Capítulo 10.

—¿Por qué me ves así mi Mérida? —dice divertido el muy cabrón.

—Por nada —contesto con valentonería, sin darme cuenta de mi gran error, mi clítoris comienza a vibrar fuertemente. Me muerdo el labio aguantándome los gemidos y cuando estoy a punto de correrme, él se detiene nuevamente. Lo miro con frustración y odio.

—Vámonos —me toma de la mano y salimos casi corriendo del restaurante.

Subimos al coche ante la mirada de algunos, arranca rápido el coche y me mira de reojo de vez en cuando, de nuevo activa el maldito vibrador y yo me agarro del asiento del coche, pero esta vez gimo para torturarlo; escucho como su respiración se vuelve más pesada y la manera que me ve con ganas de poseerme. Cuando estoy a punto del orgasmo, otra vez para y me acalambro sin poder terminar, un leve dolor

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