Hijo del Conde

Estaba de vuelta, estaba aquí otra vez, reconocía las calles a la perfección, mi cuerpo temblaba y trataba de controlarlo. La emoción me inundaba, estaba de vuelta, aunque era un niño cuando todo había ocurrido, podía reconocer todo lo que me rodeaba, el lugar no había cambiado mucho. Los niños correteaban despreocupados, y aunque el orfanato estaba bastante retirado del pueblo, había terminado ahí después de que mis padres hicieran lo que hicieron, 

“Estás emocionado, idiota”- Hansel se queja por mi arrebato de emoción.

No le preste atención, no permitiría que su amargura cambiara mi buen ánimo.

“¿No quieres volver a verla?”- Damián

Y mi humor poco a poco, más me voy acercando, cada vez la inseguridad se apodera de mí. Y aquello solo lo lograba ella, solo tenía recuerdos de cuando éramos pequeños, pero nada había cambiado, mis sentimientos seguían ahí intactos. 

- Sí. Claro que sí, pero ¿Ella? Ha pasado mucho.

“Eso no importa”- Damon trata de animarme.

El único inseguro era Hansel, no sabía si era bueno volver a verla, pero yo lo deseaba y mucho. Había esperado mucho por ello. 

-Señor ya estamos aquí- la vos firme de Easton, me saco de mis pensamientos que cada vez se volvían más turbulentos. Era mejor no pensar y solo actuar ¿Cómo reaccionaria al verme? Había cambiado mucho. 

Allí estaba la pequeña cafetería, la divisé y mi nerviosismo se disparó. mi cuerpo volvió a temblar. Y unque lucio relajado por dentro los nervios me carcomían, mi rostro no reflejaba nada, ni los nervios, ni el miedo, nada, la inexpresividad me ayudaba mucho, mi padre me había enseñado que no es bueno mostrar lo que sientes, eso era signo de vulnerabilidad. Y al ser quienes éramos no era bueno ser vulnerables,  

Easton, abrió la puerta del coche y salí con firmeza y con tranquilidad y elegancia, respiré hondo y di pasos para acercarme al local, el olor fuerte a firme me inundo antes de estar completamente enfrente del lugar. Entre al local, había pocos clientes, me tomo el tiempo de contarlos y solo se encontraban 3, una mujer que bebía su café mientras miraba por la ventana de manera distraída, tres mesas después de la  entrada, mientras que las otras dos personas eran un par de amigos que hablaban animadamente. Me pareció perfecto pocas personas, no me gustaba para nada los lugares con grande multitudes. El tintineo dio paso a mi bienvenida,  las miradas de los clientes se posaron en mí, sus seños se fruncieron creo que notaron que no era de ahí, pero rápidamente volvieron a lo suyo. Aun así, eso no la saco de sus pensamientos, me acerque a ella, y pareció no notarlo, sonreí para mis adentros, carraspee, y tampoco, sonreí y negué con la cabeza. 

Si Ángel era   de distraída. 

-Bunas días.

Levanto la cabeza asustada, y sus ojos Azules se volvieron a posas en mí, y pude volver a respirar, aquella opresión en el pecho que había disminuido de fuerza, pero que aún seguía ahí, desapareció,  la escaneé rápidamente, y me di cuenta de que tenía algo que colgaba de su cuello agarrado con fuerza por la impresión, poco a poco lo fue soltando, era aquel dije platinado que le había regalado aquella mañana.

Sus ojos me miraron sorprendidos, y tuve esperanza, pero después aquello desapareció, sus ojos me miraron confundidos, y todo se fue al piso mis esperanzas, mis nervios, mi alegría todo, todo se fue en un parpadeo.

- ¡Ángel!- salto en su sitio, cuando una mujer salió de detrás de ella de manera brusca e inesperada- ¿Por qué no atiendes rápido al hombre?- la regaño.

- Lo estaba haciendo- se defendió, respire profundo cunado el aroma que desprendía su cuerpo, llego a mis fosas nasales.

La mujer me escaneo, y al darse cuenta de quién era sus ojos se abrieron con sorpresa. Y su enfado desapareció rápidamente de su rostro. 

- ¡Es el hijo del conde! - exclamo. Y al darse cuenta de su error rápidamente me dedico una mirada avergonzada. 

- ¿El hijo de quién? - pregunto ella sin entender la euforia de la mujer. Y sinceramente no me gustaba aquel tipo de tratos, las personas siempre esperaban algo. 

-¿Acaso no ves noticia niña? - volvió a regañarla aquella mujer, no me gustaba su tono. Ella se mantenía en su lugar confundida, se muerda la mejilla interna aun sin entender el alboroto.

Miro a mi alrededor y el resto de los clientes ni se dan por enterado, lo que me tranquiliza lo que menos quiero es llamar la atención, y con eso hacer que los medios conocieran mi ubicación. 

-¿Qué desea? - aquella señora tenía una sonrisa parecida al gato del país de las maravillas. Era cómico, y también incómodo. 

