Capitulo 4

—Ey fea, nos vemos de nuevo —me dice Cristian con una sonrisa.

—Te dije que me llamo Amy —le dije cruzándome de brazos con el ceño fruncido.

—Ah perdón Amy, es la costumbre —me dice aun sonriendo.

—Espero que sea la última vez —le digo.

—Claro cielo te doy mi palabra –dice acercándose a mí.

La verdad es que cada vez que estoy cerca de Cristián me siento nerviosa no sé porque, cada palabra que me dice hace que un escalofríos recorra mi espina dorsal, se acercó tanto a mí que enseguida me ruboricé, la verdad nunca un chico se me había acercado tanto, en eso nuestros compañeros de clase empezaron a entrar y el profesor, salvada por la campana —pensé— fije mi mirada hacia el profesor e intente calmar mis nervios.

Comenzó la clase, Cristián estaba sentado detrás de mí, todo ese rato sentía una mirada puesta en mí, pero no era incomoda todo lo contrario era agradable, antes de terminar la clase el profesor nos asignó una tarea y él mismo se encargo de agruparnos, justamente me tenía que tocar con Cristián, terminó la clase, recogí mis cosas y salí del salón; me dirigía a la cafetería cuando alguien me tomó del brazo.

—Ey, ¿estás molesta conmigo? —volteo y veo que es Cristián.

—No para nada —le respondo.

—¿Y por qué saliste tan deprisa del salón?

—Porque tengo que verme con mis amigos en la cafetería.

En ese momento Anabel llamó a Cristián y se acercó hasta él y se le lanzó en los brazos, literalmente.

—Cristián mi amor, ¿a dónde vas? —le pregunta con una horrible voz chillona.

—Hola Anabel —le responde Cristián muy amable— voy para la cafetería.

—¿Y pensabas ir con esta enana? Por favor dime que no, eso arruinaría tu reputación, solo mírala, no tiene estilo.

¿Es en serio? Ella estaba hablando de mí como si yo no estuviera allí presente, en serio ¿quien se cree esta chica que es?

—No la llames así Anabel —le dice Cristián.

—No tranquilo, yo no pierdo el tiempo con flacuchas descerebradas —le digo a Cristián.

Anabel se quedó con la boca abierta por las palabras que le dije, yo simplemente me di media vuelta y seguí mi camino hacia la cafetería.

—Esta me la vas a pagar desgraciada —me gritó Anabel, yo solo levanté mi mano en señal de despedida sin voltear y seguí mi camino.

Llegué a la cafetería y allí estaban Ana y Marcos en una mesa esperándome.

—Ey pequeña aquí —dice Marcos levantando sus manos para verlo.

—Hola chicos ¿cómo les ha ido en el día? —les pregunto con una sonrisa y me siento.

—Oye no creas que se me ha olvidado la conversación que nos quedó pendiente —me dice Ana.

—La verdad no es nada interesante Ana —le digo con pereza.

—No me importa, tú me cuentas y yo digo si para mi es interesante o no.

—A ustedes las mujeres si les gustan los chismes —dice Marcos terminando de comer.

—No es chisme —le dice Ana fulminándolo con la mirada— es estar informadas, además, no hace mucho tu me dijiste que también querías saber, así que ahora no me vengas con esas.

Yo solo estaba observando la discusión entre ellos muy divertida, estos dos terminaran siendo novios si siguen así.

—Ok, ok, les cuento el porqué llegue con Cristián, aunque como te dije —miro a Ana— no es nada interesante, así que no te vayas a hacer películas en tu mente.

—Ay ya, deja los rodeos y cuéntanos —dice Ana acomodándose en su silla y Marcos también.

—Bueno, les cuento, resulta, pasa y acontece que Cristián vive en el mismo edificio donde yo vivo —les digo cruzándome de brazos, a lo que Ana se quedó con la boca abierta.

—No lo puedo creer, ay es el destino —dice Ana con su voz chillona y muy emocionada.

—Ay no Ana, tu también me vas a venir a decir que "es el destino" —le digo imitando una voz gruesa.

—¿Por qué esa voz amiga? —Me dice Ana riendo— además tu deberías saber que la casualidad no existe, haber ¿que mas pasó?

—Nada interesante, solo me ofreció traerme porque obviamente estudiamos en la misma universidad y acepté solo porque ya era tarde... Eso es todo.

—Que bueno que no paso más nada —dice Marcos.

—¿Por qué lo dices? —le pregunta Ana extrañada.

—Ah, porque...

—Ey Amy allí estás —interrumpe Cristián— te estaba buscando.

—¿Y para que o qué? —le respondo.

—Para ponernos de acuerdo sobre la tarea de biología, te recuerdo que estamos juntos.

