Estrategias

La alarma sonó a las 6:45am. Nos despertamos con toda la pereza de la que éramos capaces. Me estiré y caminé hacia la otra habitación de enseguida, ahí se encontraba Katrina y como siempre, era seguro que no se había levantado.

Caminé como si estuviera borracha, casi zigzagueando y toqué su puerta.

 —¡Katrina! ¡Levántate ya! —toqué dos veces y casi me quedo de nuevo dormida en su puerta. Escuché unos pequeños y silenciosos pasos acercándose a mí, cuando…

—¡Despierta! —sentí un grito agudo directo en mi oído y abrí los ojos de un solo golpe, mientras pegaba un salto asustada.

—¡Amanda! Dios… ¡Cuántas veces te he dicho que no me despiertes así! —grité seguido de otro bostezo. Ella empezó a reír, mientras trataba de controlarse.

—Es inevitable, es tan graciosa ver tu cara de espanto —se carcajeó, mientras abría la puerta de la habitación de Katrina y me miraba traviesa. Ésta vez compartí su intención y contamos con los labios.

«Uno… dos… tres.»

—¡Levántate! ¡Arriba! —gritamos, mientras brincabamos arriba de su cama, haciéndola gritar de espanto.

—¡Están locas! —gritó, mientras nos lanzaba una almohada para callarnos.

Amanda y yo nos acostamos a su lado. Era tan raro y a la vez divertido estar juntas. Yo tenía un sueño tan ligero, que cualquier ruido o toque me despertaba, al contrario de Katrina, que puede estallar una bomba a su lado pero no se despertaría al menos que la toquen o sienta movimiento. Pero Amanda era la más rara; se despertaba primero antes que todas y siempre estaba con muchas energías. Éramos el mejor complemento.

Suspiré, mientras cerraba los ojos.

—Odio levantarme tan temprano sólo para leer y hacer rayitas durante cinco horas —hablé de nuevo, tratando de no caer en los brazos de Morfeo.

—Por eso elegiste estudiar Arquitectura —me contestó Katrina riendo—. Yo odio tener sueño en las clases en donde una persona habla de otra persona que no conozco.

—Por eso elegiste Psicología —la imité burlándome.

—Amo ir a decorar y diseñar distintos lugares —continuó Amanda riendo felizmente. Katrina y yo bufamos, siempre era la excepción.

—Qué bueno que elegiste ser diseñadora de interiores, se adapta muy bien a tu personalidad —le halagué, mientras me sentaba en la cama y las dos me siguieron.

—Oye, Chloe… —me habló Amanda con una sonrisa pícara, la miré algo asustada—. Kat me dijo que estuviste charlando con un hombre muy guapo. ¿Es cierto? —parecía que las comisuras de sus labios por poco se rompían.

Refunfuñé y miré mal a Katrina. 

—Se me salió —se defendió, alzando los hombros.

Suspiré y me dispuse a contestar, tratando de que ese tema no me enojara.

—No estuvimos charlando, estuvimos discutiendo. Y no, no es guapo —bufé, girando los ojos.

¿Por qué Katrina pensaba que sí lo era? Tendría que comprarle unos buenos lentes para que viera mejor, Aitor no tenía nada de especial.

—¡Claro que sí lo es! —me contradijo y me miró como si hubiera dicho una blasfemia o me hubieran acusado de herejía.

—¡Claro que no! ¡Tú no lo conoces como yo! Todo hombre que es atractivo físicamente pero que es un idiota, termina volviéndose feo inevitablemente —contraataqué con efectividad.

—Aunque sea un idiota, egocéntrico, pervertido y se coma a Shrek, no puedes negar que es lindo ¡Acéptalo! —alzó sus manos como si fuera muy obvio.

Negué con la cabeza, pero me puse a pensar seriamente. No es feo, es obvio. Pero no podía todavía sacarme de la cabeza que cuando lo vi anoche se me hizo terriblemente atractivo, tal vez fueron las luces relampagueantes que no me dejaron ver con claridad y me crearon una vaga y distinta identidad alterna.   

