Príncipes maldecidos

Las tres princesas se encontraban de cuclillas alrededor de su padre que luego de oír todo lo que sucedió se hizo bolita en el suelo.

-Sólo me voy por unos días y unos vándalos quieren llevarse a mis pequeñas, además una chica que no tiene ciudadanía en ningún reino se esta comiendo todo lo de mi cocina.

¿En qué me equivoque?- se lamentaba el pobre rey mientras las hermanas ya estaban algo aburridas de éso.

Su padre, el gran rey Erick era conocido por ser un rey firme, serio, valiente, sin piedad y que no se andaba con rodeos pero ellas en verdad lo conocían como su padre exageradamente sobreprotector que cuando ellas eran niñas se vestía de princesa y les ordenaba a los hornados caballeros mas leales que tenía que lo imiten y jueguen con ellas...

Antes que el príncipe vestido de princesa siendo secuestrado por un dragón, fueron los caballeros y el rey disfrazados de princesas para jugar con las princesas de niñas.

Ésos caballeros siguen sirviendo a su padre pero tienen un pasado muy oscuro gracias a las órdenes del rey.

-¡Ya sé!- el rey se paró de golpe de un saltó.- Voy a invadir el reino Águila de Oro y lo destrui...

-¡Padre! ¡¿Siquiera es consciente de lo que dice?!- preguntó la segunda princesa que seguía con armadura mientras se ponía de pie, siendo imitada por sus hermanas.

El rey que tenía cabellera rubia pero ya la edad lo iban afectando y se le veían un par de canas, camino un par de pasos y se sentó en una silla mientras tocaba su frente.

Inclusive él no era inmoral y un día tendría que dejar a sus hijas solas así que buscar valientes que la cuiden y amen desde ahora podía ser lo mejor, pero...

El hombre miró a sus hijas que ya eran todas unas señoritas pero el aun las veía como ésas niñas enérgicas con las que solía jugar.

-Entiendo que se quieran casar pero... ¿no pudieron elegir a otros príncipes?- preguntó el rey.

Las hermanas se miraron confundida y luego a su padre.

-¿Por qué lo dices?- preguntó Andrea con curiosidad.

-Sí, digo, ¿no viste lo que son?

¡Argh! Me los como sin pan ni tenedor.- dijo Candy mientras se abrazaba a sí misma.

El rey ignoró lo mejor posible a su hija menor y las miró con seriedad mientras Luz volvía con una bandeja llena de comida.

-Los príncipes del reino Águila de Oro pueden ser... "atractivos" pero la verdad es que fueron maldecidos cuando eran pequeños.- respondió el hombre con seriedad.

Sus hijas lo miraron incrédulas, no creyendole nada.

-¡Por favor papá!

La única maldición que tienen ellos es que son muy sexys, hasta tienen mejor trasero que nosotras.- dijo Candy, sin vergüenza alguna mientras Luz mostraba un pulgar en alto.

Sus hermanas asistieron de acuerdo con ella... excepto con lo último.

¡¿Qué hacía su hermana menor, la que supuestamente debería de ser la mas inocente, mirando la retaguardia de los príncipes?!

El rey Erick dio un suspiro profundo y se inclinó levemente para ver a sus hijas.

-Me estoy volviendo viejo, no las quiero perder ya que las sigo viendo como a mis pequeñas pero soy consciente de que quieren su propia familia y estoy de acuerdo ya que quiero conocer quienes serán los que cuiden a mis princesas, pero también quiero que tengan cuidado con respecto a quienes eligen.

Los príncipes en verdad están maldecidos, no bromeó, les pueden preguntar la próxima vez que los vean.

Es peligroso estar con ellos.- exclamó el hombre con seriedad.

Sus hijas eran chicas muy listas así que entenderían la gravedad de la situación.

Las tres hermanas al entender que su padre no bromeaba quedaron en shock.

¿Los príncipes estaban bajo una maldición?

Pero sí se veían bien... muy bien de hecho.

Éso significaba que... ¡era la oportunidad de las princesas de romper la maldición de los príncipes!

El rey fruncio el ceño al ver que Stephanie levantaba sus manos y rostro al cielo, Andrea estaba de rodillas con la cabeza gacha, una mano en el pecho y su otra mano levantada con el puño cerrado y Candy tenía sus manos juntas mientras sonreía de manera muy alegre... tan alegre que hasta daba miedo.

-No puede ser... ¡esto es algo serio, chicas!- dijo el rey poniéndose de pie.

-Un momento, ¿dijiste la próxima que los veamos? ¿Entonces tenemos permiso de verlo e inclusive invitarlos a que vengan aquí?- preguntó Candy acercandose a su padre.

El hombre retrocedió y negó.

-Yo no dije éso exactamen...

Andrea se acercó a su padre y éste nuevamente retrocedió.

-¿Estás diciendo que podemos hacer una fiesta e invitarlos?- preguntó la rubia.

-Que yo no dije e...

Ahora la princesa dio un suspiro profundo pero no se acercó a su padre.

-Lo mejor sería invitarlos a que conozcan el reino y hablar de la supuestamente maldición sí es real, luego sí, por la fiesta... aunque no me gustan las fiestas.- dijo la de armadura.

El rey levantó una mano con su dedo pulgar en alto pero al recibir la mirada de sus hijas rodo los ojos y se dio media vuelta.

-Hagan lo que quieran, ni que me oyesen.

Pero éso sí, quiero conocer a ésos tres en persona.- exclamó el hombre mientras se iba.

Las tres hermanas al recibir la aprobación de su padre se miraron y asistieron.

Enviarian una invitación lo antes posible para que los príncipes los visiten.

-Por cierto... ¿no tienes calor con éso?- preguntó Candy mirando a su segunda hermana que la verdad, apestaba a sudor.

La chica de armadura suspiro profundo y agachó la cabeza.

-No tuve la oportunidad de quitarmelo desde que llegamos.

Me iré a dar un baño y a deshacerme de esto.- dijo la chica mientras se iba a su habitación.

Las dos hermanas que quedaron se miraron entre sí y asistieron.

Debían de prepar todo para cuando vengan los príncipes en un par de días y sobretodo, debían de preparar a su hermana para que impresione al príncipe Samuel.

Para Stephanie pelear con un dragón era algo pero ser arreglada por sus hermanas para relucir su encanto de mujer... éso era un tema muy aparte.

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