Capítulo 6

Afortunadamente, la semana ha pasado rápido y todo va genial con los preparativos de la boda. Ya todas tenemos nuestros vestidos y ayer ha llegado a mi apartamento el vestido de la novia. Finalmente, encontré una floristería que tiene las peonias de los colores que quería y he tenido que contratar a alguien para que se encargue de la decoración. Me hubiera gustado hacerlo yo misma, pero mi trabajo no me lo ha permitido.

Mi jefe ha demostrado ser algo así como, un adicto al trabajo.

Mark está loco por querer hacer esto así de rápido, pero entiendo su afán con la boda. Ahora que Lucy ha cedido un poco, no podemos bajar la guardia.

Ahora menos que nunca.

Eso también me ha traído problemas para poderme ver con mi capitán. Solo hablamos por teléfono cada noche, susurrándonos nuestros más ardientes deseos. Su nivel de ocupación es exagerado y uniéndolo con mis salidas tardes del trabajo...

Nuestra primera "cita" será en la boda, así que estoy ansiosa de que llegue rápido el día de mañana. Deseo volver a besarlo.

—¡Paula! —grita mi jefe, desde su reclusión en su oficina, y tomo mi libreta antes de entrar.

Entro y le veo levantar la mirada cuando escucha mis tacones resonar. Se me es inevitable sonreír al ver como repasa mi cuerpo de pies a cabeza y deteniéndose en mis piernas enfundadas en un pantalón negro de cuero.

Me inclino apoyando mis manos sobre su escritorio y sonrío mirándolo a sus lindos ojos azules. Es una pena que sea mi jefe y que sea muy niño para mí.

—¿Se le ofrece algo, jefe?

Carraspea apartando su mirada y me entrega una carpeta.

—Para contabilidad —dice con voz ronca provocando que mi cuerpo se estremezca levemente.

M****a.

—Con mucho gusto. —Tomo los documentos y me levanto, sintiendo la urgencia por huir de él—. Su prometida ha llamado unas quince veces en la última media hora.

Pasa sus manos por su rostro y niega.

—Gracias.

—¿Le puedo decir algo? —Me mira por largos segundos y tomo aire para controlar el calor que se empieza a arremolinar en mi estómago y que augura un fuerte sonrojo—. Sea sincero con usted mismo o terminará dañando a más personas de lo que cree. Esa niña lo quiere y usted...  sinceramente no sé qué pensar.

—Paula...

—Tranquilo. Sé que no es de mi incumbencia, pero usted se ve realmente miserable y eso no es vida para nadie. Se supone que uno se compromete cuando ama, no por lástima. Es muy joven para vivir de esa manera. —Por su mirada apenada, podría decir que he atinado—. Si no es más, me retiro.

Asiente y salgo de la oficina para volver a mi lugar. No me gustó esa sensación en mi estómago. Es algo que no había sentido desde Ethan y no quiero que sea por él. No necesito ese tipo de sensaciones o sentimientos en mi vida. Prefiero las relaciones como las que tengo ahora con el Capitán. Puedo mantenerme en control y dejarlos ir cuando todo se empiece a complicar.

Además, es un niño que parece no tener el control de su vida.

Sé que lo que sea que pase con su novia, no es mi problema, pero me fue inevitable decirle esas palabras al ver lo miserable que es en ese noviazgo.

No creo que a nadie le guste vivir de esa manera.

¿Quedarse hasta tarde trabajando y ser el primero en llegar a tu trabajo, para luego p***r el día huyendo de esa persona que se supone debe significarlo todo para ti?

Eso definitivamente no es vida.

No pude evitar sentir lástima por la novia de mi jefe hace dos días cuando llegó y él le gritó de una manera tan espeluznante, que se escuchó por todo el piso y me heló hasta los huesos. Pero ese sentimiento se fue cuando ella, al p***r frente a mí, levanto la mirada y me miró con odio.