Poniéndolo como “guapo” ¡Pf! Me era casi imposible aceptarlo, lo odiaba demasiado para hallarle algo bueno o algo que no fuese un defecto. Bueno, solo había algo de él que no me provocara ganas de vomitar…

—Tal vez sus ojos. Tiene lindos ojos —respondí casi para mí misma. Pero mis amigas brincaron de entusiasmo, controlándose deprisa.

—¡Aja! Debes saber que los ojos son las ventanas del alma —comentó Kat, alzando las cejas.

—Entonces, procuraré mantener las ventanas cerradas. Vámonos ya, no quiero llegar tarde —me levanté de la cama, para bañarme, cambiarme y desayunar para irme a la facultad.

"""

Terminó la última clase de Área de Diseño y todos salieron casi corriendo. Suspiré, mientras guardaba un pequeño cuaderno de apuntes y esperaba que se desalojara el salón. Cuando eso pasó, tomé mis cosas y caminé dispuesta a irme a casa lo antes posible, quería dormir tan siquiera un poco más esta noche, con cuatro horas me conformaría.

Cuando iba por la acera, estaba a punto de sacar mi teléfono y marcarle a Amanda, pero alguien me interrumpió. Una mano se posó en mi cintura y me acercó hacia él.

Lo miré rápidamente, mis ojos adquirieron rápidamente amargura y enfado. Era… era… ¿Cómo se llamaba? No sé, no me acordaba. Estudiaba también Arquitectura,  pero iba en un salón diferente al mío.

—Hola, cariño, ¿por qué te vas tan rápido? ¿No quisieras pasar un rato conmigo? —habló con su empalagosa voz. Suspiré sin mirarlo a la cara, ya me tenía harta de tanto intento de salir conmigo y no quería nada más que una noche de aventura.

—No, gracias —respondí secamente. Pero él siguió.

—Vamos… estoy seguro que te divertirás, nena —bufé y me paré frente a él.

Tampoco era tan feo para que digas “¡Ugh, Freddy Kruger!” Pero tampoco tan guapo para que sea como un “Edward Cullen”. 

—Mira… —traté de recordar su nombre pero no podía, así que continué—. No tengo la intención de salir contigo y estoy segura que si lo hago, lo menos que haría es divertirme, más bien estaría muerta de aburrimiento, fingiendo algo que no es… Y no soy muy buena fingiendo, así que será mejor que me dejes irme a mi casa que estoy muy cansada —miré su expresión confusa y seguí con mi camino.

—¡Te pierdes de una gran noche! —gritó, deteniendo mi paso. Me volteé despacio, estaba perdiendo grandiosos minutos de sueño.

—¡No me importa! Me mantendré más despierta viendo la televisión que debajo de ti —respondí algo irritada dejándolo atónito y algo molesto.

—Ya entendí por qué dicen que eres difícil —susurró, dándose la vuelta.

—No es que sea difícil, es que no hay nadie que me sepa controlar. Todos viven por y para ellos mismos —murmuré casi inaudible y continué caminando. De pronto sentía a alguien brincar y caer rápidamente a mi lado.

Pensé que era de nuevo el chico molesto, pero cuando vi que no era así, mis ojos brillaron y me arrojé a sus brazos.

—¡Hey! No te había visto desde hace casi cinco días —hablé emocionada, mientras abrazaba fuertemente a Owen. Él respondió con el mismo entusiasmo y me plantó un beso en la mejilla.

—¡Ya lo sé! Ya te extrañaba—habló con su distinguida sonrisa encantadora, mientras me tomaba de la mano. Ahuyentando así a muchos chicos que se me quedaban viendo.

Sonreí con alegría, Owen siempre había sido un grandioso amigo, con él compartía muchas cosas y me apoyaba en todo. Era tan lindo y divertido. Lo miré de reojo mientras sonreía con su brillante dentadura, él sí era atractivo. 

Su cabello castaño claro con unos pequeños rayos rubios, algo largo y siempre bien peinado. Era muy alto y tenía un cuerpo muy bien cuidado y trabajado, parecía todo un modelo gracias a su aspecto y también su ropa de diseñador, siempre fue tan… fashion.

—¿Y qué me cuentas, hermosa? —me preguntó, guiñándome el ojo.

