferencia.

-¡No! No es tan fácil, no lo es para personas como nosotros.

-Explícamelo – Él se recostó en la encimera, mientras ella se movía de un lado a otro sin saber aparentemente que era lo que estaba haciendo, Diana necesitaba poner su atención en algo que no fuera él.

-No.

-¿Por qué no?

-Porque es bastante obvio que no le interesa saberlo, y a mí no me gusta perder mi tiempo, sobre todo, porque estoy trabajando.

-¿Y si te sirvo un trago? – Propuso William con una risa, a lo que ella se detuvo por un segundo, lo miro de mala forma y negó con la cabeza – ¿Por qué estas tan molesta, Diana?

-No estoy molesta, solo quiero que por favor me deje trabajar, se vaya, y que deje esa botella donde la encontró.

William se puso en fie firmemente frente a ella que se dirigía al refrigerador, y entonces Diana choco con su pecho, ella levanto la vista para mirarlo fijamente, y con ella estando tan cerca de él, William hablo.

-No es mi culpa que estés tan molesta, no te desquites conmigo, sin embargo, lo siento, pero ella y yo nos vamos juntos – Dijo refiriéndose a la botella.

William camino a un lado del cuerpo de ella que se mantenía estática donde había estado, y entonces, él pudo escuchar la última palabra que ella susurro.

-Idiota – Mascullo Diana, detestaba a los hombres como William, los odiaba con cada fibra de su cuerpo porque se sentían superiores solo por la familia en la que habían nacido, como si eso pudiera considerarse un mérito.  

Sin embargo, lo que Diana no sabía, era que a William aquella ofensa lo había hecho reír, Diana le había resultado alguien interesante, tal vez se trataba de su mal humor, de la manera tan cínica de mirarlo, pero algo le había generado.

-Diana – Repitió él en su mente mientras se alejaba a la casa de la piscina.

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