No sé qué es lo que esa niña tiene en mi contra, pero me divierte.

—Paula —susurra Gena.

—¿Qué sucede? ¿Cuál es el secreto?

—Si no te interesa el bombón de nuestro jefe, ¿me lo regalas?

—Déjate de tonterías. —Río con burla. No es la primera vez que insinúan que Hudson me mira más de la cuenta—. No me gustan los niños. Eso de cambiar pañales no va conmigo.

Su sonrisa se borra y frunzo el entrecejo. Gena aprieta sus labios mirando detrás de mí y me encojo de hombros entendiendo que he sido pescada. Una vez más. Es tan irónico cuando esas estúpidas películas adolescentes se vuelven reales en el momento menos adecuado.

Suspiro antes de dar la vuelta y, efectivamente, allí está él. Su mirada es dura y creo que por su mente deben estar pasando las mil y una manera en las que podría asesinar a alguien. Doy un paso atrás sintiéndome intimidada.

Eso sí es extraño.

¿Desde cuándo, Paula Stuart se deja amedrentar de alguien? ¿Y más de un chico de veintiocho años?

Deja una carpeta sobre mi escritorio y se va hacia el ascensor.

—Eres una tonta —le recrimino a Gena antes de tomar mi bolso.

Me mira apenada y ruedo los ojos. Esto sólo me puede p***r a mí. Se sintió horrible esa mirada dura. Sus ojos azules parecían hielo duro, peor que los de Collins.

Tomo aire al ver que mi jefe aún espera el ascensor y me acerco a él. Creo que debería disculparme con él por mi tonto comentario.

—Señor Hud...

Con solo escuchar mi voz, resopla enojado y se aleja de mí para tomar las escaleras desapareciendo de mi vista.

Eso se sintió mal.

Camino a la cafetería, tratando de concentrarme, y tomo mi bandeja con ensalada y un té. Voy con mis chicas rápidamente luego de saludar a la señorita Campbell y me siento pesadamente.

—¿Y a ti que te pasó? —dice Sarah como saludo y odio que sea tan observadora.

—La estúpida de Gena me ha preguntado si le doy vía libre con el jefe, porque piensa que él está interesado en mí, y él ha escuchado cuando he dicho que no me gustan los niños.

Ambas ríen y niego. Sé que es muy gracioso y cosas así solo me pueden p***r a mí.

—¿Y qué es lo que te afecta? —pregunta Gerogi—. ¿Qué te haya escuchado o que te haya escuchado?

Miro a Georgina como si tuviera tres cabezas y ella ríe.

—Te gusta y no quisieras que te haya escuchado o simplemente te da vergüenza de que te haya escuchado.

—Obviamente es por la vergüenza —digo, rápidamente.

Sarah me mira con los ojos entrecerrados y ruedo los ojos.

¿Cómo se le ocurre que me puede gustar un muchachito, cuando tengo a un delicioso hombre maduro esperándome?  

Mi capitán es todo un hombre, tal y cómo me gustan.

Afortunadamente, cambian de tema y empiezan a hablar de la boda. Mi tema favorito de los últimos días.

Brad Hudson

Jodida Paula.

¿Cómo se atreve a decir que soy un niño?

Que m****a con esa mujer.

Si no fuera una mujer tan hermosa y caliente, al punto de no dejarme dormir por las noches, y de ser tan buena en su trabajo, ya la hubiera sacado de mi oficina.

Subo rápidamente al piso de Adam para hablar del personal que necesitaremos para la propaganda de la campaña de ropa interior de L.O.V.E y distraer mi cabeza de este ardor que me ha ocasionado ese comentario. Hemos hecho entrevistas a modelos dentro y fuera de la empresa, pero Paula siempre ha ido conmigo. Es suficiente con que ella se levante enseñando esas largas piernas y esa pequeña cintura, para que deje a todas esas mujeres por el piso.

Ninguna les llega a los pies a esa mujer tan malditamente perfecta.