Él podía decirme hermosa, cariño, bizcocho, princesa, gatita, todo lo que quisiera y no me molestaba. Es más, hasta me gustaba… yo era así con él, tan sumisa y dulce como él lo era conmigo.

—Si supieras… —respondí suspirando. Owen me miró interrogante.

—Si no me cuentas, no podré enterarme. Sé que soy maravilloso pero no leo las mentes… no por las tardes, debe de haber kriptonita en alguna parte —bromeó y consiguió sacarme una sonrisa.

—Lo sé Owen, pero eso te quiero… y por eso te contaré —empecé a contarle todo lo que pasé con Aitor, todo lo que sentía y tenía ganas de hacerle en ese momento. Además, aparté algunas cosas de nuestra infancia que me marcaron…

Katrina POV

—… Y luego lloró porque le lancé una piedra a su gato para que se bajara de un árbol, ni siquiera lo golpeó y ya me estaba acusando de que lo había matado — Aitor terminó de contar la historia, mientras todos empezábamos a reír a más no poder.

—Nunca… nunca creí que las historias de la niñez de Chloe fueran tan divertidas. —volvió a reírse Amanda agarrándose el estómago, mientras unas cuantas lágrimas de diversión salían de sus ojos. Él había llegado hacía cerca de una hora y todo ese tiempo estuvo contándonos las anécdotas que había pasado con Chloe, por alguna extraña razón pensé que Aitor también había sufrido en su infancia aunque no lo dijera. 

Además de preguntar constantemente por Chloe.

—Hasta había veces que me veía y se escondía en su casa… no sé por qué, pero creo que ahora me odia más —continuó Aitor con una sonrisa simpática. Era tan divertido y lindo. No sabía por qué Cloe lo detestaba tanto.

—Entiéndela, no es que te odie, sólo siente un poco de resentimiento —hablé alzando los hombros y viendo como Aitor rodaba los ojos con ironía.

—Anoche tenía la impresión de que me iba a golpear —inquirió, abriendo más sus lindos ojos grises.

—No suele ser agresiva, pero estoy segura que si lo iba a hacer —agregué y de nuevo las risas explotaron.

—Deberían obligarla a entrar a clases de boxeo —dijo Aitor con tono burlesco.

Amanda pareció reaccionar de nuevo y lo señaló para empezar a hablar.

—Un día lo intentamos, ¿sabes?

—No es cierto… ¿En serio? —preguntó casi incrédulo y prestó mucha atención.

—¡Sí! Cuando intentó golpear la pera, ésta la golpeó en la nariz y nunca más volvimos a regresar —las risas consumieron el departamento y me paré para agarrar aire. Caminé hacía la cocina y entonces recordé algo.

—Aitor, ¿quieres un poco de chocoflan? —le pregunté, al recordar que quedaba un poco de él en el refrigerador. Chloe lo había preparado, pero no conseguimos acabarlo todo.

—Claro, me encantaría. Gracias. —sonrió de nuevo, antes de mirar de nuevo la hora en su caro reloj de su muñeca.

—Eres muy gracioso y no pareces malo… Chloe me dio una mala impresión tuya —habló Amanda. 

—Gracias, pero bueno, ella no tiene la culpa, me juzgó mal por algunas bromas inocentes —lo escuché cambiar de tono a uno más modesto.

Tomé el último pedazo que quedaba y lo puse en un pequeño plato, caminé hasta él y se lo di con alegría. Algo de él me decía que era el tipo perfecto para Chloe, pero sabía que no sería una tarea nada fácil para juntarlos, ambos eran muy orgullosos, pero muy distintos a la vez.

Chloe era la chica inteligente y a la vez tranquila, que siempre buscaba una manera de hacer las cosas mejor. Es muy segura de sí misma pero tiende a aburrirse con las personas que no logran entablar una conversación amena. Aitor, al contrario, parecía un hombre igual de inteligente pero algo más infeliz. 

Chloe le ayudaría a ponerle felicidad a su vida, mientras que él le pondría el toque interesante. Ambos harían una pareja explosiva, pero llegarían a ser muy felices juntos… un complemento.

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