Capítulo 5

―Va a estar bien, mi alfa―escucho decir a Velkan, quien está sentado en la cama contigua a la mía. Mis ojos están entrecerrados y el dolor en mi costado saca un quejido de mi boca.

― ¿Estás seguro? ―le pregunta Kayra con voz temblorosa―esa rama estaba metida entre las costillas y le debe haber perforado el pulmón. Estaba empapada en sangre. Por lo que sé, hasta debió atravesarle el corazón.

―Recuerda quién es―le responde Velkan, pero antes de que continúe trato de incorporarme.

― ¿Y quién se supone que soy? ―le digo, mirando mi costado. El dolor disminuye poco a poco, como si hubiera tomado alguna medicina para el dolor y ahora estuviera haciendo efecto―y creo que están exagerando, solo me hice un rasguño, mira―le muestro a Kayra, quien se lleva la mano a la boca. La medicina o lo que sea que me hayan dado acaba por hacer su efecto y ahora estoy mucho mejor.

Me siento al borde de la cama todavía débil y veo a mi alrededor. Los rayos del sol me pegan directamente en la cara y me restriego los ojos. Derrick y Frans están apoyados en la pared cerca de la salida, en tanto que Kayra está sentada al lado de Velkan y Kieran tiene la cara enterrada entre sus manos, pero, levanta la vista en cuanto me escucha y una sonrisa se dibuja en su rostro, pero la cambia de inmediato cuando lo miro.

―Eres una maldita terca y una maldita mentirosa, espero que hayas aprendido algo hoy―me dice y se levanta de la silla, saliendo de la habitación, azotando la puerta detrás de él. Derrick y Frans lo siguen, dejándome con Velkan y Kayra.

―Está preocupado por ti―me dice Velkan y lo fulmino con la mirada―te trajo desde el bosque con una rama atravesada en tus costillas.

―No seas exagerado―le espeto todavía con voz de sueño―si fuera así estaría muerta en un charco de sangre, además, si tanto está preocupado por mí, por qué demonios me tiene secuestrada.

―No estás secuestrada―me dice Kayra―te estamos rescatando.

―Yo estaba bien, era afortunada, tenía un futuro y ustedes me están sacando de lo que iba a ser mi vida perfecta―les digo con ganas de llorar, pero me contengo―no hay nada que me puedan decir que haga que les dé la razón. Ustedes no saben y no me entienden. Es que, si fueran chicos huérfanos de verdad, entenderían de lo que estoy hablando.

―Yo sí que soy huérfano, Bianca, sé de qué hablas y por eso sé que lo mejor para ti es que vengas con nosotros―me responde Velkan―además, tú no eres huérfana, pero de eso hablaremos después. Ahora tenemos que salir de aquí.

―Por supuesto que quiero salir de aquí lo más pronto posible―les digo media molesta y media adormilada, pero no pierdo el tiempo para arreglarme y me llama la atención de que encuentro mis botines al pie de la cama, los cuales me pongo enseguida―este lugar está lleno de lobos, uno me atacó y me caí, casi me aplasta. Es lo único que le voy a agradecer a Kieran, porque no sé cómo lo hizo, pero ahuyentó al lobo.

Velkan y Kayra se miran el uno al otro con complicidad. No me importa, solo quiero que esta maldita pesadilla se acabe.