Ángel mira a la mujer y rueda los ojos por su atrevimiento. Aun así, no era una mirada de disgusto sino una con algo de burla y diversión. 

-Un café cargado por favor- sonreía amablemente. Sentía su mirada en mí, y tenía ganas de voltear a mirarla, pero me abstuve.

Ángel:

¿Hijo del conde? ¿El conde…?

Lo miré detenidamente para asegurarme de que era él, un hombre de su clase ¿Qué hacia en un pueblo como el nuestro? Wearback no era un lugar muy conocido, muchos no sabían que existíamos, siempre había que explicar que quedábamos en el sur de California, en un pequeño rincón,  en un lugar bastante retirado y con mucha naturaleza, eso nos hacía especiales. O bueno nos enorgullecíamos de eso y aunque no era mucho, hacia del pueblo un ligar único. 

No lo creía, era él, el hijo del conde. Pero eros ojos plateados, los había visto en algún lugar, su pelo revuelto, y su piel blanca, parecían carbón y nieve, su mirada me hacía vibrar, no entendía, estaba confundida.

Seguí con mi trabajo, un tanto despistada, su mirada sobre mí me ponía alerta, nerviosa, como si mi cuerpo supiera algo que yo no. Necesitaba distraerme con algo, para no pensar en ello. 

- ¡Ángel!

Levanté la mirada.

- ¿Si, señora Wood?- la voltee a mirar regalándole una sonrisa, era una mujer muy activa, regañona y cascarrabias cuando se lo proponía, pero con un gran corazón. 

- Pregúntale al Señor Derby, si desea otra cosa, que va de parte de la casa- demando, asentí suspirando. Aquella mujer estaba demasiado emocionada por aquel hombre, solo tenía apellido, un prestigio, y el suficiente dinero, para conseguir cualquier cosa.

-Señor Derby ¿Quiere algo más? Va por parte de la casa - este me miro con tristeza, pero rápidamente la borro y su rostro volvió a tener una sonrisa a medias, aunque su rostro era inexpresivo. Era un chico bastante extraño.

-No gracias señorita…- aquello lo dijo de forma brusca como si le costara. No quise preguntar por qué primero no era de mi incumbencia, y segundo seria de malos modales, pero parecía tenso aunque su rostro se mantuviera inexpresivo. 

- Ángel

Mi cuerpo se erizó y pare en seco sin saber qué hacer, su voz me parecía conocida. Aquel tono suave me parecía conocido. Me tomo un momento volver a la realidad.

-Señorita Ángel- dijo con firmeza.

Mi nombre pronunciado por sus labios, sonaban como una dulce melodía. Pero rápidamente me di cuenta de que su voz no se parecía nada a la persona que esperaba, él era mucho más frío, no había que sus ojos me transmitían, estaba vacíos fríos y oscuros.

- ¿Está seguro señor Derby?- traté de no prestarle atención a su llamado por lo que hice una pregunta para que no notara mi incomodidad o indecisión a lo que hacia ocurrido en aquellos minutos y me miro confundido por una fracción de segundo, y después volvió a su estado normal- Tenemos muchos pasteles con que puede acompañar el café- volví a insistir, no quería que Casandra Wood, me matara por no tratar de manera correcta al invitado. 

-Llámame Alec, por favor- sonrió de manera amena y aunque la expresión de su rostro no cambió mucho, no lucia tan imponente y frío. 

Aquel nombre era del él, pero eran muy diferentes, sus ojos no son plateados sino oscuros como la noche, además ya han pasado doce lunas, ya se habrá olvidado de mí, agarro con fuerza aquella colgante, esperanzada de que no sea cierto. 

Y que comparaba al Señor Derby con aquel chico de mi infancia simplemente porque aunque el tiempo había pasado seguía esperando. Talvez nunca regresará, pero yo seguía esperando, era una idiota lo sé, esas cosas de niños ya no valían la pena, pero no podía negar que esperaba pacientemente cada noche a que regresara. 

“Cualquier persona puede tener ese nombre Ángel”- me aseguré tratado de convencerme de no ilusionarme y comportarme como una chica sin profesionalidad frente al hijo del conde, aquello podría costarme mucho. 

- Alec…- hace mucho que no pronunciaba ese nombre, me sentía extraña al pronunciarlo, no lo negaría. Llamar a otra persona por ese nombre eme llegaba a incomodar, pero debían entender que en el mundo debía haber mucas personas con el mismo nombre.   Asentí, y me alejé dando pasos inciertos hasta volver a mi lugar de trabajo.

Cápsula

La esperanza es a veces uno de los sentimientos más crueles. Muchos tienen esperanza de diferentes cosas, sus hijos, las metas, los sueños y sobre todos los anhelos. Me preguntarais por qué lo creo, hay esperanzas que duelen, no siempre son para darnos fe de que algo sucederá, si no, en otras es para hacernos ver la cruda realidad, esa realidad que nos negamos a ver a veces, y porque en momentos inadecuados aparece, llenándonos de ilusión insana, para después disfrutar de nuestro dolor. 

Angel. 

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