Cada vez que sacude ese jodido cabello suave y colorado, necesito un baño de agua fría. Uno muy largo. Y lo peor de todo, es que Sonia se ha dado cuenta, de ahí que últimamente esté más histérica de lo normal.

Entro a la oficina de Adam, que siempre está abierta, y levanta la mirada cuando saludo.

—¿Y a ti que te pasa? —pregunta mi jefe cuando entro.

Nunca cierra la puerta de su oficina.

—¿De qué hablas?

Ríe y se yergue en su silla.

—Vienes resoplando como un toro. ¿Paula se ha vuelto a inclinar? —dice riendo—. ¿Lo recuerdas, Alex?

Y hasta ahora lo noto. Ese hombre es demasiado sigiloso. Alex está en el sofá de la oficina, trabajando en su teléfono, hoy vestido informal, como cosa extraña.

—Hola, Alexander.

—¿Todavía tienes problemas de pantalones con tu secretaria? —se burla también.

Ruedo los ojos al recordar el día que se dieron cuenta que me gusta mi secretaria y gracias a ellos mi hermano no ha dejado de molestar, llamando cada día para que “me coja” a mi secretaria. Ese día Paula llevaba un pantalón tan ceñido como el de hoy, esas fuertes piernas tan bien formadas y calientes. La jodida mujer se inclinó dándome la espalda y m****a, si no deseaba llegar a ella y sujetar esas caderas.

Maldita mujer. Parece que supiera lo que hace y sólo se burlara de mí.

—Necesito que la cambies de oficina.

Luego de esas palabras que me dio en la oficina, realmente me puso a pensar en que debo terminar esa relación tan dañina que tengo con Sonia. Incluso pensé, en que podría acercarme a ella... Pero, ahora sabiendo que no me ve más que como un jodido niño, la necesito lejos de mí.

—Las constantes erecciones deben ser todo un dolor de cabeza y más si no tienes donde descargarlas —se vuelve a burlar Alexander.

A pesar de lo serio que es, su sentido del humor es de lo peor. Ya recuerdo por qué son tan amigos de mi hermano Nick.

—¿De qué hablan?

Volteo para encontrarme con Heidy entrando a la oficina, tan sonriente como siempre.

—Brad ya no quiere a Paula como secretaria —dice Adam—. Yo la puedo recibir con gusto. Últimamente las secretarias que me envía Sarah son unas inútiles.

—No. —Lloriquea Heidy—. Yo la quiero. Ese pantalón de cuero que lleva puesto hoy... ¡Dios! Me eriza la piel.

Todos reímos por las palabras sufridas de la mujer. No sé cómo estos dos pueden vivir con una mujer tan hermosa como Heidy Campbell y que, además, es lesbiana. Que sufrimiento.

Tal como el mío conviviendo con mi secretaria de cabello de fuego.

Que m****a. Cómo quisiera quemarme con él.

De un momento a otro empiezan a hablar de una boda a la que irán mañana. Yo si no tengo tiempo para esas cosas y menos con Sonia siguiéndome los pasos en todo momento, y ni hablar de llevarla a donde sea que vaya. Es capaz de gritar y ofender a toda mujer que si quiera me mire de reojo.

Es todo un jodido dolor de cabeza.

—¿Irás con alguien, Alex? —pregunta Heidy.

—No creo que vaya. No es conveniente.

—Oh, vamos. Llevaré a una amiga para que sea tu cita. —El hombre la mira enojado y los tres reímos—. Necesitas descargar esa tensión que llevas encima.

—Ya déjalo. Sabes que él solo ve por los ojos de esa mujer.

Y me pregunto de qué mujer hablarán. No sabía que Alexander estuviera enamorado de alguien.

—¿Cambiarás a Paula? —pregunto antes de que se olviden de mi tema. Así se burlen de mí.

—No habrá devolución. Esa mujer es una gran vista. Una muy caliente vista.

Joder. Y así dicen ser mis amigos.

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