—Claro que lo recuerdo Cristian, no lo olvidaría acabamos de salir de esa clase.

—Bueno y ¿entonces? —Se sienta a mi lado— ¿la hacemos en tu casa o en la mía?

—Ah...

—En la casa tuya —le dice Ana como si le estuviera preguntando a ella.

—Perfecto, entonces te espero mañana a las tres, ya sabes donde es —me guiña el ojo y se va.

—¿Es en serio Ana?, ¿por qué respondiste por mí? —le pregunto a mi amiga resignada.

—Porque lo necesitabas amiga, mas adelante me lo vas a agradecer —tomó sus cosas y se fue.

Me dejó con la palabra en la boca, me quedé allí sentada procesando lo que había pasado, Marcos se encontraba allí todavía, pero estaba metido en su celular, ¿cómo podía yo ir a la casa de Cristián?, de verdad me quería morir, ¿por qué Ana me hizo esto?

—Ey pequeña —me habla Marcos sacándome de mis pensamientos— ¿estás bien?

—¿Que no te diste cuenta de lo que acaba de pasar?

—Ah nop, disculpa no estaba poniendo atención.

—Olvídalo Marcos, vamos a clases ya es hora.

Vi las clases que me faltaban y cuando salí me fui caminando a casa, quería despejar la mente, como me gusta leer, decidí pasarme por la biblioteca pública para buscar un libro y leerlo en casa, como mi habitación tenía un balcón que daba una hermosa vista a la ciudad pensé que sería un buen lugar para leer, llegue a la biblioteca y comencé a buscar un buen libro, pase varios minutos viendo las portadas de los libros, hasta el momento ninguno me parecía interesante, hasta que al fin encontré uno, fui hasta donde la encargada de la biblioteca y le dije que me llevaría ese libro, ella anotó  mis datos en una planilla y salí de la biblioteca, al salir ya era de noche, sí que me había tardado.

 Iba caminando por la calle cuando de repente un tipo me tomó del brazo y me llevó hacia un callejón, parecía que estaba drogado, yo intente zafarme de él pero no podía, yo no tenía tanta fuerza, hasta que alguien llegó y me lo quitó de encima, empezó a golpearlo hasta que el hombre quedo inconsciente, no podía ver quien era la persona por la oscuridad, pero salí del callejón y empecé a correr, estaba demasiado asustada, además no sabía ni quién era el que estaba allí, tal vez era otro drogadicto, corrí y corrí pero las piernas me temblaban y no podía correr demasiado rápido, hasta que sentí que me tomaron del brazo de nuevo, yo solté un grito por el miedo que estaba sintiendo en ese momento.

—Ey Amy soy yo —me dicen volteándome, cuando me volteo veo que es Cristián.

—Cristián —lo abrazo y empiezo a llorar, él me abrazó.

—Tranquila yo estoy aquí, no voy a permitir que te hagan daño, —me abraza con fuerza y me da masajes en la espalda— vamos yo te llevo a casa.

Llegamos al edificio y nos adentramos, subimos por las escaleras hasta mi piso, Cristián no me quería dejar sola aunque ya le había dicho que estaba bien, entré a mi depa y él se quedó parado en la puerta, no me quedó de otra que invitarlo a pasar.

—Me puedes decir ¿porqué andas sola de noche en un sitio el cual no conoces? —me dice Cristián en tono de reclamo, que atrevido, él no era nada mío para pedirme explicaciones.

—Solo fui a buscar un libro y cuando salí ya era de noche ¿qué querías que hiciera?

—Pero pudiste buscar ese libro mañana de día, esta ciudad está llena de gente peligrosa, no puedes salir sola de noche, si yo no fuera estado allí quien sabe que te hubiera hecho ese tipo.

—Ay ya Cristian deja de regañarme, te pareces a mi papá, además, ¿qué hacías tu por allí, es que acaso me estabas siguiendo? y no me digas que fue casualidad porque no voy a caer en esa.

—Perdón Amy, pero no te voy a mentir, sí te seguí y vi que entraste a la biblioteca, tardaste mucho, yo solo salí un momento y ya no estabas, me puse a buscarte y allí fue cuando vi que ese cerdo asqueroso te tenía en ese callejón.

—Me molesta mucho el que me hayas estado siguiendo —le digo cruzándome de brazos y frunciendo el ceño— pero me alegra que hayas estado allí para defenderme —le digo con una sonrisa— Gracias.

—Espero siempre estar allí para tí —me dice acercándose a mí, en seguida me ruborice— mi fea.

—Ey, me prometiste que no me dirías mas así.

—No te dije fea —me dice muy cerca— te dije mi fea que es muy diferente —me da un beso en la frente —que descanses cielo.

Me quedé sin palabras, solo me quede allí parada como una boba mientras él salía de mi depa.

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