―Salgamos de aquí―dice Velkan y seguimos hacia el restaurante.

~~~

Al terminar el desayuno, tomamos la carretera hacia donde sea que me estén llevando. Hacemos dos paradas más, una para llenar los autos de gasolina y otro para comer. No tengo ganas de escapar de nuevo, no quiero huir a bosques llenos de lobos y ramas peligrosas, así que trato de portarme como niña buena. Ya en la tarde volvemos a parar en otro hotel, igual de apartado y rodeado de bosque. Al parecer es el único tipo de hoteles que conocen Kieran y su culto.

Cuando tomamos habitaciones, Kieran decide que será mi compañero de habitación de nuevo, en medio de las otras dos. Velkan, Derrick y Frans se quedan en una habitación, mientras que Kayra y Astrid se quedan en el último.

En la cena decido comer sin protestar, pero tampoco le hablo a nadie. No me estoy resignando a que ellos hagan lo que quieran conmigo, pero ya pasamos por todo esto, así que debo ser más original con mis ideas, además, ellos están prevenidos y no es bueno contar el mismo chiste dos veces.

Ya en la habitación, voy al baño y me pongo mi piyama y me meto a la cama.

Pero cuando me acomodo, siento que alguien, más bien Kieran, se mete a la cama conmigo.

―Pero ¡qué diablos haces! ―le grito―esta es mi cama―le espeto y me levanto de inmediato.

―Te burlaste de mí y te escapaste―me dice como si nada―no esperes a que te deje sola otra vez―se ríe―descuida, no te emociones, que esto será solo por hoy, ya mañana llegaremos a Luna Escarlata.

― ¿Qué, otro bar? ―le digo con sarcasmo.

―De hecho, es una cadena de bares que tiene mi ma… mi familia―se corrige―pero ahora vamos a nuestro territorio que se llama Luna Escarlata.

―Está bien―le digo poniendo los ojos en blanco. Ni siquiera quiero preguntar qué quiere decir con territorio―Kieran, es absurdo que durmamos en la misma cama. Ya te demostré que me voy a portar bien y después de lo que pasó con el lobo, no voy a intentar entrar a un bosque nunca más en mi vida. Así que puedes dejar el drama y que yo pueda dormir en paz.

―No te creo―me responde―ayer me hiciste creer que entendías y caí como un idiota. Así que no te quejes si no me fio de ti. Ahora, si insistes en protestar, me enroscaré en tu cintura y pondré mi cabeza en tu cuello.

― ¡No! ―le grito enfurruñada, buscando una manta en la otra cama y tratando de enroscarme en una de las sillas―No seas absurdo.

―Está bien―me responde, tomando su manta y colocándose en la otra silla, pero la mueve para bloquear la puerta―pero no me culpes si mañana te duele el cuello.

Creo que esta ha sido la peor idea que he tenido en mi vida. Esta silla es el mueble más incómodo del mundo e intentar acomodarme me está costando mucho, pero a Kieran le está costando mucho más.

El pobre trata de acomodarse lo mejor que puede en la silla y siento lástima, pero luego recuerdo que está ahí por su terquedad y comienzo a creer en la justicia divina.

Su cuerpo se contorsiona y se encoge de una manera que me duele solo de verlo. Es que ese enorme cuerpo musculoso no cabe de ninguna manera.

Pero estoy tan cansada que no sé en qué momento dejo de prestarle atención y me duermo.

~~~

Me despierto sintiendo mucho calor y el sonido de una alarma. Estoy en una cama y casi no puedo moverme. Hay un brazo que me toma por la cintura y un sonido rítmico de una respiración en mi nuca.

El corazón comienza una carrera que no puedo controlar. El fuerte brazo me ajusta más contra el cuerpo cálido y me estoy mareando. Siento cómo se me suben todos los colores a la cara.

Es el brazo de Kieran que me ajusta a su espalda, como si fuéramos dos parte de una misma pieza. Su aliento en la nuca me envía hondas que endurecen mis pezones.

Pero no, así no.

― ¡Pero qué rayos! ―grito y trato de separarme de su cuerpo― ¡suéltame, Kieran!

Él reacciona de inmediato y se separa. Ambos nos sentamos en la cama, yo furiosa y él, con desconcierto.

―Te caíste de la silla, te levanté y te traje a la cama―dice con la voz ronca―en algún momento me debo haber movido y te abracé como si fueras una almohada. No me voy a disculpar por eso―agrega y se levanta para meterse al baño―por cierto, de nada.

Le tiro una almohada, pero no llega ni cerca a darle y eso me enoja mucho más.

¡Es un imbécil!

Y además quiere que le dé las gracias.

―No intentes nada―me advierte, antes de entrar a ducharse, ignorando la almohada que está al pie de la puerta del baño―Frans y Derrick están afuera, por si intentas escaparte.

―Ya te dije que no voy a intentar nada―le espeto―pero no puedo esperar lo mismo de ti.

―No te creo―me responde, sacando su cuerpo semi desnudo por la puerta y la rabia se desaparece de pronto. Cuando el termina de bañarse, yo hago lo mismo y ambos salimos de la habitación rumbo al restaurante.

Luego de comer, nuestro día pasa igual que el anterior. Dos paradas para comer y para llenar el tanque de los autos. Ya en la tarde, entramos en lo que parece un pequeño pueblo con una enorme casa en el centro, a la cual nos dirigimos. Ambos autos son estacionados en una enorme cochera ubicada a un costado. Cuando nos encontramos en la enorme puerta principal, estas se abren de par en par, mostrando a una pareja, un hombre y una mujer de unos cuarenta y tantos años, creo.

― ¡Bienvenidos! ―nos saluda la mujer, quien besa y abraza a Kieran. Seguro es su madre. El hombre, que es muy parecido a Kieran, le hace un gesto a este con la cabeza, quien se lo devuelve.

―Les presento a Bianca―les dice y yo estoy decidiendo si quiero saludarlos o no. Al final me decido por hacerles un gesto con la cabeza, sin tratar de que parezca una de esas reverencias rastreras que le hacen los otros a Kieran. Ellos ignoran mi mala educación hacia lo que sea que los hacen una especie de reyes y nos hacen caminar al lado de ellos por las puertas hacia el vestíbulo decorado como si fuera un palacete. Luego del vestíbulo, paramos por un enorme salón, desde donde se pueden ver todos los pisos del edificio, con escaleras a cada lado de un enorme pasillo.

―Soy el Alfa Kyle y ella es mi Luna Atea, lo que para ti vendría siendo mi esposa. Somos los padres de Kieran―se presenta el hombre, mientras seguimos caminando.

Creo que voy a tener que moderar mis modales con esta gente, si es que quiero salir de aquí y volver a mi vida, así que trato de sonreírles.

Detrás de nosotros se encuentran Frans y Derrick. Velkan, Kayra y Astrid han desaparecido hace ya unos minutos. Pasamos las escaleras y entramos al pasillo.

― ¿A dónde vamos? ―pregunta Kieran a sus padres.

― A la sala de juntas ―dice su madre―necesitamos que Alanna vea a alguien―noto que ella le hace una seña cómplice.

― ¿A quién? ―les pregunto, pero no me contestan, en su lugar me dirigen a unas enormes puertas custodiada por dos hombres altos y musculosos, con cara muy seria. Al ver a Kyle, ambos hacen una reverencia y se apartan para dejarnos entrar. Pasando las puertas hay una mesa dispuesta en forma de U, y antes de ella, la figura de un hombre de espaldas a mí.

Y quedo paralizada.

No suelo llorar, no delante de desconocidos. Me molesta que crean que soy débil, que tengo miedo o que estoy asustada. Pero las lágrimas que se derraman por mis mejillas no tienen que ver con ninguna de esas cosas. Son lágrimas de alegría por ver a la persona que siempre me ha reconfortado cuando me siento perdida, como ahora. Mi cuerpo se relaja, como si ya estuviera en casa, fuera de peligro, de secuestros y de animales salvajes. Es alivio a un peso que no sabía que tenía en los hombros.

Se da la vuelta y me mira. Corro hacia él para abrazarlo.

― ¡Richard! ―le grito emocionada. Pero él no me devuelve el abrazo. Se queda estático y es cuando me detengo para verle la cara― ¿qué pasa, Richard? ―le pregunto, pero solo me toma de los hombros.

―Bianca, tenemos que hablar―me responde y por la expresión de su cara, creo que no me va a gustar lo que quiere decir.

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